Archivo del Autor: Francisco H. González

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El teniente Gustl (Arthur Schnitzler)

Arthur Schnitzler comienza a ser un habitual por estos pagos. Primero fue Morir, luego Tardía fama y ahora El teniente Gustl, breve y delirante nouvelle y buen ejemplo del monólogo interior que tan bien manejó el autor austriaco. El teniente Gustl del título, un fulano un tanto paranoico, al acabar un concierto se siente agredido verbalmente por un panadero orondo. Una ofensa que afectará lo más profundo de su amor propio de su orgullo y de su honor, de tal manera que la única solución al problema pasará por batirse en duelo, o en el caso de que este no se llevara a cabo, suicidándose. Toda la novela es un continuo e hilarante trajín mental, un devanarse los sesos sobre las consecuencias que tendría su muerte y lo que lo abocó a ella y un repaso a lo que ha sido su vida. Tras muchos puntos suspensivos, uno se prepara para lo peor, para el punto final del teniente, si bien Schnitzler plantea un golpe final maestro que lo disfrutará y mucho, creo, quién lea esta pequeña gran novela.

Acantilado. 64 páginas. 2012. Traducción de Juan Villoro.

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La dimensión desconocida (Nona Fernández)

La dimensión desconocida de Nona Fernández (Santiago de Chile, 1971) me ha causado el mismo entusiasmo y parejos efectos que cuando leí El comienzo de la primavera de Patricio Pron, una obra maestra según nos cuenta Azúa en sus Nuevas lecturas compulsivas. Ambas novelas, la de Pron y la de Nona, las entiendo como una operación literaria con palabras como cargas explosivas con las cuales tratar de demoler la industria de la amnesia, los edificios del olvido. Nona vuelve a su pasado para hablarnos de la dictadura chilena y para ello imagina cómo fue la vida de un señor bigotudo, un torturador que confesó sus torturas y tuvo que exiliarse, no sabemos si buscando la redención o atormentado porque esas ratas que poblaban sus pesadillas se hicieran reales o simplemente porque supo que aquello era lo correcto.

Hay novelas con temáticas que versan sobre la guerra civil española o sobre los pormenores de las dictaduras de este siglo XX (la chilena, la argentina, la española, la portuguesa…) que ya de entrada nos pueden echar hacia atrás por su capacidad para estomagarnos. Pero a veces uno encuentra textos valiosos como A sangre y fuego de Nogales o Los girasoles ciegos de Alberto Méndez. Sobre las dictaduras chilenas y argentinas, hemos visto películas donde se explicitaban con todo lujo de detalles los pormenores de los torturadores en el manejo de las picanas, cuchillas y otros objetos de tortura. Lo novedoso aquí es que Nona no se sustrae a esos elementos más escabrosos, pero sin cebarse con ellos, al tiempo que va infiltrando la narración con digresiones cinéfilas, televisivas o musicales, que si en un principio me hicieron pensar que así la narración perdía músculo, luego, finalizada la novela creo que estas digresiones, a las que hay que sumar sus vivencias personales, son el gran acierto de la novela. Precisamente su título, La dimensión desconocida, como algunos ya habrán adivinado, hace mención a la serie televisiva homónima.

A menudo, ante el mal en estado puro, los porqués son retóricos, pero es muy plausible y necesario el empeño de Nona, su ansia de saber, de recrear y ponerse en la piel de un torturador arrepentido y de los que sufrieron su sinrazón, de exponer cómo la prensa y la televisión ejercieron la manipulación y la falsificación, para que el espectador viera lo que debía de ver durante la dictadura, hurtándoles esa dimensión desconocida donde el horror campaba a sus anchas y a sus largas y cómo luego la democracia posterior fue una democracia de risa, con Pinochet muriendo entre algodones.

De aquellos que desaparecían a otras personas, algunos, como el torturador arrepentido también se acabarían convirtiendo en otros desaparecidos, en fantasmas de sí mismos, en la necesidad de cantarlo todo, de ser testigo durante décadas ante quien quisiera escuchar lo que hizo. Fantasmas para los cuales nada era lo bastante real.

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Declive (Antonio García Ángel)

129 páginas que se me han hecho eternas. Sí, hay una metamorfosis, la del lector, que pasa del aburrimiento al sopor en escasos minutos, porque la historia de Antonio es tan simple y su prosa tan mediocre que uno acaba harto de leer marcas comerciales ya sean entidades financieras o bebidas refrescantes, de seguir el deambuleo de Jorge, el protagonista, por las calles de Bogotá, de diálogos insulsos ceñidos al habla coloquial (Dale, prueba la mazorca que está deli. ¿Por qué te separaste? Soy muy metida; si no quieres contarme, fresco) con textos de canciones de reggeton incluidas (Mi jeva me quiere matal, ella me hace peldé el control…mi jeva quiere vacilón, quiere bailal, quiere gozal toa la noche) y sobre todo porque esta historia tan insulsa no hay por donde cogerla, pues Jorge que está enfermo, por mucho de que todos a su alrededor le hagan ver que no se encuentra bien y a pesar de que cursara en su día unos cursos de enfermería, es el último en enterarse de que esas hormigas que cree ver, cifran su declive y lo llevan por el camino de la amargura, son fruto (envenenado) de su mente.

Literatura Random House. 2017. 129 páginas.

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La hierba amarga (Marga Minco)

Sin llegar a los excesos de La vida es bella, Marga Minco, autora de la novela, sigue un camino similar, al menos al principio de la novela. Novela que no es un testimonio a toro pasado, más bien in situ, sin tener presentes los seis millones de judíos que aniquilaría el régimen nazi. Lo que se nos refiere es la antesala del Holocausto. Marga nos relata cómo mientras ella vive en Breda junto a su familia, en Holanda, algunos vecinos, judíos como ella, son obligados a dejar sus casas, son instados a subir en camiones, desaparecen y nunca más se les vuelve a ver. A pesar de todo, Marga mantiene la esperanza. Su padre, presenta un optimismo a prueba de balas, a pesar de lo cual, su destino será fatal: el padre, la madre, y los dos hermanos de Marga serán asesinados en los campos de concentración. Marga nos cuenta cómo consigue huir por los pelos, ponerse a salvo (lo cual siempre le acarreará un sentimiento de culpa), yendo de casa en casa, de ciudad en ciudad, decolorándose el pelo, viéndose ayudada por otras personas, no sin cierto recelo. A pesar de que la narración resulte ingenua en algunos momentos -como cuando el padre de Marga llega a casa con un montón de estrellas que todos los miembros de la casa deberán coser en todas sus prendas cuando salgan a la calle, un momento que más que verse por Marga como algo trágico, parece motivo de fiesta, de celebración, como el que acude a un desfile o a una fiesta de disfraces- sí que resulta impactante ver cómo las casas, los barrios de las ciudades holandesas, se van poblando de ausencias a medida que los judíos son obligados a irse para no volver jamás.
Novela breve y franca que nos permitirá acercarnos a los preliminares del Holocausto judío, y entender, aunque sea muy superficialmente, cómo lo sufrieron los judíos holandeses.

Libros del Asteroide. 2007. 128 páginas.