El ejército iluminado

El ejército iluminado (David Toscana)

Doy la razón a Steiner cuando afirma que un libro puede esperar mil años a que lo descubra un lector adecuado, que los libros no tienen prisa.

El ejército iluminado de David Toscana se publicó en 2006 y llego ahora a su lectura animado por lo mucho que me gustó otra novela suya, La ciudad que el diablo se llevó.

Como aquella es esta también una novela coral; incluso es mayor el número de personajes en danza, o en movimiento.

Hay que dejar la incredulidad en suspenso, algo parecido a cuando leemos El Quijote y nos subsumimos ante tamaña andanada de andanzas y desventuras, porque aquí, un profesor, antaño maratoniano, les come la cabeza a unos críos para devolver a Méjico lo que es suyo, y ahora en manos gringas: Texas. A tal fin se embarcan en un carromato en un posible viaje sin retorno, camino de El Álamo, partiendo de Monterrey.

Aquí, los molinos no son gigantes, pero un arroyo bien puede ser el Río Grande, por ejemplo. De esta manera la realidad prosaica y roma, se llena de aristas, se ensancha y amplifica gracias a la buena labor de Toscana, que con una estructura no exenta de complejidad, irá hilando distintas historias; una de ellas es la de Matus, el profesor de marras, el general Matus, maratoniano que no participó en el Maratón de París en 1924, a resultas del mucho calor que hizo ese día.

La fértil imaginación de Toscana permite situar a Matus a la par del tercer clasificado: Clarence DeMar y reivindicar aquella medalla que según él le pertenece, porque ha corrido esa misma distancia en su ciudad natal y ha hecho mejor tiempo que el tercer clasificado.

Los niños que forman el ejercito iluminado son personajes que perduran: Cerillo, Milagro, Azucena, Comodoro y Ubaldo. Cinco niños con discapacidad que viven aquí una simpar aventura, azuzados por Matus, que los alienta a vivir como héroes y a entregar sus vidas, si es necesario, en el desempeño de su deber.

Paulatinamente la narración deviene un delirio, porque lo que se ve no se corresponde con lo que los personajes creen vivir, bajo esa ensoñación que les hace sentirse soldados en pos de una misión que por suicida no se ve degradada en su inmaculada grandeza. De esta manera disparan a labriegos o toman una casa haciendo frente a los gringos, que son mejicanos.

La realidad alterada es material inflamable en manos de Matus, que en su inconsciencia no ve necesario frenar aquella despiadada aventura, tan gozosa de leer, pues la imaginación de Toscana enmaraña planos narrativos, solapa el tiempo y el espacio y crea un vórtice arrollador en su postrimerías.

Tercer libro de crónicas

Tercer libro de crónicas (António Lobo Antunes)

Leo en la contracubierta del libro que estas crónicas se leen con extrema facilidad. No lo creo. Sí pienso que se leen con felicidad. Antunes tiene un estilo reconocible sea lo que leamos crónicas o novelas. Aquí reúne 69 crónicas, escritas entre 2002 y 2004, que va alternando con la escritura de otra novela, cuyo título no desvela.

Un tema central es aquí la labor de la escritura. Al leer las crónicas imagino a Antunes como a un médium, con el bolígrafo al final de la mano, esperando una orden para comenzar a escribir. Antunes dice que los libros le llegan, y que él les presta su mano para darles salida. Una escritura que le sirve de desahogo, para vaciarse y poder volver a llenarse. Un escribir que lo asemeja a oír on fuerza. Una escritura a la que consagra su vida, a pesar de que haya trabajado como psiquiatra, y haya estado en la guerra de Angola. Estas ocupaciones también están presentes en sus textos, en la crónica Solo los muertos conocen Mafra, en donde afirma que le cuesta entender la violencia innecesaria, la humillación estúpida, las condiciones de vida degradantes. La guerra solo consigue embrutecerlos. Esto: nos sentíamos tan solo que casi nos daban envidia los amputados.

En Un pie balanceándose, desnudo, fuera de la sábana evoca al niñito Zé Francisco, cuando estaba de prácticas en el Hospital de Santa María, su pie colgando por fuera de la sabana. Parecen ser recuerdos que uno no logra sacarse de encima ni siquiera expiándolos con la escritura.

Antunes desde niño ya dice que quiere escribir, ser escritor, hacer libros, algo que no es recibido bien por sus padres, pues de eso no se come.

Antunes va al pasado y evoca a su padre, a su papaíto; ni lo salva ni lo crucifica, a pesar de que la crónica lleve por título Ajuste de cuentas; en todo caso hay un hijo lleno de cosas que prefiere no transformar en palabras, que comprueba que no hay nada debajo debajo de aquellos años de silencio. Otras crónicas tienen títulos que bien podían ser el de una novela: Deberían llevar lágrimas cuando pesa mucho el corazón (o bien cederle el título a Patricio Pron para alguna de sus futuras novelas).

Algunas crónicas las hace Antunes sobre la marcha, adelantando que no sabe de qué va a escribir, pero luego poco a poco, frase a frase, ha despachado una crónica como por ejemplo Una carta para Sherlock Holmes, que empieza así A veces me apetece ser como Rosa de Luxemburgo, que iba llorando porque le daba pena la gente.

Y a pesar de que Antunes reconoce tener solo dos o tres amigos, en sus crónicas es capaz de encarecer, y de que manera, a escritores como Augusto Abelaira, un pequeño sujeto de una discreta grandeza, por su seriedad intelectual y valentía y por la honrada fidelidad a dos principios: la conquista paciente que es cada libro, y el dolor amargo de escribirlo. Más: Escribir como tocaba Charlie Parker, con el mismo sufrimiento, para ofrecer placer y alegría a los que leen.

La lectura del compendio de las crónicas deja esa felicidad de la que hablaba antes, no porque brille aquí el entusiasmo, sino porque aflora una destilada sabiduría fruto de la experiencia, dirigida hacia la esencia de las cosas. Sin aspavientos, con discreción, palabra a palabra, frase a frase, crónica a crónica. Y dice Antunes que nunca empieza un libro antes de estar seguro de que no es capaz de escribirlo. Dice también que escribir es sacar a la superficie, porque si cogemos lo que está en la superficie hacemos lo que se ve en las librerías y en las galerías, que presentan lo obvio.


Tercer libro de crónicas
António Lobo Antunes
Traducción Antonio Sáez Delgado
Literatura Mondadori
2013
302 páginas

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Cuaderno de tormentas (David Rubín)

Cuaderno de tormentas, de David Rubín, publicado por Planeta DeAgostini en 2008, volvió a publicarse una década más tarde, esta vez en Astiberri Ediciones.

El índice nos sitúa ante un tablero de juego, algo parecido al juego de la Oca, aquí con 40 casillas. Si nos fijamos en los epígrafes, nos encontramos con casillas tan sugerentes como La Garganta del Olvido, la Calle del Ánima del Fuego Fatuo, la Biblioteca de lo Nunca Escrito: doña Nadie, El Circo del Desaliento o El Gabinete del Suicidio, entre otras, y todas estas casillas van referidas a la Ciudad Espanto.

Cuaderno de tormentas

De entrada, la historia resulta prometedora, el autor de la misma, dice haber visitado la Ciudad Espanto. Ha tratado de captar lo que ha visto en su Cuaderno de Tormentas; ha conseguido escapar de las fauces de la ciudad. La lectura se principia pues como una visita a la Casa del Terror.

Vemos cómo un dibujante las pasa canutas y sufre mucho al haberle dejado de lado la inspiración. Un día, sentado en su escritorio, recibe la visita de un espíritu, un sombra, que le ofrece una faústica solución: historias que contar. Debe coger su Cuaderno de Tormentas y acompañarlo. Así poco después se encuentra frente a las fauces de la Ciudad Espanto, capaz de devorar, si cruzamos el umbral, y accedemos como por un tragantúa a la ciudad, todo aquello que nos hace humanos.

Cuaderno de Tornentas

Ya dentro nuestro dibujante las pasará canutas. De entrada, atraviesa las Gargantas del Olvido, que a su vez son también los llamados Puentes de Orfeo. Si conocemos la mitología griega, sabemos que no podrá echar la vista atrás en ningún momento. Verá también la gigantesca estatua de Sansona Domínguez, una estatua con el corazón blindado, evitando así el sufrimiento.
El avance por la ciudad de pesadilla, ciudad tenebrosa, capaz de producir al visitante un escalofrío tras otro, le dará a conocer a personajes como Argimiro Minotauro, convertido en un estilita, que decidió arrancarse los ojos para no ver, vivir así de oído y feliz, recorriendo el laberinto de su cabeza.

Cuaderno de Tornentas

Las múltiples historias se nos presentan al comienzo en dos páginas con texto o mediante diálogos. Hay páginas muy originales, como cuando el dibujante transita por el Callejo del Eco. El visitante es golpeado por los errores de juventud, los fantasmas le devuelven los golpes por las decisiones mal tomadas, por los errores que malgastaron los mejores años de su vida. Tiempo perdido convertido en martillo y espada contra el presente. Consigue el dibujante escapar de sí mismo, los gritos del niño que fue van detrás, cada paso que da, a la carrera, lo da con alegría de faquir.

Cuaderno de Tornentas

Y hasta en la Ciudad Espanto hay ocasión para el amor. El dibujante se prenda de una mujer a la que conoce en una fiesta, en la mansión monsieur Automatique; acaudalado empresario que ha hecho su fortuna al ser capaz de borrar de la mente de sus clientes los episodios incómodos, los recuerdos que atormentan la existencia.

No parece que un final feliz esté el alcance del narrador y debe haber gato encerrado en ese flechazo amoroso inesperado. Veremos que sucede por boca de ella. Mientras la narración avanza, el dibujante va moviéndose brioso por las casillas, hasta el Túnel de las Furias, parra arribar a la Avenida de los Carabineros de Piedra.

Cuaderno de Tornentas

Y si bien el espíritu condena finalmente la vanidad del dibujante a borrar su mente, algo debe fallar, porque la historia se convierte en papel, el dibujante tendrá su historia, habrá pagado un alto precio, pero el lector, a cambio, tendrá ahora entre sus manos una divertidísima historia, espléndidamente ilustrada, cuyas poco más de cien páginas, permiten experimentar en el lector un viaje terrorífico.

Al final, y al hilo del proceso creativo, hay un interesante apéndice de veinte páginas, en las que vemos la diferencia entre el boceto y la página final.