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Oscar Sanmartín

El martirio del obeso (Henri Béraud, 2013)

Henri Béraud
Tropo Editores
2012
140 páginas
Traducción: Verónica Fernández Camarero
Ilustración de portada: Óscar Sanmartín Vargas

Henri Béraud fue un escritor gordo. A los 37 años escribió El martirio del obeso con el que ganaría el Premio Goncourt en 1922, publicada en nuestro país en 1960 y reeditada y traducida en 2013 por Tropo Editores con espléndida traducción de Verónica Fernández Camarero.

Atendiendo al título del libro la pregunta que nos podemos formular es si el martirio del obeso guarda relación con las penosidades de una dieta rigurosa o con desventuras de otro tipo. Sucede lo último. Nuestro protagonista sufre, o mejor, se martiriza, al constatar que nunca obtendrá el amor de la mujer que desea, una amiga suya, la cual tras ver al marido engastado en otra mujer, decide coger a su amigo el gordo del brazo y darse a la fuga. Eso explica que la preciosa portada (obra de Oscar Sanmartín), nos presente a un gordo, en posición de cachalote invertido, y un barco, dado que este libro es la crónica de una singladura, un delirio errabundo, de una huida por múltiples países que durará seis meses, azuzados por el marido infiel convertido en cornudo, que va surcando mares y cielos en su búsqueda y captura.

Si los tullidos producen lástima y los jorobados rechazo y miedo, los gordos producen hilaridad. Esta es la premisa de Béraud. Y como él fue gordo y sufrió en sus carnes, o mejor, en sus grasas, las puyas ajenas, se desquita agusto en esta breve novela contra sus acosadores, y así arremete contra los flacos, los delgados, los magros, los alfeñiques, contra esos escuchimizados que más que hombres malhumorados y enfermos son sólo el esbozo de algo.

Más allá de las invectivas contra los delgados, Béraud también hace autocrítica, se mofa, y mucho de sí mismo, de sus grasas, de sus mantecas, de sus lorzas, de su vientre aerostático, dando por bueno muchos de los tópicos que parecen formar ya parte del ADN de la gente oronda.

El libro alterna lo cómico con lo trágico, porque nuestro personaje, agarrado del brazo de quien primero es su amiga y luego su inconfesada amada, se siente como un sujetavelas, un pagafantas, un hombro/e mullido en el que consolarse, y poco más. Esa tensión sexual no resuelta, convertido en un monólogo interior, irá socavando y soliviantando a nuestro personaje hasta el paroxismo, si bien el final dejará las cosas en su sitio y cada cual en su lugar.

Un libro al fin y a la postre muy jugoso, de amena lectura, donde Henri mediante el humor, la prosa fértil, la ironía, el sarcasmo y unas cuantas reflexiones muy lúcidas (me ha gustado sobrte todo su disertación sobre los viajes y las esperanzas que depositamos en los mismos), nos presenta la desdicha burguesa y los desvelos humanos en toda su abundancia.

Recomendable. Un bocado para sibaritas.

Como sucede con las películas donde a menudo encontramos en la red multitud de portadas distintas, aquí se da la circunstancia de que tenemos otra portada del libro alternativa.
Me gustan las dos, aunque la segunda antes de haber leído el libro me hacía pensar en un final canibal, el cual ni afirmo ni desmiento. A leer toca.

martirio obeso

La tournée de Dios

La tournée de Dios (Enrique Jardiel Poncela, 1932)

Espero que si algún humano (me vale también animales) llega a esta reseña lo haga comido y con la siesta echada.
Al final de la misma encontraréis un test con 250 preguntas (muy fáciles) sobre la reseña y una encuesta de satisfacción. La encuesta es obligatoria cumplimentarla para poder acceder a futuras reseñas.

La Tournée un Dios de Enrique Jardiel Poncela es un libro (publicado en 1932 y censurado tanto por La República, como por el Régimen Franquista, que lo consideró blasfemo) que recomendaría leer a todo el mundo y en especial a aquellos para quienes la Religión o su fe es algo tan sagrado que ni admiten réplica, ni son capaces de reflexionar un segundo sobre aquello en lo que creen creer. Además, visto cómo algunos eliminan a quienes les desagradan mediante el exterminio físico, es más recomendable que nunca tomarse la religión con Humor, porque todo es (o debiera ser) susceptible de ser analizado bajo la lente del Humor, la Religión, también.

El libro comienza con una dedicatoria singular: A Dios, que me cae muy simpático.

Le sucede luego un prólogo que no tiene desperdicio todo él, donde el autor se defiende, argumentando que no es este un libro antirreligioso, sino que en todo caso es un libro que va en contra de la Humanidad, la cual por otra parte está como una cabra.

Y antes de comenzar el libro tenemos una advertencia, sobre cómo leer este libro, donde entre otras cosa nos encontraremos con esto:

«Finalmente, aun hay otro sistema: coger el libro sin leerlo y arrojarlo por el libro sin leerlo y arrojarlo por el balcón»

Ya metidos en el harina, la noticia bomba es que al Papa se le ha aparecido Dios y le ha dicho que viene a la Tierra de visita. Descubrimos entonces a dos personajes particulares.

Federico, hablando de Perico Espasa, solía decir:
—Es el número uno de los periodistas españoles.
Y Perico Espasa opinaba de Federico:
—Es el primer novelista de España.

Jardiel que trabajó de periodista y conoce bien el oficio desde dentro nos brinda unas cuantas definiciones de lo que era para él un periódico: “vampiro de la inteligencia”, “calabozo bien iluminado”, “palanca de la edad moderna”, “multicopista del pensamiento”, “trampolín de la gloria”, “espuela de las actividades ajenas”, “tractor de las vanidades”, “resorte de las muchedumbres”, “opinión de las que no la tienen”, “desesperación del gramático”, “apóstol de la mentira”, “palacio de la errata”, entre otras.

Por medio de estos dos ronda Natalia Lorzain, actriz, que se rinde sin remisión a los encantos Federico, a su pico de oro, a su aura de novelista.
En fin, que acaban juntos y pasa lo que tiene que pasar.

El amor es el puente que sirve para pasar del onanismo al embarazo.

Nace el chiquillo y Natalia coge las de Villadiego. Federico se ve a solas con el chiquillo mientras la Humanidad entera vibra con la llegada de Dios.

El advenimiento podía haber sido en cualquier parte del globo pero acaba siendo en Madrid, en el Cerro de Los Ángeles. ¿Por qué?. A leer. Sigue leyendo

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Jota Erre (William Gaddis)

William Gaddis
1130 páginas
2013
Editorial Sexto Piso
Traducción: Mariano Peyrou

Acabé el año leyendo la hilarante novela La historia de mis dientes de Valeria Luiselli y comienzo este 2015 nada menos que con Jota Erre de William Gaddis.

Lo bueno, es un decir, de haber leído/padecido La broma infinita (que afortunadamente es finita), es que tras haber leído esa novela de David Foster Wallace todo lo que viene después tienes ya con qué compararlo (y no me refiero a El canon occidental, que más bien parece La Piedra Rosetta, por sus hechuras monolíticas). Así que gracias a DFW, tras haber pasado por su culpa todos los anillos del purgatorio, le ha perdido el miedo a todos los escritores, a Gaddis también.

!Que viene el lobo! oirán a menudo cuando ronde cerca Gaddis. No es para tanto, Jota Erre es el hermano mayor de Gótico carpintero, que me resultó más duro de leer que este, y que resulta igual de caótica y fragmentaria que Jota Erre.

Gaddis da casi tanto miedo al lector como el Duque de Alba horripila a los niños belgas y holandeses. Pues no, no hay que tener miedo a Gaddis, ni a ningún otro escritor (o sí, que el miedo es libre). Si Gaddis os parece críptico o hermético o duro de leer os animo a leer La niebla tres veces de Menchu Gutiérrez y sabréis más de códigos a descifrar que el difunto Alan Turing (el cual como he leído en un artículo en la red corría no porque fuera gay y necesitase huir de sí mismo, sino porque era un buen atleta que de hecho corrió unos cuantos maratones).

Me estoy yendo.

Después de leer la Broma infinita, decía, Jota Erre es un juego de niños, como el que se trae entre manos el niño de 11 años que da título a la novela, un mocete muy espabilado que conoce al dedillo los pormenores de ese capitalismo salvaje que trabaja 24 horas al día, 365 días al año (366 los bisiestos) para hacer rendir el capital y obligarnos a consumir toda nuestra vida consumiendo.

El argumento de la novela no es lo que más me interesa de la novela y seguro que en destripandolibros.com muchospoiler.net, loquelareseñaenseña.ninfo, resumenespepito.wf y/o similares podrán conseguir un buen resumen del libro, porque aquí del argumento no pienso decir apenas nada, entre otras cosas porque a medida que leo olvido, a mi pesar.

Os dejo una paginilla que me ha gustado.

Jota erre

El argumento no es gran cosa, o no es lo más importante, o meritorio, porque son un puñadito de historias que se entrecruzan en algún momento, donde parece que no pasa nada especialmente relevante, porque efectivamente «La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado en otros planes«, pero la habilidad de Gaddis pasa por elevar este monumento de 1.130 páginas y que éste no se venga abajo por su propio peso, que este elefante literario no sea abatido por las lanzas del aburrimiento, de la pereza, que sea sacrificado en el altar con otros tantos libros que sí son infumables.
El de Gaddis debiera ser ignífugo y librarse de la quema
. Y basta ya de lirismo.

El que llegue a Jota Erre sin saber qué se va a encontrar es muy posible que a la página 25 lo abandone, y quizás tiene suerte y le devuelven el dinero en la librería, si lo ha comprado y no es un pirata informático. Otros aguantarán algo más, pero al final desistirán.

Otros yonkis de la literatura como un servidor, un lector avezado, curtido en mil frentes de batallas, seguirá agarrado hasta la bandera o subido a un puto tanque (tengo todavía muy fresca Corazones de acero, que no, que no es un programa de Igartiburu) hasta que no quede allí ni Dios. Sólo Jota Erre y yo.

Posible Jota Erre

Jota Erre ya sabemos qué libros lee, ¿verdad?

Iba avisado. Había leído durante una noche de desvelo en ese cirio virtual que es la Medicina el panegírico sobre Jota Erre y Gaddis presentaba ya para mí una aureola casi Dionisiaca, sería Gaddis alguien a quien habría que leer con cara de circunstancias como cuando te dan una hostia en misa y haces acto de contrición, comulgando con lo que te echen.

Así que me lo tomé con calma, y perjuro que me preparé a fondo, me fui una semana al gimnasio aprovechando que al ser fin de año no había que pagar matrícula, fortalecí mis biceps, mis pantorrillas y lo más importante, mis abdominales cristianoronaldianas (al tiempo que gritaba, con la cabeza debajo de la almohada para no asustar al vecindario con mis baladros y balonazos de oro) y posé el libro sobre las mismas y me encomendé al Altísimo.

A pesar de haber hecho el año pasado media docena de cursos de lectura rápida por el INEM, el libro me ha costado casi dos semanas acabarlo.

Y he sobrevivido, esta es la prueba (!que sí, que no tengo a un negro, escribiéndome las reseñas!).

El ruido y la furia de Faulkner lo dejé a la mitad. Con Jota Erre creía que me pasaría lo mismo, pero no, porque el comienzo diré que no me resultó especialmente alentador. El libro de Gaddis son todo (o casi todo) diálogos, gente que no para de hablar (de hablar, no de comunicarse), mientras les interrumpen constantemente, ya sea en persona o por teléfono, así que las conversaciones se entrecortan, las frases no se acaban, los diálogos son fragmentos, jirones, partes de un todo, que luego en parte se van recomponiendo. Pero a partir de la 400 página lo que leía cobraba vida, los personajes cogían cuerpo, me era imposible no pasar a formar parte del mundo que creaba Gaddis, un mundo por el que veremos pasar más de 100 personajes, todos enfrascados en sus conversaciones, las cuales nos pueden parecer cháchara intrascendente pero no.
Gaddis va soltando de comienzo a fin pullitas todo el tiempo, ya sea criticando el capitalismo salvaje (con toda esa jerga de las hipotecas, los bonos, las exenciones y desgravaciones fiscales, las participaciones empresariales), la política exterior de su país (donde los americanos tumbarían o apoyarían gobiernos en países que no sabrían ubicar sobre un mapa en función de sus intereses económicos), la banalidad de la cultura (donde los jefazos contratan músicos sin importarles una mierda la música, entenida ésta como algo bonito que suena, algo a contraponer ese ruido de fondo), la fe ciega en un ideal que es un espejismo (Jota Erre sólo sueña con ser millonario, en ganar dinero y no entiende nada cuando le hablan de nubes, de amaneceres, de cosas que el no puede convertir en dinero), el ansia de riquezas efímeras. Algunos personajes del libro libran una guerra perdida contra sus sueños que siempre les llevan varios cuerpos de ventaja. No faltan los momentos eróticos como los mantenidos entre Jack y Amy y otros episodios descacharrantes que tienen lugar en un centro educativo donde los jóvenes además de aprender se entregarán a toda clase de vicios, páginas en las que Gaddis eleva el tono de la sátira a cuenta de los aprendizajes significativos y demás elementos pedagógicos hasta cimas insuperables.

Y lo más importante, la pregunta del millón. ¿Es el libro de Gaddis un libro transformador?.

La respuesta es sí.

Hoy, frente al espejo me he visto mmm, eh, sí, co, es como sí, como más alto, sí más eh mmm, guapo, más fue.., sí, ¿quién?, no, no es aquí, qué, es la del sexto piso, sí, sexto derecho, eh, sí creo, que, sí, ¿Crucifixión?, sí, Cruci, sí la de sexto, ¿cómo?, fixión, sí, eh, sí, no, no, que, eh, que sé yo, si tiene perro, adi ….sí más fuerte e incluso tengo cuatro pelos más donde la coronilla pierde su nombre, además mi cerebro se ha dilatado un par de milímetros perimetrales y parpadeo ahora cada vez como si fuera la última (menudencias que no revisten gravedad o eso me quiero hacer creer).

Y en lo espiritual desde que he acabado el libro me he quitado un peso de encima, la verdad, pero cuando cierro los ojos y oigo hablar a un político, oigo voces, lo que he leído por ahí que se conoce como el trauma «Polifonía Gaddisiana» así que en justicia, solo puedo darle las gracias a Gaddis por haberme hecho ¿perder? dos semanas de su tiempo con su obra.

Bromas aparte, Jota Erre es una obra monumental, tan excesiva como subyugante. Hablar de Obra maestra igual es excesivo, y al final lo verdaderamente importante es el resultado. Pues bien, esta lectura ha valido mucho la pena, me lo he pasado en grande y quizás sea que tengo el Síndrome de Estocolmo porque ya echo de menos a Gaddis. No sé que libros vendrán después pero igualar esta cima narrativa será complicado.

Después de Jota Erre (a fin de erradiciar el síndrome antes referido) vienen (ya estoy en ello) Los Reconocimientos, porque una cosa es consecuencia de la otra. Y hablando de reconocimientos, alabar la espléndida traducción de Mariano Peyrou.

La historia de mis dientes

La historia de mis dientes (Valeria Luiselli, 2014)

Leí Papeles falsos de Valeria Luiselli en abril de este año y me dejó un buen sabor de boca (me veo en la obligación de emplear esta «jerga dentífrica» para llegar a todos los públicos). Ahora, su libro La historia de mis dientes se convierte -más que por derecho propio, por puro azar- en mi última lectura anual.

Leyendo la novela uno tiene la sensación de que las seis partes que la integran están apelmazadas, sin que haya realmente una estructura, una premeditación. En este artículo se explica al detalle la génesis del libro y cómo esta novela se fue haciendo sobre la marcha. Pienso que a partir de las alegorías (pág. 100) el libro se resiente bastante y pierde mucho fuelle.

Luiselli como haría en Papeles falsos echa mano de todo lo leído así como de sus escritores de referencia y los planta en el libro, sin mucho orden ni concierto. A quien el mundillo literario no le vaya mucho, la mayoría de los chistes le harán puta gracia, creo.

Las páginas las pueblan, cuales estrellas fugaces (son meras presencias episódicas), escritores y escritoras mexicanos y mexicanas, vivos y vivas, muertas y muertos y también otros escritores no mexicanos así como filósofos, pintores, etcétera.

La nómina es larga: Daniel Saldaña París, Álvaro Enrigue, Margo Glantz, Vivian Abenshushan, Yuri Herrera, Alejandro Zambra, Pablo Duarte, Paula Abramo, Heriberto Yépez, Mario Bellatin,, Julio Trujillo, Juan Villoro, Luigi Amara, Guillermo Fadanelli, Guadalupe Nettel, José Vasconcelos, Mario Levrero, Jorge Ibargüengoitia, Guillermo Prieto, Enrique Vila-Matas, Alan Pauls, Verónica Gerber, Juan José Arreola, Unamuno, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Borges, Montaigne, Chesterton, Kafka, Primo Levi, Flaubert, Gogol, Dostoievski, Pushkin, Platón, Quintiliano y un largo etcétera.

Luiselli se muestra bien humorada, dando la voz a la calle y como ella dice, es el suyo un libro oral, en el que su protagonista, un tal Carretera, más que pensar, habla todo el tiempo, convertido en un subastador, picarón y pico de oro. A los que no somos mexicanos habrá un porrón de palabras cuyo significado se nos escape, por lo que siempre nos vendrá bien echar mano del mejor libro de no ficción en español de 2014.

La autora en lugar de escribir una autobiografía o biografía al uso, recurre a la variante dental, de ahí el título del libro. Carretera hace girar todo su relato biográfico sobre sus devaneos dentales, lo que da pie para anécdotas divertidas, situaciones surrealistas, momentos descacharrantes, sirviéndose de esos escritores y demás personalidades a los que otorga nuevos roles, otros oficios, jugando con ello y arrancando(me) en algunos momentos (como si de una muela se tratara) auténticas carcajadas, porque el libro es un cachondeo (casi) continuo, un chiste mayúsculo de 157 páginas, fotografías incluidas.

Valeria Luiselli

Valeria Luiselli

Cuando Carretera se vea en las últimas, echará mano de Roberto Bálser (sí, el de los microgramas), que se encargará de escribir su biografía.

Decía algún filósofo/publicista que «la potencia sin control no sirve para nada«. Y ahora digo yo «la exuberancia verbal e imaginativa sin un proyecto sólido es como ver a un gallo (disfrazado de tortuga) correr sin cabeza«.

Superando lo anterior, me quedan ganas de seguir metiendo mano a Luiselli (a su obra literaria, entiéndase), y acometeré la lectura de Los ingrávidos cuando me desurda de Jota Erre, que a no ser que la prima de riesgo se vaya a los 666 puntos y tenga que venir el Capitán Truman a rescatarnos, será mi primera lectura del 2015.

¿Y la tuya?. (esta pregunta, obviamente, va dedicada a los que leen y también a los que no leen, pero les gustaría).

Y a modo de colofón decir que además de Valeria Luiselli (1983), otros dos escritores mexicanos que recomiendo leer son Federico Guzman Rubio (1977) y Yuri Herrera (1970).