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Cómo aprendí a leer

Cómo aprendí a leer (Agnès Desarthe 2014)

Agnès Desarthe
164 páginas
2014
Editorial Periférica

Agnès, la autora de esta novela, al final de la misma llegará a la conclusión de que ahora que es una reconocida escritora es cuando ha aprendido finalmente a leer, cuando solemos pensar que hemos de seguir el camino inverso: que cuando uno lo ha leído todo, entonces está capacitdado a explayarse sobre el folio en blanco.

Agnès, dotada entre otras muchas cosas de muy buena memoria, va ofreciendo una cronología lectora, dándonos a conocer sus lecturas desde que tenías apenas cinco años. Hay cuentos, lecturas escolares obligatorias y poco después las lecturas que le aconseja su padre.

Agnès, como el resto, debe encontrar su senda en esto de las letras, ir haciendo camino, tomando unas trochas y dejando otras, esto es, ir probando con unos autores y desechando otros, sin tener en muy en cuenta las opiniones de los otros.

De joven Agnès muestra cierta reticencia ante los grandes de las letras galas, como Flaubert, Balzac, Maupassant, Proust o se siente defraudada al leer a Madame Bovary y prefiere otro tipo de lecturas, de autores rusos, lo que explica que a los 15 años cuando arribe a Moscú allí se encuentre como en casa, incluso mejor, pues le tira más todo aquello que la exuberancia y placidez de los años 70 franceses. A los rusos hay que sumar las gozosas lecturas de Faulkner, Camus y en especial de Isaac Bashevis Singer.

Agnès tras estudiar con la élite francesa logrará encontrar su sitio como traductora, y las páginas dedicadas a este bello oficio (como las anécdotas sobre la traducción de las obras de Ozick) me han encantado. Si ante un hecho objetivo cien personas distintas lo describirían de un modo distinto, a la hora de traducir sucede algo parecido, donde cada traductor debe llevar a cabo una segunda reescritura, donde cada palabra traducida dará lugar a un texto distinto.

Para los que pensamos que la literatura es la alquimia de las emociones y queramos conocer algo mejor los resortes que mueven todo este proceso creador alrededor de la escritura y en especial de la lectura, esta novela de Agnès cumple con creces su cometido. Cada uno tenemos nuestras primerizas lecturas a cuestas, aquellas obligatorias y a la vez denostadas y las que nos pusieron en la senda y nos hacen hoy, décadas después, coger un libro con el pulso acelerado, con emoción, como un navegante camino del nuevo mundo.

Lo que escucha la lluvia

Lo que escucha la lluvia (Francisco Solano 2015)

Francisco Solano
Editorial Periférica
2015
115 páginas

Como lector, en esto de la lectura todo pasa por comulgar con el texto de distintas maneras: apasionamiento, seducción, interés, entrega, emoción, diversión, entusiasmo.

He puesto lo mejor de mí en la lectura de este libro, pero en esta comunión solo he recibido un par de hostias u obleazos en mi ánimo, con esta expiación que se trae entre manos Solano, con su barquito, tocado y hundido por el tedio, en la plasmación del trauma que supone perder a un padre, con tres años y luego dos décadas después a una madre, en unas páginas de dolor, de expiación, de desdoblamiento, de búsqueda, de vaciado sentimental e improbabilidad como definición existencial donde todo lo leído por obra y gracia de Solano me resulta muy ajeno, muy distante, demasiado frío, un ensayo demasiado racional e inerte, donde las palabras escritas y el ritmo de la narración son flujos paralelos.

No se debe escribir con el freno de mano echado, mirando todo el rato para atrás, ejerciendo una metaliteratura que no lleva a ninguna parte, como no sea arribar a las playas del puro aburrimiento, tras una singladura que tiene más de nadería mineral que de epopeya.

Dice Solano en una entrevista que el 80% de los libros publicados se olvidan a los diez minutos. Para mí este es uno de ellos, quizás porque Solano no es Walser, ni Vila-Matas.

El arte de la fuga

El arte de la fuga (Vicente Valero 2015)

Vicente Valero
Editorial Periférica
2015
101 páginas

Es Vicente Valero dueño y señor de una prosa fragante, andariega, portátil, sugerente, seductora, fértil, un vergel, en definitiva, pródigo en hallazgos. A la lectura de El arte de la fuga me remito. Un libro de 101 páginas que me ha encandilado de comienzo a fin, donde Valero recoge jirones de la existencia de tres poetas: San Juan de la Cruz, Hölderlin y Pessoa.

No hace falta saber quiénes son estos tres poetas que han pasado a la posteridad, y tras los relatos apenas obtendremos unos pocos datos de sus vidas, focalizados estos en aquello que marca esa fuga presente en el título de la novela. Juan, luego San Juan de la Cruz religioso y poeta, a través de la mística y de sus textos, huiría de sí mismo, y nos lo encontramos en sus postrimerías, ya moribundo, en carne arrumbada y serena, con un halo de santidad que convierte sus humores y podredumbre en algo divino.

A Hölderlin el poeta alemán lo encontramos exhausto entre el polvo y el fango del camino, morador de buhardillas y andariego, con el corazón roto tras el no de su amada, a quien la muerte de ésta, referida por vía epistolar lo dejará tocado de muerte.

Acabamos con Pessoa, quien una noche recibe en su escritorio al «espíritu de las letras», tras lo cual escribirá en tropel un alud de versos, desdoblándose en distintas personalidades (centrada aquí en su heterónimo Alberto Caeiro), dando luego rienda suelta a una fértil autodestrucción que no le evitará ni los excesos ni el desasosiego.

Cuando un poeta escribe prosa corre el riesgo de que el lirismo ahogue el texto, que el exceso de significación no deje respirar las palabras, saturándolas.

No es el caso. Este libro breve de Valero recomiendo releerlo con calma, sin prisa, volviendo cuantas veces nos apetezca para recrearnos con los hallazgos verbales que nos brinda el autor, logrando casi un efecto hipnótico y saciante, que la literatura en muy contadas ocasiones logra materializar.

Leo por ahí que Los extraños, la anterior novela de Valero es todavía mejor que El arte de la fuga. No voy a tardar mucho en salir de dudas. Lo que sí puedo decir ahora mismo es que esta obra de Valero es un libro ineludible. Bien por Periférica.

De qué hablo cuando hablo de correr

De qué hablo cuando hablo de correr (Haruki Murakami 2007)

Haruki Murakami
Editorial Tusquets
2007
230 páginas

No sé lo que es correr una maratón o una ultramaratón, pero leer a Murakami es insufrible, costoso, y desalentador. Todo junto y a la vez. Si a este hombre le dan el Nobel dejaré de leer (durante 24 horas o más, según cómo me lo tome).

Si todo el libro es infumable, el epílogo no tiene desperdicio. Murakami dice haber leído y repasado una y otra vez estos textos, y tras 10 años finalmente se los pudo dar a su editora para que los publicase y hacer caja. Si Murakami tuviera dos dedos de frente, o algo de moral, hubiera cogido estos textos y los hubiera tirado a la papelera, o hubiera hecho un delete en toda regla o los hubiera colgado a modo de comentario bajo seudónimo en algún blog de algún maratoniano.

El titulo lo toma prestado del de Carver. Sí, ese del amor. Y luego durante 220 páginas logra aburrir y exasperar al desprevenido lector, contándole batallitas sobre eso de correr, sobre cómo se le cargan las pantorrillas y se le resienten las rodillas cuando corre, sobre como se le empañan las gafas con vaselina cuando nada en mar abierto y lo aburrido que es dar pedales y perlitas así, en las que Murakami lo va dando todo.

Leyendo su libro muchas ganas de correr/nadar/pedalear no me entran y de seguir leyéndolo todavía menos.

Murakami despacha estos textos sobre los maratones, ultramaratones y triatlones que va realizando, casi a vuelapluma con una prosa zafia, plana, desastrada, que parece ser el estilo de Murakami, o quizá no y sólo usa esta forma de escribir tan trivial, torticera y banal cuando acomete un ensayo, porque sí, amigos de la blogosfera, !esto (no lo parece pero) es un ensayo!. No me pregunten sobre qué, porque Murakami ya adelanta que él no es alguien a quien le vayan las profundidades, así que sus textos son superficiales, ligeros, fungibles y totalmente prescindibles.

Lo único de todo el libro que voy a tener en cuenta es la sugerencia de leer El gran Gatsby. Más que nada porque lo tengo en la estantería hace un tiempo tentándome y creo que voy a sucumbir finalmente a su lectura.