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Teoría de la novela (Gonzalo Torrente Ballester)

Teoría de la novela recoge seis conferencias pronunciadas por Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999) con los siguientes títulos: Teoría de la novela, I, II, III, IV (1973), Realismo y realidad en la literatura contemporánea: Los problemas de la novela actual (1963) y El proceso creador de una obra de ficción (1995). Conferencias inéditas publicadas en 2017 por Ediciones Deliberar, acompañadas con escritos de Carmen Martín Gaite, Stephen Miller, Cristina Sánchez-Andrade y J. A. González Sainz a cuenta de las conferencias torrentinas.

Torrente trata de desentrañar el concepto de novela. Para ello recurre a definición que en su día diera Durrell, a saber, un continuum de palabras, orientadas a la ficción, lo que aparta a la novela por ejemplo de los reportajes periodísticos o de un diccionario.

Leer ficción supone un pacto con el lector, el texto debe tener unas condiciones para que sin ser real, pueda parecerlo, pueda causar al lector una impresión de realidad, lo que Torrente, denomina principio de realidad suficiente. ¿Qué es, de una manera general, lo que hace que un hombre normal pueda interesarse por algo que se le cuenta a sabiendas de que es mentira; es decir, cuál es la virtud de la literatura de ficción para que pueda interesar y de hecho interese de una manera apasionante a la persona o grupo de personas o sociedad a quién va dirigida?

Lo que caracteriza a la novela y lo aleja de otros escritos, es según Torrente, que el lector se preocupa por el destino de los personajes de la novela que tiene entre manos:

¿Cuál es la razón última por la cual los hombres civilizados escriben literatura de ficción y se interesan por ella?. Yo creo que la palabra clave es la palabra destino. El lector se interesa por el destino del personaje en el momento en que se le propone un personaje. El lector intenta, quiere saber su destino. Quizá, porque nosotros nunca sabemos en realidad el destino de los que nos rodean, hasta que se mueren, evidentemente; pero mayor es todavía la ignorancia de nuestro propio destino.

Pasa luego Torrente a establecer las características del novelista:

En abstracto el, novelista es un hombre que tiene dos capacidades: la capacidad de inventar y la capacidad de contar en palabras esta invención.

Y de la novela:

La novela se divide a mi juicio, en tres partes: una parte llamada prefiguracion, otra configuración, y su resultado a lo que llamamos figura. La palabra es el cepo, la red en la cual el novelista apresa y fija definitivamente las imágenes, y de tal manera, que el modo de usar la palabra es lo que da la imagen, el perfil definitivo. La operación configurativa es ni más ni menos que la fijación de las imágenes por medio de la palabra. Cuando esta fijación ha sido terminada, cuando es completa y definitiva, entonces es cuando el proceso se ha acabado y cuando aparece la llamada figura o conjunto de figuras, es decir el texto.

En las otras tres conferencias Torrente tratará de establecer la relación interna de los elementos constitutivos de la novela entre sí, la de estos mismos elementos con la realidad y con el lector.

Entre lo que el escritor tiene en mente antes de escribir, lo que escribe finalmente y lo que el lector entiende sobre lo leído, hay un abismo. Según Torrente «para que la novela fuese entendida en su totalidad tal y como la imaginó el novelista, requeriría que el lector tuviera la misma experiencia«. En mi opinión, la grandeza de cualquier expresión artística es esta, que cada persona percibe y siente una canción, un libro, una obra de teatro, una danza de distinta manera. No hay dos personas iguales, no hay dos experiencias iguales, e incluso nosotros mismos vamos cambiando y experimentando, lo que podemos comprobar cuando llevamos a cabo relecturas de libros leídos en nuestra juventud, donde en el presente nuestro entusiasmo crece o se disipa, pero rara vez una relectura nos proporcionará idéntica sensación que la primera vez.

Decía Calvino que los libros clásicos no se agotan, que cada vez que volvemos a ellos encontramos cosas nuevas, múltiples interpretaciones, hete ahí el Finnegans Wake o la Comedia por ejemplo. Torrente propone el caso contrario, los libros de Camus, que según él no tienen más que una sola interpretación, como La peste o El extranjero.

En cuanto al principio de congruencia, que es aquel sistema de relación que hace que un personaje esté en su mundo, no en otro, le lleva a Torrente a hablar de Galdós, donde sus personajes pasan de una novela a otra, incluso con los materiales sobrantes de Fortunata y Jacinta escribe Misericordia. Algo que más adelante hará también Bolaño con sus derivas spinoffanianas.

Otro elemento interesante de las novelas es lo que nos lleva a los lectores a recordar con más intensidad cosas que hemos leído que otras que hemos vivido. ¿Inspiración, destreza autoral?. Para ello Torrente ilustra el caso contrastando la manera de narrar de Baroja y de Galdós sobre un mismo escenario, los Arapiles, en Salamanca. Torrente parece preferir a Baroja por su brevedad, por su capacidad por captar lo esencial, en contraste con la prolijidad galdosiana. Curioso lo que comenta también Torrente sobre Unamuno, quién concebía la poesía no como música, sino como estructura. Es decir, buscaba otro tipo de valores, de valores plásticos a través de la palabra, porque el valor estético, fundamentalmente, de la palabra, que es el sonido, don Miguel de Unamuno lo hacía mal.

En los escritos que acompañan a las conferencias encontramos cosas muy interesantes. Cristina Sánchez-Andrade, habida cuenta de que Torrente solo menciona a dos mujeres en sus conferencias, la archiconocida Virginia Woolf, y Ana María Matute, que no sale muy bien parada, menta unas cuantas obras sobre el oficio y proceso de escritura escritas por mujeres: Misterio y maneras de Flannery O´Connor, La palabra heredada de Eudora Welty, Escribir ficción de Edith Wharton, Las pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg, On Writing de Willa Cather. En cuanto a que no existen reglas para escribir, Cristina no está de acuerdo, y aunque el talento es fundamental, el cual no puede enseñarse, el oficio de escribir sí. Ahí podríamos reflexionar sobre la pertinencia o sentido de los talleres de escritura. A favor o en contra. Y algo sobre lo que, tal como nos entera Cristina, en dichos talleres se comenta ad nauseam: la diferencia entre mostrar y explicar. Cristina se decanta por mostrar.

J. A. González Sainz aporta también otros títulos parejos a las conferencias de Torrente, como Las semanas del jardín de Ferlosio, La inspiración y el estilo de Benet, La búsqueda de interlocutor y otras búsquedas de Carmen Martín Gaite. Me gusta lo que dice Sainz respecto al engolosinamiento con ciertos conceptos: realidad, verdad, objetividad. Él propone pensar en otros términos, a pensar en una narración valedera, válida, valerosa, valiente.

A Gonzalo Torrente Ballester a quien admiro, después de haber leído el año pasado su fascinante La saga/fuga de J. B., nos brinda seis conferencias muy jugosas, de carácter especulativo y téorico, según él, y también didácticas y útiles como apunta Sainz. Unos textos valiosos, en suma, que vale la pena y mucho releer con calma dicha.

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