Archivo de la categoría: Editorial Páginas de Espuma

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Plegaria para pirómanos (Eloy Tizón)

Menudea Erizo por este libro de relatos de Eloy Tizón. Y creo saber por qué. Es un animal misterioso que conviene ver con las luces de lejos del asombro; ya que a mano, Erizo pincha y rasguña. Por eso Erizo y no Naranja partida en dos, recién exprimida y a la basura. Mejor Erizo y así el misterio, y el bebedizo de planos de realidad e irrealidad; el vórtice de la suma imposible de espacio y tiempo. También la fusión de la confusión y el misterio y la promesa de las frases perfectas depositadas con mimo en el oído del lector como larvas de gusano. Convertido el cerebro en una ávida esponja con mono de palabras.

Hace una década leí Técnicas de iluminación y Velocidad de los jardines, y pensé que algunos escritores no se merecían lectores, sino creyentes. Yo sería uno de ellos.

Ha pasado el tiempo y no sé si es porque me estoy haciendo mayor, o a resultas del cambio climático, que en mi interior ya no hay un mar helado, y quizás por eso, este libro de relatos ya no es un hacha, sino un Erizo, aunque yo más bien, deskafkaquizado, decido dejar ya de lado el misterio, el embrujo, la herida y la llaga de palabras subyugantes, y me ciño a lo prosaico del parque de atracciones, al juego de los patitos, a perseguir patos, que es a lo que se reduce escribir, leo.

Lecturas 2023

Esta es la relación de las lecturas que he llevado a cabo este año (faltan de añadir algunas otras que están en curso). Lecturas de novelas, ensayos, relatos, cómic, biografías, poesía y teatro. Alrededor de un centón de obras de más de treinta y cinco editoriales. Las notas a la lectura de las obras pueden leerse en el blog.

Abecedé (Juan Pablo Fuentes; Ediciones Letraheridas)

Vanas repeticiones del olvido (Eusebio Calonge; Pepitas de Calabaza)

Hojas rojas (Can Xue; Traducción Belén Cuadra; Aristas Martínez)

El refugio (Manuel Fernández Labrada; Eutelequia Editorial)

La estación del pantano (Yuri Herrera; Periférica)

Nací (Georges Perez; Traducción Diego Guerrero; Abada Editores)

Herencias del invierno. Cuentos de Navidad (Pablo Andrés Escapa; Páginas de Espuma)

Cándido o el optimismo (Voltaire; Traducción Mauro Armiño; Austral)

Viaje de invierno (Manuel Fernández Labrada; Bukok)

Quienes se marchan de Omelas (Ursula K. Leguin; Traducción Maite Fernández; Nórdica)

El modelador de la historia (J. Casri; Piel de Zapa)

Dama de Porto Pim (Antonio Tabucchi; Traducción Carmen Artal Rodríguez; Anagrama)

El hombre que perdió la cabeza (Robert Walser; Traducción Juan de Sola; Las afueras)

Cacería de niños (Taeko Kono; Traducción Hugo Salas; La Bestia Equilátera)

Space invaders (Nona Fernández, Editorial Minúscula)

El necrófilo (Gabrielle Wittkop; Traducción Lydia Vázquez Jiménez; Cabaret Voltaire)

Las mujeres de Héctor (Adelaida García Morales; Anagrama)

El caballo de Lord Byron (Vanesa Pérez-Sauquillo; Siruela)

La ética del paseante, y otras razones para la esperanza (Luis Alfonso Iglesias Huelga; Alfabeto)

Santander, 1936 (Álvaro Pombo; Anagrama)

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Herencias del invierno. Cuentos de Navidad (Pablo Andrés Escapa)

Herencias del invierno. Cuentos de Navidad
Pablo Andrés Escapa
Páginas de Espuma
2022
202 páginas
Ilustraciones de Lucie Duboeuf

Como sincronizado con el tiempo, ahora que nieva en casi todos los rincones de España, me veo leyendo los estupendos relatos de Pablo Andrés Escapa, Herencias del invierno, Cuentos de Navidad, que precisamente me trajeron los Reyes Mayos las pasadas navidades.
Son diez relatos: Ceniza, Semillas, Surcos, Escarcha, Fuelle, Estrella errante, Canción de cuna, Nudos, Ausencias y Noche del cometa. El presente libro es un regalo para la vista, merced a las bonitas ilustraciones de Lucie Duboeuf, como vestíbulo a cada uno de los relatos.

No descubro nada si afirmo que Pablo es un gran cuentista. Lo afirmo tras haber leído y disfrutado en gran medida de sus libros de relatos Mientras nieva sobre el mar y Fábrica de prodigios.

En estos cuentos navideños no faltan los elementos básicos por todos reconocibles: los Reyes Mayos, la Estrella de Navidad, los belenes, y lo más importante: la ilusión y la esperanza. Cada año que comienza se nos posibilita el reinicio, el volver a empezar, o el intentarlo de otra manera, como si se nos diera la oportunidad (o al menos fantasear con ello) del borrón y cuenta nueva, el renacer inmaculado, emoliente, como la nieve recién caída, estampa siempre subyugante que nos devuelve la imagen de un mundo virginal, no mancillado, todo potencia. La esperanza aquí va secundada por la magia, muy capaz de arreglar cualquier situación y final, para que reine la alegría, y nieve y vengan los Reyes y el mundo siga girando dentro de sus goznes.

Relatos que emocionan, no desde la sensiblería, sino del lenguaje trabajado, preciso, carnoso, evocador, alumbrando al lector, que se sentirá al calor de la lumbre entre fábulas fabulosas, ante tamaño despliegue de imaginación por parte del autor, que te impide despegar los ojos del papel de principio a final de cada relato.

Cuanto más envolvía el cuento en prodigios y parábolas, menos porfiaba en jurar que era verdad lo que decía. Para él lo era y algo en el temblor de la voz y en los viajes de las manos, que unas veces parecían echarse al vuelo para ir con las palabras y otras recogerse hasta hacerlas regresar, ponía como en pintura todo lo que contaba, y tan presente como resulta sobre un suelo de tabla el parlamento antiguo que resucita un buen actor. Quizá por ello lo escuchábamos con ese respeto que solo se reserva a los que, o levantan el discurso por venturas, o prefieren callar.

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Todo lo que crece. Naturaleza y escritura (Clara Obligado)

Ensayo escrito durante el lapso pandémico, la escritura de Clara Obligado (de la cual no había leído nada hasta el momento) opera aquí (con mano firme de experta cirujana) en el retrato y habitamiento de la realidad circundante: la vida en pueblos próximos a Madrid en los que la naturaleza se manifiesta proteicamente, paisaje del que la autora se declara analfabeta y eso permite el aprendizaje (convoco a Linneo: Si ignoras el nombre de las cosas, desaparece también lo que sabes de ellas) o bien recuperando el pasado (la infancia en Argentina, la Pampa, las calles bonaerenses, los aromas, las plantas, los vívidos colores y la herida del exilio, la llegada a Madrid, el desarraigo, las pensiones, la forja de otra identidad, el enraizamiento…), gracias a la memoria, intercalando en sus lecturas el diccionario de Corominas que Clara lee como una novela. Muy presentes las interesantísimas cuñas etimológicas, la necesidad de palabras para una artesana de las mismas, la compañía que deparan las lecturas (como refugio están Steiner, Rachel Carson, Susan Fenimore Cooper, Kafka, Zambrano y otros muchos) y la escritura, equivalente a cultivar un jardín, con una mirada femenina, en la comunión de los tres yoes: el doméstico, el productivo y el reproductivo (dar a luz en Madrid, a su primera hija, sola), dando cuenta del agotamiento al llegar la noche y la escritura salvífica hasta la aurora (escritura que le permite sorprenderse de sus propias ideas), buscando el orden en el papel, encajando las piezas en la escritura pulida, desbastada, quintaesenciada.

Hay muchas cosas que me gustan en el texto, como lo que implica vivir en otro hemisferio, con un océano por medio y al morir un familiar, cuando no es larga la agonía, no llegar a tiempo, a destiempo pues, algo parejo al desarraigo, ese estar y no estar, formar parte y no formar parte, la permanencia en el umbral ¿el estatuto de exiliado? o que buscar la verdad sea como cavar o la idea de hacer un camino, una senda para nuestros seres queridos, algo que puedan reconocer(nos) y transitar cuando ya no estemos.

¿La experiencia es la gramática que articula estos textos?

Sí. La sabiduría posada. Y la certeza de habitar ese gran error que es la esperanza. Lucidez alumbradora, la de unos textos vívidos y coloristas, muy sensoriales, y humanos, profundamente humanos. Y por eso, tan, tan necesarios.

Gracias, Clara.