Archivo del Autor: Francisco H. González

Examen de ingenios

Examen de ingenios (J. M. Caballero Bonald)

    La generosidad es el único egoísmo legítimo

    J. M. Caballero Bonald

    Examen de ingenios de José Manuel Caballero Bonald habría de ser de observancia general. Sé que es pedir peras al olmo, pero que quede constancia de la propuesta. Bonald nos acerca un centón de personalidades famosas, en el buen sentido de la palabra, aquellos que lo son pues sus obras han obtenido el debido reconocimiento con el correr de los años. Encontraremos en mayor número escritores (Onetti, Fuentes, Octavio Paz, Borges, Neruda, Gelman, Echenique, Carpentier, Brines, Mutis, Cunqueiro…) que Bonald frecuentó en París, en México, en Colombia, en Madrid, en Palma de Mallorca, a los que sumaremos pintores, actores, músicos, cantaores e incluso algunos políticos. Las semblanzas -algunas ya aparecidas en La novela de la memoria o en Oficio de lector, y ahora actualizadas con el peso de la experiencia- aúnan de forma espléndida el fondo y la forma. Bonald en toda su plenisenectud gasta una prosa espléndida, lúcida, nutricia, seductora e incluso tierna (como en lo dicho sobre Ana María Matute) y la pone al servicio de esta particular autobiografía para acercarnos a nosotros los lectores esas figuras -muchas de ellas encumbradas- a las que Bonald despoja de la corona de laureles, de las galas de la fama y de la imagen -casi siempre distorsionada- que tenemos de ellos, para mostrarnos una cara más humana (me ha gustado mucho lo referido sobre Hortelano o Umbral), más cercana, no siempre amable (como la sorna que gasta con Víctor García de la Concha o José Hierro, la manera en la que como zorro viejo que es el gaditano, al hablar de Delibes padre y de su figura sin fisuras, acaba hablando de Delibes hijo), como consecuencia del trato e intimidad que Bonald tuvo con ellos, en mayor o en menor medida durante su ya dilatada existencia. De algunas figuras Bonald pone de relieve su aspecto más humano, de otros se muestra más fervoroso de la obra que de su artífice y son muy jugosos los devenires de escritores como Cela o Vargas Llosa toda vez que pasan a ser objeto de la prensa del corazón. Denotan las semblanzas, o así me parece, cierto aire crepuscular, otoñal, un acercamiento a esos dioses caídos cuando se acercan ya a su ocaso, apartados de la vida social, cuando ya han perdido notoriedad y relieve; es muy gráfica la semblanza de Alberti a este respecto, aunque hay otras más luminosas como el repliegue voluntario y balsámico de Pepa Flores, de Ferlosio (que sigue recibiendo premios) o de Rulfo, que dejaron su impronta y se retiraron de los focos antes de que los arrollara la muerte. Creadores en toda su extensión, amalgama de luces y sombras, donde transpira la tensión entre el creador y la persona, entre lo que el creador plasma en sus escritos y lo que luego es su conducta, aquella que Bonald registra y en algunos casos censura, porque Bonald rehuye el panegírico gratuito y no se anda con remilgos a la hora de censurar conductas y abaratar la obra de escritores consagrados como Azorín o Baroja o resaltar aquellas obras que no han envejecido bien como Tiempo de silencio. De la misma manera rescata del olvido, sin pomposidades canonizadoras, obras que bien pueden pasar a poblar nuestros horizontes librescos. Encontremos en el texto reflexiones de mucha enjundia sobre la pintura y en especial sobre la literatura, ya sea poesía o cuando al hablar del autor, Bonald enjuicia también alguna de sus obras: Tiempo de silencio, Mortal y rosa, El coronel no tiene quien le escriba, Pedro Páramo, Alfanhuí…
    Como reflejo de los materiales temporales que maneja Bonald durante el siglo XX, están presentes la guerra civil, la posguerra, la dictadura y la llegada de la democracia y Bonald registra las mudanzas ideológicas de algunos escritores generalmente de la falange hacia posturas más centralistas o izquierdistas, buscando luego acomodo entre las prietas filas democráticas, o nos habla de los que se fueron exiliados, los que se quedaron y comprobaron que el tiempo era el mejor disolvente ideológico, los que se asentaron en un comunismo opulento como Neruda, los que se entregaron a una creación compulsiva y fructífera o a una dipsomanía sin freno. Alcohol muy presente en estas semblanzas, pobladas de escritores noctívagos, de noches de farra y demasías etílicas y se ve que fructuosas.
    Bonald ofrece párrafos muy interesantes sobre las consecuencias del ejercicio crítico: Ya se sabe: existen círculos de adeptos que interceptan de muchas insolentes maneras el atrevimiento alevoso de la disensión.
    Cualquier reseña sobre Examen de ingenios es terreno propicio para intercalar un buen número de párrafos deliciosos, pero no quiero privaros de esa sensación de gozo que he experimentado leyendo y que se mantenía y renovaba después y antes de cada semblanza, tal que un centón me ha sabido a poco. ¡Larga vida a Bonald y bendita senectud¡.

    Seix Barral. 2017. 464 páginas

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El Yaciyatere (Horacio Quiroga)

Tenía ganas de leer algo de Horacio Quiroga y encontré por casa un libro suyo de relatos, este de El Yaciyatere, de los que regalaban comprando el diario El Sol. La edición es chusca así que leer y nadar en erratas es todo uno. El libro lo componen relatos bastante breves. En ellos la naturaleza se muestra hostil, pero no letal. Ya sean unos vientos horrorosos como El Simún que da título a un relato, las altas o bajas temperaturas o las crecidas del río que no hacen más que complicar la vida de los que viven a los márgenes de los mismos o en poblaciones tropicales como las de los relatos. Me resulta curiosa la manera que tiene Quiroga de narrar, porque en casi todos los relatos hay una voz que narra y su historia se ve desplazada por otras historias que le son referidas al narrador, pasando a ser estas las historias que más peso tendrán luego.
Queda bien plasmado ese ambiente natural, acechante, exuberante y asfixiante que Quiroga también conocía pues frecuentó y habitó la selva, si bien, tampoco les veo a los relatos mucha chispa, mucho recorrido, y si bien la prosa no se hace pesada, el resultado tampoco me parece nada reseñable. Había leído que Quiroga tenía a Poe por maestro, pero en estos relatos no he sentido nada especial, terrorífico, ni significativo en su lectura. Será cuestión de dar con el libro preciso. Este creo que no ha sido la mejor manera de principiarme en el universo quiroguiano.

Fernanda Melchor

Temporada de huracanes (Fernanda Melchor)

Leyendo esta estupenda novela de la mexicana Fernanda Melchor (Veracruz, 1982) he experimentado algo similar a lo que sentí leyendo Un mundo infiel de Julián Herbert. Melchor despliega durante más de 200 páginas con una prosa vigorosa, salvaje y huracanada una atmósfera asfixiante de texturas demoníacas, un ambiente viscoso y bárbaro impregnado de olor a semen y a menstruación, un villorrio, un atolladero donde el sexo marca las existencias de todos ellos, sexo que les libera tanto como mortifica, sexo hediondo, destructor y sucio, sexo, drogas y alcohol que los tienen a todos ellos revueltos, empastillados, ebrios y enmarañados por todos sus orificios, donde su realidad, la de todos ellos, es una tela de araña en la que las fallidas vías de escape son la violencia, las drogas, el sexo y la muerte, nunca voluntaria, como la de la Bruja, cuyo exitus dará pie a la historia de su asesinato y el posterior esclarecimiento, desovillando a lo largo de la novela las vidas de los jóvenes (aunque yo me los hacía más adultos) implicados en el crimen.

Leyendo las páginas en las que aparece Norma pienso que bien podría ser esta una más de las miles de mujeres asesinadas que recogía Bolaño en su 2666.

Y como me sucede cuando leo a Yuri Herrera o a Herbert, la consulta en internet para desbrozar buena parte del léxico coloquial es obligada: ñengo, chambota, mayates, güeyes, chimuelo, cuicos, achichincles, cacles, verguiza, yumbina, jaria, cábula, pitiza, gandaya, gatúbelas, bato, piedro, desbrayados, etc.

Literatura Random House. 2017. 222 páginas.

Literatura mejicana en mis Devaneos | Valeria Luiselli, Guadalupe Nettel, Juan Rulfo, Federico Guzmán Rubio, Álvaro Enrigue, Enrique Serna, Yuri Herrera, Verónica Gerber, Juan José Arreola, Julián Herbert.