Limbo

Limbo (Agustín Fernández Mallo 2014)

Agustín Fernández Mallo
Editorial Alfaguara
2014
215 páginas

El único libro que he dejado sin leer este año ha sido La parte inventada. No me gusta la Nocilla, soy más de Nutella. Digo esto a modo de introducción, para explicitar mi (nulo) interés por la cultura p(l)op, Afterpop, Superpop.

Durante casi 100 páginas tuve claro que este iba a ser mi segundo abandono.
Al final, saqué fuerzas de flaqueza, me repuse y finalicé esta novela de Agustín Fernández Mallo, que aparece en un buen número de listados como una de las 10 mejores novelas publicadas en el año que finaliza.

A mi gusto esta novela dista mucho de lo que una novela necesita para entrar en ese grupo selecto. Ahora bien, me pregunto, cuántos libros leerán al año esos críticos especializados que hacen estas listas: ¿5?, ¿10?, ¿20?, ¿200?.

El cigarrito de despúes (de escribir una novela)

La novela arranca con Heisenberg, el físico (padre de la mecánica cuántica moderna). Ahí aparece el título del libro, y el concepto de limbo, que aplicado a la teoría de Heisenberg consistía en que éste entendió el mundo fijándose únicamente en los estados iniciales y finales de las cosas, sin preocuparse de cuanto ocurre en medio de ambos (un espacio intermedio que sería una especie de limbo).

Luego seguimos a una pareja formada por una mexicana y un español de ruta por los Estados Unidos. El relato ahí me resulta interesante, vibrante. Ella estuvo secuestrada y él, que va buscando el Sonido del Fin, desconoce esa parte del pasado de ella, que ésta nos irá contando con cuentagotas, desgranando sus días de encierro y aspectosu del mismo tan interesantes como las ocasiones en las que se masturbaba, porque era esta su válvul(v)a de escape.’

En la página 70 el sueño deviene pesadilla, con las andanzas de Juan y el narrador por Francia. Ahí me ataca el sopor hasta la desesperación. Aparecen entonces fotografías de google earth (Chejfecmanejaba el google maps en La experiencia dramática), pasajes del Nuevo Testamento, chascarrillos musicales, fotos con gente de espaldas, ocurrencias de todo tipo con casas rehabitadas y de rondón se nos cuela incluso Mengele (y de nuevo los nazis, como al comienzo de la novela con la figura de Heisenberg), del cual quedé ya saciado tras leer Wakolda de Lucía Puenzo.

Más adelante sabremos cómo se conocieron el español y la mejicana, y su relato es tan plano y unidimensional como la rutina conyugal y entre polvo y polvo, el libro se va consumiendo, hasta unas páginas finales, que parecen sacadas de un suplemento cultural de fin de semana. ¿Es esto la globalización en la literatura? ¿Un batiburrillo nocillero?.

Es posible que todo esto que vomita sobre un papel Agustín [..] Mallo en esta novela límbica ponga en solfa todo lo que conocemos por novela. Es posible. Pero oigo hablar de Brodski y pienso en Vila-Matas, en Luiselli y sus Papeles falsos, y de tanto caminar por caminos trillados, de tanta copia y fotocopia, obra de esta hiperimaginación tan limitada (!toma oximorón!) de Agustín, mi interés se ve estrangulado por mis lecturas anteriores, y rematado por este amasijo de historias fragmentadas que convergen en algún momento -quizás para calmar al lector desnortado- y que a mí me resultan una sucesión de naderías modernas y vanguardistas, un juego de trilero, donde hay más prestidigitación que literatura, puro espejismo e ilusionismo. Una ilusión estéril.

Para quien llegue virgen a este libro es muy posible que «flipe y alucine» con la lectura del mismo, pero a mí, como decía antes me va más la Nutella que la Nocilla y.

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