La lectura de este libro supone mi primer acercamiento a la figura de Nietzsche, más allá de lo que en el instituto estudiamos, a la carrera, sobre su novela Así habló Zaratrusta y su superhombre, que dicho sea de paso, me cayó en la Selectividad.
Dice de sí mismo Nietzsche que él no es un hombre, es dinamita y el libro, sí, es incendiario.
Un libro este, breve pero intenso, donde en poco más de cien páginas Nietzsche nos habla de él, en unos términos que no eluden su ego desmedido. Basta ver cómo comienza cada capítulo: ¿Por qué soy tan inteligente?, ¿Por qué soy tan sabio? ¿Por qué escribo tan buenos libros?…
El libro resulta entrañable, sincero y visceral, cuando el autor nos habla de su hermana y de su madre. Las anécdotas sobre su hermana y la manera en la que ésta, vía censura, ha menoscabado la obra de Nietzsche es tan hilarante como trágica.
Habla Nietzsche de sus lecturas. Solo los autores franceses le gustan y arremete una y otra vez contra lo alemán, sea en lo social, como en lo cultural.
Da cuenta de su relación con Wagner y con la mujer de éste, Cósima (un libro que quiero leer sobre las cartas de Cosima a Nietzsche, es este. Arremete Nietzsche contra Schopenhauer, en la creencia de que la única filosofía buena es la suya.
Otros capítulos los dedica a dar más pistas sobre sus libros: Aurora, El crepúsculo de los Dioses, y en especial sobre Así habló Zaratrusta.
La posición del autor sobre las mujeres se explicita en estos términos: “Emancipación de la mujer”, esto representa el odio instintivo de la mujer mal constituida, es decir, incapaz de procrear, contra la mujer bien constituida – la lucha contra el “varón” no es nunca más que un medio, un pretexto, una táctica. Al elevarse a sí misma como “mujer en sí”, como “mujer superior”, como “mujer idealista”, quiere rebajar el nivel general de la mujer; ningún medio más seguro para esto que estudiar bachillerato, llevar pantalones y tener los derechos políticos del animal electoral. En el fondo las mujeres emancipadas son las anarquistas en el mundo de lo “eterno femenino”, las fracasadas, cuyo instinto más radical es la venganza… Todo un género del más maligno “idealismo” –que, por lo demás, también se da entre varones, por ejemplo en Henrik Ibsen, esa típica soltera vieja– tiene como meta envenenar la buena conciencia, lo que en el amor sexual es naturaleza…
Entiende Nietzsche la enfermedad como un regalo, como un destino.
Nos trata de hacer ver Nietzsche que sus libros no se leen, se sienten, se experimentan, aunque apenas nadie los comprenda. En definitiva, nos viene a decir, leerlos es una experiencia superior, un elevamiento, una vivencia.
Sin llegar a tanto, la lectura de este libro, sí que logra irritar y excitar el intelecto.
Leeré, dentro de unos meses, Así habló Zaratrusta, aprovechando la reedición que ha sacado al mercado Alianza Editorial.