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Sueños de trenes

Sueños de trenes (Denis Johnson 2015)

Denis Johnson
2015
Mondadori
137 páginas

Mi primera aproximación al mundo de Denis Johnson ha consistido en leerme esta novela suya recién publicada titulada Sueños de trenes, en inglés Train Dreams. A novella.

Sueños de trenes son apenas 137 páginas que uno despacha en poco más de dos horas. Una lectura que me ha entretenido.

El protagonista absoluto de la historia es Robert Grainier, casado y con una hija pequeña, que se gana la vida construyendo puentes de madera que serán atravesados por trenes, mientras concluye la I Guerra Mundial. Si avanzo algo más del argumento, el libro lo destripo y no me place, así que paro aquí.

He leído que Denis era heredero de Bukowski. Cierto, ambos comparten una «e» en el nombre. Nada más.

La prosa de Denis Johnson es limpia, pulida, natural. Nos detalla con esmero los paisajes boscosos, el vientre de las nubes, el ulular de las aves, su lujuria desatada (la de Grainier), los acontecimientos funestos que se ceban con nuestro protagonista, su quehacer diario, las bondades de una vida sencilla.

No falta el toque de humor absurdo como la conversación que Robert mantendrá con un señor al que un perro le ha disparado. Ni tampoco quedan de lado las cuestiones morales, aquellas que tienen que ver con la conducta, con la dignidad, como el hecho de dejarse el jornal por el tunel de las piernas de alguna bacante o de mamarse a diario, porque Robert en ese sentido es un ermitaño sobrio, casto y de una pureza radiante (y espero que contagiosa). O los remordimientos que le acosan una otra vez, como cuando Robert y cuatro descerebrados como él estuvieron a punto de tirar un Chino puente abajo por una tontería.

Ademas, el protagonista tiene una vida dilatada, que le permitirá ir desmigando el pan nuestro de cada día durante ocho décadas. Tiempo más que de sobra para acabar descoyuntado de tanto talar árboles, en el manejo de la hacha. Y contarnos un montón de anécdotas divertidas unas y tétricas otras como la que tiene que ver con William Coswell Haley.

En fin, que creo que seguiré leyendo algo más de Denis. No sé si será Hijo de Jesús o Árbol de humo. Ya os contaré.

La constelación del perro

La constelación del Perro (Peter Heller 2014)

Peter Heller
2014
320 páginas
Blackie Books

La constelación del perro no es ni de lejos una novela galáctica. Vaya por delante esta jerga futbolera a la par que cósmica para decir que este libro volará todo lo alto que pueda o le dejen, pero casi desde el principio sigue una trayectoria descendente, hasta entrar en barrena, para el lector, equivalente de hastío y sopor. Y todo esto sucede antes de que acometa el Libro Segundo, de los tres que lo integran.
A pesar de lo anterior, les cuento.

El mundo ha sufrido una pandemia y muchos han muerto. Un 99% más o menos. Quedan algunos sobrevivientes como el trío formado por Hig, Bangley y el perro Jasper. Los tres viven en una comunidad excluyente que no admite más miembros y donde las nuevas solicitudes se resuelven a tiro limpio.

Hig es un blando, esto es, alguien que a pesar de ver como todo lo que amaba se ha desmoronado (ha perdido a su mujer), quiere seguir peleando por no perder su dignidad humana ante ese vacío que lo carcome. No siempre lo consigue (lo de ser humano), porque si hay que defender unas cajas de coca cola (quien dice coca cola dice Pepsi o Sprite) no le temblará el pulso al llevarse por delante a quién sea menester, sin importar raza, sexo, ideología, ni edad.

Como contrapunto a Hig está Bangley, experto en armas, huraño, arisco, inasible, silencioso. Este Bangley es algo parecido al Miller de Butcher´s Crossing de John Williams (lean ese libro, ese sí vale la pena), un fulano que como el buen ajedrecista se ofrece como un estratega portentoso que sabe anticipar los movimientos de sus enemigos con antelación, lo cual les permite, de momento, a este peculiar trío (admitimos perro como..) vivir relativamente tranquilos.

Otro personaje clave en la narración es el avión que pilota Hig, al que llama la Bestia. A bordo de ella, Hig reconoce el perímetro, visualiza posibles avances enemigos y se traslada a poblaciones cercanas donde puede acarrear con los enseres que necesitan y/o echar un cable a otros que no alcanzan el estatus de enemigos. Sigue leyendo

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Jota Erre (William Gaddis)

William Gaddis
1130 páginas
2013
Editorial Sexto Piso
Traducción: Mariano Peyrou

Acabé el año leyendo la hilarante novela La historia de mis dientes de Valeria Luiselli y comienzo este 2015 nada menos que con Jota Erre de William Gaddis.

Lo bueno, es un decir, de haber leído/padecido La broma infinita (que afortunadamente es finita), es que tras haber leído esa novela de David Foster Wallace todo lo que viene después tienes ya con qué compararlo (y no me refiero a El canon occidental, que más bien parece La Piedra Rosetta, por sus hechuras monolíticas). Así que gracias a DFW, tras haber pasado por su culpa todos los anillos del purgatorio, le ha perdido el miedo a todos los escritores, a Gaddis también.

!Que viene el lobo! oirán a menudo cuando ronde cerca Gaddis. No es para tanto, Jota Erre es el hermano mayor de Gótico carpintero, que me resultó más duro de leer que este, y que resulta igual de caótica y fragmentaria que Jota Erre.

Gaddis da casi tanto miedo al lector como el Duque de Alba horripila a los niños belgas y holandeses. Pues no, no hay que tener miedo a Gaddis, ni a ningún otro escritor (o sí, que el miedo es libre). Si Gaddis os parece críptico o hermético o duro de leer os animo a leer La niebla tres veces de Menchu Gutiérrez y sabréis más de códigos a descifrar que el difunto Alan Turing (el cual como he leído en un artículo en la red corría no porque fuera gay y necesitase huir de sí mismo, sino porque era un buen atleta que de hecho corrió unos cuantos maratones).

Me estoy yendo.

Después de leer la Broma infinita, decía, Jota Erre es un juego de niños, como el que se trae entre manos el niño de 11 años que da título a la novela, un mocete muy espabilado que conoce al dedillo los pormenores de ese capitalismo salvaje que trabaja 24 horas al día, 365 días al año (366 los bisiestos) para hacer rendir el capital y obligarnos a consumir toda nuestra vida consumiendo.

El argumento de la novela no es lo que más me interesa de la novela y seguro que en destripandolibros.com muchospoiler.net, loquelareseñaenseña.ninfo, resumenespepito.wf y/o similares podrán conseguir un buen resumen del libro, porque aquí del argumento no pienso decir apenas nada, entre otras cosas porque a medida que leo olvido, a mi pesar.

Os dejo una paginilla que me ha gustado.

Jota erre

El argumento no es gran cosa, o no es lo más importante, o meritorio, porque son un puñadito de historias que se entrecruzan en algún momento, donde parece que no pasa nada especialmente relevante, porque efectivamente «La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado en otros planes«, pero la habilidad de Gaddis pasa por elevar este monumento de 1.130 páginas y que éste no se venga abajo por su propio peso, que este elefante literario no sea abatido por las lanzas del aburrimiento, de la pereza, que sea sacrificado en el altar con otros tantos libros que sí son infumables.
El de Gaddis debiera ser ignífugo y librarse de la quema
. Y basta ya de lirismo.

El que llegue a Jota Erre sin saber qué se va a encontrar es muy posible que a la página 25 lo abandone, y quizás tiene suerte y le devuelven el dinero en la librería, si lo ha comprado y no es un pirata informático. Otros aguantarán algo más, pero al final desistirán.

Otros yonkis de la literatura como un servidor, un lector avezado, curtido en mil frentes de batallas, seguirá agarrado hasta la bandera o subido a un puto tanque (tengo todavía muy fresca Corazones de acero, que no, que no es un programa de Igartiburu) hasta que no quede allí ni Dios. Sólo Jota Erre y yo.

Posible Jota Erre

Jota Erre ya sabemos qué libros lee, ¿verdad?

Iba avisado. Había leído durante una noche de desvelo en ese cirio virtual que es la Medicina el panegírico sobre Jota Erre y Gaddis presentaba ya para mí una aureola casi Dionisiaca, sería Gaddis alguien a quien habría que leer con cara de circunstancias como cuando te dan una hostia en misa y haces acto de contrición, comulgando con lo que te echen.

Así que me lo tomé con calma, y perjuro que me preparé a fondo, me fui una semana al gimnasio aprovechando que al ser fin de año no había que pagar matrícula, fortalecí mis biceps, mis pantorrillas y lo más importante, mis abdominales cristianoronaldianas (al tiempo que gritaba, con la cabeza debajo de la almohada para no asustar al vecindario con mis baladros y balonazos de oro) y posé el libro sobre las mismas y me encomendé al Altísimo.

A pesar de haber hecho el año pasado media docena de cursos de lectura rápida por el INEM, el libro me ha costado casi dos semanas acabarlo.

Y he sobrevivido, esta es la prueba (!que sí, que no tengo a un negro, escribiéndome las reseñas!).

El ruido y la furia de Faulkner lo dejé a la mitad. Con Jota Erre creía que me pasaría lo mismo, pero no, porque el comienzo diré que no me resultó especialmente alentador. El libro de Gaddis son todo (o casi todo) diálogos, gente que no para de hablar (de hablar, no de comunicarse), mientras les interrumpen constantemente, ya sea en persona o por teléfono, así que las conversaciones se entrecortan, las frases no se acaban, los diálogos son fragmentos, jirones, partes de un todo, que luego en parte se van recomponiendo. Pero a partir de la 400 página lo que leía cobraba vida, los personajes cogían cuerpo, me era imposible no pasar a formar parte del mundo que creaba Gaddis, un mundo por el que veremos pasar más de 100 personajes, todos enfrascados en sus conversaciones, las cuales nos pueden parecer cháchara intrascendente pero no.
Gaddis va soltando de comienzo a fin pullitas todo el tiempo, ya sea criticando el capitalismo salvaje (con toda esa jerga de las hipotecas, los bonos, las exenciones y desgravaciones fiscales, las participaciones empresariales), la política exterior de su país (donde los americanos tumbarían o apoyarían gobiernos en países que no sabrían ubicar sobre un mapa en función de sus intereses económicos), la banalidad de la cultura (donde los jefazos contratan músicos sin importarles una mierda la música, entenida ésta como algo bonito que suena, algo a contraponer ese ruido de fondo), la fe ciega en un ideal que es un espejismo (Jota Erre sólo sueña con ser millonario, en ganar dinero y no entiende nada cuando le hablan de nubes, de amaneceres, de cosas que el no puede convertir en dinero), el ansia de riquezas efímeras. Algunos personajes del libro libran una guerra perdida contra sus sueños que siempre les llevan varios cuerpos de ventaja. No faltan los momentos eróticos como los mantenidos entre Jack y Amy y otros episodios descacharrantes que tienen lugar en un centro educativo donde los jóvenes además de aprender se entregarán a toda clase de vicios, páginas en las que Gaddis eleva el tono de la sátira a cuenta de los aprendizajes significativos y demás elementos pedagógicos hasta cimas insuperables.

Y lo más importante, la pregunta del millón. ¿Es el libro de Gaddis un libro transformador?.

La respuesta es sí.

Hoy, frente al espejo me he visto mmm, eh, sí, co, es como sí, como más alto, sí más eh mmm, guapo, más fue.., sí, ¿quién?, no, no es aquí, qué, es la del sexto piso, sí, sexto derecho, eh, sí creo, que, sí, ¿Crucifixión?, sí, Cruci, sí la de sexto, ¿cómo?, fixión, sí, eh, sí, no, no, que, eh, que sé yo, si tiene perro, adi ….sí más fuerte e incluso tengo cuatro pelos más donde la coronilla pierde su nombre, además mi cerebro se ha dilatado un par de milímetros perimetrales y parpadeo ahora cada vez como si fuera la última (menudencias que no revisten gravedad o eso me quiero hacer creer).

Y en lo espiritual desde que he acabado el libro me he quitado un peso de encima, la verdad, pero cuando cierro los ojos y oigo hablar a un político, oigo voces, lo que he leído por ahí que se conoce como el trauma «Polifonía Gaddisiana» así que en justicia, solo puedo darle las gracias a Gaddis por haberme hecho ¿perder? dos semanas de su tiempo con su obra.

Bromas aparte, Jota Erre es una obra monumental, tan excesiva como subyugante. Hablar de Obra maestra igual es excesivo, y al final lo verdaderamente importante es el resultado. Pues bien, esta lectura ha valido mucho la pena, me lo he pasado en grande y quizás sea que tengo el Síndrome de Estocolmo porque ya echo de menos a Gaddis. No sé que libros vendrán después pero igualar esta cima narrativa será complicado.

Después de Jota Erre (a fin de erradiciar el síndrome antes referido) vienen (ya estoy en ello) Los Reconocimientos, porque una cosa es consecuencia de la otra. Y hablando de reconocimientos, alabar la espléndida traducción de Mariano Peyrou.

www.devaneos.com

Butcher´s Crossing (John Williams 2013)

John Williams
Editorial Lumen
2013 (publicado en 1960)
358 páginas

Bear Grylls se nos mostraba en la televisión como El último superviviente. Casi 60 años antes, Miller, uno de los protagonistas de esta intensa y muy recomendable novela, sería algo como El penúltimo superviviente.

Si el anterior y magnífico libro que leí de John Williams, Stoner, se ambientaba en el mundillo universitario (para luego disertar sobre la condición humana en todas sus vertientes), Butcher´s Crossing se centra en la naturaleza más salvaje, más desnuda.

El protagonista es Will Andrews, que allá por los años 70 del siglo XIX deja la Universidad tras licenciarse en Harvard, para vivir experiencias más intensas que las que le deparan los libros. Decide entonces irse al Oeste y conectar con su yo interior.

Tranquilos, no es este un libro de autoayuda, de esos que tratan de cambiar el mundo, como los de Andrés Pascual (nuestro escritor riojano más universal).

Will recala en Butcher´s Crossing típico poblado de un western donde hay cuatro casas, un salón-abrevadero, algún curtidor, un sastre, unas cuantas rameras, y muchos tipos sucios y mal afeitados que pasan la tarde templando el gaznate a base de alcohol y cazando.

Will cual etnógrafo quiere conocer los usos de la zona y se topa con con Miller, un cazador curtido en mil batallas que le cuenta un cuento mágico. Miller sabe de un lugar donde hay miles de bisontes, un lugar al que sólo él conoce como arribar. Un paraje que nunca ha sido hollado por el hombre.

A Will hacerse rico le da lo mismo, pues está más ávido de experiencias que de billetes, pero lo que le cuenta Miller le pone, así que decide correr con los gastos de la expedición. Al lado de Miller (el penúltimo superviviente), se situarán Schneider un alemán de profesión curtidor, que quiere hacerse con un capital y que es inaccesible como la cara norte del K2, y Charley Hoge, encargado del rancho, de montar el campamento: la intendencia en definitiva, agarrado a su Biblia y a la botella, con su único brazo bueno, pues el otro se lo amputó el frío.

Antes de dejar el pueblo, Will se queda prendado de Francine una bacante con la que no llega a acostarse pues sufre un arrebato de decencia al verla en cueros.

Una vez se ponen los cuatro en marcha, la novela deviene trepidante, un viaje apasionante, donde nuestros viajeros pasan de morir casi de sed, en busca de algún arroyo que les de la vida, a verse sepultados bajo la nieve entre montañas.

Gracias a Miller, un superviviente de tomo y lomo, para quien todo es fácil de resolver, quien nunca se pone nervioso, como si estar al límite de la existencia fuera su estado natural, el resto de los viajeros podrán salvar el pellejo porque por sí solos, no durarían allí solos, en la intemperie ni un par de días.

Miller y los suyos tienen un único objetivo: matar miles de bisontes, coger sus pieles, venderlas y hacerse ricos. ¿Lo conseguirán?. Vale la pena (mucho) leer el libro hasta el final para descubrirlo.

Si Stoner era muy introspectivo, aquí la mirada del narrador se posa más en el paisaje que rodea a sus personajes, en la naturaleza amenazante, que convierte al hombre en una marioneta a merced de la climatología adversa. Así, ya sea por la sed, el hambre, el calor o el frío, esta novela es una lucha del hombre contra los elementos, y en ocasiones contra los sentimientos, pues al contrario que Miller que ni sufre ni padece, Will sí se deja vencer por los afectos, la melancolía, la añoranza, y es capaz de salir de sí mismo para tratar de entender algo de lo que les está acaciendo en esa lección de vida.

Esta novela me ha gustado porque además de ofrecer unas páginas muy bien escritas, resulta una aventura adictiva, que transcurre a finales del siglo XIX, pero que resulta de lo más actual, pues esto de sobrevivir lo llevan haciendo los humanos incluso antes de ponerse erectos y pensar luego en mejorar sus condiciones de vida.

Si no sabéis qué libro llevaros estas vacaciones a la playa, a la montaña, al pueblo, al ambulatorio o a la cola del INEM, Butcher´s Crossing es el libro perfecto. Una lectura refrescante y vívida, como pocas.