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Vida económica de Tomi Sánchez (Javier Sáez de Ibarra)

Vida económica de Tomi Sánchez
Javier Sáez de Ibarra
La Navaja Suiza
Año de publicación: 2020
413 páginas

Sucede que a veces uno flaquea en la lectura, cuando no recibe lo que espera, y precisa recuperar la fe en la letra escrita y viene en auxilio entonces la Anatomía de la memoria de Eduardo Ruiz Sosa, Vivir abajo de Gustavo Faverón, De corazones y cerebros de César Martín, o Vida económica de Tomi Sánchez de Javier Sáez de Ibarra. Todos ellos tochos estupendos de más de 412 páginas.

Esta vida económica de Tomi Sánchez se gestó en la red, en capítulos disponibles en la revista penúltima, y la editorial La Navaja Suiza tuvo la feliz idea de plasmarlo en papel.

La vida de Tomi más que entenderla como un puzle se me antoja como un espejo roto, aquel que cuando vas a tirar a la basura convertido en fragmentos, siempre acaban haciéndote sangrar, poniendo el grito en el cielo. La prosa de Javier es filosa, rasguña, amputa, como ese brazo que pierde Tomi a las primeras de cambio y que alborea un comienzo de la novela tan absurdo como prometedor.

Tomi no está solo. Y como mi mente es caprichosa sus devaneos quedan registrados así: non so quante ne ho amate, non so quante ne ho avute, per colpa o per destino le donne le ho perdute e quando sento il peso d’ essere sempre solo mi chiudo in casa e scrivo e scrivendo mi consolo. (1)

En la vida de Tomi hubo un reguero de mujeres y de hijos: seis, siete. Así su existencia deviene un continuo trajín. Devenir que cifra nuestra precariedad, nuestra contingencia, y si se quiere un absoluto sinsentido. Pero ojo, como ya nos advirtiera el filósofo, sinsentido no equivale a absurdo. Que la vida no signifique nada no quiere decir que sea absurda. Javier maneja con audacia el humor, siempre presente, y como hiciera Pablo Gutiérrez en Nada es crucial y Democracia, la escritura es combativa, peleona, puro flujo, caudal subyugante, para registrar una realidad tan poliédrica como inaccesible, en donde Tomi se sabe una pieza más del entramado liberal (un liberal es un reaccionario, puro, honesto. Cree lo que dice. ¿Cree?, ¿cuando ni ve ni escucha ni quieres saber? Esconde una piedra en la mano y no lo sabe. ¿La esconde? !Te la tira a la cabeza! La pecadora de Cristo no se habría librado con estos, porque se sienten justos; y están a salvo), quien conoce las reglas del juego que se resiste a aceptar y claudicar, y así sus acciones subversivas a través del comando luciérnaga, también su conversión al catolicismo -hermanos todos-, cuando al conquistar la realidad perdemos el sueño y yo (como Guccini) no soporto la gente que no sueña, un Tomi que busca unas migajas no de felicidad, ese término tan pagado de sí mismo, sino algo más prosaico, ese intervalo que se abre y se cierra durante unos minutos armónicos, serenos, plácidos, algo así: Tumbados en unas esteras sin nada o tapados con una manta, pasamos el tiempo charlando, recordando el pasado, besándonos o simplemente juntos en silencio.

La vida de Tomi nos la cuenta él y todos los que lo rodearon: mujeres, exmujeres, hijos, amigos. Esquirlas narrativas (Javier maneja un sinfín de técnicas narrativas que demuestran su maestría con el lenguaje, dúctil en sus manos, infinito en su cerebro) que no conforman una personalidad, ni la de Tomi ni la de nadie, pues como él afirma entre el Tomi de día y el de noche hay más diferencia que entre él y su casero. En Tomi anidan muchos yoes, mucho amor que verter, mucha energía que consumir, muchos aforismos que escribir, muchas horas embalsadas en el paro, mucho desgaste familiar, mucha fidelidad a una idea, a un sentido de la existencia rocoso que lo convierte en un sísifo, que no se deja atrapar, normalizar, pastorear.

Podemos decir que todo somos Tomi Sánchez. Pero no. Creo que a Tomi le gustaría más oír que todos somos, sí, somos únicos, irrepetibles, irreproductibles, escindidos de la masa común, de la ciudadanía, de la comunidad, del mercado, de nosotros, de ellos. Una luz propia. Una rara avis, como lo es esta novela que hace de lo proteico un arte escrito.

(1) Cirano. Francesco Guccini

Javier Sáez de Ibarra en Devaneos | El lector de Spinoza

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Las voladoras (Mónica Ojeda)

Las voladoras
Mónica Ojeda
Páginas de Espuma
Año de publicación: 2020
128 páginas

Las voladoras es el primer libro de relatos de Mónica Ojeda formado por Las voladoras, Sangre coagulada, Cabeza voladora, Caninos, Slasher, Soroche, Terremoto, El mundo de arriba y el mundo de abajo. Ocho relatos en los que la escritora ecuatoriana (y residente en España; ¿no me digan que esto no les recuerda al Un, dos tres?), sigue indagando en la ontología del miedo, la violencia, el sexo, como hiciera en sus anteriores novelas Mandíbula y Nefando.

En Las voladoras anida el mito visto con los ojos de una niña que ve cómo las voladoras que visitan su lar afectan de distinta manera a su padre y madre, el aliento es sexo, lo seminal, la pulsión del deseo aboca al incesto con la fuerza del aluvión de una voz inacallable, la noche sea entonces caballo, alado, de melosas axilas chorreantes.

En Sangre coagulada sentimos el páramo rulfiano en las pupilas. Una niña y su abuela en un andurrial. Jóvenes que acuden queriendo abortar. La niña siente atracción por la sangre que viene a ser lo oculto, el cuerpo que se nos ciega pero que nuestro es, y que a través de coágulos se manifiesta. Cóagulos embarazosos que piden justicia vengandora, el filo del cuchillo, el traje de tierra, polvo al polvo.

Cabeza voladora aporta otra palabra a nuestro vocabulario: cefalóforos. Aquellos que llevan su cabeza entre las manos. Otra vía más que se abre en este circo o círculo infernal de los horrores; la decapitación y el elemento fantástico que flotan en el éter, como una gasa invisible y que cifra la capacidad que tiene Mónica para explorar, palpar, viviseccionar el miedo y sus atributos.

En Caninos, pienso en lo que escribiera Fabián CasasTodo lo que se pudre forma una familia”. En los mecanismos familiares capaces de ampararnos y dejarnos a la intemperie, espacio en el que se cuece el amor y el odio, a veces es cárcel. Una pareja de borrachos y dos hijas. Como en Enero de Sara Gallardo, vemos cómo hablar de una violación sin hacerla explícita. Viendo la sombra de aquel acto abyecto. La hija a la que le toca bregar con su padre, encargada de sus cuidados, a la fuerza. Los recuerdos hibernan hasta que una conversación propicia el deshielo, la escorrentía, agua que es fuego que quema. Duele recordar y es mejor dejar el pasado a oscuras, la puerta cerrada, la mente en suspenso, el relato en suspense.

En Slasher Mónica ilumina esas zonas oscuras que nos dan pavor, aquí acerca del ruido, con esos sonidos que llevan nuestra imaginación en volandas y aceleran nuestro corazón de tal manera que pareciera irse a salir del pecho. Dos hermanas sufren el acoso decibélico nocturno que les infringe involuntariamente su madre doliente. Las Bárbaras las llaman, pues tienen un grupo de música en el que insertan toda clase de ruidos, de esos que erizan el espinazo y nos hacen fantasear con lo peor. Dos jóvenes, una de ellas sordomuda que laten como un mismo corazón, que fantasean con mutilaciones de manos amputadas, lenguas seccionadas, con convertir la vida y la muerte en una puerta giratoria.

En Soroche vemos el daño que causará la difusión de un vídeo porno casero en una mujer de mediana edad que en ca(r)nal abierto alimenta así todos sus fantasmas personales, cifrando todo su ser en su carcasa, en un cuerpo que el paso y el peso del tiempo va posando, prensando, menoscabando, arrugando, volviéndolo mórbido, fláccido. ¿Tan dramático es? Sí, cuando un ser humano se convierte, o se ve, o se siente (somos como nos ven podemos llegar a creer si descuidamos las enseñanzas de aquel aviador que escribía o aquel escritor que volaba, a saber, que dejó dicho que lo esencial es invisible para los ojos), únicamente como un amasijo de carne y el cerebro le sirve para recrearse en su drama, de dimensiones trágicas.

La ferocidad humana como en el juego ese de “tú la llevas” pasa a la tierra y esta exhibe entonces todo su malestar, ferocidad, ira, con estallidos, a modo de estertor, manifestados mediante un Terremoto, por ejemplo, que marcase el final de la humanidad.

La poética más desarmante la maneja Mónica en El mundo de arriba y el mundo de abajo. Aquí lo terrorífico cuando uno: lobo, chamán, deidad o mortal, trata de burlar a la muerte para constatar que ciertos regresos son infinitamente peores que una ausencia, por muy filial que sea, por mucho que duela y supure, ausencias que a menudo solo se saldan con más ausencias.

Ocho relatos que marcan claramente el camino elegido por Mónica Ojeda, un camino que unos cuantos lectores ya estamos siguiendo, camino fértil abierto al relato, la novela e incluso a la poesía, en manos de una autora que tiene muchas cosas que decir, empleando para ello un lenguaje que hace de su prosa una materia vivaz.

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Recuerdos de un jardinero inglés (Reginald Arkell)

Recuerdos de un jardinero inglés
Reginald Arkell
Traducción de Ángeles de los Santos
Editorial Periférica
Año de publicación: 2020
224 páginas

Para abordar la estupenda novela de Reginald Arkell (1872-1959) escrita en 1950 recurro a estas palabras de Hölderlinpuede que actualmente los jardines existan para recordarnos que en otro tiempo habitábamos la Tierra de una forma más poética o para rescatarnos de la soledad en la que nos ha sumido nuestra fe en el progreso y la tecnología. El camino de vuelta al jardín es también el reencuentro con nosotros mismos, con el jardinero y el poeta que resiste a pesar de la creciente desnaturalización de nuestro entorno“.

Palabras muy oportunas que se adaptan como la lycra al espíritu de la novela, dado que el protagonista de la misma es Herbert, un jardinero inglés para quien su jardín es una especie de limbo, al margen de las dos guerras mundiales que sucederán a su alrededor, un paraíso sustraído a la tecnología y el progreso. El suyo es un saber ancestral, en el que Herbert desplegará su especial sensibilidad. No obstante, cualquier manifestación artística del espíritu (como lo es también la jardinería) en momentos de guerra pasa a considerarse algo accesorio, así en el caso de Herbert su jardín será visto durante la contienda bélica con los ojos del utilitarismo, orientado a producir algo que palie el hambre y no el procurar un placer estético a ojos cegados.

Acompasado con las cuatro estaciones el octogenario Herbert nos refiere su vida, una vida dichosa, una primavera marcada por la orfandad, pero alegre, con una profesora, Mary Brain, que le iniciará en el mundo vegetal, dando a cada flor y planta su nombre; un verano en el que tomar las bridas de su existencia, negarse a ejercer de campesino o trabajar en una granja, pues lo suyo, lo tiene claro desde muy pronto, es la jardinería. En su auxilio vendrá Charlotte Charteris que lo pondrá al frente del jardín de su mansión. El otoño de su existencia, de los cincuenta a los sesenta y cinco años, marcará su periodo más satisfactorio, la obtención del reconocimiento por parte de sus compañeros de profesión, la asunción del prestigio y una honorabilidad bien asentada en la comunidad, no obstante, el progreso, la manera en que la juventud tiene de tratar a sus mayores, cada vez más irrespetuosa, mudará a peor, algo que Herbert experimentará en su persona, si bien su inteligencia y audacia le permitirá salir airoso de las asechanzas y desafíos que las nuevas juventudes le presentan, preservando para sí buena parte de ese bien tan preciado que es la autoridad bien ejercida.

Herbert en manos de Arkell con una prosa chispeante, vívida, alegre, humorosa, beatífica diría, en estos tiempos coronavíricos tan aciagos, fragante y colorista (cómo no ver y oler esos lirios, prímulas, nomeolvides, dedaleras, gordolobos, julianas, orquídeas, lilas, clavellinas…), resulta un personaje memorable, no por sus múltiples hazañas que no las hay, sino por su temple, su filosofía de vida, su empeño, su incólume dignidad y una entrega, la suya, que se verá recompensada, ante un mundo convulso y acelerado que no puede controlar ni conservar, al contrario que su bien preciado jardín, donde sí pudo durante seis décadas cuidar, mimar y amar a sus retoños.

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Leer contra la nada (Antonio Basanta)

Leer contra la nada
Antonio Basanta
Editorial Siruela
Año de publicación: 2019
196 páginas

Por casualidades del azar me veo hoy que se celebra el Día de las bibliotecas, leyendo y finalizando un ensayo espléndido de Antonio Basanta titulado Leer contra la nada que cogí precisamente en un préstamo bibliotecario.

Son muchos los ensayos que se han escrito sobre la lectura, el lector, las bibliotecas, el ánimo bibliófilo y cuestiones similares. La gran virtud que tiene este ensayo de Basanta es que concentra en apenas 190 páginas, en un formato de libro propiamente de bolsillo, un sinfín de cuestiones que serán de indudable interés para el ánimo de cualquier lector, para el que leer sea una forma de emancipación, un ejercicio de descubrimiento, de autodescubrimiento y más una disposición que un resultado.
No podemos obviar la importancia del alfabeto (algo mágico), la creación de la imprenta en la divulgación de los textos, primero sagrados y luego de la cultura en general, la necesidad que tenemos del lenguaje hablado y escrito, cómo a través de la escritura podemos comunicarnos, expresarnos, censurar, criticar, enjuiciar y transformar la realidad que nos toca vivir o sufrir.
No falta en este ensayo Los derechos del lector por boca de Pennac, el reconocimiento público de Camus a su profesor, pues detrás de cada gran Maestro encontraremos unos cuantos alumnos agradecidos.
No se puede tampoco no hablar de las bibliotecas públicas, entendidas como una red capilar de cultura. La más importante y extensa de las existentes en España, afirma Basanta.
La lectura va ligada a la oralidad, a los cuentos que nuestros padres nos leen cuando somos pequeños, a ese espacio íntimo que compartimos con ellos, a la distancia que estrechamos cuando oímos sus voces, que son dedicación, que son cariño.

Basanta recurre a lo que otros muchos escritores han enunciado antes acerca del arte de leer (un leer que es cosechar, tejer, surcar, elegir, transformar, asimilar, compartir), fragmentos que no os transcribo para no menoscabar la sorpresa del lector que se acerque a este ensayo, pero sí hay algo en lo que quisiera detenerme, que tiene que ver con la forma en la que leemos, algo totalmente subjetivo, claro está. Dice Borges que el poema es la emoción que produce.
Leemos buscado una emoción, y a veces también una confirmación, o una confrontación que nos permita superar ciertos prejuicios.
En su Gramática de la fantasía: introducción al arte de inventar historias, Gianni Rodari, dice: Una palabra lanzada al azar en la mente produce ondas superficiales y profundas, provoca una serie infinita de reacciones en cadena, implicando en su caída sonidos e imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, en un movimiento que afecta a la experiencia y a la memoria, a la fantasía y al inconsciente, complicando el hecho de que la misma mente no asiste pasiva a la representación, sino que interviene continuamente para aceptar y rechazar, ligar y censurar, construir y destruir. Todos estos procesos mentales son los que se activan con la lectura, procesos que como vemos pertenecen a cada cual, por eso ni hay dos lectores ni dos lecturas iguales.

Para Basanta la familia, la escuela (una escuela que potencia las emociones, que fomenta el pensamiento, que cree en lo que crea, que da forma el criterio, que cultiva cualquier modalidad de expresión, que ofrece horizontes nuevos, que fortalece la diversidad) y las bibliotecas son las tres privilegiadas carabelas del descubrimiento el lector, a las que siempre deberían acompañar los vientos favorables de una Administración Pública responsable para con sus deberes y unos medios de comunicación sensibles y cómplices en el empeño. Está claro que es crucial la labor que desempeñan los editores y los libreros en la difusión cultural. También es cierto como apuntó Steiner que nunca tanta información generó tan escasa sabiduría. La clave está como afirmó Eco en transformar la información en conocimiento y éste en sabiduría. No es tarea fácil pues cada vez hay más amenazas como las «fake news«, más ruido, más confusión, más mentiras, y se hace más imprescindible que nunca el espíritu crítico, una capacidad lectora que como el cedazo nos permita separar el grano de la paja, la verdad de la mentira, antes de propagar estas últimas a golpe de clic, o de índice.

Si eres de los que piensan que Nada hay más fascinante para el ser humano que aprender, como afirma Basanta, este es tu libro, tu ensayo, tu texto, tu hogar.