William Gaddis
1130 páginas
2013
Editorial Sexto Piso
Traducción: Mariano Peyrou
Acabé el año leyendo la hilarante novela La historia de mis dientes de Valeria Luiselli y comienzo este 2015 nada menos que con Jota Erre de William Gaddis.
Lo bueno, es un decir, de haber leído/padecido La broma infinita (que afortunadamente es finita), es que tras haber leído esa novela de David Foster Wallace todo lo que viene después tienes ya con qué compararlo (y no me refiero a El canon occidental, que más bien parece La Piedra Rosetta, por sus hechuras monolíticas). Así que gracias a DFW, tras haber pasado por su culpa todos los anillos del purgatorio, le ha perdido el miedo a todos los escritores, a Gaddis también.
!Que viene el lobo! oirán a menudo cuando ronde cerca Gaddis. No es para tanto, Jota Erre es el hermano mayor de Gótico carpintero, que me resultó más duro de leer que este, y que resulta igual de caótica y fragmentaria que Jota Erre.
Gaddis da casi tanto miedo al lector como el Duque de Alba horripila a los niños belgas y holandeses. Pues no, no hay que tener miedo a Gaddis, ni a ningún otro escritor (o sí, que el miedo es libre). Si Gaddis os parece críptico o hermético o duro de leer os animo a leer La niebla tres veces de Menchu Gutiérrez y sabréis más de códigos a descifrar que el difunto Alan Turing (el cual como he leído en un artículo en la red corría no porque fuera gay y necesitase huir de sí mismo, sino porque era un buen atleta que de hecho corrió unos cuantos maratones).
Me estoy yendo.
Después de leer la Broma infinita, decía, Jota Erre es un juego de niños, como el que se trae entre manos el niño de 11 años que da título a la novela, un mocete muy espabilado que conoce al dedillo los pormenores de ese capitalismo salvaje que trabaja 24 horas al día, 365 días al año (366 los bisiestos) para hacer rendir el capital y obligarnos a consumir toda nuestra vida consumiendo.
El argumento de la novela no es lo que más me interesa de la novela y seguro que en destripandolibros.com muchospoiler.net, loquelareseñaenseña.ninfo, resumenespepito.wf y/o similares podrán conseguir un buen resumen del libro, porque aquí del argumento no pienso decir apenas nada, entre otras cosas porque a medida que leo olvido, a mi pesar.
Os dejo una paginilla que me ha gustado.
El argumento no es gran cosa, o no es lo más importante, o meritorio, porque son un puñadito de historias que se entrecruzan en algún momento, donde parece que no pasa nada especialmente relevante, porque efectivamente «La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado en otros planes«, pero la habilidad de Gaddis pasa por elevar este monumento de 1.130 páginas y que éste no se venga abajo por su propio peso, que este elefante literario no sea abatido por las lanzas del aburrimiento, de la pereza, que sea sacrificado en el altar con otros tantos libros que sí son infumables.
El de Gaddis debiera ser ignífugo y librarse de la quema. Y basta ya de lirismo.
El que llegue a Jota Erre sin saber qué se va a encontrar es muy posible que a la página 25 lo abandone, y quizás tiene suerte y le devuelven el dinero en la librería, si lo ha comprado y no es un pirata informático. Otros aguantarán algo más, pero al final desistirán.
Otros yonkis de la literatura como un servidor, un lector avezado, curtido en mil frentes de batallas, seguirá agarrado hasta la bandera o subido a un puto tanque (tengo todavía muy fresca Corazones de acero, que no, que no es un programa de Igartiburu) hasta que no quede allí ni Dios. Sólo Jota Erre y yo.
Jota Erre ya sabemos qué libros lee, ¿verdad?
Iba avisado. Había leído durante una noche de desvelo en ese cirio virtual que es la Medicina el panegírico sobre Jota Erre y Gaddis presentaba ya para mí una aureola casi Dionisiaca, sería Gaddis alguien a quien habría que leer con cara de circunstancias como cuando te dan una hostia en misa y haces acto de contrición, comulgando con lo que te echen.
Así que me lo tomé con calma, y perjuro que me preparé a fondo, me fui una semana al gimnasio aprovechando que al ser fin de año no había que pagar matrícula, fortalecí mis biceps, mis pantorrillas y lo más importante, mis abdominales cristianoronaldianas (al tiempo que gritaba, con la cabeza debajo de la almohada para no asustar al vecindario con mis baladros y balonazos de oro) y posé el libro sobre las mismas y me encomendé al Altísimo.
A pesar de haber hecho el año pasado media docena de cursos de lectura rápida por el INEM, el libro me ha costado casi dos semanas acabarlo.
Y he sobrevivido, esta es la prueba (!que sí, que no tengo a un negro, escribiéndome las reseñas!).
El ruido y la furia de Faulkner lo dejé a la mitad. Con Jota Erre creía que me pasaría lo mismo, pero no, porque el comienzo diré que no me resultó especialmente alentador. El libro de Gaddis son todo (o casi todo) diálogos, gente que no para de hablar (de hablar, no de comunicarse), mientras les interrumpen constantemente, ya sea en persona o por teléfono, así que las conversaciones se entrecortan, las frases no se acaban, los diálogos son fragmentos, jirones, partes de un todo, que luego en parte se van recomponiendo. Pero a partir de la 400 página lo que leía cobraba vida, los personajes cogían cuerpo, me era imposible no pasar a formar parte del mundo que creaba Gaddis, un mundo por el que veremos pasar más de 100 personajes, todos enfrascados en sus conversaciones, las cuales nos pueden parecer cháchara intrascendente pero no.
Gaddis va soltando de comienzo a fin pullitas todo el tiempo, ya sea criticando el capitalismo salvaje (con toda esa jerga de las hipotecas, los bonos, las exenciones y desgravaciones fiscales, las participaciones empresariales), la política exterior de su país (donde los americanos tumbarían o apoyarían gobiernos en países que no sabrían ubicar sobre un mapa en función de sus intereses económicos), la banalidad de la cultura (donde los jefazos contratan músicos sin importarles una mierda la música, entenida ésta como algo bonito que suena, algo a contraponer ese ruido de fondo), la fe ciega en un ideal que es un espejismo (Jota Erre sólo sueña con ser millonario, en ganar dinero y no entiende nada cuando le hablan de nubes, de amaneceres, de cosas que el no puede convertir en dinero), el ansia de riquezas efímeras. Algunos personajes del libro libran una guerra perdida contra sus sueños que siempre les llevan varios cuerpos de ventaja. No faltan los momentos eróticos como los mantenidos entre Jack y Amy y otros episodios descacharrantes que tienen lugar en un centro educativo donde los jóvenes además de aprender se entregarán a toda clase de vicios, páginas en las que Gaddis eleva el tono de la sátira a cuenta de los aprendizajes significativos y demás elementos pedagógicos hasta cimas insuperables.
Y lo más importante, la pregunta del millón. ¿Es el libro de Gaddis un libro transformador?.
La respuesta es sí.
Hoy, frente al espejo me he visto mmm, eh, sí, co, es como sí, como más alto, sí más eh mmm, guapo, más fue.., sí, ¿quién?, no, no es aquí, qué, es la del sexto piso, sí, sexto derecho, eh, sí creo, que, sí, ¿Crucifixión?, sí, Cruci, sí la de sexto, ¿cómo?, fixión, sí, eh, sí, no, no, que, eh, que sé yo, si tiene perro, adi ….sí más fuerte e incluso tengo cuatro pelos más donde la coronilla pierde su nombre, además mi cerebro se ha dilatado un par de milímetros perimetrales y parpadeo ahora cada vez como si fuera la última (menudencias que no revisten gravedad o eso me quiero hacer creer).
Y en lo espiritual desde que he acabado el libro me he quitado un peso de encima, la verdad, pero cuando cierro los ojos y oigo hablar a un político, oigo voces, lo que he leído por ahí que se conoce como el trauma «Polifonía Gaddisiana» así que en justicia, solo puedo darle las gracias a Gaddis por haberme hecho ¿perder? dos semanas de su tiempo con su obra.
Bromas aparte, Jota Erre es una obra monumental, tan excesiva como subyugante. Hablar de Obra maestra igual es excesivo, y al final lo verdaderamente importante es el resultado. Pues bien, esta lectura ha valido mucho la pena, me lo he pasado en grande y quizás sea que tengo el Síndrome de Estocolmo porque ya echo de menos a Gaddis. No sé que libros vendrán después pero igualar esta cima narrativa será complicado.
Después de Jota Erre (a fin de erradiciar el síndrome antes referido) vienen (ya estoy en ello) Los Reconocimientos, porque una cosa es consecuencia de la otra. Y hablando de reconocimientos, alabar la espléndida traducción de Mariano Peyrou.