Lev Tólstoi

Confesión (Lev Tolstói)

Lev Tolstói
Acantilado
2008
Traducción de Marta Rebón
148 páginas

Lev Tolstói (1828-1910) convertido en una gloria nacional de las letras rusas entra en barrena.

Superados los cincuenta, Lev reniega de su fama, de su gloria, de sus riquezas, dado que se siente vacío. Cree que no tiene nada que enseñar a nadie y que su escritura es pólvora mojada.

Necesita encontrar un sentido a su vida o hay muchas posibilidades de que cualquier día se vuele la tapa de los sesos o se ahorque.

La vida que lleva -a pesar de sus riquezas materiales y espirituales (su esposa, sus hijos)- no le llena; todo le resulta frívolo, impostado; digamos que la vida que lleva es como ver una película, todo falso, cuando Lev lo que quiere, lo que necesita -pues le va la vida en ello- es llegar al meollo de la vida, al hueso y no arañar la piel. A tal fin Lev se embosca en múltiples lecturas -con el fin de saber por qué estamos aquí, de qué va todo esto-: Kant, Sócrates, Schopenhauer, Salomón, Buda... que no le aclaran, ni le solucionan nada, pues ni le dan la fuerza necesaria para suicidarse, ni tranquilizan su conciencia burguesa de tal modo que le arrojasen en el regazo de las corrientes epicúreas.

Al final Lev llega a la conclusión de que hay que despojarse del conocimiento y aprender del pueblo, tal que si éste cree en Dios y ahí encuentra el vulgo un sentido ahí está entonces la verdad que él está buscando y entonces sofocando sus pasiones y dominando el cuerpo será virtuoso y encontrará la paz, amamantado por la fe -su única esperanza de salvación-. La encontró ya que tras estos devaneos existenciales (y mucho circunloquio, a ratos plomizo) sufridos a los cincuenta, Lev, viviría hasta los 82.

Lo publica Acantilado con traducción de Marta Rebón.

No sé si a vosotros os pasa, pero cuando llega el otoño -iba a apostillar, y con él el frío, pero de momento no- me gusta leer novelas de escritores rusos. Recientemente leí La gaviota de Chéjov, ahora ha sido esta Confesión de Tolstói. Estoy leyendo también La isla de Sajalín; luego continuaré con Los demonios, con En vísperas de Turguénev y muy posiblemente otra vez con Tolstói y sus Diarios y Correspondencia. Si tenéis alguna sugerencia, más allá de los clásicos que todos conocemos, me gustaría oírlas.

Manuel Rivas

Las voces bajas (Manuel Rivas)

Manuel Rivas
208 páginas
2012
Alfaguara

Sea la literatura un eco, un eco de voces en sordina; voces que nos cuentan anécdotas, vivencias; voces humorosas, melancólicas, que nos retrotraen a la España del franquismo, donde el narrador entrevera sus recuerdos escolares (los castigos físicos como plan pedagógico, o excursiones para ir al bar a ver un combate de boxeo, liderados por su profesor) con los familiares (un padre albañil y con vértigo que odia las multitudes, una madre lectora absorta no sólo en las vidas de los santos, una hermana anarquista y libertaria, a la que le dolía el mundo…), con las pérdidas irreparables que la edad o el cáncer arrebatan; momentos de la infancia en un paraíso inquieto, un paraíso donde los caballos de colores comían espinas, un paraíso duro, donde las mujeres jugaban al fútbol y sus manos eran devoradas por la sosa, con hombres taciturnos y a ratos alegres, animososos por el fútbol, por la música; derrotas cifradas en la entrega paterna de un precioso saxofón a alguien a quien le hace más falta, un narrador que sigue el consejo de su madre una noche en la que al llegar su padre a casa empapado, ésta le recomienda a su hijo que se busque un trabajo en el que no tenga que mojarse, unas palabras que como sucede en El perdedor de Bukowski le llevan a su destinatario a pelear desde entonces, no con los puños, sino con las palabras, contra el carro de una máquina de escribir.

Los últimos capítulos están dedicados a la materialización de la carrera de escritor de Manuel Rivas, primero con unos poemas que le permiten acceder a trabajar como meritorio en el periódico el Ideal y más tarde realizando unas prácticas en TVE, un Rivas que mientras estudia periodismo en la facultad, al entregar una redacción, su profesor le reprocha que aquello no era periodismo, que era literatura. Rivas escribiría años después el estupendo El periodismo es un cuento, donde abordaría esta cuestión.

Rivas tiene un estilo propio, reconocible, y ese manoseado realismo mágico que se le achaca, quizás sea la manera que tiene él de mirar; una mirada sensible, prolija, poética, que no rehuye la magia de las cosas, una magia que es eso que está ahí y que no vemos: el envés de las cosas, su entraña.

El libro ahora ya cerrado, da paso a otras voces, a unas risas libres, de mujeres, ora su madre, ora su hermana, que resuenan por los campos vacíos, que la memoria y la escritura de Rivas reverdecen.

Meditaciones

Meditaciones (Marco Aurelio)

Marco Aurelio
2016
Ariel
152 páginas

Este texto era uno de los libros de cabecera de Bill Clinton.

Marco Aurelio fue emperador romano, libró batallas, tuvo el destino de un imperio en sus manos y al final de sus días le dio por pensar acerca de lo que había sido su vida, fruto de lo cual plasmó en un papel sus pensamientos, reflexiones, máximas ajenas, que actúan como algo que debemos hacer, como una norma de conducta a seguir en nuestro proceder.

El texto, presentado que como la suma de varios libros, es un batiburrillo que a ratos resulta reiterativo. El mensaje es positivo; hay que tratar con corrección al otro, asumir que somos seres sociales, que nos necesitamos y que debemos respetarnos, que hay que escuchar al otro -también las críticas y reproches que nos hagan- que hay que vivir el ahora (ahí va en la línea de Séneca), que no hay que prestar atención a los que quieren hacernos daño, que hay que ser mesurados y juiciosos (Si no es conveniente, no lo hagas; si no es cierto, no lo digas. Sé dueño de la iniciativa) hay que aprender de los maestros y de los pescriptores con humildad, que hay que domeñar las pasiones de la carne, que nuestra conducta ha de ser intachable, que hemos de ser correctos en nuestro actuar, que la vida es un soplo y hay que vivir el presente, haciendo un buen uso de él, sin anhelar riquezas ni glorias venideras. Entendida la buena fortuna como las buenas inclinaciones del alma, los buenos impulsos, las buenas acciones.

Venera la capacidad crítica y luego recomienda no opinar, pues así nos evitamos problemas y afrentas.

Recomienda vivir de acuerdo con la naturaleza, no ser orgulloso (El orgullo bajo la máscara de modestia es el más lamentable de los orgullos). El hombre está en manos de los dioses, que son los que nos guían, dice Marco Aurelio, es dios interior que es la inteligencia y la razón.

Consérvate sencillo, puro, bueno, grave, natural, amigo de la justicia, piadoso, benévolo, afectuoso, firme en el cumplimiento de tus deberes. Lucha por permanecer tal como la filosofía ha querido hacerte.

Sin estar de acuerdo en todo lo que dice, el libro es interesante por lo que ofrece, por lo que propone, por su claridad y su enfoque humanista, buscando lo positivo, lo constructivo, animándonos a canalizar nuestros esfuerzos en lo importante y no en lo accesorio, lo banal, en aquello que nos debilita y emponzoña.

www.devaneos.com

Borges y los clásicos (Carlos Gamerro)

Carlos Gamerro
Eterna Cadencia
174 páginas
2016

Con buenas cartas es muy fácil ganar la partida. Escribir un ensayo sobre Borges y la relación de éste con Homero, Dante, Shakespeare, Cervantes y Joyce, es navegar con el viento a favor. Dado que Borges y el resto son genios indiscutibles, mal lo tiene que hacer Gamerro para que este libro no resulte interesante, que lo es y mucho.

A los que conozcan la obra de Borges al dedillo, lo que aquí se refiere: cinco conferencias transcritas de Gamerro, quizás encuentre pocas cosas que le sorprendan. En mi caso, la lectura de este libro no hace otra cosa que animarme a abundar más en la vasta obra de Borges; una lectura que creo que resulta tanto más provechosa en cuanto más lecturas de clásicos atesoremos en nuestra memoria (y hablo del cerebro, no de un disco duro).

Si leemos este ensayo conociendo La Odisea, La Divina Comedia, don Quijote, las obras de Shakespeare, o el Ulises de Joyce, disfrutaremos mucho más intensamente de lo leído. Borges, ávido lector, buen estudioso de estos clásicos, los tendrá luego muy presentes a la hora de escribir sus obras, como va desgranando Gamerro con El Aleph, El hacedor, El inmortal, La memoria de Shakespeare, Un soldado de Urbina, Ni siquiera soy polvo, Sueña de Alonso Quijano

Es muy interesante la opinión que le merecen a Borges las traducciones, siempre a favor de que haya cuantas más mejor, adaptadas a los nuevos tiempos, dado que los lectores cambian, y considerando por otra parte que la traducción permite que un libro sobreviva. Un Borges que cuando se acerca al Quijote por vez primera lo hace a una traducción en inglés.

Igualmente interesante resulta lo que Gamerro señala que Bloom dijo acerca de que cada escritor se medía en primera instancia con sus padres literarios o precursores; ya que cuando un escritor quiere escribir algo, otro antes ya lo ha hecho.

Se reflexiona también sobre el acto de crear, sobre si viene a ser como algo que el escritor necesitara derramar sobre el papel, lo que podría ser el caso de Cervantes, que tuvo una vida muy azarosa, o si por el contrario se crea para llenar un vacío, como puede ser el caso del inagotable Shakespeare, a quien escribir le permitía superar su vida anodina, creando el mundo más poblado de la literatura; un demiurgo solo superado por Dios.

Joyce llegó a decir que si Dublín desapareciera del mapa se podría volver a reconstruir sin mengua a partir de las páginas de su novela. Tal que si visitamos la ciudad no queremos ver Dublín, si no el Dublín del Ulises, como si lo que no figurase en la novela, existiese, pero no fuera de nuestro interés, y por tanto invisible a nuestro mirar. Ahí reside la magia de la literatura, su potencia, su capacidad, no sólo para describir la realidad, sino para crearla, a través de las palabras, del lenguaje.