Archivo de la categoría: Editorial Eutelequia

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El refugio (Manuel Fernández Labrada)

El refugio
Manuel Fernández Labrada
Eutelequia Editorial
2014
150 páginas

Guarda El refugio, de Manuel Fernández Labrada (Jaen, 1958), similitudes con otra novela suya, La mano de nieve. Si en aquella novela el protagonista era Nemo, aquí se trata de un joven hombre innominado. Como aquel, alguien también solitario, excéntrico, dispuesto no obstante a paliar la soledad, merced al amor que una mujer pueda brindarle, si tal circunstancia ocurriera. Si allí era Dina la potencial Dulcinea, aquí tenemos a Arminda.

El joven ingeniero, a falta de un empleo mejor, obtiene un puesto temporal como vigilante forestal en un refugio de montaña. Desde la privilegiada atalaya constata la destrucción de un incendio acaecido tiempo atrás. Si bien, a pesar de tamaña destrucción, un oasis de vida ha sobrevivido: una casa en medio de la devastación, próxima a un río, el Cortijo de los Estrechos, allá donde la mirada se disuelve entre los riscos y las hoces.

No es una idea descabellada pensarse como un hombre de campo, entregar entonces el tiempo disponible al cultivo de una huerta, de un jardín, a la quimera de la autosuficiencia. El joven quiere ver qué hay de cierto en las leyendas que se cuentan sobre los inquilinos del cortijo y su periplo hasta ese edificio se convertirá en toda una odisea homérica, porque así de precaria y endeble es la naturaleza humana, cuando falta el alimento y la bebida, y el agua empapa el cuerpo y la tiritona da paso a la la fiebre que nos convierte en una piltrafa, en un bebé que debe ser auxiliado si quiere sobrevivir. Dicho periplo no lo emprenderá cuando trabaje en el refugio, sino más tarde, cuando pasados unos años, regrese a ese mismo lugar como empleado de una compañía eléctrica, la cual va a instalar unas cuantas torres de acero que atravesarán el cortijo.

Si en La mano de nieve había personajes marcados por la locura (o por una marcada excentricidad), como Segis, Dina y Domiciano, en la presente novela tenemos un núcleo familiar formado por Néstor y sus dos hijas: Olimpia y Arminda, y un tercero: Barnabás, cuya presencia y ausencia siempre resulta ominosa. Un Néstor que parece un quijote resuelto a cambiar el mundo desde su cortijo. Y unas hijas que parecen incapaces de cortar unos hilos invisibles que le unen a su padre, al cortijo, pero que no impiden sus escapadas a la ciudad, o las excursiones por la montaña, ni el deseo de salir de aquel paraíso que bien podría no serlo.

La narración irá levantando interrogantes, al hilo de los procederes de Néstor y de sus hijas, acerca de la extraña relación sexual o afectiva que se traen con Barnabás; interrogantes que lejos de resolverse quedarán abiertos hasta su explosivo final.

Si en la contraportada de la novela se habla de ella como de una fábula es porque hay en la narración una lección moral, deslizada muy suavemente por los personajes, la de no estar dispuestos a formar parte de algo con lo que no se comulga, y echarse entonces a un lado, para buscar los márgenes, las sombras, el silencio; son estas las necesidades de un espíritu recoleto que parece ser el del joven protagonista, más allá de que consiga o no los parabienes que nos brinda el amor.

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Lecturas y editoriales

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Cuento kilómetros

Cuento kilómetros (Mario Crespo 2011)

Mario Crespo
Editorial Eutelequia
91 páginas
2011

Leer Cuenta kilómetros de Mario Crespo supone volver la vista atrás para alumbrar aquel pasado en el que tuvimos 25/30 años.

Los personajes de la novela, que son varios, pero bien podían ser uno solo, una sola voz, viajan mucho, devoran kilómetros (o los cuentan), y sus periplos viajeros se suceden por España, Francia, Noruega, Inglaterra, Italia…

Jóvenes que dejan España para aprender otros idiomas, para estudiar con becas Erasmus, para foguearse, en definitiva, en trabajos de corta duración, no siempre bien pagados, que les suponen no obstante un aprendizaje, y sobre todo acumular anécdotas, experiencias que les vendrán muy bien cuando tengan que afrontar la vida adulta, el inevitable y necesario tránsito del estadio estético al estadio ético, donde tocará ya asumir responsabilidades y compromisos, en el ámbito familiar, laboral, social, etc, dejando atrás esa época de la ceguera como la califica Mario al final de la novela.

Novela donde brilla el humor, a veces absurdo, como ese viaje a Cardiff para conocer otro país, en la que dar cuenta de peripecias existenciales donde acabar vivo, y no muerto de sed o calcinado es solo cuestión de puro azar, donde la literatura sirve para rendir tributo a la memoria de quien decide quitarse la vida cuando todo es futuro, jóvenes que siempre llegan tarde a las estaciones de tren, que se pierden por Venecia en carnaval, que experimentan momentos catárticos en latitudes nórdicas, que las lían pardas en sus pisos de alquiler, anécdotas que resultan divertidas y a menudo familiares.

El libro funciona como libro de aventuras, como un testimonio válido de lo que fue tener una edad en la que todo estaba en el aire, todo por hacer, donde nuestro mundo cabía en una mochila y la ilusión y los amigos eran monedas que nunca nos faltaban en los bolsillos.

Teruel existe, Zamora también, creo. Un poco más gracias a Mario.