Diario

Diario 1887-1910 (Jules Renard)

Jules Renard
304 páginas
Editorial: Debolsillo
2009

Leyendo Nada que temer de Julian Barnes, descubrí al escritor francés Jules Renard. Barnes acaba su novela yendo a la localidad donde murió Renard, rindiéndole así su particular tributo. Luego Jaime Fernández, autor de El poeta que prefería ser nadie y de la muy recomendable blog En lengua propia, me habló de los Diarios de Renard, animándolos a leerlos. Dicho y hecho.

Renard como nos explican en el prólogo parece haber quedado al margen de las corrientes literarias en las que se enclavan grandes autores franceses, que han alcanzado la posteridad como Victor Hugo, Balzac, Flaubert, etc.

De Renard nos quedan un sinfín de agudos aforismos. Estos Diarios recogen los años que van de 1887 a 1910, desde los 23 años hasta el año de su muerte, a los 46 años.

Estos diarios recogen bien ese anhelo de Renard de hacerse un hueco en el mundo de las letras, objetivo que consigue a medida que sus obras son cada vez más conocidas, son llevadas al teatro, y consigue ser condecorado y formar incluso parte de la Academia Goncourt y ser alcalde de su pueblo, Chitry.

Todo el diario es literatura, porque para Renard el acto de escribir es toda su vida y sus reflexiones giran una y otra vez en torno a conceptos como la vanidad, la soberbia, la gloria, el talento, el reconocimiento, todo aquello que da relieve a un escritor y deja a otros muchos en la sombra, sin el reconocimiento a sus obras que algunos deberían tener. Y se mueve al mismo tiempo Renard en la contradicción permanente, porque si no quiere otra cosa que pasar a la Historia de las Letras, vive en la certeza de que nunca llegará a nada, jamás será nada.

Los diarios son sinceros y Renard una vez escrito, y dicho lo dicho, no parece hacer nada para corregirse, para enmascararse, para rectificar o dulcificar sus opiniones y reflexiones sobre distintos asuntos. Con respecto a sus hijos, no se ve ni de lejos como el padre ideal, sino más bien como alguien distante, afanado en escribir, en vivir no a través de sus vástagos, sino a través de sus libros, que es otra forma de inmortalidad. No esconde tampoco Renard el sentimiento antisemita que rodea los círculos literarios en los que se mueve a finales del siglo XIX. La lealtad hacia su mujer, sus no infidelidades, es su manera de corresponderla, de quererla.

Muestra Renard también muy a las claras, su ego, su vanidad, su necesidad de que le reconozcan, de que admiren su inteligencia, su talento en cada obra que pergeña, su necesidad de ganar dinero, de tener riquezas, que le permitan llevar una vida desahogada, y sobre estos asuntos nos deja para el recuerdo aforismo hilarantes, agudos y muy lúcidos. Reconoce también Renard lo fácil que es ser socialista de salón, teórico, porque él reconoce no tener el arrojo necesario para entregar su vida a los demás, para renunciar a todo lo que tiene para beneficiar a quienes están mucho peor que él.

Son diarios que muestran además cómo es el mundo literario de ese último cuarto de siglo del Siglo XIX, y todas las zancadillas y trampolines en el que todos los artistas se mueven, sus deseos de entrar en la Academia francesa o en su defecto en la Academia Goncourt.

Respecto a la idea que Renard tenía de sus diarios, lo resume así:
«Leo páginas de este Diario: a fin de cuentas es lo mejor y más útil que he hecho en la vida»

Gracias a ese empeño, quizás un acto de soberbia consistente en pensar que su vida era relevante, tanto o más que sus libros, hoy podemos leer y disfrutar de estos Diarios de Renard («cartas a mí mismo que os permito leer«) que como los buenos libros no se agotan de una sola vez y deben estar siempre a mano, para recurrir a ellos una y otra vez.

Madre Noche

Madre Noche (Kurt Vonnegut, 1962)

Kurt Vonnegut
1962
Círculo de lectores
230 páginas
Traducción: J.C. Guiral

No solo con el número de los asistentes a las manifestaciones el baile de cifras es de risa, con los muertos en los bombardeos pasa parecido. En los bombardeos llevados a cabo en Dresde en 1945 durante la Segunda Guerra Mundial, la cifra de muertos oscila entre 200.000 y 20.000. Más allá del número de muertos, lo que sucedió en Dresde fue otro acto de barbarie más sufrido por la población civil.

Uno de los bombardeados fue Kurt Vonnegut, que se encontraba en esa ciudad los días de los bombardeos, como prisionero americano y retenido junto a otros muchos, en un matadero.

Respecto a este hecho, que a Vonnegut le marcó, dejo dicho esto en el prólogo de su novela Matadero Cinco.

[…] Sólo hay una única persona de todo el planeta que ha extraído algún beneficio (del bombardeo). Yo soy esa persona. Escribí este libro, que me hizo ganar mucho dinero y forjó mi reputación tal y como es. De una manera u otra, he obtenido uno o dos dólares por cada muerto.

Madre noche arranca así:

Me llamo Howard W. Campbell, Jr. Soy norteamericano de nacimiento, nazi por reputación y apátrida por vocación.

Howard está a la espera de ser juzgado por crímenes de guerra. Lo que nadie sabe, salvo tres personas, dos de las cuales ya están muertas a esas alturas, es que Howard es un espía, y que su papel de exitoso propagandista nazi es una representación, tan lograda y minuciosa, tan eficiente en su papel que logra engañar a todo el mundo.

En la novela aparece varias veces el término paranoia, esquizofrenia, lo cual viene al caso pues cuesta entender que semejantes atrocidades pudieran llevarse a cabo, del exterminio de seis millones de judíos hablo, por parte de unos alemanes, a priori, inteligentes, instruidos, cultos, capaces de apreciar tanto el arte, la música clásica, la poesía, la filosofía, como capaces despreciar a otros seres humanos, no arios, tanto como para eliminarlos físicamente por millones.

El rol de Howard es oportuno, porque se trata de un artista, de un escritor dado a fabular, y para él este rol de espía (trabajo al que se ve abocado o al que parece no ofrecer mucha resistencia), le da la oportunidad de ser otro, de interpretar un papel, siempre en esa ambigüedad que le hace pensar al lector, hasta que punto Howard creyó o no en todas las mentiras que ira perpetrando y que difundirá luego por la radio, mentiras que muchos otros abrazarán como la fe verdadera, como el único bastión al que agarrarse, ante un mundo que iba camino de la perdición (según el régimen nacionalsocialista de Hitler), en caso de caer éste en manos de los judíos, comunistas, socialistas, negros, etc.

La historia comienza con Howard en la cárcel esperando el juicio y luego la narración va al pasado, a los años en los que Howard se halla en Alemania y un mando americano lo capta como espía, y luego lo encarcelan y lo liberan un par de veces, hasta que finalmente Howard decide entregarse a las autoridades israelitas para que lo juzguen.

El toque Vonnegut consiste en que Campbell confiese su pasado a unos vecinos judíos, una madre y su hijo que viven en el mismo edificio y que estuvieron en Auschwitz. Momento cumbre de la novela, cuando el hijo, ahora doctor, no quiere saber nada del asunto, pues él es doctor, (y se siente más que) judío, o que sionista, y no quiere impartir justicia, ni cobrarse venganza, y la actitud de Howard no hace otra cosa que incomodarlo, aunque al final logran poner a Campbell en las manos de unos judíos que lograrán así cobrarse tal preciada pieza.

Los personajes de la novela como el reverendo Lionel Jason David Jones, doctor en Cirugía Dental y doctor en Teología, el Führer negro, el conserje del inmueble donde reside Campbell especialista en substancias o Bernard B. O´Hare cuyo único afán es hacerle pagar a Campbell todo su mal, están grillados y se ponen tantas máscaras en su quehacer diario, es tal su desquicie, que aquello es un circo, porque nada es lo que parece, como tendrá ocasión de comprobar Howard cuando descubra que Helga Noth, su amor extinto y luego recuperado, con quien formaba su “nación de dos”, no es ella, sino Resi, su hermana pequeña, siempre enamorada de él, desde sus diez años, edad a la que ya peroraba como si tuviera 18 años.

Parejo sucede con Kraft, su vecino ruso, con quien y frente a un tablero de ajedrez, crean algo parecido a una amistad, una compañía necesaria para ambos, convertidos en pecios arrumbados por la historia, ambos espías, ambos rumiando su soledad en el (es)forzado anonimato.

Sin olvidar tampoco a Bodovskov quien traducirá al ruso las obras de Campbell, que encontrará en un baúl, a quien todo le va de maravilla hasta que deja de plagiar y decide crear, una originalidad artística, proclive a la crítica, que el régimen ruso cortará de raíz, con el fusilamiento del artista.

Vonnegut lleva la narración hasta el delirio con la aparición de revistas como “El Miliciano Blanco Cristiano”, la secta de la Guardia de Hierro de los Hijos Blancos de la Constitución Norteamericana, donde deja en evidencia el mal de una época y no a través del sarcasmo, sino de la fina ironía, con una miríada, inolvidable de personajes contradictorios y perturbados, que nos pueden parecen parecer normales, bajo el manto democrático, pero que ante el dictador de turno, Hitler o cualquier otro no dudarían en abrazar, su causa, por absurda que pudiera parecer.

Y esta novela quizás surja de la reflexión que Kurt Vonnegut se formula en la introducción de la misma.

Si hubiese nacido en Alemania, supongo que habría sido nazi, habría liquidado a judíos y gitanos y polacos, habría dejado botas sobresaliendo de montículos de nieve y me habría reconfortado con mis propias entrañas, secretamente virtuosas. Así suele suceder.

En dos palabras. Madre noche. Obra maestra.

La herida se mueve

La herida se mueve (Luis Rodríguez 2015)

Luis Rodríguez
Tropo Editores
2015
Ilustración de portada: Óscar Sanmartín Vargas
192 páginas

Luis Rodríguez, autor de esta novela, ha publicado anteriormente otras dos, La soledad del cometa y Noviemvre, que algún crítico ya ha clasificado de obras maestras. Ahí queda.

En nuestro país la mayoría de nuestros escritores son ocultos a la fuerza, es decir, son invisibles a lo Pynchon porque no les queda otra, porque nadie compra sus libros. Luego hay otros como Luis que no hacen nada por darse a conocer, más allá de escribir, se entiende, porque ahora parece que si no sales en todos los medios, y no estás todo el día dando la brasa en todas las redes sociales existentes, no eres nadie en el mundo de las letras. De Luis parece que por no haber, no había ni fotos, pero esto no es así y quien quiera poner rostro al autor que se gaste 18 euros, y se compre el libro, como he hecho yo.

Es mejor no leer muchas cosas acerca de lo que otros escritores dicen de Luis porque entonces el libro quizás te tiemble en la mano al cogerlo. Cosas buenas se entiende: que si es un purasangre, que si una rareza, que si un autor secreto. ¿He dicho buenas?.

Si además te fijas en su contraportada advierten de que esto no es una novela, que no hay trama, que el narrador hace trampas, que hasta que puede ser que el autor no exista, etc. Un texto, el de la contraportada, que previene y subyuga al mismo tiempo, y que se parece al Triángulo armónico de Huidobro, de quien aparece también un hilarante poema en la novela.

Cuando oímos decir que si la novela está muerta, que si la ficción ha recibido ya la extremaunción, que si el fin de la literatura es un hecho consumado…, un libro como este, es un zasca en todo el morro.

90.000 palabras hay en el diccionario. Las combinaciones a la hora de escribir son casi infinitas. Quien a menudo da muestras de agotamiento son los escritores, porque materia prima con la que trabajar tienen de sobra, pero siempre es más fácil tirar de frases (des)hechas y de lugares comunes, o escribir directamente novela histórica o erótica.

Todo este preámbulo para qué.
¿?.

En ocasiones uno tiene la gran satisfacción de gozar leyendo. No hablo de un goce epidérmico, siguiendo las andanzas más o menos divertidas de un personaje, de un sentido del humor que revista la trama, o de ciertos brotes verdes de ingenio, incluso de ciertos hallazgos verbales. NO.

Dice Vicente Luis Mora que Luis no se parece escribiendo a nadie ni siquiera a sí mismo.
-¿?
-Ya

Esto tiene consecuencias. Y es que a medida que vas leyendo el libro, uno (yo) experimenta extrañeza, asombro, perplejidad, el nacimiento de una voz que te dice («Este Luis está zumbado, qué cúmulo de extravagancias«), hilaridad, cierto movimiento de cabeza que acalla la voz anterior y dice, o proclama («Joder, cómo se las gasta el Luis y que bien escribe el cabrón), y luego vienen los chispazos ¿cuánticos? (unos cuantos), la descarga de alta tensión, el frenesí, LA FIESTA DEL LENGUAJE, y el final. Y el índice. ¿O es el ANULAR?

En el pueblo no la entienden, hacen del puto entendimiento un rasero soberbio y torpe. Las gafas son el último rescoldo de una esperanza -por eso son de aumento-; una frontera -por eso son gafas-; hay tanta significación y misterio en el acto de ponerse gafas cada mañana que…

Algo parecido al placer de leer este libro me sucedió cuando leí Seducciones de Roberto Vivero, Examen Final de José María Pérez Alvárez, o entre culebras y extraños de excelso castro.. Los tres gallegos: Galicia calidade.

Y respecto al rastro de las palabras, sería una pena que se perdieran otras muchas, además de las que se citan en el libro como rodea, lumia, raquera, albardado, paletón, sincio...

-¿?
-¿Qué?
No he dicho nada del argumento. ¿Para qué?.
-Ya

!Déjate de leer reseñas y no pierdas el tiempo, hazte con un ejemplar y date un chute de buena literatura!.

Esta reseña está en construcción así que a medida que vaya releyendo la novela, habrá recortes o implantes.

El poeta que prefería ser nadie

El poeta que prefería ser nadie (Jaime Fernández)

Jaime Fernández
Hermida Editores
200 páginas
2015

Antes de nada quiero recomendar la página web de Jaime Fernández, En lengua propia. De esa página el autor ha seleccionado 19 ensayos que son los que luego ha publicado, Hermida Editores, bajo el título de El poeta que prefería ser nadie.

Quizás sea ir a contracorriente gastarme 15 euros en comprar un libro cuyo contenido está en la red de forma gratuita. Será que el que suscribe es un romántico, que prefiere seguir leyendo los libros en papel, y gastarse un dinero en comprar un libro, si cree que éste vale la pena. Este libro lo vale. Cada euro.

A los que conozcan la web no les descubro nada nuevo, a los que no, estos ensayos creo que les sorprenderán, para bien. Es este un libro que me parece interesante tanto para los lectores, si queremos trascender de ser lectores voraces a lectores veraces y de lectores vacacionales a lectores vocacionales. Mis aspiraciones van por ahí, quizás por eso, este libro lo he leído con calma, frase a frase, sentencia a sentencia, subrayando todo cuanto me ha parecido interesante. Es cierto que el autor parafrasea a otros escritores ya clásicos, pero también es verdad que el autor se moja, dando su parecer por ejemplo sobre lo que él entiende que debe ser un buen lector, o sobre la industria editorial sólo interesada ésta en el número de lectores, y no tanto en qué se lee, y quienes leen, o cómo leemos, los que lo hacemos, o reflexiones muy interesantes sobre el futuro del libro ante el poder arrollador y subyugante de la imagen en todas sus manifestaciones.

Los escritores encontrarán también en este libro las mismas preguntas que ellos se habrán formulado muchas veces al encontrarse ante el folio en blanco, ante el adjetivo a utilizar, o ante la importancia o banalidad de lo escrito, siempre debatiéndose entre la inseguridad y la confianza en su trabajo y ante la renuncia y el sacrificio que les supone este oficio, cuando deviene una pasión, una forma de vida, y si no que le pregunten por ejemplo a Kafka, para quien era casi inconcebible sacar adelante su proyecto narrativo, o vital, y estar al mismo tiempo casado.

Según las lecturas que uno atesore en su zurrón al leer este libro, creo que la experiencia puede resultar todavía más intensa. Si has leído Bartleby, Dublineses, Madame Bovary, El Quijote, Jakob von Gunten, y los muchos libros y autores sobre los que habla Jaime, este juego de referencias, de intepretaciones, de significados, hace la lectura aún si cabe, más sustanciosa.

Yo no he leído todos los libros ni todos los autores que se nombran, ni mucho menos, pero creo que un libro de estas características, que no es otra cosa que un homenaje hacia la literatura, sirve entre otras muchas cosas, además de para aprender deleitándonos, a incitarnos a seguir leyendo, y a mí al menos, me apetece seguir con los Diarios de Renard, con los Apuntes de Canetti, con la correspondencia entre Kakfa y Felice y con las Conversaciones con Goethe, entre otras lecturas que tengo en mente, para el futuro.

Y ya por último y como colofón decir que este libro, aunque le pene al autor (que me figuro que no), divierte y mucho, y su lectura resulta amena y gozosa, merced a su estilo limpio y directo, y un análisis de la materia que profundiza lo necesario para no caer en lo académico, que logrará ensimismar y entusiasmar al lector, que por unas horas (en mi caso) anhela estar en un cuarto insonorizado como Proust o alejado del mundanal ruido, donde poder así leer en calma, como Montaigne, concienzudamente y aprender -mucho- leyendo esta muy recomendable colección de ensayos.