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Cuando viajar era un arte. La novela del Grand Tour (Attilio Brilli)

En la conclusión leo: Los libros de viaje, según Lévi-Strauss, crean la ilusión de algo que ya no existe, pero que quisiéramos que existiera todavía.

Se pregunta Attilio Brilli si es posible hoy hablar del arte del viaje. No, no es posible. Por eso este ensayo de Attilio, o la lectura de otros libros como el estupendo Peregrinos de la belleza, viajeros por Italia y Grecia, de María Belmonte, evocan lo ya pasado, en este caso poniendo Attilio el foco en el Grand Tour, aquel gran viaje llevado a cabo entre los siglos XVII y XIX por aristócratas, burgueses, por gente acaudalada.

El viaje implicaba una minuciosa organización previa, el manejo de un sinfín de guías, planos, mapas del terreno a recorrer, la oportuna elección de la caravana (asimismo del postigón, el correo, el cochero), del personal a su servicio (cocineros, peluqueros, preceptores…), de los lugares de pernocta (casas de postas, pensiones, hoteles, posadas, habitaciones de huéspedes…), de la ubicación de las aduanas (con aduaneros, que tal como se nos refiere por algunos viajeros de la época en sus Diarios, no son de su gusto por su tendencia de estos a la corrupción), de la documentación necesaria (pasaportes, certificados sanitarios, cartas de crédito…).

En cuanto al equipaje, los hay austeros (que van con lo puesto y viajan a pie) y los que llevan toda la parafernalia imaginable: baúles, maletas, baúles cama, percheros, sombrereros…

Las formas de viajar pueden ser por tierra, en donde se nos refieren situaciones a veces peligrosas por desfiladeros y quebradas, en terrenos montañosos, al cruzar los Alpes; o bien travesías en barco. En todo caso, los viajeros se veían sometidos a las inclemencias meteorológicas, al balanceo en las caravanas o embarcaciones, con jornadas a menudo extenuantes. Se refiere algún que otro crimen, pero no parece ser lo habitual, ni nada que preocupase a esta clase de viajeros. Para muchos de los cuales, si eran jóvenes, el Grand Tour venía a ser como el epílogo a su educación sentimental, al abrírseles la posibilidad de entrar en contacto con lo foráneo, de conocer los vestigios de otras civilizaciones, y yéndonos al presente: el conocer el espíritu de los países y sus costumbres, si han de atenerse a lo indicado por Montaigne.

Si bien, leyendo a Attilio parece que unos viajeros van siguiendo los pasos de los otros. Es clave por tanto recurrir a toda la bibliografía existente en el momento de hacer el viaje (algunos libros ineludibles son Nouveau Voyage d´Italia, de Misson; Viaje sentimental por Francia e Italia, de Sterne, o Boswell on The Grand Tour; aunque el número de obras que maneja Attilio para su ensayo es muy extensa, y los numerosos párrafos ajenos e insertos en el ensayo, lo hacen muy interesante, al darle el color del folclore y los prejuicios y la variedad de la anécdota). Al ser el viaje fruto de una minuciosa planificación, dejando pocas cosas al azar, no parece que hubiera espacio para la espontaneidad, y el viaje pareciera consistir en hacer lo mismo que otros antes ya habían hecho y documentado.

Hoy que no existe el viajero, sino el turista (recomiendo leer el artículo Provincianos y cosmopolitas de Rafael Argullol, donde daba cuenta de ese Viajar mucho sin llegar a conocer nada), sucede algo parecido. Con las listas de qué ver en cada ciudad, o qué ver si solo vas a estar un día, o tres en un determinado sitio. De esta manera la posibilidad de perderse, extraviarse, errar, queda abolida, y el viaje adopta el aspecto de una formula matemática.

Cuando viajar era un arte. La novela del Grand Tour
Attilio Brilli
Traducción de José Ramón Monreal
Editorial Elba
2021
252 páginas

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Sinopse de amor e guerra (Afonso Cruz)

Resulta curioso que la palabra sinopsis figure en el título de un libro y no en la contraportada. Va acompañada de “amor e guerra”. La guerra es la tragedia, el amor es la felicidad. El título sirve para situarnos. Estamos en Berlín, cuando se erige el muro, dejando a cada uno de sus lados a los dos amantes: Theobald y Bluma. Él en la parte occidental y ella en la oriental. La historia se origina mucho tiempo atrás. Ambos se conocen desde niños. De hecho, como una invocación al destino en común, la primera palabra que pronuncie Theobald será Bluma. Luego, según vaya pasando la infancia y la adolescencia, Theobald se irá acercando y distanciando como la órbita de un planeta alrededor del sol (Bluma). Ella es dos años mayor y madura antes, inicia otras relaciones.

Podemos decir que lo que han unido los libros no lo separará la Historia. Porque Theobald, en su mocedad, lee los libros que le gustan a Bluma. Memoriza los poemas que ella lee. Recorrer las lecturas de la mujer amada es para Theobald la manera que tiene de estar lo más cerca posible de ella.

En 1961 la erección del muro los separará. Pero será solo un paréntesis. Theobald iniciará otra relación con Johanna, aunque será solo la sombra desvaída, el tibio reflejo de su verdadero e inaplazable amor.
El contexto histórico determina la historia, pero sin sustanciarse en la narración o romance. Aunque sí se filtra de una manera que parece consustancial a la escritura de Afonso y su amor por los libros (evidente al leer O vício dos livros o Los libros que devoraron a mi padre). A través de la bella historia que nos ofrece, en la que dos combatientes, uno del SPD y otro del KPD: Schneider y Weber, quedan atrapados en un edificio, separados por un muro de libros. Comienzan a hablar, a leer, a intercambiar lecturas y a comentarlas. Se hacen amigos y acaban abriendo tiempo después una librería que llevará el nombre de ambos. La librería pasará más tarde a manos de Walden Thomas, el padre de Theobald, que para el hijo es la figura noble y sabia, pródiga en frases quintaesenciadas que cifran la experiencia acumulada sobre la vida, el amor, la guerra y la enfermedad.

La novela creo que evidencia la buena mano de Afonso para tejer historias vibrantes y bien hiladas, en donde los libros y la literatura tienen una notoria relevancia.

No desvelo el postrero golpe de efecto final, que parece, no obstante, consecuente con todo lo anterior.

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Warburg & Beach (Javier Olivares y Jorge Carrión)

Warburg & Beach (Salamandra Graphic) hará las delicias de quien ame la matericidad de los libros, aquellos objetos capaces de exarcerbar nuestro ánimo estético. El diseño del comic me resulta original. A falta de lomo, el libro, desplegado sobre una superficie puede ser leído de izquierda a derecha, como quien visualiza una película. Al finalizar la lectura si le damos la vuelta el libro continúa, en el reverso. Olivares (El extraño caso del Doctor Jekyll y Míster Hyde) despliega todo su talento, con bellas ilustraciones, unas cálidas otras más oscuras, con geometrías lisas. Por las páginas desfilan Sylvia Beach y Aby Warburg, creadores de la librería Shakespeare & Company, en París y la biblioteca Warburg en Hamburgo (hoy Instituto Warburg). Beach fue quien publicó aquel libro de más de un kilo de peso, el Ulises de Joyce. Vemos también a Mary Wollstonecraft, precursora del feminismo, al artista Marcel Duchamp o a Frances Steloff. Carrión es quien se encarga de los pequeños textos que acompañan las ilustraciones, píldoras que nos permiten conocer algo de los personajes mentados, y quizás un cabo, un anzuelo que nos enganche para abundar en sus biografías, al finalizar la lectura de este muy sugerente comic.
Warburg & Beach

Bueno

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El espejo del cerebro (Nazareth Castellanos)

El espejo del cerebro (La Huerta Grande, 2021) de Nazareth Castellanos, licenciada en Física teórica y doctora en Neurociencia, es un breve ensayo (100 páginas) que me ha resultado muy interesante, al hablarnos acerca de ese gran desconocido que sigue siendo el cerebro.

No resulta el ensayo para nada pesado, porque la gran virtud del mismo es la capacidad o disposición que la autora tiene para beber de Occidente y de Oriente, integrar ciencia y experiencia (que siempre he oído que es la madre de la ciencia), y si en algún capítulo nos explica cómo es la anatomía del cerebro y las distintas parte del mismo, pensemos en el tálamo, hipotálamo, amígdala, insula, la corteza frontal, etcétera, lo interesante es ver la relación que hay entre cuerpo y mente, cómo lo orgánico afecta a nuestra mente, la manera en la que manejamos las emociones (susceptibles de ser trabajadas), las cuales mayoritariamente tienen un carácter automático, aprendido y como el mindfulness nos ayudará a regular, acompañar y aprender a gestionar la emoción. Se habla acerca de la capacidad que tenemos para esculpir nuestro propio cerebro, de las relaciones que se establecen entre el cerebro y otras partes del cuerpo, como el intestino:

Hoy sabemos que los millones de microorganismos que habitan nuestro colon tienen una fuerte potestad sobre la dinámica neuronal. Pero también al revés, desde el cerebro se puede controlar el estómago e intestino.

O acerca de cómo la meditación conlleva una reorganización cerebral.

Otra virtud del ensayo, en mi opinión, es que Nazareth que es una mujer leída, enriquece su ensayo con las palabras de Stefan Zweig, William Blake, Constantino Cavafis, Shakespeare, con letras de canciones de Leonard Cohen, con cuentos ancestrales senegaleses, etc.