Archivo del Autor: Francisco H. González

www.devaneos.com

Mi padre (Eduardo Moga)

La muerte es una rosa triste en el centro de la sangre.

Eduardo Moga

El título del último poemario de Eduardo Moga (Barcelona, 1962), Mi padre, secundado por las citas vestibulares de Kafka y Jesús Aguado sobre sus respectivos progenitores ya nos sitúan en el centro de la historia, aquí del recuerdo, mejor, recuerdos, los que el narrador tiene de su padre, no muchos, ya que ese esfuerzo por recordar es magro y dista mucho de la fecunda memoria de otros. Nada que objetar, porque a pesar de lo breve de la propuesta, la pregunta que me formulo después de leer este espléndido libro es cómo es posible hacer poesía desde lo prosaico, no en pos de frases relumbrantes, esas que a menudo abrevan en los lugares comunes y se agotan al tiempo que se leen, sino encadenando palabras, enunciados como este, Mi padre se ponía pajaritas o Mi padre me dio una vez una bofetada que me hizo chocar la cabeza contra la pared, desgranando la historia familiar (la generación del narrador nacida en los sesenta y la de sus padres, dos o tres décadas antes), la historia de España, cifradas con cuentagotas, quintaesenciadas: un Viva la República por aquí, un Floïd por allá, unos Bisontes por acullá, y también La Vanguardia, los hospitales, los bombardeos fascistas en Barcelona, los años del hambre, las palizas con el cinturón, los te quiero indecibles, las lágrimas que nunca afloran, los barbarismos al hablar catalán, los hombres sacerdotes, pero hombres y…, el tortazo a punto, los toros, el boxeo, los combates nocturnos de lucha libre, las películas en el sofá, los paseos entre libros de viejo por el mercado con el padre, también por el campo y allá los reconocimientos y avistamientos quizás fingidos, los vecinos tocones y sus tocamientos inconfesados al pater, las conferencias como oyentes, las partidas de cartas, al ganapierde, al ajedrez, etc. El mecanismo y los entresijos de la vida (familiar), en definitiva.

Ediciones Trea. 2019. 120 páginas

travesía

Travesía (Vicente Muñoz Álvarez)

Travesía de Vicente Muñoz Álvarez (León, 1966), con prólogo de Pablo Cerezal, es un conjunto de prosas en los que el autor lleva a cabo un ejercicio de introspección. En ellos hay unos cuantos temas que se repiten. Al autor parece preocuparle su llegada a los 50 años, momento ecuatorial para echar la vista, cansada, atrás y hacer balance, separar el grano de la paja y ver quienes le acompañan y quienes no; la escritura como un don y una maldición, la escritura como salvavidas, la página en blanco en la que (a)prenderse fuego a sí mismo, una escritura en la que el autor se deja la salud y su tiempo, nos dice, o lo que es lo mismo su vida, en el ejercicio creador.

Hay ciertas palabras que se repiten con frecuencia: los naufragios, los desamores, el ir y el venir, esto y lo otro y aquello, el bueno de Maupassant, el bueno de Poe, el bueno de Hank…
El autor aborda también su situación como vendedor de zapatos, simultánea con su labor de escritor, vendiendo libros y zapatos pero sin vender su alma al diablo, nos dice.

La vena introspectiva de la que hablaba al principio se concreta en recuerdos de cuando Vicente era niño, su relación con su hermana, el ser considerado raro ya desde joven, su ligazón a la escritura, a la literatura, a autores como Bernhard, Céline, Poe, Bukowski. Con este último encuentro cierto parecido, cuando pienso en poesías como Arrinconado o El Perdedor, porque sí, nihilismos a un lado, ha sido una hermosa pelea y aún lo es.

Chamán Ediciones. 2019. 188 páginas

Leyendo voy, leyendo vengo

Ahora que remite la hora de calor he sacado un ratín para actualizar las lecturas realizadas durante el primer semestre del año, añadiendo las últimas al listado de lecturas que elaboré a finales de marzo. La cosa va cada vez mejor. Este último trimestre he leído libros muy recomendables, algunos de autores que para mí no fallan, como La escapada de Bayal, he conocido a otros autores como Tomás Sánchez Santiago y su espléndidos diarios El murmullo del mundo o los relatos de Mario Rigoni Stern publicados por Volcano libros bajo el título El bosque de los urogallos. Hace nada he leído unos ensayos literarios buenísimos de Gabriel Insausti En la ciudad dormida. Otro tanto diré de La revolución de las flâneuses de Anna Maria Iglesia o los ensayos de Toni Montesinos, El gran impaciente. Suicidio literario y filosófico y No habrá muerte. Letras del Gulag y el nazismo. De Boris Pasternak a Imre Kertész.
En cuanto a clásicos Cyrano de Bergerac en la edición de Reino de Cordelia es una maravilla.
Respecto a las novelas, El vuelo de los charcos de Eduardo Iglesias, El pecado de Alberto Gómez Vaquero y sobre todo Dicen de Susana Sánchez Arins me han deparado grandes alegrías. Hay también algún libro de lectura ineludible como Mi madre era de Mariúpol de Natascha Wodin.
Por último, no me olvido de cuatro libros muy particulares y recomendables: la reedición por Xordica de Lista de locos y otros alfabetos de Atxaga, Carnicería de Roberto Vivero, Pornmutaciones de Diego Luis Sanromán y Guía de extraviados de Juan Gracia Armendáriz.
Seguiremos informando.

Guía de extraviados (Juan Gracia Armendáriz)
Pornmutaciones (Diego Luis Sanromán)
Cyrano de Bergerac (Edmond Rostand)
No habrá muerte. Letras del Gulag y el nazismo. De Boris Pasternak a Imre Kertész (Toni Montesinos)
Lista de locos y otros alfabetos (Bernardo Atxaga)
El bosque de los urogallos (Mario Rigoni Stern)
Mi madre era de Mariúpol (Natascha Wodin)
El gran impaciente. Suicidio literario y filosófico (Toni Montesinos)
Memoria de la nieve (Julio Llamazares)
Habana año cero (Karla Suárez)
Carnicería (Roberto Vivero)
Chilean Electric (Nona Fernández)
Las inviernas (Cristina Sánchez-Andrade)
La dama que se transformó en zorro (David Garnett)
Viviane Élisabeth Fauville (Julia Deck)
El murmullo del mundo (Tomás Sánchez Santiago)
Mirar con un ojo cerrado (Julio Pérez Manzanares)
Paprika Johnson y otros relatos (Djuna Barnes)
Dicen (Susana Sánchez Arins)
El pecado (Alberto Gómez Vaquero)
Solo hay una clase de monos que estornudan (Ezequías Blanco)
Soledad y destino (Emil Cioran)
La revolución de las flâneuses (Anna Maria Iglesia)
Luz (Elizabet Riera)
El vuelo de los charcos (Eduardo Iglesias)
El hijo del acordeonista (Bernardo Atxaga)
Esos cielos (Bernardo Atxaga)
Antártida (Claire Keegan)
La escapada (Gonzalo Hidalgo Bayal)
El mapa calcinado (Kôbô Abe)
Las tablillas de boj de Apronenia Avitia (Pascal Quignard)
España (Manuel Vilas)
Z (Manuel Vilas)
Los inmortales (Manuel Vilas)
Los que duermen (Juan Gómez Bárcena)
El escudo de Jotán (Rafael Sánchez Ferlosio)
Palomitas (Juan Pablo Fuentes)
La moral del comedor de pipas (Pedro de Silva)
La moneda de Akragas (Andrea Camilleri)
El último barco (Domingo Villar)
Un montón de años tristes (José María Pérez Álvarez)
Los dos payasos (César Aira)
Cecil Taylor (César Aira)
Esta La pastilla de la hormona (César Aira)
Faster (Eduardo Berti)
5 (Sergio Chejfec)
Para una tumba sin nombre (Juan Carlos Onetti)
Diario de la hepatitis (César Aira)
Teoría de la prosa (Ricardo Piglia)
Fábrica de prodigios (Pablo Andrés Escapa)
Los bosques de Upsala (Álvaro Colomer)
Tres circunvoluciones alrededor de un sol cada vez más negro (Grégoire Bouillier)
Horas extras (Bernardo Atxaga)
Algunas formas de amor (Charlotte Mew)
El espejo del mar (Joseph Conrad)
14 de julio (Éric Vuillard)
Historia verdadera (Luciano de Samósata)
Mujeres que trepan a los árboles (Patricia de Souza)
La perra (Pilar Quintana)
El arte del puzle (José María Pérez Álvarez)
Amy Foster (Joseph Conrad)
El copartícipe secreto (Joseph Conrad)
Sebas Yerri. Retrato de un suicida (F. L. Chivite)
8.38 (Luis Rodríguez)
El perseguidor (Julio Cortázar)
Los cachorros (Mario Vargas Llosa)
Sánchez (Esther García Llovet)
El fill del corrector / Arre, arre corrector (Adrià Pujol Cruells, Rubén Martín Giráldez)
Europa, una letanía (Blixa Bargeld)
Después de Troya. Microrrelatos hispánicos de tradición clásica.
Obras (Édouard Levé)
Cuentos españoles del Siglo XIX
Espíritu de aprendiz y otros escritos (Isidoro Valcárcel Medina)
El sueño de Ramón Bilbao (Javier Reverte)
Para entender a Góngora (José María Micó)
El refugio de la memoria (Tony Judt)
Helena o el mar del verano (Julián Ayesta)
El verano del endocrino (Juan Ramón Santos)
Teoría de la novela (Gonzalo Torrente Ballester)
Mil viajes a Ítaca, una visión personal sobre Grecia (Ana Capsir)
Una vez más para Tucídides (Peter Handke)

IMG_20190701_075133_2_opt~2

En la ciudad dormida (Gabriel Insausti)

Gabriel Insausti (San Sebastián, 1969), poeta, ensayista, aforista, narrador, traductor… se enfunda En la ciudad dormida el traje alado del viajero y se desplaza hasta París, no para ir de tiendas, museos, empiporrarse a croissants, para asistir a una final de la Champions, etcétera, sino para ir de cementerio en cementerio (extralimitándose y llegando incluso al Panteón) como un juego de la oca fúnebre.

Al encuentro de quién va Gabriel, se estarán preguntando. Pues va en busca de los escritores que allí yacen entre las telarañas de la historia. Unos franceses: Badeulaire, Verlaine, Maupassant, Gautier, Sartre, Simone de Beauvoir, Voltaire, Rousseau, Zola… y otros foráneos como Wilde, Joseph Roth, Beckett, Cioran

La presencia física de Gabriel en los distintos cementerios se deja en manos del Viajero y a través del mismo el lector se pondrá al día de cómo varían las tumbas de unos escritores a otros y cómo hasta en el más allá siempre hay una lucha, o batalla, de clases. Luego, el Narrador, a modo de contrapunto, irá sustanciando y espesando aquello que el Viajero ve ante los sepulcros, para desde las tanatografías (se cede parte del espacio a hablar de la manera en la que los insignes escritores dejaron este mundo) ir hacia la biografía, de tal manera que los ensayos conforman un apasionante recorrido por la historia y la literatura, pues entre los yacentes hay naturalistas, surrealistas, simbolistas, existencialistas…

Editado por la editorial cántabra El Desvelo –en su colección ensayística, Altoparlante- Gabriel maneja y despliega su erudición con un tono desenfadado, jocoso, que provoca la hilaridad; en estas páginas uno no solo se divierte aprendiendo (y si uno no sacia aquí su sed de absoluto, si paliará en parte su sed de saber), que ya es el sumun, sino que además lo hace entre carcajadas y risotadas, merced a los juegos de palabras, el sentido del humor tan agudo y afilado del autor que expresa en sus sustanciosos comentarios y reflexiones, lo cual me lleva a afirmar que un libro de ensayos tan sugerente y enriquecedor como el presente no habría de ser confinado a la fosa común del olvido –la de los libros no leídos y/o guardados en los depósitos de las bibliotecas- pues debería tener al menos un sepulcro, discreto si se quiere, pero visible, reconocible y por tocarle un poco los cataplines a Beckett, incluso nombrable. De hecho En la ciudad dormida, se ha convertido, de facto, en uno de mis libros de cabezada, cabecera. La portada del libro, L’Entrée du cimetière de Caspar David Friedrich, nos puede hacer pensar, pues no hay contraportada orientadora, en un libro de fantasmas, en pesadillas poeanas, en terrores góticos.

El Desvelo Ediciones. 2019. 200 páginas.