Emmanuel Bove

Mis amigos (Emmanuel Bove)

Emmanuel Bove
Pre-Textos
2012
Traducción de Manuel Arranz
150 páginas

Batôn Victor, el protagonista de la novela es como el Drogo de El desierto de los tártaros, alguien cuya condena -muy a su pesar- es la espera; no espera como hacía Drogo a un enemigo fantasma, sino que lo que espera Batôn es encontrar un amigo. Batôn cobra una pensión de incapacidad -tiene un brazo dañado- tras la guerra que le permite apañarse. Decide no trabajar y eso le supone problemas, granjearse la hostilidad de su vecindario parisino, que no entiende que Batôn, como en su día Albert Cossery, prefieren la miseria al servilismo, la miseria a la esclavitud laboral. Batôn es un Marcovaldo, pero sin familia, sin esposa, pero al igual que le sucedía a éste, todos sus empeños son una ristra de empresas malogradas.

Batôn siente la soledad forzosa como una situación gravosa, acuciada por sus escasos recursos económicos y su decisión de no trabajar. Así, el único objetivo de Batôn, su único afán diaro es hacerse amigos, conocer a alguien que se interese por él, con quien compartir una charla, unas risas, sus recuerdos; así la narración nos irá desgranando los pormenores de este empeño, estéril, como se verá, porque no sabemos si es porque el mundo está confabulado contra Batôn, o porque su forma de ser así lo propicia, pero el caso es que todo aquello que tiene visos de prosperar, deviene en amargura, en rechazo, en imposibilidad.

Bove narra sin apenas subrayados, lo que no impide que lo leído resulte triste y trágico, cuando lo vemos por ejemplo comprando el traje de un difunto, que la viuda vende porque necesita unos francos para comer. No faltan las situaciones absurdas, disparatadas, forzadas -pero reales para nuestro personaje- y resulta trágico y desarmante encontrarte, con un persona(je) que clama -porque todo este relato es un clamor- que sólo quiere que lo amen, que lo quieran, que lo escuchen, que se interesen por él. ¿Nos suena, verdad?.

Emmanuel Bove
en Devaneos | El presentimiento | Henri Duchemin y sus sombras

Honoré Balzac

Tratado de los excitantes modernos (Honoré de Balzac)

Honoré de Balzac
Menoscuarto
84 páginas
2009
Traducción de Julio Baquero Cruz

Menoscuarto -con traducción de Julio Baquero Cruz- pone a nuestra disposición este minúsculo e hilarante ensayo de Honoré de Balzac, escrito en 1839 como un apéndice a la obra Fisiología del gusto de Brillat-Savarin.

Balzac diserta, con mucho humor, pero sustenándose en la ciencia, sobre sustancias relativamente recientes que han supuesto una maldición para la salud de la humanidad, a saber: el alcohol, el café, el tabaco, el té y el cacao.

A día de hoy -casi 200 años después de que Balzac escribiera su tratado- sabemos que el tabaco mata, como leemos en las cajetillas- lo que no impide su consumo, al tiempo que alimenta tanto al fisco como engorda el gasto público sanitario- sabemos que el alcohol aniquila tomado en grandes dosis y con regularidad; respecto al cacao, el té y el café, se toma hoy de manera tan moderada que no tiene un efecto considerable sobre la mortalidad.

Lo mejor del ensayo me resultan los jocosos chascarrillos que suelta Balzac, su comicidad, los ejemplos que emplea para armar sus argumentos, y cómo no, sus axiomas y también y por último timo ese espíritu paternalista que según él debe adoptar la política, toda vez que los pueblos son niños grandes y la política debería de ser su madre, entendida la alimentación pública como una parte de la política.

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Henri Duchemin y sus sombras (Emmanuel Bove)

Emmanuel Bove
Hermida Editores
192 páginas
Traducción: María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego
2016

Estos siete relatos de Emmanuel Bove (1898-1945) publicados por Hermida Editorial con traducción de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego versan sobre la condición humana e hilan muy, muy fino.

Queremos librarnos de la soledad, buscamos amistades, que vienen y van (Visita de una noche), encontramos parejas, amores de una noche o de varias noches -que suponen un presente esperanzador- pero entonces -somos así- surgen los celos, las dudas, el resquemor, el hastío, hacia nosotros y hacia los demás, y surge el engaño, la infidelidad, el reproche, la mentira, la ira, los porqués, el me mientes y el yo me engaño y murmullo que me me mientes porque me quieres y me respetas, el me mientes y me jode en el alma tus infidelidades, pero son mejores tus mentiras que mi soledad (¿Será mentira? y Lo que vi), y el mundo se torna amenaza y nosotros unos simples títeres, esclavos de nuestros afanes, de nuestro deseo de compañía, de amor, de reconocimiento (Otro amigo, cuyo protagonista, Víctor Bâton, es el personaje principal de otra novela de Bove, Mis amigos), víctimas de brotes de locura como en La historia de un loco, que nos llevan a hacer daño, a usar la realidad como un arma arrojadiza contra los demás y podemos o bien transigir y admitir lo que somos (o ni somos ni seremos) o cortar con nuestro pasado como en El regreso del hijo y dejar allí para siempre a nuestra familia preservada al vacío en nuestra memoria o incluso fantasear con que somos asesinos como en El crimen de una noche, mientras soñamos, para luego al alba, ponernos de nuevo la máscara de la docilidad, de la decencia, de esa virtud que nos suena de oídas y echar así a andar por ese mundo que soñamos nuevo cada día, preñado de esperanza, como si otra vida nos fuera posible.

Emmanuel Bove en Devaneos | El presentimiento

Lev Tólstoi

Confesión (Lev Tolstói)

Lev Tolstói
Acantilado
2008
Traducción de Marta Rebón
148 páginas

Lev Tolstói (1828-1910) convertido en una gloria nacional de las letras rusas entra en barrena.

Superados los cincuenta, Lev reniega de su fama, de su gloria, de sus riquezas, dado que se siente vacío. Cree que no tiene nada que enseñar a nadie y que su escritura es pólvora mojada.

Necesita encontrar un sentido a su vida o hay muchas posibilidades de que cualquier día se vuele la tapa de los sesos o se ahorque.

La vida que lleva -a pesar de sus riquezas materiales y espirituales (su esposa, sus hijos)- no le llena; todo le resulta frívolo, impostado; digamos que la vida que lleva es como ver una película, todo falso, cuando Lev lo que quiere, lo que necesita -pues le va la vida en ello- es llegar al meollo de la vida, al hueso y no arañar la piel. A tal fin Lev se embosca en múltiples lecturas -con el fin de saber por qué estamos aquí, de qué va todo esto-: Kant, Sócrates, Schopenhauer, Salomón, Buda... que no le aclaran, ni le solucionan nada, pues ni le dan la fuerza necesaria para suicidarse, ni tranquilizan su conciencia burguesa de tal modo que le arrojasen en el regazo de las corrientes epicúreas.

Al final Lev llega a la conclusión de que hay que despojarse del conocimiento y aprender del pueblo, tal que si éste cree en Dios y ahí encuentra el vulgo un sentido ahí está entonces la verdad que él está buscando y entonces sofocando sus pasiones y dominando el cuerpo será virtuoso y encontrará la paz, amamantado por la fe -su única esperanza de salvación-. La encontró ya que tras estos devaneos existenciales (y mucho circunloquio, a ratos plomizo) sufridos a los cincuenta, Lev, viviría hasta los 82.

Lo publica Acantilado con traducción de Marta Rebón.

No sé si a vosotros os pasa, pero cuando llega el otoño -iba a apostillar, y con él el frío, pero de momento no- me gusta leer novelas de escritores rusos. Recientemente leí La gaviota de Chéjov, ahora ha sido esta Confesión de Tolstói. Estoy leyendo también La isla de Sajalín; luego continuaré con Los demonios, con En vísperas de Turguénev y muy posiblemente otra vez con Tolstói y sus Diarios y Correspondencia. Si tenéis alguna sugerencia, más allá de los clásicos que todos conocemos, me gustaría oírlas.