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Sotierra (Roberto Vivero)

Siempre tenemos el recurso de viajar por un texto; en Sotierra nos vamos a la isla de Fuerteventura. El poemario de Roberto Vivero se inicia y concluye con dos imágenes en blanco y negro: un paisaje desértico en la primera; un molino de viento en la segunda. El libro tiene dos partes: Sotierra y Fuerte ventura de Alonso Quijano.

Sotierra, no sé a qué hace mención, más allá de la posible conjugación con el verbo soterrar. ¿Será el texto pues algo subterráneo, soterrado? ¿una realidad a desvelar, un rasguñar el éter con el filo acerado de las palabras?

La mirada va de la vulva del cosmos, del himen azulcielo, de las estrellas (el esperma duro del sol) a la tierra, al filo de los barrancos, a lo insondable de las calderas, volcanes y hoyas, al ras de la vigilia de la piedra, al espinazo de la lava, a la verticalidad de los tunos sangrantes, a la cumbre nevada del escanfraga, a los atolones de silencio.

Las palabras que alimentan los poemas son locales y una suerte de fauna, geografía y topografía: el malpaís, el huriamen, el guirre, la mareta, el pazote, el solajero, el gonfio, los tunos, el tofio, la puipana, la berrenda, la sirgada, el bardino (hosco tótem de terracota), el soco, la tabaiba, Vallebrón, Escanfraga o Tindaya. Me ha venido muy bien este diccionario online.

Y otras palabras a las que no hallo significado: bayuyo, canco, hilux, jandía.

Y si Sotierra es una geografía, un paisaje, una historia; en Fuerte ventura de Alonso Quijano hay un nosotros, un hogar, un ahora, el abrazo, el amor que explota, y también el insalvable abismo de tu mano en la distancia; pero si hablamos de Quijano el asunto se resuelve con molinos desvanecidos, y un presente: timpleo.

Los poemarios de Vivero siempre te dejan al límite de lo inteligible, y ahí reside el poder volcánico de sus poemas y sus coladas infernales, en el desempeño de un lenguaje fértil y tan pegado aquí al terruño.

Lo leo y creo haber sido soñado por el rumiar de cabras omnívoras.

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¡Devuelva usted el Nobel! (Enrique Gallud Jardiel y Roberto Vivero)

El Premio Nobel de Literatura siempre ha sido objeto de polémica, pues los galardonados a menudo son cuestionados (lo cual es absurdo pues a muchos de ellos no los conoce nadie, entendiendo por nadie, el resto del mundo que no los ha leído), dejando sin premio a otros escritores que se supone lo merecen muchísimo más, y no escribo aquí la palabra Murakami para no abrir la caja de Pandora y liarla parda.

La pareja de escritores Enrique Gallud Jardiel y Roberto Vivero, abundando (han escrito con este, que yo sepa otros cuatro libros conjuntamente) en el género del humor escriben el libro a cuatro manos, pero no revueltas, ya que queda claro en cada texto quién es el autor de los fragmentos.

Y nos vamos nada menos que a comienzos del siglo XX, a 1901. Ahí el premio se lo llevó Sully Prudhomme. La mecánica de los textos consiste en entresacar alguna de las frases del libro (porque hogaño el galardón se daba al Libro y no a la Obra) y cuestionar si con una frase así el Nobel es merecido. Sabemos que la técnica de entresacar párrafos de un libro no dice nada del libro, porque no hay ningún libro genial y pensemos por ejemplo en Dostoievski, al que no le dieron el Nobel, como en otros muchos que cobraban por palabras, así que a menudo escribían al peso, escritura a granel pensemos, por lo que dichos libros pueden ser podados sin que la obra se venga a bajo, al contrario, y verse vigorizada al verse liberada de ramas muertas… pero no quiero irme por las ramas y sí centrarme en el estudio de este libro. En otros autores lo que se tiene en cuenta no es alguna frase del libro sino lo que el jurado dijo para conceder el premio, a saber, a Anatole France que lo recibe en 1921, el jurado se lo da por su «genuino temperamento galo«. O a Eugene Gladstone O´Neill, que lo recibe en 1936, porque sus obras encarnaban un «concepto original de la tragedia«.

También encontraremos curiosidades: Sarte rechaza el premio en 1964. O realidades imprescriptibles como el desprecio hacia autores como José de Echegaray, que obtuvo el premio en 1904 (fue el primer español en obtenerlo), y levantó las iras de otros escritores como Unamuno, Azorín, Pío Baroja, Valle-Inclán, que se movilizaron para que la Academia enmendará tan desacertada decisión. Los textos de Gallud Jardiel siempre impregnados por el humor inteligente abordan la obra del premiado y la resume en verso, así sucede, por ejemplo con Los intereses creados, obra con la que Jacinto Benavente obtuvo el premio en 1922, o Doctor Zhivago, que le supuso el premio en 1958 a Borís Pasternak. O bien pergeña un jugoso ensayo sobre Rabindranath Tagore que lo obtuvo en 1913. Los amplios conocimientos de la cultura india de Gallud quedan aquí plasmados, también en el apartado dedicado a Octavio Paz, premiado en 1990. Y no olvidemos también a Camilo José Cela, premiado en 1989, sin dejar caer en el olvido, su oficio de censor del franquismo, y lo que esto le supuso para su obra La familia de Pascual Duarte (donde no falta alguna descripción morbosa) viese la luz, mientras que para otros escritores les estaría prohibido.

Y el libro, objeto de una ambición desmedida, no concluye con el repaso a los nobelados, sino que va más allá y Jardiel y Vivero nos proponen una serie de autores que deberían haberse llevado el Nobel: Agatha Christie, Arthur Conan Doyle, Ibáñez, Stefan Zweig, Umberto Eco o Virginia Woolf, entre otras.
Las páginas dedicadas a Zweig (a la biografía de Fouché) son una delicia y la defensa del nobel para Ibáñez, no, para Paco no, sino para el ilustrador y escritor que nos ha hecho llorar de risa casi hasta reventar, del que tiene más calidad literaria (sí, literaria) en la punta de los dedos que el noventa por ciento de sus contemporáneos.

El libro se extiende, y otro apartado va dedicado a los escritores que no han ganado el nobel y EGJ y RV rezan para que no lo ganen ni a título póstumo. Ahí comparecen entre otros muchos, Eduard Hanslick, Oscar Panizza, Marcel Proust, Karl Krauss, Thomas Bernhard, Paul Celan, Federico García Lorca y los textos a ellos dedicados van en el sentido contrario a lo enunciado. Ejemplo:

Eduard Hanslick

De sus miles de páginas, muéstrenme solo una mala. ¿Creen que así se puede ganar el Nobel? (RV)

Stefan George

¡Un hombre que se adelantó a la comunicación inmediata de la digitación sobre pantallitas con su nueva puntuación! ¡Un hombre que se adelantó a los foros de internet, en los que no se entiende nada! A este hombre no se le puede dar el Nobel de Literatura porque nadie lo lee porque ya nadie lee, todo el mundo escribe en pantallas cosas que nadie entiende. ¡Ahí es donde hay que buscar a los nobeles del presente y del futuro! [RV]

Y ya para acabar, y haciendo honor al título, no solo han devolver el nobel los literatos, sino también los premiados en otras categorías. Para muestra, un botón.

Henry A. Kissinger y Le Duc Tho (1973)

Por negociar un alto el fuego en Vietnam, dicen. Kissinger siempre será nuestro ídolo. Le pidieron que devolviese el Nobel de la Paz y exclamó: «¡Casoplón, no solo lo merezco, sino que antes de devolverlo hago que os rocíen a todos con napalm!». ¡Brutal! [RV]

¡Devuelva usted el Nobel!
Enrique Gallud Jardiel y Roberto Vivero
Ápeiron Ediciones
118 páginas
Año de publicación: 2022

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Mis relaciones con Nietzsche (Carl Spitteler)

Voy dando cuenta aquí de distintos textos que ofrecen una imagen de Friedrich Nietzche (1844-1900) desde diversos puntos de vista. Ya sea desde la amistad que durante casi dos décadas le unió a Malwida, o la que se estableció durante los cuatro años que frecuentó a Meta von Salis-Marschlins o bien desde una relación, ya no amistosa, sino de carácter laboral, la que se estableció entre un escritor y el reseñador Spitteler (también escritor).

Si a las amigas de Nietzsche el trato personal y la relación epistolar con este les supuso encarecer al filósofo por su corazón noble y bondadoso, por su incapacidad de herir a nadie, aquí las cartas que muestra Carl Spitteler (1845-1924) nos dan la visión de un artista envanecido (Hasta ahora he creído que una criatura de esta época se hacía un inmerecido honor al coger en sus manos un libro mío), que quiere no lectores sino acólitos, para quien las críticas hacia su obra se derivan de la incapacidad de los lectores, y se evidencia lo susceptible que Nietzsche era hacia las críticas recibidas, hacia aquellas palabras que no sirviesen para alabarlo. Consciente de que las masas no lo entenderían, no se privaba de calificarlas (en privado, en sus cartas, y a sus amigos) de chusma o ganado suizo.

El valor del libro radica en ver qué hay detrás del gran artista, qué le mueve y aborrasca su espíritu, cómo encaja las críticas (las encaja mal, por eso le envía a J. V. Vidmann, redactor de Der Bund, una crítica que recibirá criticando la crítica de Spitteler hacia la obra de Nietzsche), cómo actúan también los distintos agentes en el mercado editorial; vemos los problemas que tuvo siempre Spitteler para publicar sus obras, acumulando inéditos en los cajones del escritorio (a pesar de todo, Spitteler obtuvo el Nobel en 1919, por el poema épico Primavera olímpica y pudo finalmente publicar unos cuantos libros), igual que le sucedió a Nietzsche (pero en distinta medida; pero consciente de que sus últimas obras se las tendría que acabar publicando él mismo), cómo las reseñas no buscan otra cosa que aumentar la venta de los libros reseñados, o cómo se ofrecían o imponían los libros de Nietzsche para ser reseñados por personas sin formación filosófica como Spitteler, unido a Nietzsche cuando el primero se posicione a favor del libro El caso Wagner (publicado en noviembre de 1888), siendo una de las pocas voces favorables que encontrará el filósofo, quien pensaba que con este opúsculo podría bajar del pedestal a Wagner. Lo cual no sucedió e hizo que Nietzsche se fuese encontrando cada vez más solo en su camino.

Otro tema curioso aquí tratado es que el libro de Spitteler Prometeo y Epimeteo guardaba similitudes con Así habló Zaratustra, publicado dos años más tarde. Pero Spitteler no quiere tomar partido y decide mantenerse neutral, no alimentar la polémica, pero ahí queda para el que desee leer ambos libros y pronunciarse al respecto.

Carl Spitteler
Mis relaciones con Friedrich Nietzsche
Ápeiron ediciones
Año publicación: 2022
Traducción y edición de Roberto Vivero
96 páginas

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Nietzsche, noble y filósofo (Meta von Salis-Marschlins)

Meta von Salis-Marschlins (1855-1929) fue una de las cuatro evangelistas que tuvo Nietzsche. Las otra tres fueron Elisabeth Förster-Nietzsche, Lou Andreas-Salomé y Malwida von Meysenbug. Como evangelista podemos esperar que Meta nos hable de la obra, vida y milagros de Nietzsche, noble y filósofo.

Y quién es Meta, se preguntarán. Meta fue la primera mujer suiza doctorada en Filosofía, en 1887, también la primera historiadora y conoció a Nietzsche, y entró en su órbita, accediendo a su intimidad entre 1884 y 1888.

¿A qué nobleza hace mención Meta en el título de este libro?

A aquella basada en las premisas de la buena sangre, la dura disciplina y una cadena de superaciones.

Nobleza que le impele a Meta a considerar a Nietzche el filósofo del aristocratismo.

Nietzsche sabía que escribía para una minoría, y nunca deseó ver sus libros en manos de la la inmensa mayoría. Coincidía con Heráclito en su vida solitaria y con Epicuro en su sencilla dieta, pues tenía aversión a engordar.

Meta es consciente que en su acercamiento a Nietzsche debe evitar tanto la condena superficial como repetir como un loro o mostrar la ciega admiración. La proximidad con el filósofo le permite describir aspectos de su personalidad, encontrando en su naturaleza mezcla de delicadeza y severidad.
Meta quiere conocer mejor a Nietzsche leyendo sus obras, y así nos cuenta cómo Aurora, fue un consuelo y una fuente de esperanza durante los veinte meses de aquel exilio autoimpuesto.

A Meta le sorprendía la voz, suave y melodiosa, así como la tranquila manera de hablar de Nietzsche. La risa ofrecía a su cara una conmovedora expresión infantil, y sus ojos eran los de un hombre que ha sufrido mucho y que, a pesar de salir victorioso, se yergue melancólico sobre los abismos de la vida, nos cuenta. En las conversaciones que Meta mantiene con Nietzsche constata que para los elevados razonamientos, este no empleaba expresiones rebuscadas.

El texto que también es autobiográfico ofrece alguna información sobre la juventud de Meta.

Yo me alegro de que mi juventud no cayese en un periodo de superficialidad y molicie. Se desarrolló más influenciada por los libros que por la vida, soñando con el futuro y despreciando el presente.
Y todos aquellas cualidades que tenía, que tan bien hubieran sido bienvenidas en un hijo, a ella, como hija, la devaluaron aún más. Pero Meta pudo comprar su libertad al precio de convertirse en maestra.

Muchos encuentros tuvieron lugar en Sils, tan unido a Nietzsche como el santuario de la diosa en Éfeso a Heráclito. Ella comprueba que a Nietzsche le gusta que le escucharan.

Nietzsche reflexiona sobre el efecto que la escritura obra sobre su persona.

El pensador solitario, que para sus ideas no encuentra aceptación ni eco, sin querer alza la voz y en sus escritos cae fácilmente en un tono irritado

Una forma de comunicación entre Nietzsche y Meta son las cartas.

Ahora me causa menos preocupación que usted lea mis libros: el más breve trato personal obra como corrector de un simple conocimiento libresco de opiniones y valores ajenos.

¿Cómo era Nietzsche?

Él mismo era delicado, fácilmente vulnerable, dispuesto a la conciliación, lleno de temor a hacer daño a los demás; su tarea exigía dureza, prohibición de compromisos, le causaba a él y a los otros dolor y amargura.

Gracias a Meta vemos el hondo impacto que en él tienen los libros de Dostoievski, como Humillados y ofendidos, cuyos pasajes lee con los ojos arrasados en lágrimas.

Para Nietzsche los libros que un hombre pone a su alrededor sirven como guía en su alma.

Meta y Nietzsche parecen ser dos almas gemelas.

El fanático amor a la independencia que yo misma tengo, hizo que lo comprendiera perfectamente. Por eso nunca le ofrecí nada que tuviera que rechazar. Pero sentía pena por él.

El repaso a las obras por parte de Meta, va más allá, abundando en su poesía, y ahí Meta ve el anhelo de un hogar, de una patria.

Su amor por la verdad no permitía el compromiso con el estándar cotidiano y la óptica ordinaria, ni su corazón permitía las constantes heridas y decepciones de quienes lo rodeaban. Su obra era su hijo, a quien sacrificó todo lo demás: también el grito anhelante de su alma necesitada de amor, también el anhelo de descanso de sus pies cansados. El sufrimiento, las privaciones y la soledad lo llevaron a las alturas del conocimiento: estuvo dispuesto a pagar el precio para alcanzarlas.

El libro se cierra con reflexiones de calado (que rebasan el propósito de estas notas) sobre un tema central de la moral: la compasión. Según Meta, Nietzche al igual que otros filósofos como Platón, Spinoza o Kant, coinciden en su desprecio de la compasión.

Dice Meta:

Estaba dispuesto a arriesgar su vida por sus ideas porque estas ideas significaban para él la realización de su existencia.

Y acabo con unas palabras de Aurora:

Nadie aprende, nadie se esfuerza, nadie enseña a soportar la soledad.

Nietzsche. Noble y filósofo
Meta von Salis-Marschlins
Ápeiron Ediciones
2022
Traducción y notas: Roberto Vivero
130 páginas