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Restaurante Cañadío Santander

Restaurante Cañadío Santander

A comienzos del presente año tuvimos la suerte de estar en el restaurante Cañadío Santander. Habíamos oído hablar muy bien del mismo, gente de Santander nos lo había recomendado, pero lo bueno es ir y juzgar por ti mismo.

Fuimos a comer y no había demasiado gente en la parte del interior. Como entrante nos ofrecieron un gazpacho que estaba buenísimo.
Gazpacho

Lo atractivo del sitio entre otras muchas cosas es que ofrece medias raciones, lo cual no está nada mal, porque te permite probar un mayor número de platos. Debutamos con este puding de perdiz. La foto es un churro, el puding extraordinario.

Puding de perdiz

Seguimos con cachón en su tinta. Buenísimo.
Sepia arroz meloso
El plato que más nos gustó, sin tener en cuenta los postres fue la Hamburguesa de atún rojo. El atún no es un tartar porque está marcado un poco en la plancha, pero en su interior está casi crudo. Una maravilla.
Hamburguesa tartar de atún rojo
Seguimos luego con unas manitas de cerdo deshuesadas con un higado de pato por encima al punto. Otro acierto
Manitas de cerdo deshuesadas
A los postres, una torrija.
Torrija
Y una tarta de queso extraordinaria. La mejor que he probado nunca. Ahí es nada.
Tarta de queso
Para acompañar todas estas viandas no podía faltar un vino a la altura. Un Reserva Contino.
Contino Reserva

Del Restaurante me gustó la atención de los camareros, especialmente atentos y serviciales, la transparencia de la cocina, que era visible desde nuestra mesa, las medias raciones que permiten probar muchas más cosas que cuando son raciones completas, la calidad de las materias primas y su extraordinaria elaboración, una tarta de queso que quita el sentido, la ubicación del restaurante y lo a gusto que te hacen sentir allí comiendo.

En cuanto al precio, 55 euros por comensal, en base a lo visto en las fotos.

El día que le den una estrella Michelín se habrá hecho justicia.

Lo que tengo claro es que en mi paso por el Restaurante Cañadío viví una experiencia gastronómica inolvidable.

Los Madrileños están de enhorabuena pues Cañadío ha abierto un restaurante en la Villa de Madrid.

Cucina Italiana

Antes de las comilonas, casi inevitables, de Nochebuena y Navidad para ir calentando motores, hemos preparado una parmigiana de calabacín, lasagna, tortellini in brodo y magdalenas.

Haciendo pasta casera
Parmigiana zucchine

Tortellini ripieno carne

Lasagna forno
Tortelli in brodo
Magdalenas

Casi todas las reuniones familiares y muchos actos sociales en nuestro país se asocian con la acción de comer. Todo gira en torno a la comida. En Italia, según una encuesta reciente, el tema de conversación de nuestros hermanos italianos durante una comida es hablar de comida.
Además, el hecho de cocinar para los demás se convierte en un acto de amor, eso explica que alguien puede pasarse tantas horas entre fogones para saciar el apetito de sus seres queridos, cuando existen múltiples forma de hacerlo, muchas de ellas sin que implique el menor esfuerzo.
Internet propicia que además de poder consultar un libro de recetas puedes ver vídeos donde los demás cocinan, y eso ayuda y mucho a la hora de aventurarte a hacer tú lo mismo.
Si las fotos muestran unos platos que tienen muy buena pinta, una vez comidos afirmar que estaban buenísimos. En especial los tortellini in brodo que era la primera vez que los hacíamos.

Tajmahall comida India en Logroño

Tajmahall restaurante indio en logroño

Ya que en Logroño disponemos de pocos restaurantes étnicos la apertura de un presunto restaurante indio, en un local, donde en su día hubo un restaurante chino, que fue uno de los primeros chinos en abrir en la capital Riojana, y también de cerrar, es toda una noticia. Finalmente accedimos al local esta semana.

El restaurante es bastante grande, si bien estaba practicamente vacío. Allí recaló una familia, un americano y nosotros. Agradezco, no solo en los indios, sino en un japonés, que quien me toma nota, me asesore, como te asesoran si vas a una tienda a comprar ropa, un televisor o cualquier otro producto. El vendedor descubre le que te puede gustar y te ofrece un producto acorde con tus deseos. Esto en restaurantes a los que he acudido no sucede. Si vas a un Japonés, parece que tienes la obligación de ir con la lección aprendida, y si les preguntas la diferencia entre sushi, sashimi, te miran mal, como si fueras un ignorante que ha ido allí a hocicar, sin mostrar ningún respeto por su comida milenaria y lejos de verte ayudado te sientes ninguneado (o quizá no pero tengo las defensas bajas y estoy supersensible, que puede ser). En el Indio este de marras, el TajMahall, sucede algo parecido. Tienen una carta muy amplia, pero puestos a pedir auxilio o socorro, alguna recomendación, la chica que atiende, pone voluntad pero eso no ayuda, sino se conoce a la perfección cada uno de los platos. Hay que tener en cuenta sobre todo el picante que en estos platos hace acto de presencia. Si a alguien no le va el picante, y no le advierten y compruebas que tu lengua echa humo salvo cuando bebes cerveza, es posible que no repitas nunca más. Si te advierten o te orientan hacia otros platos que pueden adaptarse a tus gustos el varapalo puede ser menor.

Al final siempre tienes la opción de pedir un menú variado y así probar el mayor número de cosas a las bravas, que es lo que hicimos. Por la mesa desfilaron entrantes a bases de verduras y legumbres, que pecaban de aceitosos, un arroz mediocre (quien come sushi sabe que un pescado mediocre tiene arreglo pero un pescado excepcional con una arroz malo no tiene remedio. No lo digo yo lo dice un cocinero japonés cuyo nombre no recuerdo que lo explicaba el otro día en un reportaje estupendo sobre el Sushi en la 2), un pan, que era una torta aceitosa, y luego dos cacerolos de bolsillo, uno con pollo, una salsa de curry, coco y nata líquida y otro de cordero, flotando en una salsa con cilantro y demás hierbas. De postre nos ventilamos un batido de mango y una tarta con azafrán, que resultó ser lo mejor de la comida. Para beber cerveza india.

Al final de la sala había un televisor, encendido. Cuando la camarera nos tomó nota y una de nuestras hijas, como el oráculo que habla dijo «no se come viendo la tele«, la camarera entendió lo que quiso entender y lejos de apagar la tele, quitó el canal de Antena 3 y puso Clan (los que tienen hijos saben de sobra que Clan+Disney Chanel+Boing=Santísima Trinidad). Así las niñas mientras se ventilaban su arroz basmati con pechuga de pollo, echaban un vistazo a Bob Esponja y a Calamardo. El televisor se veía y se oía.

Uno sale de su casa para recibir nuevas sensaciones, entra en un restaurante, como el que entra un templo, gastronómico, en este caso, con idea de desconectar y dejar los sentidos a merced de los alimentos que ingiere y te das cuenta de no hay escapatoria, que los restaurantes, ya sea con televisores o con música a todo volumen, que también sucede, hacen que la experiencia gastronómica, no sea tal.

Si a la hora de pagar, te sueltan en todo el morro, a quemarropa, que no admiten tarjetas (lo cual no está escrito por ninguna parte, ni dentro ni fuera del local), y tienes que ir a buscar un cajero por la zona, el resultado de la cena es pésimo y tienes claro que no volverás, o quizá sí, porque como dice el refrán no podemos afirmar que «De este Indio no comeré».

A finales del 2013, el restaurante después de un año abierto ha cerrado. Fin de la historia. Ahora el que quiera comer comida india, o lo que sea que hagan en sus cocinas, tendrá que ir a la Calle Chile, que hay otro restaurante indio.

Taj Mahall cerrado en Logroño

Cenador Amós una experiencia gastronómica

Menú degustación cenador amós

El acto de comer depara muchas satisfaciones. Más allá de saciar el apetito, de calmar esa pulsión primaria, podemos ir en la búsqueda de nuevas sensaciones. Comer entonces se convierte en un placer. A tal fin acudimos este sábado al Cenador de Amós. El restaurante está sito en Villaverde de Pontones, pueblicito que se halla a unos 20 minutos en coche de Santander. El lugar es precioso. El restaurante cuenta con un arco de piedra que da lugar al reciento interior. Nada menos que una casona de piedra del siglo XVIII, con salones y amplios cesped, apto para todo tipo de celebraciones. La primera vez que pisamos el cenador fue precisamente en una boda. En aquel entonces ya contaba con una estrella michelín que aún conserva, desde 1995. Nosotros comimos una vez pasados los baños, en un patio, cubierto con claraboyas.

No hay platos a la carta, sino que hay que optar por uno de los tres menús que tienen. Los precios oscilan entres los 47 euros del menú más económico hasta los 82 del menú más caro. El IVA va incluido. Lo que no incluye, ni este ni cualquier otro menú de estas características, es el vino. La carta de vinos es extensa e incluye un buen número de denominaciones de origen. Nos decantamos por un Finca de Ramirez Ganuza Reserva de 2005.

Una vez seleccionado el menú. Nos fuimos al menú más caro, comenzó el festival. Antes se comenzar a servirnos nos dieron una hoja, la que aparece en la foto, con todos los platos que íbamos a degustar.
Comenzamos con una crema de avez y foie, que fue una deleite. Nunca había tomado el foie en crema y el resultado es subyugante. Posteriormente nos sirvieron la Morcilla sin sacrificio y el Tomate pimiento de cristal, ambos en el mismo plato. Se trata en este caso de entrantes, de aperitivos, que adoptan la forma de bocaditos. Luego vino la guindilla, que no picaba, rellena de un tartar de tomate, cebollino y cebolleta.

Luego le llegó la hora al juego alrededor del foie; una bandeja con foie, preparado en tres formas diferentes. Una un bloc, con crujiente de patata frita, otra foie al punto con mermelada de cafe, y otra que visualmente paracía un champiñón, pero que en la boca dinamitaba los sentidos.

Tras la carne vino el pescado, y le llegó el turno a la ostra margarita. Primera vez que pruebo una ostra. Fue como darle un bocado al mar y sentirte parte del mismo. Increíble.

Con el estómago ya algo templado, todavía restaban otros siete placeres más que darnos. Proseguimos con la cebolla tierna con queso divirín y oregáno fresco. Cada bocadito de cebolleta con un toque de plancha con el queso divirín fundido combinaba de maravilla.
Luego vinieron las pochas en caldo de arroz venere, después como un cuscús de lenteja, el ravioli de apio-nabo con brandada de bacalao, el salmonete, calabaza y salycomea, la molleja de ternera con alcachofas y queso de almendra y finalmente la albóndiga de pichón y anchoa.

Antes de los postres nos dieron la oportunidad de probar una selección de quesos, y al menda, que los quesos le vuelven loco, pues dimos nuestro beneplácito. Tuve ocasión de probar cuatro quesos diferentes, el último un queso cántabro, un picón de Tresviso macerado en sidra , parecido al cabrales. El anterior era un queso de Teruel, de corteza negra, parecido al camembert, hecho con leche cruda de oveja (no recuerdo el nombre del queso). Los otros dos, uno similar al camembert, pero más graso y más fundible y el otro, como un gamoneu del puerto asturiano. En resumen, que la cata fue un deleite. Luego venían los postres.

Como postre yogur con manzana e hinojo, lo cual me pareció bien curioso, al no estar acostumbrado al empleo del hinojo en un postre, y finalmente el sobao caramelizado, leche y tapioca, el cual es sorprendente, pues te lo presentan con una burbuja de crema de leche. En el fondo es donde está el helado con sabor a sobao pasiego, aderezado con tapioca.

Los cafés vinierion acompañados de unos entretenimientos dulces, a saber; algo parecidos a unas gominolas.

El servicio fue excelente. La comida nos llevó algo más de dos horas y media. No se hizo en absoluta larga. Tiempo justo y necesario para asimilar tantas sensaciones. Jesús Sánchez, el maestro de todas estas creaciones, salió a saludar a los que allí estábamos comiendo, dedicándonos unas palabras a cada uno, preguntando sobre qué nos había parecido la comida.

Como anécdota comentar, que al igual que hay personas que vamos a un sitio como este avisados, sabiendo a qué atenerte, otros parecen que pasaban por allí y entran de casualidad. Así, un matrimonio al lado nuestro, de entrada viene avisando que le parece raro que no haya carta, segundo que un menú para ellos es muchísimo, porque son de poco comer, tercero que ¿cuál es el vino de la casa?, y cuarto, cuando Jesús sale a saludar, le sueltan en toda la jeta, que lo más les ha gustado de todo es es el pan de pasas.