Archivo de la categoría: Literatura Española

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Últimas noticias de la humanidad (Francisco Hermoso de Mendoza)

En la Feria del libro de Madrid, en la Caseta 23 de Distriforma pueden adquirirse ejemplares del libro.

Y a la venta el libro en la web de la editorial Ápeiron. Comprar aquí.

En Casa del Libro, en Logroño.
En Santos Ochoa, en Logroño.
En Amazon.
Todostuslibros, Elkar, Agapea, mi libro de relatos Últimas noticias de la humanidad. Libro editado, como mis dos anteriores novelas, Muerto de risa y Die Zweisamkeit, por Ápeiron Ediciones

– Primera reseña de Últimas noticias de la humanidad por la escritora Verónica Nieto, en su ineludible blog Rumiar la biblioteca y en Paperblog.
Gracias.

Reseña en la Revista Cultural Kopek. Gracias.

– Reseña del escritor y avezado y tenaz lector Juan Pablo Fuentes en su longevo e insoslayable blog literario «Cuchitril literario«. Leer la reserva aquí.
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La sinopsis reza así:

Últimas noticias de la humanidad

Últimas noticias de la humanidad

Ya puedes hacer tu desiderata en la biblioteca de tu municipio. El ISBN del libro es: 978-84-126785-5-0. Son 118 páginas.

El 23 de abril, el Día del Libro, en la Casa del Libro de Logroño, entre las 12,30 y las 13 horas, estaré firmando ejemplares de Die Zweisamkeit y Muerto de Risa. Y si para esa fecha hubiera ejemplares de Últimas noticias de humanidad, también.
Allá nos vemos.

Día del Libro

El libro me ha salido viajero. Me llegan evidencias gráficas de que lo han visto dándose un rulo por Dubrovnik.
Últimas noticias de la humanidad en Dubrovnik

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Malaherba (Manuel Jabois)

Conocía la labor periodística de Jabois pero no la novelística. En Malaherba nos vamos a comienzos de los noventa. El punto de vista de la narración es la de un niño cuyo padre muere dos veces. La primera porque le da un chungo. A resultas de lo cual su vida se ve trastocada profundamente. Jabois describe ese mundo con una gran sensibilidad y conocimiento. Un mundo, que quizás porque nacimos con tres años de diferencia, me resulta muy reconocible.
Pero más allá de los petazetas, los clicks, las máquinas recreativas, los josticks, los Armstrad, los motes a los profesores y a los alumnos, la presencia da abusones, las primeras pajas, la pulsión del deseo, el lanzamiento de piedras, los cómic y los vinilos, los porros, las expulsiones del colegio, etc.

Más allá de esta educación sentimental, lo meritorio en la novela es cómo describe Jabois ese mundo a través de la mirada de un niño de once años. Cómo ve él a sus padres, cómo es mundo que puede ser terrible se ve decantado por el amor y el cariño hacia quienes queremos, y cómo sus reflexiones son las de aquel que va dando sus primeros pasos, siempre titubeantes en esto del vivir, ingresando en un mundo que poco tiene de amable, que se ve dulcificado por la amistad, la que le presta al narrado su amigo Elvis, su hermana Rebe, su madre que hace lo que puede y su padre, muerto y redivivo y luego otra vez muerto.

Un epílogo final que permite releer el libro con otros ojos. Porque las cosas no son como sucedieron sino como las recordamos.

Muy bueno.

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Los girasoles ciegos (Alberto Méndez)

Leyendo a Zweig siempre me pregunto qué es lo que le llevó a suicidarse en 1942. Podía haberse exiliado en Estados Unidos. O esperar tres años más y hubiese visto acabar la segunda guerra mundial y el final de Hitler.
Creo que Zweig no deseaba vivir en el mundo de 1942.
En los personajes del espléndido libro de relatos Los girasoles ciegos de Alberto Méndez, creo que existe una determinación parecida. No se consuelan con el todo pasará, vendrán tiempos mejores, saldremos de esta, no.
Por eso el Capitán Alegría el día antes de que Madrid caiga, decide rendirse al bando republicano. Y lo hace porque no quiere formar parte de esa victoria. A sabiendas de que lo acusarán de traición y morirá. Es un acto suicida en el que cristaliza su dignidad. Porque no vale ganar de cualquier manera, porque no se quería vencer, sino matar y represaliar.
Por eso Ricardo salva su vida escondiéndose como un topo en un armario de su casa.
-Que alguien quiera matarme no por lo que he hecho, sino por lo que pienso… y, lo que es peor, si quiero pensar lo que pienso, tendré que desear que mueran otros por lo que piensan ellos. Yo no quiero que nuestros hijos tengan que matar o morir por lo que piensan.
Y Ricardo al ver que un diácono lascivo fuerza a su mujer en su casa, en sus morros, actúa, y a sabiendas que el cura lo va a delatar se precipita al vacío.
O Juan Senra que puede salvar su vida o prolongarla con mentiras hasta que se da cuenta de que no vale la pena, para decir la verdad y ver la muerte a los ojos.
O el joven poeta que se lanza al monte con su mujer embarazada. Y el frío y el hambre los iran matando a los tres y a los animales que les rodean, en un pesebre infausto.

La espléndida prosa de Alberto sirve para contarnos estás vidas desgraciadas. Porque la guerra todo lo envenena, malogra y desbarata. Por que hay quien no está dispuesto a vivir a cualquier precio.

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Las fieras (Roberto Vivero)

Abecedea el escritor en los umbrales y límites de la literatura: hospitalidad para el hombre o monadología estética, en las alcantarillas por las que corren las lavazas del alma habitan las fieras.

Este texto va en la contraportada.
Abecedea Vivero porque el libro son 29 semblanzas, aguafuertes de niños y niñas, Alicia, Blasco, Carlos… (y los motes que los identifican), que de monadas tienen poco y mucho de fieras, lógico cunando el cuerpo es territorio a explorar y explotar, la mente un videojuego con multiples juegos, la realidad algo plástico, la piel un abismo, las secreciones un color, el sexo un arma ca(r)gada, y el lenguaje, qué decir aquí del lenguaje, pues otra vuelta más del autor en su empeño por ordeñar las palabras y sacarlas todo el jugo, de llevarlas a límites inexplorados. Por eso el libro me resulta tan interesante, no porque me hable en un lenguaje ininteligible, sino porque como la escaladora que en la montaña, aborda la roca, no echando las manos, sino fijando los pies y abriendo rutas corporales inéditas. Algo así es leer a Vivero. Una sorpresa reiniciada en cada lectura perpetrada.

Empuja al perro hacia su entrepierna, rápido. Hunde su hocico. Saca la lengua, rápida, áspera, mojada. Lame a Llana hasta que la marea sigue subiendo en olas que arrastran trozos de Luna, cristales de luz fría, y con cuatro, cinco, seis golpes secos de cadera, de mero ser, el agua deja en la orilla de sus labios una sal purulenta que, como una droga, corre por su sangre envenenándola de éxtasis.