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Minimosca (Gustavo Faverón Patriau)

Finalizo la lectura de Minimosca unas pocas horas antes de clausurar el 2024. Sin duda para mí la mejor novela publicada este año, de las que he leído, que tampoco han sido tantas. Releí lo que escribí cuando leí Vivir abajo hace cuatro años y medio, para situarme, aunque no me ha aclarado mucho, más allá de ver que algunos personajes como George o Miroslav Valsorim comparecen de nuevo.

Si Vivir abajo se centraba mucho en las torturas, aquí es la muerte la que resulta una presencia ominosa y ubicua. El libro se ramifica en un sinfín de historias dentro de historias, dentro de historias, y hay que ir buscando la relación entre las mismas. Esto resulta complicado, más cuando leo la novela sin tomar apuntes; novela que debido a su tamaño (715 páginas), hace que cuando se retome el personaje del Arturo, en sus postrimerías, parezca que me hablen de alguien que conocí mucho tiempo atrás.

Leo que el mundo está lleno de trampas, y aquí las trampas, son los continuos giros de la trama. El mundo, la novela, parece un único escenario donde los personajes estuvieran continuamente entrando y saliendo del mismo, recorriendo la geografía americana de norte a sur, no a la velocidad de la luz, sino a la del paso humano, como hace Angus White. La manera en la que Gustavo articula sus historias genera una atmósfera enfermiza, donde confunde los planos de la realidad y la ficción, avivados por una fértil imaginación que se desparrama en múltiples direcciones. La novela es un continuo abrazo a la literatura, porque aquí Vallejo tiene un papel importante, como personaje y con sus obras, como los poemas que recita Minimosca en el ring para doblegar a sus rivales. O las obras de Thomas Browne y su Urne-Burriall. O la presencia de escritores como Stephen King, Melville o Nathaniel Hawthorne, entre otros muchos.

Sabemos que el siglo XX fue infausto con guerras mundiales o locales, millones de muertos y dictadores por doquier. ¿Cómo explicar toda esta barbarie y sinsentido? Gustavo se nutre de historias menores, de asesinos de andar por casa, de torturadores de la peor calaña, de violadores, de padres que ofrecen a sus hijas para ser violadas, de padres maltratadores, de niñas que tratan de hacer arte con un cámara en un campo de concentración, de artistas que llevan sus planteamientos hasta el ultimo paso que es el ahorcamiento, de artistas que dejan el horror en imágenes.

Creo que lo único válido ante un libro tan descomunal y apabullante como es Minimosca, cuyo título desdice el peso pesado que es, consiste en abandonarse a la lectura, en sumergirse de lleno en la narración y sus vaivenes, en el horror, en la literatura que impregna cada página. También el misterio. Es posible que uno se sienta también como el Amnésico de la novela, que haya cosas que no le suenen cuando las lea, y no logre atar todos los cabos. En todo caso, esto solo alentará las ganas de una futura relectura, porque me temo que como sucede con el Ulises, y con otros muchos libros considerados clásicos, la lectura de Minimosca es tan sorprendente como inagotable, aunque el lector acabe, doy fe, agotado. Pero muy satisfecho.

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El arte de la escritura (Jofre Casanovas ed.)

El arte de la escritura, publicado por Montesinos Editor, con textos seleccionados por el editor Jofre Casanovas, será un buen manual para todo aquel lector curioso y el escritor que quiera conocer mejor los entresijos de la escritura.

No hablamos del Santo Grial, porque a fin de cuentas el estilo es propio de cada autor, pero se dicen aquí muchas cosas interesantes.

En algunos de estos textos brilla el humor y la mordacidad como el que lleva a cabo Mark Twain en su valoración de la obra El cazador de ciervos, de Fenimore Cooper, al que critica sin reparos, con argumentaciones de peso. Lo cual no supone que para muchos, aunque para Twain carezca de invención, orden, sistema, vida o emoción y su inglés sea un crimen contra el idioma, dicha obra sea una obra de arte pura, por ejemplo para Sr. Lounsbury.

De Virginia Woolf se recogen dos textos, La maña del escritor y la Carta a un joven poeta. En La maña del escritor, pronto descubre Virginia que maña no es la palabra más adecuada y reformula el título como Una divagación en torno a las palabras. Con mucha sorna la autora trata de hacernos ver que las palabras no son importantes. De hecho ella ve como la crítica y el público prefiere ver resumida una opinión en algo tan gráfico como una cruz y o una estrella. Algo parecido con lo que sucede hoy con las estrellas de algunos restaurantes. Luego concluye afirmando que sí, que las palabras están en los diccionarios, al alcance de cualquiera, pero el escritor recurre a las que viven en la mente. Dice Woolf que las palabras, igual que nosotros, necesitan intimidad para vivir cómodamente. Nuestra inconsciencia es su intimidad; nuestra oscuridad es su luz. En la Carta a un joven poeta, le anima a escribir, pero a no darse prisa en publicar. Si publicas, tu libertad quedará restringida; pensarás en el que dirán; escribirás para los demás cuando solo deberías escribir para ti mismo.

En Unamumo en el texto seleccionado es el prólogo que escribió para Tres novelas ejemplares. Aquí más importante que la escritura es la lectura. Por esa Unamuno afirma que Porque sabido es que el que goza de una obra de arte es porque la crea en sí, la re-crea y se recrea con ella. Y referido a los lectores, según Unamuno: No es que huyan de lo que les haga pensar; huyen de lo que les haga conmoverse.

De Thoreau se procede a espigar algunos extractos de sus Diarios. Lo que en ellos se afirma es que Un escritor que no habla desde una experiencia plena utiliza palabras tórpidas, palabras huecas o sin vida, palabras como “humanitario”, que tiene una parálisis en sus finales.

Herbert Spencer ofrece el texto más extenso del libro; un texto valioso bajo el epígrafe Filosofía del estilo. Un texto clave para todo escritor que quiere entender mejor en qué consiste el clímax, el anticlímax, el principio de economía de las palabras, el efecto poético, o la necesidad de la variedad en la escritura; entre otros muchos temas abordados.

En Rilke, tenemos completa su obra Cartas a un joven poeta. Son diez. El poeta es Kappus. Las cartas van de 1903 a 1908. En ellas Rilke, a pesar de estar en la treintena da muestras de su madurez. Es manifiesto el cariño y bonhomía que las cartas desprenden. Nos habla en ellas del ser humano femenino. También de la necesidad de la soledad, o del amor que consiste en dos soledades que se protegen, se respetan y se saludan.

De Nathaniel Hawthorne se recoge un texto de una revista reseñando y encareciendo su obra Cuentos contados dos veces. Se afirma que El rasgo distintivo del Sr. Hawthorne es la invención, la creación, la imaginación, la originalidad; un rasgo que en la literatura de ficción, vale lo mismo que todos los demás juntos.

Poe explica cómo escribió su archiconocido poema El cuervo.

De Louisa May Alcott se recoge una carta que escribe a una joven escritora. A la que le hace saber que no existe un camino fácil para ser autor de éxito. Dice que el éxito es con frecuencia un afortunado accidente, que llega a quienes no lo merecen, mientras que otros sí merecedores tienen que esperar y esperar hasta ganárselo. Louisa sabe de lo que habla, y finalmente con Mujercitas alcanzó el éxito. Lo escribió enferma. Y lo escribió para demostrar que podía no escribir libros para niñas.

Walter Benjamin, siempre tan analítico, nos presenta La técnica del escritor en trece tesis. Me quedo con esto. Nunca deje de escribir porque se haya quedado sin ideas.

Lewis Carroll nos da Tres consejos. Uno de ellos es clave: Nunca dejes una dificultad sin resolver.

Uno de los textos que más he disfrutado en el libro ha sido El arte de la ficción de Henry James. Una aguda reflexión acerca de qué es la ficción, porque esto (la idea de que una novela ha de ser solo una sucesión de aventuras) le devuelve a la novela el desgraciado e insignificante papel de objeto artificial e ingenioso, que la rebaja de su vasta y libre condición basada en una correspondencia inmensa y exquisita con la vida.

Jack London recurre a su experiencia para explicar cómo logró ser impreso, tras publicar algunos relatos en las revistas, como el relato El gato negro, por el que cobró veinte dólares por 2000 palabras.

Lovecraft también ofrece un texto que ayudará al escritor en su tarea. Donde ofrece un listado de los errores gramaticales más comunes; donde recomienda una lectura juiciosa, siendo esta una fase prioritaria para todo escritor, también insta a aumentar el vocabulario y a emplearlo al escribir; a conocer cuales son las fases elementales en un relato: descripción, narración, exposición, argumentación, persuasión. Y tres atributos que son esenciales, tanto en la descripción como en la narración: la Unidad (cada parte de una composición debe guardar alguna relación con el tema central), la Masa (exige que las partes más importantes de la composición ocupen lugares igualmente importantes en la composición, el párrafo y la oración) y la Coherencia (los efectos sigan a las causas en un flujo constante)

La orilla del camino

La orilla del camino (Emilio Gavilanes)

Anteriormente ya había comentado en estos Devaneos otras obras de Emilio Gavilanes. Los poemas recogidos en Era una rosa; la novela: La primera aventura; los relatos de Historia secreta del mundo o textos misceláneos en Bazar.

En La orilla del camino (Pre-Textos, 2024), Emilio Gavilanes nos ofrece 158 relatos repartidos en 430 páginas. La extensión de los textos varía, y va desde la media página hasta otros de veintitrés, como en Las dos fosas.

El asombro y el deleite que experimenté al leer Bazar es parejo al que experimento ahora leyendo La orilla del camino; un ahora que ha consistido en una lectura que me he impuesto a un ritmo demorado, durante semanas y meses. De tal manera que cada texto leído fuese cayendo en el fondo de mi mente como la moneda que arrojamos en el centro de un estanque. Las ondas concéntricas son los recuerdos que luego van reverberando.

Un texto de estas características conquista al lector por su variedad en los temas, y aquí prima la variedad y la originalidad. No son relatos que se sustraigan a la realidad, sino que la abordan con astucia. Algunos textos van referidos a la Guerra civil española, como el de Las dos fosas, donde se nos sirve una interesante reflexión acerca de lo que supone indagar en el pasado, con la posibilidad de perderse en el agujero moral de la historia, no la universal, sino personal, la de los implicados. En otros, como en El ataúd, el autor explora al malentendido sustentado en una rencorosa alegría.

No se rehúye lo más escabroso y tenebroso de la naturaleza humana. Al contrario, pues también sirve esta como materia de estudio para el cedazo que siempre es la escritura. Así por ejemplo en el relato Tercera oportunidad, donde una fuga de presos sirve para impartir justicia -sea esto lo que signifique- con el encuentro entre el violador y asesino de una niña y el padre de la misma. Relato resuelto en términos filosóficos y morales, aventados por una habilidosa esgrima dialéctica.

Otro tema que se aborda en profundidad tiene que ver con la llamada conquista de América. Ahí veremos los desmanes de todo tipo llevado a cabo por esos llamados conquistadores, donde parece que sus cuerpos son serones cargados de tanta maldad que deben ir despojando de sí mismos, sino quieren acabar muertos bajo su propio peso.
Si Proust precisaba que su personaje Charles Swann se echase al buche una magdalena para recordar y conmoverse, C.G.R. necesita encontrar entre las cosas del padre la navajita con la que le afilaba los lápices de niño.

No faltan los literatos. Y pienso en Kafka, y se nos da una pista acerca de cómo dos anécdotas, o experiencias vitales vividas por Kafka son luego el armazón de La metamorfosis, El castillo o El proceso. Comparecen Cunqueiro, Stevenson, Kipling, Pessoa… Viajamos al Marruecos español de los años 20, en donde las prostitutas con enfermedades venéreas cobraban más que las sanas, pues libraba a los soldados enfermos de ir al frente. El absurdo empapa Calderilla bohemia, donde se nos cuentan las andanzas de un tal Crispín Roca, un camaleón que irá cambiando su nombre, mimetizándose con otros personajes (Sawa), o haciéndose pasar por judío, hasta que en Francia, en 1940, los nazis le dan caza, por judío. Otros relatos abordan cuestiones sorprendentes, así Las pausas del silencio, evidencia como muchos religiosos no pueden recuperar mediante la palabra la gracia que habían conquistado en el silencio. La velocidad de la vida es un buen ejemplo de como una novela puede contenerse en nueve páginas.

La escritura dentro de la escritura se nos sirve en La lluvia gallega, que no sé por qué, pero su tono salmódico me lleva a Mazurca para dos muertos, y vemos como la lectura transforma la realidad o cuando menos la aviva. En Enigma de la verdad vemos cómo la despiadada alma humana despacha humanos sin miramientos, pero luego se deshace en lágrimas ante la pérdida de su mascota.

Así irán desfilando ante el lector este centón largo de textos, hilados por la magnífica prosa de Gavilanes, en un libro que nace para la relectura y cuya lectura sosegada permitirá al lector atento y sosegado, apreciar los múltiples matices contenidos en cada historia.

Lo propio sería comentar aquí uno por uno los 158 relatos del libro, pero creo que es una pretensión que queda fuera de mis alcances. Por otro lado, sería desvelar el misterio de un libro al que conviene llegar casi virgen, a fin de ponernos también nosotros el atuendo, no de un conquistador, sino de un explorador de las letras.

Y concluyo con unas palabras de Henry James extraídas del libro El arte de la escritura (Montesinos; Jofre Casanovas, 2024) que se ajustan como anillo al dedo a la escritura ficcional de Emilio Gavilanes.

Capturar el matiz y el tono, el extraño e irregular ritmo de la vida; ese es el proyecto cuya extenuante fuerza mantiene activa a la Ficción.

La orilla del camino
Emilio Gavilanes
Editorial PRE-TEXTOS
2024
440 paginas

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Visaje (Luis Rodríguez)

Muchos escritores se muestran orgullosos del discurso mantenido, la congruencia, en toda su obra. Hay otros, menos, que escriben buscando lo que ellos llaman su propia voz. Cuando la encuentran, la fijan y la esparcen a lo largo de sus textos venideros. Luis no. Luis miraba atrás y no se reconocía en ninguna de sus novelas; como si fueran de otro.

Lo leí en otro libro de Luis. En 8:38.

¿Qué te parece?

Comento a una amiga que conoce de la existencia de Luis Rodríguez, que he leído Visaje, lo último de Luis Rodríguez.
Y qué tal, pregunta.
No sé, respondo.

Pienso en ello y creo que es la única respuesta válida que puedo darle, porque no sé qué he leído, al menos en la primera vuelta.

Como en Mira que eres, Luis pone en circulación un sinfín de textos ajenos. Antes pensaba que Enrique Vila-Matas era el mejor plan de fomento a la lectura que existía. Lo sigo pensando pero además Luis le va ahora a la zaga. Al final del Vi(s)aje encontraremos las obras, los traductores, los escritores elegidos.

Tú tampoco mides, 1.83. Lo leo ahora y lo busco y encuentro en Mira que eres. El comienzo del párrafo es el mismo. Aparece también Soyube (ahí Otilio) y otros elementos recurrentes como el suicidio, la muerte, los crímenes, el tiempo, la conciencia en la escritura, los bares (aquí las charlas con Anselmo), la ciencia (mecánica cuántica), las matemáticas…

El libro agrupa los párrafos por días ¿Le es aplicable la etiqueta de diario?

Lo he leído como el que contempla extasiado un gabinete de las curiosidades. Creo que como el mar que siempre arroja a la arena los cuerpos, Luis o vomita en el papel todo lo mucho leído, (alimentado por su curiosidad): los tropezones y también la papilla ya rumiada o revienta.

Leo: Solo se debe escribir de lo que no se deja escribir.

El protagonista de la novela es un periodista que cubre crímenes (curiosa expresión). Lleva más de sesenta. Uno de ellos es del Otilio Circe, vendido por su padre. En su trabajo tendrá jefes como Rogelio. Y disyuntivas similares a las presentes En la soledad del cometa. Al asesino Otilio le recuerda a Fritz Haber (el padre de la guerra química). Lo matará por ese parecido. Pero no sé parecen en nada. Parece un plan perfecto porque nadie los relacionaría.

Hay una biografía mínima del narrador; un trágico accidente, la orfandad, la llegada a Madrid, sus comienzos en el periodismo, la visita de su prima Lucía y sus sueños narrados.

La cuestión no es: Yo en tanto que escritor, sino más bien: El escritor en tanto que yo.

Plantéate qué es necesario para que sobreviva lo que escribes.

Lo he leído de principio fin. Luego lo he vuelto a leer, atendiendo a lo que tiene que ver con Otilio el asesino y el narrador. Parece fácil hacer la criba. No lo es, porque todos los párrafos ajenos sustancian lo que sucederá o sucede con Otilio, con su asesino y con el narrador.

Ahora la pregunta que toca hacerse es esta:

Plantéate qué es necesario para que sobreviva lo que lees.

Luis Rodríguez en Devaneos

La soledad del cometa
novienvre
La herida se mueve
El retablo de no
8:38
Mira que eres
De la sidra, de su fabricación y de sus defectos, seguido de unas cuantas reflexiones nuevas al respecto

Visaje
Luis Rodríguez
Krk Ediciones
2024
272 páginas