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El disputado voto del señor Cayo (Miguel Delibes)

El 15 de junio de 1977 España se enfrentaba a un examen electoral después de casi 40 años de dictadura. Los protagonistas de esta historia ambientada pocos días antes de los comicios son unos jóvenes políticos de izquierda, del PSOE se deduce, que nos permiten un acercamiento a la tramoya de la campaña política desde el interior. Una terna formada por un joven alocado, Rafa, un diputado, Víctor y Laly una mujer progresista que reivindica el papel de la mujer en pos de la igualdad. Su misión consiste en servir al partido y a tal fin deben ir a la busca y captura de los votos de la gente de los pueblos, como Cureña, vecinos a quienes tildan de paletos, a los cuales creen que sería fácil camelar con su retórica y tocando cosas que les conciernen como hablarles del precio del trigo, la colectivización de las tierras, etc. Ganar su voto lo ven fácil, mentalizarlos, no tanto. En ese encuentro entre lo urbano y lo rural, los urbanitas muestran sus aires de suficiencia. En su lenguaje hay una vena dogmática poco pegada a la realidad rural. Camino al pueblo suenan en el radiocasete canciones de la época de Pink Floyd, Leonard Cohen, The Eagles.
Hay críticas hacia al aparato, hacia los cuadros, que viven a cuerpo de rey. Ellos tampoco se sustraen a la autocrítica y al menos Rafa se considera un pequeño burgués que cumple las tres pes: pito, paladar y pereza. Siempre rondándoles la duda de si presentarse a Diputado sirve para cambiar la sociedad o bien para medrar. Hay aires de cambio, la «gente nueva» está por la píldora, aborto, amor libre. Las calles de las ciudades alfombradas de carteles y octavillas. En unas elecciones que ganaría Adolfo Suárez con la UCD.

El cine social italiano, el neorrealismo, se va ya superado por Antonioni. Delibes, como es habitual en sus novelas maneja un lenguaje delicioso. Si en la ciudad estos jóvenes hablan de manera zafia, desastrada, empleando términos como puto, macho… cuando la acción se sitúa en el pueblo Delibes da todo un recital y afloran palabras como: escriña, heniles, cancilla, chiribitas, hornillera, dujos, humeón, tetón, carrasco, cardancha, cárabo, momio, alholvas, chovas, mangar, enterizo, camella, greñura, eríos, almorrón, ringleras, chamosos, restaño, salguera, recial, ejarbe, tolmos, baribañuela, cambera, trashoguero, escañil, taravilla, halda, entre otras.

Cuando los cazavotos llegan al pueblo se encuentran a Cayo, el alcalde, que vive con su mujer y enemistado con el único habitante del pueblo. El antes paleto, en las distancias cortas gana enteros, se muestra eficaz, resolutivo, sabio, conocedor del mundo que lo circunda, sacando provecho y rendimiento de todo cuanto tiene a mano, y no abarata el lenguaje, no lo aligera con palabras huecas, no, porque Cayo habla poco y bien, y si no tiene nada que decir no se entrega en brazos de una cháchara estéril.

Los jóvenes políticos van al pueblo con ideas de redimir a los paletos, de ofrecerles un paraíso a materializar si son votados, y se dan cuenta de que Cayo es el redentor, que no los necesita, que se apaña muy bien sólo, que tiene lo suficiente para vivir, a pesar de que ellos lo consideren pobre, que no depende más que de sí mismo y de la compañía de mujer, una especie de estoicismo que entronca con lo enunciado años atrás por Thoreau en cuanto a reducir las necesidades al mínimo y a no perder el tiempo con aquello que no lo vale.

Esta novela bien nos puede servir como una lección a aprender ante una realidad, la nuestra, cada día más vocinglera y tecnificada, donde se habla de todo sin saber de nada y donde lo que entendemos por cultura es la mayoría de las veces un cascarón vacío.

Sin estar, creo, al nivel de otras novelas que he leído del maestro castellano como Los santos inocentes o Señora de rojo sobre fondo gris, es una novela muy notable, escrita en 1979, que nos sitúa en un momento crucial en la historia reciente de España, y nos permite reflexionar, entre otros muchos temas, sobre las raíces y consecuencias del despoblamiento rural (a Cayo le podría suceder el Andrés de La lluvia amarilla y a éste la demotanasia de la que nos habla Cerdá, en Los últimos. Voces de la Laponia española), sobre si hay alguna necesidad de ser gobernados por políticos incompetentes y sobre qué debemos entender por cultura o el papel que juega la experiencia en nuestra vida interior y social.

Intento de escapada (Miguel Ángel Hernández 2013)

Miguel Ángel Hernández Intento de escapada portada libro Anagrama marzo 2013 Jacobo montes
Editorial: Anagrama
Año de publicación: marzo 2013
Autor: Miguel Ángel Hernandez (Murcia 1977)
Páginas: 237

Miguel Ángel Hernández (Murcia 1977) había publicado hasta la fecha libros de relatos, microrrelatos, ensayos y crítica de arte. Intento de escapada es su primera novela. Se la publica Anagrama. Acaba de salir al mercado el mes de marzo.

Al final del libro el autor nos explicará por qué en esta ocasión optó por escribir una novela en lugar de un ensayo. Por qué usar un personaje a quien, cual ventrilocuo, hacer hablar, poner en su boca, las ideas que uno tiene sobre el arte, tema que controla, dado que Miguel es profesor de Historia de Arte y ha reflexionado y escrito mucho sobre el tema en sus ensayos y artículos, a pesar de su edad.

El protagonista es Marcos un joven de 21 años que viste de negro, alto, fondón y prealopécico, de esos que leen las revistas con las dos manos sobre la mesa. Se entiende, porque en lugar de porno, Marcos consume revistas y libros de arte. Marcos que es un crack en lo suyo, en sus estudios de Bellas Artes, tiene la gran suerte, a través de una de sus profesoras, Helena, la típica profe que está buena (o que directamnte te pone) a más no poder y con la cual uno se dejaría los cuernos que no ha puesto, tan solo por oír de su boca (de ese pozo de miel) una palabra de reconocimiento, de ponerse en contacto con un artista total. Si bien lo que Marcos anhela, como el resto, más que reconocimiento será darle a su profesora un buen repaso, de la pe a la pa, un reconocimiento a fondo, exhaustivo. Esas ITVs que te dejan exhausto con la mirada perdida y la lengua colgando.

Helena le propone a Marcos trabajar junto a Jacobo Montes, un artista que tiene un peculiar visión del arte (transgresor, escatológico..), que no deja nunca indiferente con sus trabajos al límite, quien va a organizar una perfomance en la ciudad y que contará con Marcos para que éste le haga el trabajo de campo, la recogida de información: esa materia prima sobre la que luego Jacobo pergeñará su obra de arte.

Lo interesante del asunto, es que si las palabras que leemos fueran las del autor, a sus 35 años, brillaría quizá demasiado el desencanto, la pantomina que es el arte, pasto y forraje para el comadreo y el mamoneo, para la recomendación de artistas, que nada tienen de tales, allá donde el marketing es el brazo armado del arte como producto de consumo y donde las grandes firmas recurren a artistas globales para hacer aún más globales sus empresas.

Miguel y esto me parece el gran acierto de esta novela (junto a la sutil evolución que experimenta Marcos) recurre a Marcos, quien a sus 21 añitos todavía está tierno y es moldeable y virgen. Y así todas esas ideas abstractas que el joven estudiante tiene en la cabeza y sobre las que uno podría estar una vida y dos, dándole vueltas, al final deben tomar tierra, coger forma y volumen y hete ahí que las ideas, ya no sobre el papel, sino potencia convertida en acto, apestan, huelen, contaminan, hieren o reconfortan, como afecta y trasciende cualquier acción humana que se ejecuta, para bien o para mal.

Será entonces cuando Marcos advierta la sima bajo sus pies, porque debe entonces posicionarse, tomar decisiones, coger el toro por los cuernos o a Helena por los pelos, o mirar para otro lado, dejarse la voz gritando u optar por la callada, luchar por una idea o dejarse arrollar por ella. En definitiva, meterse en harina y llenarse de mierda: ser juez y parte de las acciones de Montes, quien siempre en el filo, se servirá de cualquier cosa que tenga a mano, inmigrantes sin papeles como Omar también, para llevar a cabo sus performances, su concepto del arte llevado al extremo, con el que remover cuerpos y mentes, en ese momento en el que lo estético deja de ser ético para devenir otra cosa.

El libro de Miguel me ha gustado por cuanto invita a la reflexión y uno se formula unas cuantas preguntas al leer su novela (el papel del arte, sí lo estético debe ser ético, si un artista puede ser un hijo de puta sin dejar de ser artista, si el arte debe siempre ser ético o incluso legal, cúal es el valor de una vida, si todo tiene un precio, si la dignidad humana es algo intrínseco o es un atributo más que viene conformado o impuesto desde fuera, etc).

Al final, a mí me sucede con el arte (moderno), lo mismo que con la religión, que me parece una broma mayúscula, donde alguien te puede escribir 1.300 páginas acerca de lo que representa un lienzo en blanco y habrá un coro de palmeros y otro de asentidores, alabando y defendiendo como suyas las palabras del Autor de la Obra.

Los andantes (Federico Guzmán Rubio 2010)

Los andantes Federico Guzmán Rubio portada libro relatos Lengua de trapoDespués de leer Será mañana de Federico Guzmán Rubio tenía ganas de leer más cosas suyas. Como de momento no ha publicado más novelas, recurrí al otro libro que ha publicado hasta el momento aquí en España (porque tengo entendido que en México sí que publicó libros infantiles), titulado Los andantes. Un libro de relatos premiado por Caja Madrid(¿entienden los bancos de literatura? No. Pero los jurados se supone que sí, y este lo formaban Gustavo Martín Garzo, Félix Romeo y Lola Beccaria, y estos sí que entienden).

Creo que no he comentado aquí y hasta la fecha ningún libro de relatos, más que nada porque no los leo, no por que dé por bueno razonamientos que hacen ciertos escritores (Rafael Reig por ejemplo) a la hora de decantarse por la novela en detrimento del relato o cuento.

En un libro de relatos estos pueden tener alguna clase de relación o ser totalmente independientes o conformarse como unos cuentos hilvanados o una novela disgregada si atenemos en lo que aparece en la contraportada de libro.

Aquí, los protagonistas son hombres que viajan por el mundo, ubicados en diferentes países de distintos continentes y de quienes conoceremos sus devaneos amorosos. Para ello emplea el autor mucho sentido del humor, siendo la temática de los relatos variopinta. El libro está estructurado en cuatro partes, y cada una de ellas cuenta a su vez de otros tantos cuentos. 15 relatos en total.

Lo bueno de un relato es que si está bien escrito te metes de lleno en la historia casi al tiempo que la acabas, dejándote sorprender por la capacidad inventiva y el repertorio de recursos narrativos de los que hace buen uso Federico Guzmán. Si el relato no vale la pena, lo ventajoso es que habrás pérdido unos pocos minutos en su lectura, como me ha sucedido con su relato Para eso están los amigos o mejor, con la Cuarta Parte del libro que es la que me ha resultado más floja.

La tercera parte de libro (con los relatos Los días iguales, Los días ajenos y Los días distantes) que transcurre en Lyon es mi favorita, con relatos hilarantes y procaces, donde el sexo está presente de una forma muy original y canalla, donde la mujer es la protagonista.

La imagen que nos transmite el autor de la ciudad de Bruselas es demoledora por lo que tiene de real. Una ciudad de calles cansadas, donde todo es tan perfecto que aburre y deprime.

Otro momentazo del libro es el encuentro con el árbitro que pitó el partido en el que Maradona metió aquellos dos goles a Inglatera que le confirieron, si no lo era ya, el estatus de Dios. Sí, Diegoooooooooooollllllllllllllllll Armando Maradona.

El libro a su vez aborda otros cuantos temas, no menores, e igual de sugerentes y atractivos, como el ansia de viajar y de andar de aquí para allá a cualquier precio en una huida permamente de los otros y de uno mismo, el extrañamiento que se sufre en un país ajeno, las pantominas a realizar para ser aceptado cuando eres inmigrante, las locuras y reorientaciones sexuales necesarias a realizar para retener a la amada, etc.

Un libro, en definitiva, con sus luces y sombras con el que, no obstante, he disfrutado bastante.

Será mañana (Federico Guzmán Rubio 2012)

Será mañana Federico Guzmán Rubio portada libro Lengua de Trapo

La primera novela de Federico Guzmán Rubio (1977) es deslumbrante (antes había publicado el libro de relatos, Los andantes) Una novela que no quieres que se acabe, porque leer se convierte en un acto gozoso, donde sus 333 páginas, que ya son, me han sabido a poco.

La historia es singular y original. Barrunte es un ser centenario, dotado con el don de la inmortalidad, al menos hasta el momento presente. Ahora ve como su cuerpo pierde fuerza y le aqueja la decrepitud: una luz azul que va creciendo alrededor de su osamenta a medida que la Parca lo ronda con mayor intensidad.

Hasta este momento, allá donde había un movimiento revolucionario, allí estaba Barrunte, siguiendo los ideales de justicia, libertad e igualdad. Lo tiroteaban, amputaban, troceaban, quemaban y él juntaba sus pedazos y volvía a la carga, al camino, a la lucha.

Como si de un Quijote moderno se tratara, allá va Barrunte desfaciendo agravios, enderezando entuertos, luchando contra molinos de viento, convertidos ahora en emporios bancarios, corporaciones multinacionales, parlamentos nacionales, contra los que golpearse una y otra vez, porque hay mucho trabajo por hacer, no ya en algún lugar de La Mancha sino más alla, a lo largo y ancho de todo el planeta (cosas de la globalización), dado que Barrunte como el Equipo A estará allá donde se le necesite, donde la voz de los que sufren se vea ahogada, pisoteada bajo unas botas militares o imperialistas, en los cinco continentes, en todos los países donde un grupo revolucionario, dispuesto al sacrificio, quiera transformar la realidad y lograr lo mejor para el pueblo.

Barrunte, en su recta final recala en Madrid. Esto le permite al autor del libro situar parte de la historia en esta ciudad, haciendo así su novela más próxima al lector español. Barrunte se pateará la capital, recorrera un buen número de fogones y cantina por la zona de Huertas y Lavapiés pero a mí lo que más me gustado, con creces, es cuando Barrunte escribe algo parecido a una autobiografía, o mejor, esa colección de imágenes y sonidos donde pone por escrito como fue concebido Barrunte, como fue amamantado, mimado por la tribu sabedor de dus dones, quien fue su indómita madre mexicana soldadera y su padre anarquista, ruso y pelirrojo y darnos cuenta de todas sus andanzas y batallas, la mayoría descacharrantes como La espada de Bolivar o la puesta en marcha de esa periódico revolucionario que se venderá como rosquillas, no tanto por su contenido ideológico, si no por las mujeres en cueros que allá aparecen.

El autor se sirve de la ironía, de un humor descacharrante, para tomar distancia sobre el asunto y hacer autocrítica, dado que la Historia ha demostrado que buena parte de esos Libertadores y Revolucionarios con los que luchó codo a codo se convertirían cuando lograron el poder en un vivo reflejo de todo aquello que criticaban en la oposición, o bien serían domesticados en la docencia con plazas titulares en las Universidades, en las ONGs, con cargos políticos, como asesores. Una vez templaron sus estómagos luego lo hizo su furia.

Barrunte echa balones fuera y como no nos sería fácil a nosotros lectores congraciarnos con un asesino de manos sangrientas y aliento a pólvora, se nos presenta a sí mismo como alguien incapaz de matar inocentes, alguien que nunca cometió daños colaterales, que sólo la pagaba quien la hacía, que quienes con él trabajaban asumían el riesgo de sus acciones.
Todos morimos, pero sólo unos pocos lo hacen por lo demás. Barrunte es uno de ellos. Además no muere una vez sino cien veces y lo hace convencido de ello, sin cejar en su empeño.

La novela de Federico Guzmán, Será mañana, es un libro divertido, emocionante, hilarante, inteligente, proteico, inventivo, singular, vibrante, crítico, mordaz, contundente, reflexivo, consistente, expansivo, universal y un sinfín más de adjetivos que se reducen a uno sólo: deslumbrante.

La literatura que tiene que venir será como Será mañana, o no será.