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El arte de conversar (Oscar Wilde)

La lectura de este libro ha sido muy placentera. Lo edita Atalanta, con traducción de Roberto Frías, quien al final escribe también «Una especie de autobiografía» que aporta muchos datos de interés sobre la vida de Oscar Wilde.

En todo momento Wilde es consciente de su talento y de su ingenio. Así, cuando pisa suelo americano y el agente de aduanas le pregunta si tiene algo que declarar, él replicará: «No tengo nada que declarar, excepto mi genio«.

Genio e ingenio es lo que se manifiesta tanto en los relatos como en los aforismos del libro. En los relatos -muchos de ellos son orales, y referidos en veladas, a personalidades del mundo de las letras, como por ejemplo, André Gide– Wilde recurre a menudo a la Biblia para contarnos en un relato como Judas se ahorca, no porque esté arrepentido, sino porque las 30 monedas que recibe por oficiar de Chivato, son falsas. En otro relato Lázaro vuelve del más allá y le cuenta a Jesús que allí no hay nada de nada, que a la muerte le sucede más muerte, una nada infinita. Jesús le pide a Lázaro que no propale esa mala nueva; o ese joven que con obras y milagros parejas a las del Mesías, se lamenta de no haber sido también él crucificado. Hay lugar para lo trágico, como el relato del poeta que se queda sin palabras; para la maldad como ese Diablo tentador que vence las resistencias de un ermitaño duro de pelar, refiriéndole la buena suerte de su hermano; para lo poético como en El espejo de Narciso. Me gusta encontrar en los relatos – la mayoría breves- el golpe de efecto final, la capacidad de sorprender de Wilde, de plantarte una sonrisa en el rostro por menos de nada.

En cuanto a los aforismos, estos están agrupados por distintas materias, a saber: Hombres, Mujeres, Gente, Familia, Matrimonio, Religión, Estados Unidos , Conversación, Egoismo, Relaciones, Pobreza, Amistad, Emociones, Pensamiento, Simpatía, Pecado, Comer y beber, etc…
Así agrupados, leyéndolos, uno tiene la sensación de que su lectura es algo parecido a sacarle la pulpa a un ensayo -que a menudo se sirve de mucha palabrería, y mucho ejemplo redundante para transmitir una idea, un concepto, una reflexión, que bien pudiera concretarse en un aforismo-.Leyendo lo que Wilde escribe sobre las mujeres y los hombres, sobre el matrimonio, sobre las emociones -algo que parece primordial en su obra, y que por otra parte parece lógico, siendo él un artista, cuya materia prima son las palabras y cuyo resultado es la emoción sobre el lector- sobre el pecado, la religión, la literatura o el arte, atisbamos un carácter que va contracorriente, que lucha por afirmar su sexualidad-mantiene una relación con Robert Ross y más tarde con Bosie, que sería su perdición-, por evitar cualquier atisbo de restricción, que detesta la moralidad hipócrita, un Wilde que vive y deja vivir, que no se mete en camisas de once varas, a pesar de que no esté libre de soltar unos cuantos puyazos -algo lógico en un espíritu libre, crítico, hastiado de las convenciones sociales, de los matrimonios aburridos, de la gente buena y tediosa- un Wilde que parece ser amigo íntimo del Argumento injusto de Las nubes de Aristófanes, y que apuesta por la vida licenciosa, por darse al vicio, a la voluptuosidad, por amorrarse a los placeres mundanos, a todo aquello que la vida nos ofrece, a toda esa belleza, que se manifiesta en el placer y que sería un crimen orillar, un error desoír esos cantos de sirena. Nos dice «La única diferencia entre el santo y el pecador es que el santo tiene un pasado y el pecador un futuro».

Hilarantes son sus comentarios sobre el pueblo americano, sobre sus compatriotas británicos a los que pone a caldo. No muy bien paradas salen las mujeres, a quienes tengo la sensación que trata como seres inferiores, objeto de burla, y menosprecio, y no como iguales a él. Pasa mucho Wilde de la religión, entiende la Democracia como la opresión de la gente por la gente y para la gente. Respecto a la educación dice que nada que valga la pena saberse puede ser enseñado, que los matrimonios después de treinta años se convierten edificios públicos y en temas literarios apunta que entre Hugo y Shakespeare agotaron todos los temas, tal que la originalidad es imposible, incluso al pecar, que ya no quedan verdaderas emociones, sólo adjetivos extraordinarios

Es el libro un texto fértil, cuyos aforismos, estemos de acuerdo con ellos o no, sí que creo que nos iluminan, que nos hacen pensar o nos animan a ver las cosas de otra manera, pues como dice Wilde «Una idea que no es peligrosa no es digna de ser llamada idea» y Wilde quiere provocarnos, y nos ofrece un goce intelectual, que solo puedo alabar.

El-lugar-más-bonito-del-mundo

El lugar más bonito del mundo (Ann Cameron 2002)

Ann Cameron
2012
Alfaguara
69 páginas

El lugar más bonito del mundo es un libro destinado al público juvenil escrito por la americana Ann Cameron en 2002 y publicado por Alfaguara.

La historia se desarrolla en un pueblo de Guatemala, país que Cameron conoce bien ya que durante 15 años y junto a su marido, ambos trabajaron para mejorar la Biblioteca Popular de Panajachel, a fin de que los niños de Guatemala pudieran tener la misma oportunidad de leer de la que habían disfrutado Cameron y su marido durante toda su vida. De hecho, según Cameron, hoy esa biblioteca es la mejor de toda América Central.

Así que señores políticos déjense de canones y que no les tiemble el pulso a la hora de dotar de fondos las bibliotecas públicas, para que todo aquel que tenga sed de conocimiento, sed de saber, pueda saciarla, sin depender de si el usuario tiene dinero o no para comprar libros. Huelga decir que gastar en cultura es una inversión.

El protagonista del libro es un niño de 7 años llamado Juan que vive en un pueblo llamado San Pablo, rodeado de montañas y volcanes y a los pies de un lago. Vive sólo con su madre, porque su padre cuando nació él, los dejó plantados y se fue a la capital. Cuando su madre conoce a otro hombre, éste le obliga a elegir a su madre entre su hijo o él y la madre optará por la compañía de su amante y el niño deberá entonces abandonar la casa.
A Dios gracias que Juan tiene una abuela que lo acogerá en su seno, dándole un techo donde dormir y un cuenco de comida sobre la mesa para orillar su infortunio. A pesar de su corta edad Juan trabajará limpiando botas, y ganará algo de dinero que dará a su abuela para que se lo administre.

Juan, entregado a su monotarea menestral, sentirá envidia de los niños de su edad que van al colegio y él decidirá que también quiere ir, y como es más listo que el hambre aprenderá a leer solo y cuando en la escuela no lo quieran admitir porque siendo analfabeto retrasaría al resto de sus compañeros, Juan demostrará a su profesora que sabe leer y entonces le admitirán y Juan comprará entonces con el dinero que su abuela le ha ido administrando, libros y cuadernos y como su abuela no tuvo la oportunidad de estudiar, decide entonces enmendar su error y comprometerse a ayudar mientras viva a Juan a cumplir su sueño de estudiar.

Ann Cameron
Ann Cameron

El libro, escrito para niños de edades comprendidas entre 8 y 12 años (cuya lectura como adulto también he disfrutado) ofrece una historia divertida con una prosa sencilla y amena donde la autora más que perpetrar un ejercicio de estilo, lo que pretende es mostrar lo trágico y desfavorable de ciertas situaciones familiares, donde los niños como Juan, desgraciadamente, deben salir adelante sin padres, ni madres, y gracias al empuje (una abuela convertida en un roble de grueso tronco y enorme copa bajo la cual se refugiarán todos los familiares que necesitan cobijo, comida o ayuda) en este caso de su abuela-coraje y también la importancia de ir a la escuela, de formarse, de sentir el cosquilleo del saber, de sentirte orgulloso de ti mismo y de tus seres queridos por ayudarte a cumplir tus metas y objetivos, por muy difícil que te lo pongan las situaciones familiares, económicas o sociales.

¿Es San Pablo, el pueblo donde vive Juan, el lugar más bonito del mundo?.

Moraleja: no, porque cada uno tenemos nuestro propio lugar más bonito. El caso es estar a gusto y sentirte orgulloso de la tierra que pisas.

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Editorial Galaxia Gutenberg

Una pequeña historia de la filosofía (Nigel Warburton 2013)

Nigel Warburton
2013
255 páginas
Galaxia Gutenberg

Nigel Warburton (Inglaterra, 1962) nos acerca al gran público algo tan inasible e ingente como la filosofía y lo hace con un libro breve de 255 páginas (y una docena en blanco), divivido en cuarenta capítulos. La mayoría de los cuales están dedicados a un solo filósofo, otros agrupan a dos o tres filósofos, a Kant le dedica dos capítulos. Mujeres hay muy pocas en estas páginas, solo tres, Hannah Arendt, Simone De Beauvoir y Philippa Foot.

Todos los que aparecen en estas páginas están criando malvas, a excepción de Peter Singer con el que se cierra el libro. Filósofos españoles no hay ninguno.

El libro abarca los 2.400 años que los seres humanos llevamos haciéndonos preguntas de todo tipo, sobre la existencia o inexistencia de Dios, sobre la creación del mundo, acerca del modelo de sociedad más adecuado, sobre aquello que nos hace felices o desdichados, acerca de la moral, la ética, la evolución de la especies, la naturaleza humana etc.

Comienza el libro con Sócrates y su método, consistente en hacer preguntas a los demás, haciendo ver a sus interlocutores lo débil de sus afirmaciones y creencias, dado que todo es susceptible de ser cuestionado y puesto en entredicho. Luego viene su discípulo Platón, Aristóteles, los filósofos religiosos (San Agustín, Santo Tómás de Aquino), los filósofos científicos (Descartes, Pascal, Leibniz), los filósofos lingüistas (Wittgenstein), hasta llegar a la era moderna, donde la nómina de filósofos baja considerablemente (Popper, Khun, Sartre, Arendt, Turing, Singer) y donde estos se conforman con abordar algún aspecto de la realidad que les parece de interés, más que tratar de dar respuesta a las grandes preguntas de toda la vida.

Nigel Warburton
Nigel Warburton

Lo que tenemos entre manos (si decides finalmente leer este libro), es algo divulgativo y ameno, no una historia de filosofía como la de Frederick C. Copleston, reducida a minorías selectas con sobrados conocimientos de la filosofía. Warburton que también es filósofo (tiene un blog muy popular), tiene como misión acercarnos algo de la obra de esas personas amantes del saber (filósofos) que ante el mundo que les rodeaba, les dio por hacerse preguntas, empeñados incluso en darles respuestas, en formular teorías, en escribir libros, en poner algo de orden en el caos del desconocimiento.

A algunos filósofos ya los conocía, a otros muchos no, y gracias a Nigel, tengo ahora a mano a unos cuantos autores a los que seguir el rastro de ahora en adelante, filósofos que Nigel va conectando de capítulo en capítulo, dándole al libro un ritmo y continuidad que hacen de su lectura algo sumamente placentero y enriquecedor.

Bien Nigel. Lo bueno, si breve dos veces bueno y si encima es claro y sencillo, todavía mejor.

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Del color de la leche (Nell Leyshon 2013)

Nell Leyshon
2013
Editorial Sexto Piso
174 páginas

De entrada, decir que es una estupenda novela la que ha escrito la inglesa Nell Leyshon.

Del color de la leche, es una novela corta, de prosa limpia y sencilla. La narradora es una joven de apenas 15 años, que vive en el año 1831 de nuestro señor, en una granja, con sus padres, rodeada de animales y estiércol, sufriendo las inclemencias del tiempo, también la intemperie sentimental (un padre que la zurra), unas hermanas que más que quererla la soportan, una madre pasiva y agotada que no sabe lo que es una carantoña filial, viéndose arrastrar una pierna que la convierte en un carga.

A pesar de todo, la joven, Mary, es una adelantada para su tiempo, una rebelde, que no se corta un pelo en decir lo que piensa. Cuando un vicario que vive próximo a la familia de Mary reclame a la joven para ocuparla en su casa, al cuidado de su mujer, enferma, Mary deberá poner a prueba todo eso que bulle en su interior. Doblegarse o no. Esa es la cuestión.

Y me alegro de que el final del libro sea como es, porque sino este libro sería Del color de la leche con tres cucharadas soperas de azúcar. Y lo que no hay en el libro es azúcar, edulcorante alguno, solo una historia austera, narrada con eficacia, que te envuelve, sin caer en sentimentalismos de todo a cien, que va creando un mundo con pinceladas sutiles, porque todo resulta tan sencillo como nacer, sufrir y morir.