Archivo de la categoría: Luis Rodríguez

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Visaje (Luis Rodríguez)

Muchos escritores se muestran orgullosos del discurso mantenido, la congruencia, en toda su obra. Hay otros, menos, que escriben buscando lo que ellos llaman su propia voz. Cuando la encuentran, la fijan y la esparcen a lo largo de sus textos venideros. Luis no. Luis miraba atrás y no se reconocía en ninguna de sus novelas; como si fueran de otro.

Lo leí en otro libro de Luis. En 8:38.

¿Qué te parece?

Comento a una amiga que conoce de la existencia de Luis Rodríguez, que he leído Visaje, lo último de Luis Rodríguez.
Y qué tal, pregunta.
No sé, respondo.

Pienso en ello y creo que es la única respuesta válida que puedo darle, porque no sé qué he leído, al menos en la primera vuelta.

Como en Mira que eres, Luis pone en circulación un sinfín de textos ajenos. Antes pensaba que Enrique Vila-Matas era el mejor plan de fomento a la lectura que existía. Lo sigo pensando pero además Luis le va ahora a la zaga. Al final del Vi(s)aje encontraremos las obras, los traductores, los escritores elegidos.

Tú tampoco mides, 1.83. Lo leo ahora y lo busco y encuentro en Mira que eres. El comienzo del párrafo es el mismo. Aparece también Soyube (ahí Otilio) y otros elementos recurrentes como el suicidio, la muerte, los crímenes, el tiempo, la conciencia en la escritura, los bares (aquí las charlas con Anselmo), la ciencia (mecánica cuántica), las matemáticas…

El libro agrupa los párrafos por días ¿Le es aplicable la etiqueta de diario?

Lo he leído como el que contempla extasiado un gabinete de las curiosidades. Creo que como el mar que siempre arroja a la arena los cuerpos, Luis o vomita en el papel todo lo mucho leído, (alimentado por su curiosidad): los tropezones y también la papilla ya rumiada o revienta.

Leo: Solo se debe escribir de lo que no se deja escribir.

El protagonista de la novela es un periodista que cubre crímenes (curiosa expresión). Lleva más de sesenta. Uno de ellos es del Otilio Circe, vendido por su padre. En su trabajo tendrá jefes como Rogelio. Y disyuntivas similares a las presentes En la soledad del cometa. Al asesino Otilio le recuerda a Fritz Haber (el padre de la guerra química). Lo matará por ese parecido. Pero no sé parecen en nada. Parece un plan perfecto porque nadie los relacionaría.

Hay una biografía mínima del narrador; un trágico accidente, la orfandad, la llegada a Madrid, sus comienzos en el periodismo, la visita de su prima Lucía y sus sueños narrados.

La cuestión no es: Yo en tanto que escritor, sino más bien: El escritor en tanto que yo.

Plantéate qué es necesario para que sobreviva lo que escribes.

Lo he leído de principio fin. Luego lo he vuelto a leer, atendiendo a lo que tiene que ver con Otilio el asesino y el narrador. Parece fácil hacer la criba. No lo es, porque todos los párrafos ajenos sustancian lo que sucederá o sucede con Otilio, con su asesino y con el narrador.

Ahora la pregunta que toca hacerse es esta:

Plantéate qué es necesario para que sobreviva lo que lees.

Luis Rodríguez en Devaneos

La soledad del cometa
novienvre
La herida se mueve
El retablo de no
8:38
Mira que eres
De la sidra, de su fabricación y de sus defectos, seguido de unas cuantas reflexiones nuevas al respecto

Visaje
Luis Rodríguez
Krk Ediciones
2024
272 páginas

De la sidra, de su fabricación y de sus defectos, seguido de unas cuantas reflexiones nuevas al respecto

De la sidra, de su fabricación y de sus defectos, seguido de unas cuantas reflexiones nuevas al respecto (Luis Rodríguez)

De la sidra, de su fabricación y de sus defectos, seguido de unas cuantas reflexiones nuevas al respecto.
KRK Ediciones
2021
220 páginas

Chateaubriend y Flaubert. Leí las 2753 páginas de Memorias de Ultratumba en la traducción de José Ramón Monreal para Acantilado (manuscritas 3514). Reparo ahora en que, el mismo año, leí seguidas 3700 páginas escritas Flaubert (toda su obra, excepto el teatro y las cartas no traducidas) y más de 2500 entre biografías y estudios sobre él. Es curioso, pienso, yo, que rara vez leo libros de más de 300 páginas, he leído casi seguido este mar de páginas de dos autores nacidos con poco más de 50 años de diferencia, que vivieron a menos de 300 quilómetros de distancia, y escribieron en el mismo idioma (que ignoro). Casualidad, coincidencia, afinidad, aquí, apenas le arañan los tobillos al hecho.

Párrafo que extraigo de la novela Mira que eres. Después del maratón flaubertiano parece lógico el querer ensayar algo sobre lo tanto leído. Una destilación. Compartir el entusiasmo.

El autor, Luis Rodríguez, desea que la lectura de su ensayo (sus últimas novelas 8:38 y Mira que eres, también tendían hacía lo ensayistico) anime, incluso logre atizar el deseo de leer la señora Bovary de Gustave Flaubert y si eres escritor, las Cartas a Louise Colet. A tal fin entresaca continuos párrafos, tanto de la novela como de las Cartas.

En mi caso ya había caído sobre ambos libros anteriormente, pero creo que como afirma Flaubert son dos libros, de esa media docena, que deben formar parte de cualquier biblioteca, de cara a ser consultados casi a diario.

Lo que queda muy claro es lo que supone la escritura para Flaubert, su anhelo por hacer visible su estilo, el empeño en trabajar cada palabra, frase y párrafo, hoja a hoja. Además, en el caso de Madame Bovary, en lugar de parirse a sí mismo, o practicar la autofagia, decide crear algo nuevo, ajeno a él, fruto de su pensamiento, al margen de sus vivencias, algo cerebral e impersonal.

La gestación de Madame Bovary le trae por el camino de la amargura. Escribir es tan pesado como acarrear mármoles. Luego al leer lo escrito vienen las correcciones, la poda, la observancia de las redundancias, los malditos «que», a fin de darle a la obra ritmo, de tal manera que sus frases puedan ser leídas en voz alta sin que se resienta lo escrito. Flaubert disfruta y se tortura escribiendo, y apearse de la obra clausurada vemos que le traerá más quebraderos de cabeza, pues con la Moralidad habremos topado.

En el ensayo, muy ameno, se reparten los elogios y los denuestos. A favor: Henry James, Nabokov, Valéry o Maupassant. En contra Julien Gracq. Otras opiniones son vertidas por fuentes en las que el autor muestra su tono pessoano (por los heterónimos) más proteico.

El tiempo le ha dado la razón, mejor, la gloria, a Flaubert. Su Madame Bovary es un clásico y las Cartas a Colet fuente de inspiración para escritores. Un buen espejo en el que mirarse. El ideal a alcanzar.

Escribe Flaubert:

¿Sabes que sería una buena idea la de un individuo que hasta los cincuenta no hubiera publicado nada y un buen día aparecieran de golpe sus obras completas y se limitara a eso…?

El libro, editado por KrK -editorial que alumbró la primera y la segunda novela de Luis, La soledad del cometa (a los 51 años) y novienvre-, es una preciosidad. Se acompaña con fotografías a color de Flaubert y Louis Bouilhet.

Luis Rodríguez en Devaneos

La soledad del cometa
novienvre
La herida se mueve
El retablo de no
8:38
Mira que eres

Sumun 2021

Como cada final de año aquí llega el Sumun de mis lecturas. No ha sido 2021 un año en el que haya leído mucho, apenas 65 libros, bastante menos que en los anteriores.
Los libros que más he disfrutado han sido:

Relatos

Los años borrosos (José María Pérez Álvarez)
Los años borrosos (José María Pérez Álvarez; Trea)

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Tierra fresca de su tumba (Giovanna Rivero; Candaya)

Novela

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Mira que eres (Luis Rodríguez; Candaya)

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Caterva (Juan Filloy; Siruela)

El Villorrio (William Faulkner) El Villorrio (William Faulkner; Traducción de José Luis López Muñoz)

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Balada de la playa de los perros (José Antonio Cardoso Pires; Seix Barral; Traducción Basilio Losada)

A sus negras entrañas (César Martín Ortiz)

A sus negras entrañas (César Martín Ortiz; Baile del Sol)

Autobiografías

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El ausente. Cien autorretratos (José Ángel Cilleruelo; Trea)

Biografías

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Valéry. Tratar de vivir (Benoît Peeters; Ediciones del Subsuelo; Traducción de Mateo Pierre Avit)

Ensayos

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Un viaje a Italia (Guido Ceronetti; Días Contados; Traducción de Helena Lozano)

Lecturas de Café
Poética del Café. Un espacio de la modernidad literaria europea (Antoni Martí Monterde; Hurtado & Ortega)

Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España (Fernando Sánchez Dragó) Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España (Fernando Sánchez Dragó; Editorial Planeta)

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De profundis (Salvador Satta; La Umbría y la Solana; Traducción de Traducción de Chiara Giordano y Javier Echalecu)

Poesía

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Bajo la alfombra (Ángeles Mora; Visor)

Y no dejen de leer este artículo de Luis Junco: El destino las publicaciones

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Mira que eres (Luis Rodríguez)

Cada libro de Luis Rodríguez es un acontecimiento. Al menos para mí. He leído todo lo que ha publicado. Mira que eres, su última novela publicada en Candaya, como las anteriores es un libro extraño y por ende (no siempre se cumple) fascinante.

Si La soledad del cometa o novienvre eran novelas al uso, que de usuales no tenían nada, en 8.38 la narración convergía con el ensayo. En esta tierra de nadie y por tanto de todos es en la que Luis libra ahora su particular batalla. La clave consiste en captar la atención del lector primero y mantenerla después. Cumple ambos propósitos, porque leer con desgana no es aquí una opción.

La novela consta de un preámbulo y tres partes. No sé si están interconectadas. Si el personaje de las historias es el mismo o no, porque las novelas de Luis es como entrar en un habitación a oscuras y tratar de hallar la salida. Llega un punto en que no sabes si subes o bajas, si avanzas o retrocedes. El cerebro buscando sus límites. Tú tratando de hacer pie. La excitación propiciada por la adrenalina.

El preámbulo es la biografía de alguien. Su vida narrada a través de una carta que escribe a alguien. No se sabe el género del narrador, creo. Dirigida a quién ¿Al lector?. La escritura además de una herida es también una sombra.

La primera parte son 60 fragmentos. Mezcla de sentencias, aforismos, relatos. Alguien dice: Aspiro a vivir en la duda. Duda que a la que te descuidas es angustia. El pasado siempre es una gesta, una historia en la que el que habla es el protagonista de la obra que reinterpreta, nunca un segundón, la ejecución de un guion que siempre le hace quedar bien, emerger, obtener notoriedad, ser visto, escuchado activamente. Es lo que queremos o buscamos todos, ¿no?

¿Elevar el silencio a partitura musical?. Son estas frases, y otras muchas de este pelo, las que te cogen de las solapas de la bata a cuadros de andar por casa y te impiden dedicarte a otros menesteres domésticos.

Leer es conversar. Leo y me parece mantener una conversación con Luis. Quizás sea porque el autor sigue unos derroteros en su leer que yo también he seguido en parte: Faulkner, DeLillo, Savinio, Cervantes, Flaubert, Séneca, Montaigne, Borges, Proust

Hablaba de ensayo en cuanto que la escritura se formula aquí continuamente preguntas, en cuanto a qué contar, a qué publico va dirigido, a cómo comenzar un relato, a la importancia -o no- de los comienzos, cuál es el efecto de la lectura en el lector, cómo definir un personaje, cómo salirse de los márgenes de la plantilla mental en la que encarcelamos las percepciones que tenemos de los demás.

Preguntarse para qué se escribe.

Escribo para mirar lo que no veo.

Aquí los personajes son sesudos. No pierden el tiempo en chorradas. Van al grano, a la almendra. Cerebros o magines encantados de los que brotan historias de todo tipo. Puede ser un robo o una historia bélica como el final de miles de polacos asesinados por los rusos y endilgados a los alemanes.

Tenemos a Antonio, el mesero, que lee a Hume y argumenta. Como colofón: Lo que no se puede decir termina por no pensarse. La cobardía, la pasividad invitan a no actuar, a no pensar, al repliegue, al silencio, a la presencia vacía. Así es.

No faltan las curiosidades científicas como la autotisis. Y el suicidio siempre rondando como una mosca cojonera. Novela abortada en la primera frase. Pero semilla ya implantada, como ese chip de los negacionistas, en el cerebro del lector.

En la segunda parte, alguien camina, suya es la vida lenta. Aquí tenemos una biografía lectora. Quizás la del autor. Aparecen nuevos personajes: Doval, Trigorin… La interpretación teatral es otra forma de alterar la personalidad, mudarla o transmutarla. Al menos en apariencia.
Más historias. Años atrás aquella educación a golpe de correa. El padre sacándose el cinturón del pantalón con gesto furibundo. Interpretar aquel papel. El que podía. Otros lloraban, impotentes. Esos años de correctivos y palizas.

No falta el punto absurdo. La vida con la cara lavada. Como este deseo o meta: Un negocio estúpido, sin clientes.

Gaspar no guarda ningún libro. Así acrecienta su interés en la lectura.

No es un mal proceder para deshacerme de mil y pico libros que tengo por ahí en cajas.

Hay momentos mágicos. Como este. Quien relata hace partícipe al lector, le cuenta las palabras que visitó. Como si esos viajes al diccionario también fueran algo reseñable, biografiable. Pienso en esta novela, en su lectura, como si me hallara en un wunderkammer. Ahí la curiosidad, el asombro.

La tercera parte, solo es una frase. ¿El comienzo de otra novela?

Leo, en alguna parte del libro: Somos los que miramos.

Escribir es mirar con el lenguaje, pienso, sentado en el orejero del pensamiento, abundo.

Como en las anteriores novelas hay un tema recurrente: la identidad. Su supresión: el suicidio. Su dilución: ser otro; la identidad: un espejo en el que se mira el mundo.

¿Somos lo que proyectamos?

Mira que eres. Este es el punto de partida desde el título. Tomar conciencia de la mirada y del ser. Lo hemos oído seguramente de boca de nuestras madres alguna vez, Mira que eres, seguramente acompañado de un cabeceo, y no sabemos si ese ser así (al menos para los demás) será nuestra salvación o nuestra condena o la mezcla de ambas.

Leo: Esto no es una novela, es la contemplación de un rescoldo.

Residuo, pues, reutilizable hasta el infinito.