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Resto qui (Marco Balzano)

Resto qui (Marco Balzano)

Nadie se acuerda ya de los destierros provocados por los pantanos

Julio Llamazares

No es raro en los meses de sequía ver asomando campanarios sobre las aguas de los lagos -pienso en el embalse de Mansilla o en el Pantano del Ebro- a modo de ojo de piedra, atesorando una historia que se nos hurta, como la recogida en el estupendo documental de César Souto y Luis Avilés, Os días afogados, con el hundimiento de Aceredo.

Resto qui de Marco Balzano (Milano, 1978), es la historia que le cuenta Trina a su hija, la historia de su pueblo, Curon; una historia la suya de supervivencia y resistencia que podría hermanarse con La lluvia amarilla de Julio Llamazares, cambiando la soledad de un hombre convertido en el último habitante de un pueblo abocado a echar el cierre, por el empeño de permanecer en un pueblo que en vez de despoblado, desaparecerá anegado bajo las aguas cuando se construya una presa, después de muchos años -aunque no tantos como los que se precisaron para inaugurar la presa de Enciso- de tiras y aflojas entre las autoridades -que van cambiando de manos- y los vecinos, contando incluso con el aliento papal de Pío XII.

Curon es un pueblo ubicado en el Südtirol que tras finalizar la Primera Guerra Mundial, tras la desaparición del Imperio Austrohúngaro, pasará a ser del dominio italiano bajo la férula de los fascistas de Mussolini. Allí reside Trina que sueña con ser maestra junto a sus padres y hermano. La llegada de los fascistas italianos no les trae nada bueno a los lugareños, más allá de una italización impuesta que asumen a regañadientes, afanados ellos en el día a día de sus tareas agropecuarias.

La novela, a pesar de su brevedad: apenas 176 páginas, hace un recorrido que va desde comienzos de los años 20 del pasado siglo hasta el momento presente. Los habitantes de Curon creían que si los alemanes tomaban el poder formarían parte de su territorio, lo cual no sucedió pues siguió bajo dominio italiano. Se les ofreció a los de Curon en el 39 la opción de cambiar de residencia y trasladarse a los dominios alemanes, cosa que Trina y su marido Erich decidieron no hacer.

La historia de Trina y Erich es como la de una gota de agua en el mar de la historia; vivencias personales que se incardinan en el flujo histórico, sin que la narración devenga un aluvión de fechas y acontecimientos, sino algo mucho más doméstico, ligero, manejable, personal (más un plano corto que uno cenital) como es la mera supervivencia, cifrada en llegar al día siguiente, un aferrarse al terruño. Ver anegado su pueblo implica ver desaparecer sus raíces, todo aquello que supone su vida y su lucha tiene un elemento más sentimental que ecologista, porque no se oponen tanto a la presa, que como la construcción de una carretera o un viaducto tiene su manifiesto impacto medioambiental, pero va en el haber del “progreso”, sino que al construirla en su pueblo, este desaparecerá, por lo que esto les afecta en primera persona, y una indemnización no alcanzaría nunca a resarcir el daño irreparable que esto entraña.

La novela, narrada cronológicamente, se estructura en tres actos. Una primera parte en la que vemos a la jovencísima Trina enamorarse de Erich, casarse y ejercer como maestra clandestinamente. La llegada de sus dos hijos y la desaparición de uno de ellos: Marica que se evapora una noche de la mano de la hermana de Erich y a la que Trina nunca más verá; trance que que da lugar a la novela, que viene a ser el relato de su vida y la de su padre, que Trina le ofrece. El clima bélico, el tener que nadar entre las aguas fascistas de Mussolini y Hitler sin que Trina y Erich quieran meter en el agua ni siquiera los tobillos (no como su hijo Michael, seducido por los cantos de sirena nazis), les llevará en la segunda parte a tirarse al monte, convertirse en fugitivos, codearse con desertores, ver pasar los meses escondidos en establos, hacinados como animales, pero subsistiendo gracias a la solidaridad humana hasta el fin de la guerra. Finalmente la novela acaba con el pueblo sumergido, Erich enterrado, toda vez que le han arrebatado todo y su magra esperanza muera al poco, de inacción y Trina consolándose con palabras, vertiendo en el papel su historia, dando cuenta de sus avatares y desventuras, del sempiterno empeño de Erich por permanecer en Curon contra viento y marea, hasta sus últimos días.

Cuando Trina escribe ahora en su cuaderno Curon presenta el aspecto de una villa turística a la que la gente acude a echar fotos al campanile, a navegar por el lago. Ante la mirada inquisitiva del viajero curioso, Balzano nos lega la sugerente historia de Trina, Erich y la de otros muchos que han visto sus pueblos anegados y buena parte de su vida borrada de un zarpazo, poniendo así en el mapa -no solo sentimental- los destierros de los que habla Llamazares.

Einaudi. 2018. 184 páginas

Io e Te (Niccolò Ammaniti 2010)

Io e Te Niccolò AmmanitiA Niccolò Ammaniti lo conocía porque había visto Io non ho paura y Come Dio comanda, películas basadas en sus libros. Además, mi gurú espiritual había sentenciado al respecto de Ammaniti que Ti prendo e ti porto vía, era uno de los mejores libros que había leído nunca.
Era hora por tanto de hincarle el diente a Niccolò y lo he hecho con su novela Io e Te. Una novela corta (que Ammaniti publicó al año siguiente de su anterior libro Che la festa cominci) de poco más de cien páginas que si bien empieza suavemente, va cogiendo fuerza en cada página para acabar a lo grande, arrasando.

El protagonista es Lorenzo un joven apocado e introvertido, de esos que crecen hacia adentro, pero que quiere formar también parte del rebaño, porque a nadie le gusta que le señalen con el dedo, lo ninguneen y le etiqueten como friki. Y en esas se mueve el mocete, tratando de imitar los gestos de los demas, su forma de vestir, de hablar, de comportarse, etcétera, anhelando ese reconocimientro grupal, como si crecer durante la adolescencia fuera una especie de mimesis.
En esos lances Ammaniti está brillante porque con cuatro trazos, con pocos mimbres, es capaz de crear un personaje como por arte de magia, un joven que lo lees y lo vives. No sólo uno, porque además de Lorenzo la historia se completará con la presencia de su hermanastra Olivia, una figura en principio abstracta, un recuerdo velado, que irá tomando forma, presencia, ocupando su sitio en el pasado para fortalecerse en el presente. Una presencia necesaria para Lorenzo. Una situación surrealista, porque la devastación de uno es la tabla de salvación, el apuntalamiento de la autoestima del otro.

Io e Te, que dicho sea de paso la he leído en Italiano (si las películas se disfrutan mucho más en versión original, con los libros 3/4 de lo mismo), me ha gustado mucho, esas novelas puñeteras que te hacen díficil tragar saliva al tiempo que te aflojan el lagrimal: no digo más.

Ammaniti no hace concesiones a lo sentimental, no, porque la vida es tragicómica, cruel, dolorosa, ingrata. Todos vamos camino de la destrucción de la extinción, si bien habrá quien prefiere los atajos.
Lo único claro es que el roce de otra piel, el abrazo fraternal, las lágrimas y risas vertidas en compañía, es esa cota de malla que hace que el corazón sea capaz de aguantar cualquier afrenta y nos surta de motivos para seguir aquí sin tirar la toalla, ganando cada combate aunque sea a los puntos.

Sí, yo también odio los finales.

Bertolucci ha llevado a la gran pantalla este año el libro de Ammaniti.