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La constelación del perro

La constelación del Perro (Peter Heller 2014)

Peter Heller
2014
320 páginas
Blackie Books

La constelación del perro no es ni de lejos una novela galáctica. Vaya por delante esta jerga futbolera a la par que cósmica para decir que este libro volará todo lo alto que pueda o le dejen, pero casi desde el principio sigue una trayectoria descendente, hasta entrar en barrena, para el lector, equivalente de hastío y sopor. Y todo esto sucede antes de que acometa el Libro Segundo, de los tres que lo integran.
A pesar de lo anterior, les cuento.

El mundo ha sufrido una pandemia y muchos han muerto. Un 99% más o menos. Quedan algunos sobrevivientes como el trío formado por Hig, Bangley y el perro Jasper. Los tres viven en una comunidad excluyente que no admite más miembros y donde las nuevas solicitudes se resuelven a tiro limpio.

Hig es un blando, esto es, alguien que a pesar de ver como todo lo que amaba se ha desmoronado (ha perdido a su mujer), quiere seguir peleando por no perder su dignidad humana ante ese vacío que lo carcome. No siempre lo consigue (lo de ser humano), porque si hay que defender unas cajas de coca cola (quien dice coca cola dice Pepsi o Sprite) no le temblará el pulso al llevarse por delante a quién sea menester, sin importar raza, sexo, ideología, ni edad.

Como contrapunto a Hig está Bangley, experto en armas, huraño, arisco, inasible, silencioso. Este Bangley es algo parecido al Miller de Butcher´s Crossing de John Williams (lean ese libro, ese sí vale la pena), un fulano que como el buen ajedrecista se ofrece como un estratega portentoso que sabe anticipar los movimientos de sus enemigos con antelación, lo cual les permite, de momento, a este peculiar trío (admitimos perro como..) vivir relativamente tranquilos.

Otro personaje clave en la narración es el avión que pilota Hig, al que llama la Bestia. A bordo de ella, Hig reconoce el perímetro, visualiza posibles avances enemigos y se traslada a poblaciones cercanas donde puede acarrear con los enseres que necesitan y/o echar un cable a otros que no alcanzan el estatus de enemigos. Sigue leyendo