Archivo de la categoría: 2018

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Jugadores de billar (José Avello)

Publicada en Alfaguara en 2001, Trea recupera en 2018 la espléndida novela de José Avello. Justificadas las más de quinientas páginas, en el logrado empeño de José por describir al detalle las naturalezas humanas que conforman la narración; la del grupo de hombres que se reúne para jugar al billar en el Mercurio y cuyas existencias se irán desgranando con prolijidad.

Hilos narrativos que se van desprendiendo de la gran madeja que fue la guerra civil y un hecho sucedido en Oviedo.

Son hijos de los vencedores que atesoran un pasado obscuro, cuyos viles actos son ocultados hasta que una suerte de justicia venidera desvele un crimen pasado, ligándolo a otro presente y renovándolo.

El narrador es el cuarto amigo, anónimo, conocedor de la historia de los demás al dedillo. Así nos referirá los abismos a los que aboca el deseo insatisfecho (el que siente Álvaro hacia Verónica), las crisis de pareja (entre Manolo “Arbeyo” y Carmina), las consecuencias venenosas de la codicia (como la de Borja Molina), el amor timorato (de Floro por Adelina), la maldad en encarnada por el tío Álvaro, los abusos que mancillan dignidades.

Los saltos temporales están muy bien ejecutados y no suponen perder el hilo de la narración en ningún momento.

José maneja con destreza e inteligencia los sagaces diálogos, insufla el texto de humor e ironía, sin sustraerse al dramatismo que menudea de principio a fin, retratando los claroscuros del alma humana, la escala de grises en la que se plasman los sueños, ambiciones y anhelos de todos ellos.

Aquí las palabras tienen peso y gravedad, sentido y significado.

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El despertar (Kate Chopin)

El despertar es una novela de Kate Chopin (1850-1904) escrita en 1899 y publicada por Mármara con traducción de Esther García Llovet y epílogo de Jorge Urrutia. Considerada por la crítica norteamericana la primera novela feminista, el despertar es el que experimenta la protagonista de la novela Edna Pontellier, joven acomodada de 27 años, que vive en el término de Nueva Orleans junto a su marido y sus dos hijos. Tengo demasiado servicio. Me cansa tener que ocuparme de ellos, dice la pobre Edna a quien tanto trajín la agota. Pero los problemas no vienen por ahí. Edna no está satisfecha con la vida que lleva. No quiere ser una posesión más de su marido. Una vida que a pesar de todas las comodidades le viene impuesta. No siente nada al lado de su esposo, y su papel de madre le supone una esclavitud a la que renunciaría gustosamente. Su espíritu adormecido por la monotonía se verá avivado junto a Robert, joven al que conocerá cuando se trasladen en el periodo vacacional a Grand Isle. Edna experimenta entonces que otra vida es posible, que es capaz de experimentar otras sensaciones, una voluptuosidad que le hace sentir más plena, más viva, más carnal.
Robert visto el percal decide poner tierra de por medio y marchar a Méjico y Edna ya despierta del todo estrechará su amistad con Arobin, mientras los hijos están lejos, al cuidado de una ama de llaves y el marido está en Nueva York ejerciendo su trabajo de corredor de bolsa.
El despertar, que la autora va describiendo sutilmente, morosamente, viene a ser un fogonazo, una realidad que le da un bofetón y ante la cual se le abren a Edna distintas posibilidades:

a) Dejar a su marido e irse con Robert.
b) Intentar algo al lado de Arobin.
c) Seguir junto a su marido y volver al redil para ser otra vez la perfecta esposa y madre.
d) Actuar a lo Madame Bovary y quitarse del medio.

Solución:

Y ojalá que las olas no te toquen el cuerpo cuando caigas, para que no las puedas.

Cabezas cortadas (Pablo Gutierrez)

Cabezas cortadas (Pablo Gutierrez)

Ni muy blanca ni muy negra ni muy perroflauta ni muy burguesa ni muy heterosexual ni muy lesbiana ni muy señorita ni muy señorona ni virgen ni muy puta, María ni llena de gracia ni de dicha, no es nada y lo es todo, es los dos lados de la puerta, fuera y dentro, es centro y periferia, es pensamiento y acción, es un quiero y puedo aunque luego me arrepienta, es el si no ahora cuando, es el tener padres progres para tenerlos lejos, pobres, es una joven centrifugada del malpaís, es la niña que todavía no entiende que en la playa sus huellas no son nada frente al cacareo del mar, es ella en un cuchitril del quinto anillo y en un apartamento de lujo en el segunda anillo y no es una divina comedia, pero sí hay o puede haber homicidas, criminales, infieles, blasfemos, suicidas, violadores y bandidos y sí a ratos parodia, es venderse por unas monedas en la era del dinero plástico, es un ronroneo que suena como la insatisfacción que ruge como la caprichosa violencia, inasible como el zalamero deseo, es un flujo sobre el papel en un cuaderno de no sé cuántos peniques que tiene las hojas contadas, es una voz que no se calla que aquieta azuza remueve y conmueve, más cuando recuerda su adolescencia, María sí salvaje indómita explosiva inabarcable, que cuando se domestica, ay maldito amor incluso interesado que apagas la prosa y dejas al lector en huelga de hambre, pero ha sido sólo un momentito de bajada, que aquí no pasa nada, bueno sí, sí pasa, ha pasado de todo: la cabeza una lavadora, el ánimo un trapo sucio, un almax para digerir tamaño banquete, !shit!, cómo se nos las (en)gasta el Pablo.

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Duelo (Eduardo Halfon)

Existe en hebreo una palabra para describir a una madre cuyo hijo ha muerto: Sh’khol. Un dolor tan grande y tan específico que necesita su propia palabra, escribe Halfon en Duelo. Una pérdida, la de un hijo, que no tiene parangón.

En este libro, el autor guatemalteco tiene un propósito, saber qué pasó con un hermano de su padre llamado Salomón, que cree recordar que murió ahogado, con cinco años, en el lago guatemalteco de Amatitlán. Unas pesquisas desalentadas por su progenitor, que le insta a no remover, a dejar las cosas quietas.

Halfon incide aquí en lo autobiográfico, como en otros libros suyos, y pienso en Saturno, Monasterio, Señor Hoffman, El boxeador polaco… Hay temas recurrentes, recorridos todos ellos por la pérdida, la ausencia, el desgarro de la partida y el exilio, que pudimos experimentar en Logroño (en el Festival de narrativas Cuéntalo) cuando Halfon nos recitó Partirse en dos.

Halfon volverá de adulto a Guatemala, a pies del lago, para confirmar si allí murió su tío. En su camino se cruza una santera que le permita conectar a Eduardo con su naturaleza soterrada. Un viaje a las raíces que, como todo buen viaje, no es sólo un desplazamiento físico, y le permite al viajero entender que la pérdida es única para cual, pero común a todos los mortales, y ahí le enteran entonces a Eduardo de un reguero de niños ahogados en el lago, como si esta masa de agua tuviera una avidez de sangre insaciable.

En poco más de cien páginas Halfon nos lleva de Guatemala a su infancia en los Estados Unidos, su aprendizaje del inglés, los rifirrafes con su hermano, el temperamento de su madre, y algo que siempre anida en todos los textos de Halfon, a saber, la sutil manifestación de un sentimiento, y esto se ve cuando nos refiere la vez en que tras tener una algarada con su hermano, al que le rompe el pie, cree que su padre le va a dar una golpiza, merecida y deseada por su conducta filial nefasta, pero lo que le llueve no es un castigo corporal, sino algo peor, una foto en la que aparece su tío, con un edificio nevado a sus espaldas, un hospital, en el que moriría, sólo, y así la transferencia de una pena, de un dolor adulto que se comunica a un hijo, que pierde así su ingenuidad y candidez, para abrirse irremediablemente a la vida adulta. Son momentos como este o como el que nos depara su final, en donde se capitaliza toda la emoción que el texto va acumulando, cuando de una forma muy gráfica vemos un cuerpo entrar en el agua y encontrar ahí un bautismo, una comunión, a veces también la muerte, algo que nos comunica, en definitiva, con el más allá que hay en nuestro ser.

Libros del asteroide. 2018. 112 páginas