Archivo del Autor: Francisco H. González

André Kertesz

Sumun 2018

Entre los libros publicados y reeditados en el 2018 (de años anteriores hay muchos estupendos como Grita, El amor es más frío que la muerte, Invierno, La mucama de Omicunlé, La saga fuga de J. B., Un tiempo para callar, El mago, Iluminaciones, El Horla, Vidas escritas, Las retrasadas, Una comedia ligera, Huracán en Jamaica, El pie de la letra…), aquellos cuya lectura más he disfrutado y que van a engrosar el Sumun 2018, de estos Devaneos librescos míos, son estos:

www.devaneos.com Sumun 2018
sumun3

1-Escarcha (Ernesto Pérez Zuñiga)
2-Ordesa (Manuel Vilas)
3-Lectura fácil (Cristina Morales)
4-Biblioteca bizarra (Eduardo Halfon)
5-La paciencia de los árboles (María Sotomayor)
6-Memorias. Mi vida con Marina (Anastasía Tsvietáieva)
7-El silencio y los crujidos. Tríptico de la soledad (Jon Bilbao)
8-Llega el rey cuando quiere (Pierre Michon)
9-Maupassant y el otro (Alberto Savinio)
10-El reino (Gonçalo M. Tavares)
11-Impón tu suerte (Enrique Vila-Matas)
12-Predicciones catastróficas (José María Pérez Álvárez)
13-Permafrost (Eva Baltasar)

Felices fiestas y mejores lecturas.

seneca

Cartas a Lucilio (Séneca)

Decía Thoreau que un hombre solo recibe lo que está preparado para recibir, ya sea física, intelectual o moralmente, que escuchamos y asimilamos sólo lo que ya sabemos a medias. Si hay algo que no nos afecta, que está fuera de nuestra perspectiva, que por experiencia o ingenio no atrae mi atención, por muy destacable que sea, cuando se pronuncia no lo oímos, cuando se escribe no lo leemos, o si lo hacemos no nos retiene.

Bajo estos presupuestos, si estamos preparados para recibir, si somos terreno a abonar, las 124 cartas de Séneca a Lucilio (a lo largo y ancho de sus 621 páginas), no caerán en saco roto y su lectura nos será fructuosa.

En cuanto a la relación entre Séneca y Epicuro, y las corrientes estoicas y epicúreas, tal como explica Carlos García Gual en su libro sobre Epicuro, leemos: es muy diverso es el uso que Séneca hace de las citas de Epicuro, frecuentísimas en sus obras, especialmente en las Cartas a Lucilio. Es muy curiosa esta rehabilitación de la moral epicúrea en un pensador inscrito en las filas de la Estoa. Séneca habla con gran elogio de las máximas epicúreas y selecciona y traduce con gran acierto algunas muy bellas. Sin embargo, su aprecio es limitado. Ignora la Física y la concepción más general de la Naturaleza propia del sistema (materialismo, atomismo, hedonismo sensualista) mientras escoge las sentencias morales que más le sirven para su ética, que subraya siempre la independencia del individuo, la busca personal de la felicidad en un marco social hostil, el papel salvador de la dedicación a la filosofía, la importancia de la moderación, la amistad, etc

Como nos hace saber el traductor de estas cartas, Francisco Socas, en la introducción, solo dos epistolarios se pueden comparar con el de Séneca, el de Cicerón y el de Plinio el Joven. Cartas que según Artemón vienen a ser como la otra parte de un diálogo. La carta, junto con el diario, es el género autorial por excelencia, donde la presencia del escritor es absoluta, dice Socas. Cartas con las que Séneca puede dar caza a algún despistado que jamás iba a acercarse a un libro de filosofía que se proclamara como tal desde título (algo que hoy sigue siendo igualmente válido). Cartas a las que Socas califica como bálsamos verbales para las heridas de alma que siguen surtiendo efecto. Cartas que Montaigne reconoce que fueron el modelo de sus ensayos. Séneca fue un autor defendido y encarecido por escritores como Gracián o Quevedo.

Muchas de las cartas tienen como objeto principal la muerte. Resulta tragicómica la manera en la que Séneca decide irse, suicidándose, para lo cual cuando Nerón manda a su hombres para entregarle la orden de morir, decide cortarse las venas de los brazos. Dado que su cuerpo reseco dejaba salir poca sangre, decide cortarse también las venas de las piernas. Manda a otra habitación a su mujer, la cual también se había cortado las venas, para secundarlo en ese trance, y decide tomarse un veneno para acelerar la muerte, que tampoco suerte efecto, así que acaba Séneca entrando en un baño de agua caliente y ahí sí su muerte llega, finalmente. El cuerpo de Séneca se quemó a escondidas y sin la menor ceremonia de entierro, como correspondía a un proscrito.

Como la lectura la he llevado a cabo lapicero en ristre, reproduzco aquí unas cuantos consejos, sentencias y máximas que han sido de mi interés. Disculpen la extensión de las mismas. Algunas son en cierta medida reiteraciones, pues las cartas tratan a veces el mismo tema, donde Séneca se afana en dejar bien claro algunas ideas capitales que tienen que ver con la vida y la muerte, la gestión que hacemos de nuestro tiempo, nuestros afanes, y nuestra relación siempre tensa con los temores, los placeres, los vicios, las esperanzas, las riquezas y la pobreza.

Gran parte de la vida se nos escapa obrando mal, la mayor parte sin hacer nada, la vida entera haciendo otra cosa. Abraza todas las horas, sucederá así que dependerás menos del mañana, si te posesionas del día de hoy. Ninguno cree que deba nada si recibe tiempo, que es lo único que ni el agradecido siquiera pueda devolver. Prueba de una mente equilibrada es en mi opinión ser capaz de pararse y quedarse consigo mismo.

Sigue leyendo

Escenarios

A diferencia del pasado siglo, esa conciencia (colectiva) está hoy en Internet, no se crea desde la cátedra o la buhardilla, sino desde grandes corporaciones que, con el uso masivo del big data, dominan la economía financiera y formatean a sus consumidores mediante métodos adictivos e invasivos. Los sueños de la religión o de la revolución están ahora en manos de ingenieros computacionales.

Juan Arnau (El sueño del emperador) vía Babelia (29/12/2018)

Castoriadis: El postcapitalismo ha logrado fabricar al individuo que le ‘corresponde’, uno perpetuamente distraído y pasando rápidamente de un goce a otro, sin memoria ni proyecto, listo para responder a todos los requerimientos de una maquinaria económica que destruye la biosfera y se concentra en la producción de ilusiones denominadas mercancías.

1540-1

Luz de tormenta (Ángel Zapata)

All that we see or seem/ Is but a dream within a dream

Poe

Luz de tormenta de Ángel Zapata (Madrid, 1961) aglutina 61 rayos o fogonazos, distribuidos en cinco grupos de once y un epílogo con seis entradas. Cierra el libro un buen número de dedicatorias. Se escribe para ser leído y también (se ve) para ser agradecido. Textos que caen del lado del microrrelato pues ninguno supera las 20 líneas.

Dado que Zapata en su escritura es surrealista pensaba que estos parágrafos vendrían marcados por una prosa automática. No me he visto en ese trance. Nada que ver. El texto se nota que viene escurrido, de-cantado (bajo la forma de un réquiem, de una voz ultratómbica, de un noser (azul) salmódico) hasta que solo queda el carozo, aunque de hueso los textos tienen poco y me adscribo, dicho sea de paso, al deseo del cuento Puerta cerrada (“Habría que acabar con la dureza…”), a un porvenir emoliente.

Aquí se deja la conciencia en la sala de espera (o del desespero; eso ya va a cuenta del lector) para amasar con palabras nuestro inconsciente, que me evocan a muchas páginas de Cărtărescu en novelas como Solenoide o El ala izquierda, por su naturaleza onírica, en ese desplegar tiras de Moebius donde se licuan realidad y ficción, sueño y vigilia, haz y envés, pasado, presente y futuro; pasado del que vienen los asfódelos del Hades, el Dédalo capaz de poner en movimiento a la Verdad con plata líquida, Oscar Wilde con su sueño de convertir las mezquitas en tulipanes, Durruti disparando a las piernas de la parábola de los vendimiadores; la etimología que nos entere de que tulipán y turbante tienen la misma raíz (y su mismo designio estético).

Hasta tres veces he leído los textos, no para entenderlos mejor, sino para disfrutarlos en mayor medida. No van los tiros -o no es su diana principal- por el lado del significado, aunque sí es un desafío (y por tanto un juego) casar la mordedura del texto con el corazón dentado de cada uno de los 61 títulos. O quizás sí van por ahí los tiros y desconcertado («No es raro que la tiza caída al pie de las pizarras sea la causa del invierno«) y acertado yo desde el minuto cero, esto se escriba desde una herida emancipada y sin cuerpo.