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El Museo (Jorge Carrión & Sagar)

El Museo es el Museu Nacional d’Art de catalunya, inaugurado en 1934 (construido con motivo de la segunda exposición internacional barcelonesa). Los textos son de Jorge Carrión, las ilustraciones de Sagar. El estupendo resultado es la certera conjunción de los textos y las ilustraciones. En la contraportada se define este libro como un ensayo visual. Y sí, hay ganas de contar, con lo complicado que resulta concentrar la historia en tan reducido marco: aquí un libro ilustrado.

El museo

Siguiendo un orden cronológico, ante nuestros ojos irán desfilando el románico, el gótico (el retablo convertido en una máquina de generar relatos; su disposición en viñetas), el renacimiento, el barroco y el arte moderno, así como las distintas obras a través de las que se manifiestan, sean capiteles, frescos, cuadros (Pinturas murales de la conquista de Palma de Mallorca, Consagración de San Agustín; a Aparición de la Virgen del Pilar, Manuel Quijano, Autorretrato de Luïsa Vidal, Las amas de casa, Retrato de Carlota Vidal) o tablas (Madre de Dios con niño y ángeles), arcas, pergaminos, esculturas.

El Museo

Como ensayo, el texto es la sucesión de interrogantes, por ejemplo, cuál es la naturaleza de un ensayo y las distintas maneras de definir un museo: un banco de ojos, una maquina de ordenar, una historia de luz, una maquina de expropiar. Antes de que existe un museo nacional ha de existir una nación, su poesía y su paisaje: su ficción; Jacint Verdaguer escribe los dos grandes poemas épicos de la literatura en catalán: L’Atlantida y Canigó.

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Los museos son también una historia de los medidos de locomoción y de transporte, de las tecnologías de conservación y de reproducción, de las leyes sobre el patrimonio y de los agentes que actúan fuera de la ley, de la nobleza y el pillaje. Leo que en 1919 fueron arrancadas las pinturas de la iglesia de Santa Maria de Mur. También entre 1910 y 1930 se produjo un expolio de obras de arte románico en el valle de Arán y valle de Boí (entre finales del siglo XI y mediados del siglo XII, se construyeron en el valle ocho iglesias y una ermita: el resultado es uno de los conjuntos monumentales más importantes del mundo), después de que se hiciera un inventario con las obras existentes en esos lugares. Un museo es también una academia: el lugar donde los alumnos copian a los maestros, donde una época aprende de las anteriores.

El Museo
El museo como palimpsesto desde las catacumbas (las cuevas fueron los primeros museos), los muelles de carga, las iglesias, los talleres de restauración, hacia la verticalidad (cuando acaben las obras, el cimborrio de la Sagrada Familia tendrá una altura de 172 metros). Aún hoy hay iglesias que permanecen enterradas, como la Sant Pau del Camp, bajo el barrio del Raval.

En algunos capítulos se abunda en lo prosaico y mundano y la palabra la toman los empleados del museo, narradores de historias como Vargas, dando cuenta de la muerte de un suicida en la azotea en los años 90 o la de otra empleada, Roser, que al perder la vista debe vivir de memoria; un capítulo que sorprende a medida que se visualiza, y resulta un hallazgo la manera que tiene Sagar de plasmar la retinosis pigmentaria de Roser.

El Museo

Y como el arte es algo manual, comparecen los ojos de Picasso en su visita al Museo antes de abandonar España para no volver más, o las manos de Goya, obligado a comunicarse con ellas a medida que se queda sordo. Y es requerido por Jovellanos para que Goya le dibuje la lengua de las manos, a establecer una pedagogía, una gramática de ese idioma para los que tengan que aprenderlo.

El museo

La historia de Barcelona es también la de los asentimientos y las barracas en Somorrostro, en PobleNou o en la montaña de Montjuic, recuperadas con la figura de Carmen Amaya y las fotos existentes en el museo. Se habla también de la pintora LLuïsa Vidal muerta en 1918 y poco a poco olvidada, como sucedió con otras artistas como Ángeles Santos Torroella (Retrato de Conchita).

Muy bueno.

El Museo
Jorge Carrión & Sagar
Norma Editorial
2023
204 páginas

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Yo que fui un perro (Antonio Soler)

Yo que fui un perro podría titularse también Diario de una obsesión, la que Carlos siente por su novia. Lo que leemos es el diario de Carlos. Ahí va dando cuenta de lo que hace, dice y piensa. De sus bajadas al pozo negro de sus inseguridades, de sus encuentros sexuales, de la relación que tiene con su madre viuda, sus quedadas con los amigos, los encuentros y desencuentros con las amigas de la novia, y con los hermanos de esta.

La novia vive en frente, lo que acrecienta su obsesión, ya que no se la puede quitar de la mente, cuando la tiene tan cerca, tan a tiro de piedra. El diario no le permite llevar a cabo una introspección, en el sentido de analizar lo que hace o por qué lo hace. Así parece que su novia sea una propiedad suya, aquello que está al final de la cadena. Y no parece importarle mucho el futuro en común, si lo hubiera, ni siquiera el presente, resuelto con frotamientos y algo de sexo; aquello que preocupa a Carlos es el pasado de su novia, aquello que ya no tiene vuelta atrás. Porque ese pasado lo atormenta y aborrasca, al pensar lo que su chica ha hecho con otros hombres, que no son él, antes de conocerla. Como si quisiera modificar ese pasado, blanquearlo, borrarlo, si estuviera en su mano. Pero no puede, y la realidad se le impone, y ella le sigue la corriente, hasta que algo hace que la relación cortocircuite, para ser retomada poco después.

Y las casi trescientas páginas de la novela son el diario de esa obsesión enfermiza, la bajada al pozo negro de un Sísifo inconsciente, quizás por la edad de Carlos, estudiante universitario de medicina, por su falta de experiencia, y su personalidad en formación. Todas sus dudas y tormentos dan de sí lo que dan: bastante poco. Por eso su diario tiene poco alcance y vuelo. Si en Sur, veinticuatro horas daban muchísimo de sí, exprimiendo al máximo cada hilo narrativo, aquí los meses que transcurren pasan de manera intrascendente, banal, entre naderías y derramamientos seminales, y el tiempo ocupado con lecturas como El enano o El árbol de la ciencia.

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Plegaria para pirómanos (Eloy Tizón)

Menudea Erizo por este libro de relatos de Eloy Tizón. Y creo saber por qué. Es un animal misterioso que conviene ver con las luces de lejos del asombro; ya que a mano, Erizo pincha y rasguña. Por eso Erizo y no Naranja partida en dos, recién exprimida y a la basura. Mejor Erizo y así el misterio, y el bebedizo de planos de realidad e irrealidad; el vórtice de la suma imposible de espacio y tiempo. También la fusión de la confusión y el misterio y la promesa de las frases perfectas depositadas con mimo en el oído del lector como larvas de gusano. Convertido el cerebro en una ávida esponja con mono de palabras.

Hace una década leí Técnicas de iluminación y Velocidad de los jardines, y pensé que algunos escritores no se merecían lectores, sino creyentes. Yo sería uno de ellos.

Ha pasado el tiempo y no sé si es porque me estoy haciendo mayor, o a resultas del cambio climático, que en mi interior ya no hay un mar helado, y quizás por eso, este libro de relatos ya no es un hacha, sino un Erizo, aunque yo más bien, deskafkaquizado, decido dejar ya de lado el misterio, el embrujo, la herida y la llaga de palabras subyugantes, y me ciño a lo prosaico del parque de atracciones, al juego de los patitos, a perseguir patos, que es a lo que se reduce escribir, leo.

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Daniel, la herida hecha luz (Luis Alfonso Iglesias Huelga)

Hice el bachillerato en el IES Escultor Daniel sin que me picara entonces la curiosidad por saber quién había sido el escultor Daniel. Hoy, treinta años más tarde, y gracias a la iniciativa de la editorial Los Aciertos y de la Fundación Escultor Daniel, tenemos publicados dos libros. Uno, el libro ilustrado Daniel, el escultor; el otro, Daniel, la herida hecha luz, en donde Luis Alfonso Iglesias embellece con palabras las obras de Daniel: esculturas, dibujos, óleos y acuarelas.

Escultor Daniel

Si las obras de Daniel dicen mucho por sí mismas, creo que mirarlas a través o con el soporte de la palabra poética de Luis, logra encarecerlas. Es como poner letra a una bellísima melodía que anhela ser completada, colmada de sentido.

En tiempos tan romos y convulsos como el presente, en donde el ruido de fondo cada día es más vozarrón y está más próximo, palabras como amistad o gratitud son leños a los que aferrarse en el mar bravío del hoy.

Las esculturas y dibujos de Daniel emocionan; en sus bustos autobiográficos serenos y poderosos, o los realizados sobre el violinista Canepa o el literato Gonzalo de Berceo; en las mujeres voluptuosas de pechos estrábicos que se ofrecen sin ofrecerse, haciendo arte del cuerpo desnudo, obligándonos a hacer volar la imaginación hasta arribar a la piel o pista de aterrizaje de una espalda femenina; en las figuras filiales, ya sea la hija o el niño en los hombros del padre que encarna a la perfección la idea de la paternidad, del porvenir y lo insondable; en las parejas abrazadas que cifran el amor cuando al amar dejamos de ser para ser más; o los paisajes de Montmartre, soñando nosotros un París con aguaceros y sin infinitos.

Escultor Daniel

Maneja con acierto Luis las palabras. Bien para describir el arte escultórico o pictórico de Daniel, pero sin agotar la obra, sino azuzando nuestras ganas de mirar más y mejor, de poner toda nuestra inteligencia y conocimientos en la obra expuesta para nuestro deleite, porque el arte de Daniel, aquí tan bien apalabrado por Luis, deleita, mueve, remueve y conmueve.

¿Ilumina la luminosa obra de Daniel la tiranía de la sombra? Sí; Y nos permite salir de paso del cardumen de lo cotidiano.