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La dimensión desconocida (Nona Fernández)

La dimensión desconocida de Nona Fernández (Santiago de Chile, 1971) me ha causado el mismo entusiasmo y parejos efectos que cuando leí El comienzo de la primavera de Patricio Pron, una obra maestra según nos cuenta Azúa en sus Nuevas lecturas compulsivas. Ambas novelas, la de Pron y la de Nona, las entiendo como una operación literaria con palabras como cargas explosivas con las cuales tratar de demoler la industria de la amnesia, los edificios del olvido. Nona vuelve a su pasado para hablarnos de la dictadura chilena y para ello imagina cómo fue la vida de un señor bigotudo, un torturador que confesó sus torturas y tuvo que exiliarse, no sabemos si buscando la redención o atormentado porque esas ratas que poblaban sus pesadillas se hicieran reales o simplemente porque supo que aquello era lo correcto.

Hay novelas con temáticas que versan sobre la guerra civil española o sobre los pormenores de las dictaduras de este siglo XX (la chilena, la argentina, la española, la portuguesa…) que ya de entrada nos pueden echar hacia atrás por su capacidad para estomagarnos. Pero a veces uno encuentra textos valiosos como A sangre y fuego de Nogales o Los girasoles ciegos de Alberto Méndez. Sobre las dictaduras chilenas y argentinas, hemos visto películas donde se explicitaban con todo lujo de detalles los pormenores de los torturadores en el manejo de las picanas, cuchillas y otros objetos de tortura. Lo novedoso aquí es que Nona no se sustrae a esos elementos más escabrosos, pero sin cebarse con ellos, al tiempo que va infiltrando la narración con digresiones cinéfilas, televisivas o musicales, que si en un principio me hicieron pensar que así la narración perdía músculo, luego, finalizada la novela creo que estas digresiones, a las que hay que sumar sus vivencias personales, son el gran acierto de la novela. Precisamente su título, La dimensión desconocida, como algunos ya habrán adivinado, hace mención a la serie televisiva homónima.

A menudo, ante el mal en estado puro, los porqués son retóricos, pero es muy plausible y necesario el empeño de Nona, su ansia de saber, de recrear y ponerse en la piel de un torturador arrepentido y de los que sufrieron su sinrazón, de exponer cómo la prensa y la televisión ejercieron la manipulación y la falsificación, para que el espectador viera lo que debía de ver durante la dictadura, hurtándoles esa dimensión desconocida donde el horror campaba a sus anchas y a sus largas y cómo luego la democracia posterior fue una democracia de risa, con Pinochet muriendo entre algodones.

De aquellos que desaparecían a otras personas, algunos, como el torturador arrepentido también se acabarían convirtiendo en otros desaparecidos, en fantasmas de sí mismos, en la necesidad de cantarlo todo, de ser testigo durante décadas ante quien quisiera escuchar lo que hizo. Fantasmas para los cuales nada era lo bastante real.

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Declive (Antonio García Ángel)

129 páginas que se me han hecho eternas. Sí, hay una metamorfosis, la del lector, que pasa del aburrimiento al sopor en escasos minutos, porque la historia de Antonio es tan simple y su prosa tan mediocre que uno acaba harto de leer marcas comerciales ya sean entidades financieras o bebidas refrescantes, de seguir el deambuleo de Jorge, el protagonista, por las calles de Bogotá, de diálogos insulsos ceñidos al habla coloquial (Dale, prueba la mazorca que está deli. ¿Por qué te separaste? Soy muy metida; si no quieres contarme, fresco) con textos de canciones de reggeton incluidas (Mi jeva me quiere matal, ella me hace peldé el control…mi jeva quiere vacilón, quiere bailal, quiere gozal toa la noche) y sobre todo porque esta historia tan insulsa no hay por donde cogerla, pues Jorge que está enfermo, por mucho de que todos a su alrededor le hagan ver que no se encuentra bien y a pesar de que cursara en su día unos cursos de enfermería, es el último en enterarse de que esas hormigas que cree ver, cifran su declive y lo llevan por el camino de la amargura, son fruto (envenenado) de su mente.

Literatura Random House. 2017. 129 páginas.

Próximas lecturas

Se han publicado recientemente o van a publicarse ocho novelas que me interesan, de autores cuyos últimas novelas me agradaron mucho.

Andrés Ibáñez

La duquesa ciervo de Andrés Ibáñez (Galaxia Gutenberg)

Iván Repila

Prólogo para una guerra de Iván Repila (Seix Barral)

ERH32396

Aunque caminen por el valle de la muerte de Álvaro Colomer (Literatura Random House)

Gonzalo Torné

Años felices de Gonzalo Torné (Anagrama)

Luis Landero

La vida negociable de Luis Landero (Tusquets)

Los cinco y yo
Los cinco y yo de Antonio Orejudo (Tusquets)

Sylvia
Sylvia de Celso Castro (Destino)

El-retablo-de-no-luis-rodriguez

El retablo de no de Luis Rodríguez (Tropo)

Poco a poco voy cumpliendo mi objetivo, de momento ya he leído El retablo de no, sylvia y Años felices. El resto espero irlos leyendo en breve.

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El principio (Jérôme Ferrari)

Con esta novela me ha pasado lo mismo que con la anterior que leí suya, El sermón sobre la caída de Roma, que no me gustó nada.

En esta ocasión Ferrari coge por banda a Heisenberg -que también aparecía en Limbo-, no el de la serie Breaking Bad, sino el famoso físico cuántico -que formularía el principio de incertidumbre-, y trata de meterse en la mente del mismo, empresa imposible que le permite a Ferrari abundar en las especulaciones e hipótesis.

Hay por ahí una novela que se llama el Enigma Heisenberg y esta novela trata de aclarar, sin conseguirlo, por qué Heisenberg cuando los nazis se aúpan en el poder y comienzan a hacer de las suyas no se exilia como otros científicos hicieron, quizás porque creía que la ciencia no tenía nada que ver con la política, y que su profesión estaba por encima del devenir histórico, lo que no impedirá que llegada el momento Heisenberg y otros científicos no quisieran colaborar en la creación de una bomba atómica que intuían los múltiples e irreparables daños humanos y materiales que podría ocasionar.

Lo interesante de la novela, y también muy manido es lo que tiene que ver con la reconstrucción histórica, sobre cómo cada uno reconstruye su pasado de tal manera que el que no fue un héroe, fue un resistente o en el peor de los casos, alguien afín al régimen nazi, pero a la fuerza, nunca voluntariamente, de tal manera que los asomos de mea culpa, ese nosotros hicimos esto o aquello, nosotros perpetramos esta barbarie o la otra -desde nuestro dejar hacer- enseguida se esconde bajo el grueso manto del olvido y la desmemoria, y al hilo de esto me gustó mucho más El comienzo de la primavera de Pron que aborda este tema de la autoimpuesta desmemoria, a mí entender con más profundidad y rigor, porque lo que Ferrari hace, lo que Ferrari demuestra, es tener muy buen olfato para buscar historias, aunque luego en la práctica esta mínima biografía ficcionada no vaya mucho más allá de ser un discurso simplón, reduccionista, que cuando da voz al joven filósofo -lo más flojo de la novela- demuestra la peor cara de Ferrari, donde va dando palos de ciego como un zahorí buscando el agua, soltando frasecitas a cuál más impactante y efectista, demostrando que este tipo de novelas -de ideas las llaman por ahí- no son más que pura pirotecnia verbal, que es indudable resultan llamativas e incluso pueden dar el pego.

Yo creo que después de esto y tras salir tres veces (Donde dejé mi alma) escamado después de leer a Ferrari, si hubiera una cuarta vez, ya sería preocupante.

Literatura Random House. 144 páginas. 2016. Traducción de Joan Riambau

Jérôme Ferarri en Devaneos | Donde dejé mi alma | El sermón sobre la caída de Roma