Roberto Vivero
Gadir Editorial
2014
177 páginas
de entrada decir que Roberto Vivero (La Coruña, 1972) ha ganado un lector después de haberme leído esta novela, inclasificable, donde un hombre espera en un hotel caribeño, una espera embutida de molicie, hidratada con muchos palos de ron, solazada con mucha piscina y aderezada con miradas procaces y sexo prostibulario y no, a granel, bajo cielos y mares azules, en un territorio donde uno se aparta del mundo y puede vivir indefinidamente, si ese es su deseo y su bolsillo se lo permite, y el protagonista está en la habitación de un hotel y la narración es su voz, el hilo de sus pensamientos y de sus desvaríos, de sus obsesiones, de sus correrías por la isla, una estéril espera (una «espera» a la que Vila-Matas ya dedicaba algo de espacio en su novela Perder teorías) que no emite apenas ningún acorde, de un ser que no conoce (lo dice él) la felicidad ni la alegría, que se alimenta de odio hasta que pacte con el todo y con las partes, una narración, una voz, que tiene algo de delirio, con buenas dosis de humor, y una mirada que registra lo absurdo, lo transitorio, la inexperiencia de los viejos (a la postre falsos sabios), y que se permite incluso el lujo de hacer esgrima filósofo-intelectual entre el protagonista y un recepcionista que se lo ha leído (y entendido) casi todo, un libro, este de Vivero del que casi podría decir que da igual por donde se comience (es un libro porcino del que se aprovecha -casi todo-), por dónde se coja, o se retome, aunque recomiendo leerlo del tirón, sobre todo si no tienes ningún marcapáginas a mano, porque el libro son 166 páginas, sin capítulos, sin páginas en blanco, sin puntos, sin apeadero ninguno donde coger aire, un aluvión de palabras, que llegan en tropel, que te arrollan, te sumergen, donde leer es boquear y dónde da gusto, mucho gusto, leer a Vivero, que juega y experimenta con el lenguaje, tanto que algunas cosas no sé si son erratas o no y leo que en un principio el libro se llamaba Violaciones pero que luego se cambió por Seducciones, tras ser premiado por la Fundación Monteleón y ser editado por Gadir, aunque yo creo que le iría mejor el título de Eyaculaciones, ya
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