Victus (Alberto Sánchez Piñol 2012)

Victus Alberto Sánchez Piñol portada libroSí, en estos nuestros Devaneos también hay espacio para los bestsellers o longsellers, o como quiera que se llamen. Este de Victus, lo vi en la estantería de novedades de la biblio y lo cogí al vuelo. Me gustó la portada. El libro todavía más.
Podría explayarme aquí de lo lindo, darles la tabarrada padre transcribiendo todos esos párrafos que me han emocionado en la novela, pero además de resultar cansino les ahorraría a muchos la tarea de leer el libro, y eso sí que no.
Victus hay que leerlo y disfrutarlo.
Piñol ha despachado ya casi 100.000 libros en pocos meses, así que a nivel de ventas su novela está funcionando. Enhorabuena. Para un escritor despachar esta cifra de libros será como para Messi recibir el Balonazo de Oro.

Algunos habrán elegido el libro por su vertiente histórica a fin de afianzar sus creencias. A mí el tema histórico, la naturaleza catalana, su idiosincrasia, su escaso parangón con los castellanos y todas las demás soflamas patrióticas están muy bien para avivar el ardor patriótico, pero a mí todo eso me la trae al pairo, así que me he dedicado a leer la novela, libre de todo prejuicio, y he disfrutado mucho con lo que Piñol nos cuenta en sus 600 páginas, sin importarme demasiado si su novela está perfectamente documentada o no (los personajes son casi todos reales), porque hay libros de historiadores que son tan intragables como los polvorones navideños.
La historia nos la cuenta de modo retrospectivo Martín Zuviría un señor de 90 años que decide narrar lo que ha sido su vida a una secretaria, una tal Waltraud, a la cual va poniendo a caldo durante toda la novela, si bien irá apreciendo las correciones y plegándose a las condiciones de esta.
El comienzo es de lo más divertido con un Martín mozalbete y juguetón convertido en un trasunto de El pequeño saltamontes, debiendo adquirir una serie de destrezas que parecen más propias de un samurai o de un Bourne, que de un ingeniero, pero bueno….
El otro día jugaba al BrainBoxcon mis retoños y me acordé de Zuviría: cosas del leer.

Para que la cosa funcione, debe haber mujeres en la historia que desvelen a nuestro protagonista, que lo azuzen y espoleen, que lo armen de razones para vivir o morir que es lo mismo. Y música, aunque se trate de una cajita, de música. Y hombres que sean casi como Dioses antiguos, dados al sacrificio en pos del bien común, como Antonio de Villaroel Peláez, incapaz a dejar a sus hombres de lado. Hoy los políticos solo dimiten si no les queda más remedio y la palabra responsabilidad ni la conocen (Sí, donde dije digo…… ahora digo que quiero seguir viviendo de la política a toda costa). En aquellos tiempos lo queda patente en la novela es que la casta política, los pudientes, como ahora, siempre salían bien parados, que ganaban siempre con unos y con los otros (el dinero es apolítico), mientras que el pueblo, como ahora con los recortes y tijeratazos, se llevaba todos los palos y sufría el hambre, el frío, la soledad, las pérdidas humanas, el asedio, y el pan suyo de cada día era gachas de fracaso y migas de desesperanza.
Tres siglos después algunas cosas no han cambiado. Hoy hay personas desahuciadas que mueren defenestradas.

Las escenas bélicas son apasionantes. Ahí Piñol se mueve con soltura. Tras haber leído El Asedio de Arturo Pérez-Reverte o La Canción del cielo de Sebastian Faulks, leer otra novela sobre asedios y zapadores, pensaba que me iba a parecer reiterativo. Error. Nada que ver. Piñol se saca de la manga algo nuevo, pergeña una novela que entretiene, subyuga, emociona, instruye. Mucho para un bestseller. Lo esperado para una gran novela como es Victus: no digo más.

El centro del frío (Salvador Galán Moreu 2011)

El centro del frío Salvador Galán Moreu

A pesar de internet llegar a ciertos libros es casi imposible. De ahí que de vez en cuando me dé por hacer una cata ciega. Esto es, ir a la biblioteca y pillar el primer libro que vea. De esa manera sin tener ni idea de qué va el libro, ni quien es el autor, y sin referencia alguna sobre el mismo, al menos abordas la lectura del libro libre de prejuicios. Decía al comienzo que es casi imposible llegar a ciertos libros, porque todos los lectores tenemos nuestras manías. A saber: leer libros de los autores que nos gusten (cerrando en parte la puerta a otros nuevos), echar mano a libros de moda, los que copan la lista de más vendidos, los mejores libros del año, esos de los que habla todo Cristo, de los que nos recomiendan los compañeros del curro, aquellos que pertenecen a un género en concreto, nunca los escritos por gente que tenga menos de cuarenta años y chorradas similiares. De ahí que a veces sea bueno tirar por la tangente y experimentar.
Dicho y hecho.

El otro día me fui para casa con un libro titulado El centro del frío. En casa leí la sinópsis, la cual no me aclaró mucho. Vi que el autor es un joven granadino del 81, que sale de perfil en la foto, con un buen matojo de pelo en la cabeza, que el libro ganó el IX Premio de Narrativa Caja Madrid por el que se embolsó 15.000 euros y que luego se lo publicó la editorial Lengua de Trapo, la cual me transmite confianza pues ha publicado a gente como Olmos, Reig, Menéndez Salmón u Obeso, entre otros.

Toda esta parrafada parece una excusa para no hablar de libro. Cierto.

Una vez leído comentar que me ha dejado frío. No porque no tenga muy claro de qué va, que eso se soluciona leyendo alguna entrevista concedida por el autor a algún medio y se puede leer en internet, donde nos cuenta qué es lo que pretendía contar a sus posibles lectores con su libro, sino porque si el libro no te llega de buenas a primeras, las interpretaciones sobran. Los personajes se mueven mucho, eso es lo único evidente, y así los vemos en Escandinavia, Florencia o Cataluña. Todos parecen querer escapar de sí mismos, buscar algo, no sé el qué, huir de Florencia para ir a Lund. Quizá la juventud del autor le lleva a echar mano de temas recurrentes: los hombres de negocios exitosos, las relaciones de pareja imposibles, la prensa del corazón, la relación empleado-jefe, etc. De todos modos en el ánimo de Salvador seguro que está la idea de no ponerle las cosas fáciles al lector con historias lineales. De ahí que a pesar de lo fragmentario, en cierto modo parece que haya un hilo conductor, una atmósfera común.
El centro de frío, podría ser uno de esos libros que como ciertas películas, no hay que entenderlas sino disfrutarlas, una mera cuestión estética. Pero en este caso, mi sensibilidad, quizá anestesiada por el ibuprofeno, no ha sido capaz de apreciar los posibles valores de esta obra, sí los hubiera.

Antigua luz (John Banville 2012)

John Banville Antigua Luz Alfaguara 2012Del escritor irlandés John Banville (1945) no había leído nada hasta que cayó en mis manos (mejor dicho, atrapé) su libro El Mar. Me gustó muchísimo y disfruté de lo lindo con la envolvente y fragante prosa del irlandés.

Ahora finalmente he podido hacerme con el último libro publicado por Banville, Antigua Luz, que figura en las listas como una de las mejores novelas del difunto año 2012. Más allá de premios y reconocimientos, que los tiene, el libro vale y mucho la pena. Ha sido una muy buena manera de dar comienzo al año lector 2013.

El protagonista es un actor de teatro, Alexander Clave, (Banville cierra la trilogía iniciada con Eclipse e Imposturas), de 65 años, quien recibe la oferta de actuar en una película, La invención del pasado, interpretando a Alex Vander, el protagonista de la novela Imposturas.

Esta novela le pone al lector al día de la relación que Alexander mantiene con su actual pareja, Lydia, así como con el pasado aún sangrante que vuelve, con la muerte hace una década, de su hija Cass en Portovenere, esa cicatriz que no acaba de cerrar y que barrena el sueño de Alexander con desvelos, y sobre todo la relación mantenida por este cuando contaba quince años con la treintañera y madre de familia, la Señora Gray.

Banville va intercalando el presente, que se va filtrando hacia al pasado (inventándolo o reinventándolo), para interpelar al futuro.

Ahora como las Sombras de Grey están hasta en la sopa, ya algunos se aventuran a establecer comparaciones con el libro de Banville -!Sacrilegio!- para decirnos que lo que hace Banville es otra cosa, mejor, más sutil, erotismo de altura (es como comparar un late de paté la piara con una de foie gras micuit de Martiko por ejemplo). Si bien para gustos…. Basta mirar cuales son los libros más vendidos (Sombras de Gray, Jorge Javier, Maxim Huerta..) para hacerse una idea de los gustos de los lectores patrios o al menos de que libros compran, que otro cantar es leerlo.

No he leído (ni leeré) la trilogía de marras, pero lo que hace Banville lo hace bien, y hay ciertas secuencias en las que es imposible no imaginar el cuerpo de la señora Gray, su voluptuosidad, su apetito sexual, tanto como las embestidas del joven Alex, sus nalgas en ese afán de sube y baja, su ansia por derramarse, su angustia si no tiene ese cuerpo-refugio femenino cerca, la incandescencia del deseo, las finas tablas sobre las que uno pisa cuando todo es tan ardiente, provisiorio e irreal que pende de un hilo. Es fácil visualizar la piel de la señora Gray, la marca que deja y dimensiona la cinta de la braga sobre su carne nívea y mullida, su abundante pecho, ese regazo en el que morir, su pelo húmedo refrescando sus pezones, esas acometidas gloriosas formando un amasijo de carne, etc. Quien es varón y haya tenido quince años, ponerse en la piel del joven Alex no puede menos que provocarle palpitaciones y envidia también, porque lo que hace Axel con su amante, no es otra cosa que morder la vida a dentalladas, beberla a grandes tragos hasta quedar ahíto y roto: el sexo mata. El no-sexo también.

Es interesante a su vez el tratamiento de la memoria, ver como Alexander confunde las estaciones, los episodios, como va viendo que esos recuerdos, son fragmentos, piezas de puzzle que no tienen porque encajar a la perfección, porque a pesar de lo que uno cree el pasado también se desmorona con el paso y peso del tiempo, los recuerdos se reinventan o se reolvidan, y aquello que nos pareció evidente, hechos consumados, no fueron tales, y devienen postreras imaginaciones, sospechas, sobre las que ir articulando nuestras propias acciones, aciertos y fracasos.

Banville busca la palabra justa, en párrafos muy largos, que se degluten con fruición, al tiempo que va reclamando nuestra atención, interpelando al lector en algunos momentos determinandos, debastando con su pluma el pasar de las estaciones con sus características inherentes, y lo más importante la descripción de esa naturaleza humana contradictoria, frágil, atormentada y provisional (se pueden añadir unos cuantos adjetivos más)

«Fue como al final de la interpretación de una orquesta. Todo lo que nos había mantenido embelesados y en suspenso durante tanto tiempo, toda esa violenta energía, esa concentración y extensión, todo ese espléndido estruendo, ese momento se detuvo de repente, y no dejó nada más que el lento apagarse del sonido en el aire». (pag 265)

Io e Te (Niccolò Ammaniti 2010)

Io e Te Niccolò AmmanitiA Niccolò Ammaniti lo conocía porque había visto Io non ho paura y Come Dio comanda, películas basadas en sus libros. Además, mi gurú espiritual había sentenciado al respecto de Ammaniti que Ti prendo e ti porto vía, era uno de los mejores libros que había leído nunca.
Era hora por tanto de hincarle el diente a Niccolò y lo he hecho con su novela Io e Te. Una novela corta (que Ammaniti publicó al año siguiente de su anterior libro Che la festa cominci) de poco más de cien páginas que si bien empieza suavemente, va cogiendo fuerza en cada página para acabar a lo grande, arrasando.

El protagonista es Lorenzo un joven apocado e introvertido, de esos que crecen hacia adentro, pero que quiere formar también parte del rebaño, porque a nadie le gusta que le señalen con el dedo, lo ninguneen y le etiqueten como friki. Y en esas se mueve el mocete, tratando de imitar los gestos de los demas, su forma de vestir, de hablar, de comportarse, etcétera, anhelando ese reconocimientro grupal, como si crecer durante la adolescencia fuera una especie de mimesis.
En esos lances Ammaniti está brillante porque con cuatro trazos, con pocos mimbres, es capaz de crear un personaje como por arte de magia, un joven que lo lees y lo vives. No sólo uno, porque además de Lorenzo la historia se completará con la presencia de su hermanastra Olivia, una figura en principio abstracta, un recuerdo velado, que irá tomando forma, presencia, ocupando su sitio en el pasado para fortalecerse en el presente. Una presencia necesaria para Lorenzo. Una situación surrealista, porque la devastación de uno es la tabla de salvación, el apuntalamiento de la autoestima del otro.

Io e Te, que dicho sea de paso la he leído en Italiano (si las películas se disfrutan mucho más en versión original, con los libros 3/4 de lo mismo), me ha gustado mucho, esas novelas puñeteras que te hacen díficil tragar saliva al tiempo que te aflojan el lagrimal: no digo más.

Ammaniti no hace concesiones a lo sentimental, no, porque la vida es tragicómica, cruel, dolorosa, ingrata. Todos vamos camino de la destrucción de la extinción, si bien habrá quien prefiere los atajos.
Lo único claro es que el roce de otra piel, el abrazo fraternal, las lágrimas y risas vertidas en compañía, es esa cota de malla que hace que el corazón sea capaz de aguantar cualquier afrenta y nos surta de motivos para seguir aquí sin tirar la toalla, ganando cada combate aunque sea a los puntos.

Sí, yo también odio los finales.

Bertolucci ha llevado a la gran pantalla este año el libro de Ammaniti.