Archivo de la etiqueta: Montaigne

Félix de Azúa

Nuevas lecturas compulsivas (Félix de Azúa)

En Lenguaje y silencio de George Steiner, libro en el que ando inmerso, leo cosas tan interesantes sobre el ejercicio crítico literario que ganas me entran de dejarlo aquí, pero no, sigo, porque aunque la vida sea una sisifada y opinar sobre libros también lo sea, a veces, casi milagrosamente, la cuesta de enero, con libros como este de Félix de Azúa (Barcelona, 1944), deviene -parafraseando a Vetusta Morla- en rampa de lanzamiento, hacia algo que viene a dar en regocijo.

Sí, es absurdo y casi siempre estéril reseñar libros, ¿qué podemos decir entonces de reseñar un libro como el presente de Azúa, que habla de otros muchos libros que el autor ha leído y estudiado?. Pues puedo decir, incluso afirmar, que con estas Nuevas lecturas compulsivas, descubro que el ensayo, las crónicas periodísticas y las biografías y autobiografías (incluso las «sin vida«) son géneros que cada día me interesan más, al tiempo que veo languidecer mi interés por la novela y lo confirmo a medida que voy leyendo últimamente estupendos libros como Pensar y Caer de Ramón Andrés, Un verano con Montaigne de Compagnon, El Periodismo es un cuento de Manuel Rivas, El triunfo de los principios, cómo vivir con Thoreau de Toni Montesinos, El poeta que prefería ser nadie de Jaime Fernández, Fin de Poema de Juan Tallón, El camino de los griegos de Edith Hamilton, Peregrinos de la belleza: Viajeros por Italia y Grecia o Examen de ingenios de José Manuel Caballero Bonald. El libro de Azúa se divide en distintos apartados que van de la poesía al ensayo pasando por la novela y por las cosas del leer.

Esta lectura, que ha resultado compulsiva, me ha permitido descubrir la primorosa prosa de Azúa y deleitarme con la práctica totalidad de los pequeños artículos que lo componen, al ser todos de mi interés. Tiene su explicación. Azúa ha reunido en este oásis libresco, a personalidades como Tony Judt, George Steiner, Juan Benet, Montaigne, Thomas Mann, Giacomo Casanova, Jünger, Fernando Savater, Octavio Paz, Hölderlin, Víctor Hugo, Chateaubriand, Pere Gimferrer, Miguel de Cervantes, Barthes, Los hermanos Goncourt, Bernardo Díaz del Castillo, Patricio Pron (el más joven de los presentes), Ian McEwan, Mateo Alemán, o George Orwell… A muchos los conozco o leído, a otros no, y uno de los valores que para mí tienen libros como este es animarme a leer a aquellos autores que desconozco e incitarnos a explorar pagos librescos desconocidos. En todos los sustanciosos ensayos encontraremos cosas provechosas, pero me quedo con el dedicado a Orwell, pues Azúa va en la misma dirección. A Orwell le dieron palos por todos los lados, sus amigos y sus enemigos, pues les vino a decir aquello que ninguno de ellos quería escuchar. Les cantó las verdades y así le corrió el pelo. Esa actitud es la que defiende aquí Azúa, algo así como apelar al juicio propio, no a lo que los otros nos quieren inoculan o sustraerse a algo tan cómodo como es subirse al carro de las opiniones ajenas y dejarse llevar. Ese posicionamiento que aparece en muchos de los ensayos y que Azúa defiende me gusta y lo valoro.

Estos ensayos de Azúa cumplen para mí la máxima (que se cumple casi siempre mínimamente) de “aprender deleitándome» y no veo la hora de ponerme en cuanto pueda con La tierra baldía, Poesía silenciosa, pintura que habla, La biblia del Oso, El absoluto literario o El archipiélago, entre otros de los libros aquí citados o bien abundar en la poesía de Paz, en los ensayos de Montaigne y Steiner o bien en novelas como Guzmán de Alfarache, Volverás a Región, Doktor Faustus, En busca del tiempo perdido o Mi vida de Casanova, si bien y volviendo a lo comentado en el comienzo, a las palabras de Steiner y la lectura de su Lenguaje y silencio, ésta me incita a alimentar una suerte de repliegue ferlosiano, no en busca de altos estudios eclesiásticos, sino más bien de leer hacia adentro, pues como decía Szymborska en sus Lecturas no obligatorias, apetece a veces ser un lectora amateur sobre la que no recaiga el apremiante peso de la constante evaluación.

Veremos en lo que acaban estos devaneos.

Félix de Azúa en Devaneos | Autobiografía sin vida

un-verano-con-montaigne_9788449330315

Un verano con Montaigne (Antoine Compagnon)

En Un verano con Montaigne, Antoine Compagnon reúne, el trabajo realizado para una emisora de radio, en la cual durante un verano, dedicó unos pocos minutos a hablar diariamente sobre Montaigne.

El libro lo forman 40 capítulos. Sabedor de que reducir los ensayos de Montaigne a 40 capítulos o esbozos es una locura, pero también una provocación tentadora, Compagnon asumió el desafío y creo que sale muy airoso.

La directa sería leer los Ensayos, pero la falta de tiempo y de ganas, sumadas a la curiosidad que sentimos hacia Montaigne nos puede acercar hasta un libro como este de Compagnon y disfrutarlo en su justa medida. Ordine ha hecho ahora algo con los Clásicos para la vida (entresacando unos párrafos y comentándolos), que me ha gustado bastante menos que este.

Montaigne, sería defendido y reivindicado luego por filósofos como Nietzsche o por escritores como Thomas Bernhard, entre otros muchos. Montaigne tenía como maestro supremo a Sócrates, lo cual nos da una idea bastante acertada de cuál es la manera que tiene Montaigne de entender su existencia, apelando a la humildad, sustrayéndose al artificio, a la pomposidad, abundando en la incertidumbre, cuestionándose siempre todo. Montaigne escribe sus ensayos para conocerse, para lidiar con el tedio, para divertirse, y le resulta ser una ayuda contra la melancolía y acaba fundiéndose con sus Ensayos; el libro y su persona es todo uno, se confunden el modelo y la copia, una copia que sale mejorada, dice. Una escritura que le permitió tomar control de sí mismo, hurtándose a la locura.

Los 40 capítulos nos permiten entender mejor las ideas que Montaigne tenía sobre la religión, la colonización, la fe, la tortura, la educación, su interés por las vidas ajenas (tanto que acabaría escribiendo la suya propia), muy presente siempre Plutarco, no está preocupado por la historia en mayúsculas, sino por las anécdotas, por los tics, no tanto por los actos sino por las decisiones que las engendran, la preeminencia de las armas (que disuaden) sobre las letras (que en el mejor de los casos, persuaden), la amistad, el amor y los libros (los tres pilares) su creencia en que hay que recelar y cuestionar la autoridad, su apelar por ejemplo a la docta ignorancia, no la del que se niega a saber o a conocer, sino la de aquel que después de saberlo y conocerlo todo llega a la conclusión de que no sabe nada, que apenas conocemos una pequeña parte de todo: Sócrates en estado puro.

En definitiva, este libro de Compagnon, que no me ha acompañado un verano, sino un día, me ha resultado muy jugoso (y también insuficiente) y cumple creo con creces su cometido, que es interesarnos tanto por la figura de Montaigne, que la lectura o espigamiento de sus Ensayos devenga un imperativo.

Paidos. 2014. 168 páginas. Traducción de Núria Petit Fontserè

Diarios 1999-2003

Diarios 1999-2003 (Iñaki Uriarte 2010)

Iñaki Uriarte
Pepitas de calabaza
2010
187 páginas

Iñaki (Nueva York, 1946) el autor de estos diarios es un okupa, un vago, un rentista. No lo digo yo. Lo dice él, en estos diarios.

Iñaki hace suyas las palabras de Ferlosio: !Cómo os habéis equivocado siempre!. Era el afán al trabajo, al quebranto, a la fatiga; no al sosiego, ni a la holganza, ni al goce, ni a la hartura, a quienes teníais que haberles preguntado: <<¿Para qué servís?>>.

Iñaki ha publicado diversos artículos en el Correo, ha hecho crítica literaria de bestsellers, pero nunca ha escrito un libro. El siguiente párrafo servirá como declaración de intenciones.

Yo no escribo bien, no he escrito nunca cuentos, ni se me ha ocurrido empezar una novela, no tengo voluntad, talento ni ambición suficientes para meterme en ese berenjenal de angustias y montaña rusa de vanidades y humillaciones que supone intentar publicar un libro. En fin, que no dispongo del arsenal necesario para ir a esa guerra.

Iñaki, en lugar de escribir una novela al uso, decide escribir este diario y plasmar ahí sus vivencias y anécdotas acontecidas en los años comprendidos entre 1999 y 2003, volviendo sobre él mismo y escribiendo directamente sobre su vida. Haciendo esto (escribiendo estos diarios), dice Uriarte, dirigiéndose a otros como él, dejaréis a vuestra pequeña posteridad, a la que está al alcance de la mano, a vuestra familia y a vuestros amigos, una imagen de vosotros y de vuestras vidas que sin duda leerán con interés.

Ciertos libros, diarios también, se cimentan sobre citas o palabras ajenas. Los diarios de Uriarte, es uno de ellos, a pesar de lo cual, Uriarte se muestra, se ofrece, se vuelve transparente, se desnuda y nos habla de sus cosas, de su gato, de su querencia por Benidorm, sus playas urbanas, su erotismo playero, de lo que le place viajar, de su visión del nacionalismo vasco, de su paso por Barcelona, sus viajes por Italia, de sus artículos en el Correo, de las presentaciones de libros ajenos, de su condición de rentista (con ingresos parejos al SMI), de su no necesidad de trabajar, de su capacidad para holgar, de la búsqueda de un estilo al escribir, de la poesía de Borges, etc.

Y estas anécdotas, pensamientos y reflexiones de Uriarte, son el barniz, la impronta de Iñaki, a merced no obstante de abundantes citas ajenas, porque hay ciertos escritores que son como ventrilocuos de esos clásicos de la literatura. Iñaki siente devoción por lo francés y se embebe con Montaigne a quien siempre tiene en sus pensamientos y en sus maletas cuando va de viaje y se pasean también por estos diarios con mayor o menor predominio otros muchos escritores como Borges, Baroja, Ferlosio, Cortazar, Juaristi, Savater, Vila-Matas, Cueto, Prada, Nietzsche, Schopenhauer, Cioran, Kant, Rousseau, Steiner, etc .

Dice Uriarte en su libro que a menudo sucede que pensamos en una cosa y poco después leemos algo (si nos gusta leer) que habla de eso que tenemos en mente. Pues bien leí hace poco a Celso Castro (entre culebras y extraños) y en su relato aparecían también Nietzsche y Schopenhauer, leo a Luis Martínez de Mingo (pienso para perros) y aparecen Juaristi y Gustavo Bueno, e incluso en el libro de Mingo hay un intercambio de «proezas» como respuesta a estas confesiones de Uriarte (He estado en la cárcel, he hecho una huelga de hambre, he sufrido un divorcio, he asistido a un moribundo. Una vez fabriqué una bomba…).
A la vista de lo anterior no sé si todos estos escritores se conocen de algo o es que su imaginación es tan limitada que todos acaban dándole vueltas una y otra vez a lo mismos temas de siempre, a los mismos clásicos.

Andrés Trapiello ya viene haciendo algo parecido a esto que ha hecho Uriarte desde 1990 con sus diarios. Yo comencé Troppo Vero y ahí se quedó, iniciado y ahora polvoriento. La diferencia es que Trapiello, al año 2002, por ejemplo, le dedicó casi 800 páginas. Uriarte a cuatro años (1999-2003) le dedica sólo 187 páginas.

Si esto de los diarios es o no una moda lo dirán las ventas de libros como este.

Uriarte ha publicado recientemente su tercer libro de diarios (2008-2010).

Los ensayos de Montaigne los voy a seguir leyendo, los diarios de Uriarte, es posible que también.