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Los últimos años de Casanova

Los últimos años de Casanova (Joseph Le Gras y Raoul Vèze)

La editorial Atalanta había publicó en dos volúmenes la vida de Giacomo Casanova, sus memorias y como colofón a estos dos volúmenes, otro ensayo, Los últimos años de Casanova, a cargo de Joseph Le Gras y Raoul Vèze.

Lo propio sería proceder a leer este ensayo después de haber concluido la lectura de los tres volúmenes anteriores, pero esto lo dejaremos para otra ocasión. Lo que nos ha llegado de Casanova es su capacidad amatoria, sus múltiples amantes, la figura de un libertino sin límites, pero además de eso, que es lo más conocido, existen otras características que bien pueden también definirlo: filósofo indulgente, moralista experimentado, esclarecedor de intrigas…
Todo el ensayo exuda un ánimo de tristeza, de desesperanza. Giacomo Casanova en estos últimos años está contra las cuerdas, está acorralado, todo le viene en contra, le fallan los amigos, los apoyos, le faltan las fuerzas, se ha marchitado la flor de la juventud, ha cumplido ya 60 años, su salud se ve menguada -morirá a los 74 años- y sus múltiples escritos obtienen escaso reconocimiento al publicarse. Un Casanova que se declara escritor en vena -tarea a la que podía llegar a dedicar hasta doce horas diarias- y en venta podemos añadir, porque el hombre hace todo lo posible para obtener beneficios económicos con sus escritos, una fecundidad (la suya) con escaso rendimiento.

Se habla también de la obra de Casanova Icosameron, considerada ejemplo de la literatura de proto ciencia ficción y se dice que incluso Julio Verne pudo haber tenido noticias de esta novela y haberla leído a la hora de publicar la suya, Viaje al centro de la tierra con la cual tiene similitudes.

A pesar de todo, la novela Icosameron (cuyo prólogo de la novela también se incluye en este libro) fue un fracaso y esto parece ser que espoleó más tarde a Casanova para publicar sus memorias monumentales que llevarían el nombre de Historia de mi vida, escritas entre 1790 y 1793 (publicadas 30 años después de su muerte y considerada una obra clave para conocer de primera mano el siglo XVIII), y que llegan solo hasta 1773. Bien porque consideraba que su vida en esos últimos años era bastante aburrida (lo cual parece ser bastante improbable) o bien porque no podía hablar de ciertas cosas debido a su relación con el Tribunal de la Inquisición, para el que trabajaba como informante.

El libro se cierra con un Compendio de mi vida, donde Casanova hace un sucinto repaso de todo lo que ha sido su breve y agitada vida, donde da cuenta de todos los lugares en los que tuvo la suerte o desgracia de vivir tales como Marsella, Génova, Florencia, Venecia, Roma, Nápoles, Berlín, Petersburgo, Constantinopla o Dux donde acabará sus días trabajando como bibliotecario del conde de Waldstein.

El ensayo me ha resultado lo suficientemente interesante como para querer invertir unas cuantas semanas en la lectura de sus memorias.

Editorial Atalanta. 2013. 144 páginas. Traducción de Jaime Rosal del Castillo.

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El arte de conversar (Oscar Wilde)

La lectura de este libro ha sido muy placentera. Lo edita Atalanta, con traducción de Roberto Frías, quien al final escribe también «Una especie de autobiografía» que aporta muchos datos de interés sobre la vida de Oscar Wilde.

En todo momento Wilde es consciente de su talento y de su ingenio. Así, cuando pisa suelo americano y el agente de aduanas le pregunta si tiene algo que declarar, él replicará: «No tengo nada que declarar, excepto mi genio«.

Genio e ingenio es lo que se manifiesta tanto en los relatos como en los aforismos del libro. En los relatos -muchos de ellos son orales, y referidos en veladas, a personalidades del mundo de las letras, como por ejemplo, André Gide– Wilde recurre a menudo a la Biblia para contarnos en un relato como Judas se ahorca, no porque esté arrepentido, sino porque las 30 monedas que recibe por oficiar de Chivato, son falsas. En otro relato Lázaro vuelve del más allá y le cuenta a Jesús que allí no hay nada de nada, que a la muerte le sucede más muerte, una nada infinita. Jesús le pide a Lázaro que no propale esa mala nueva; o ese joven que con obras y milagros parejas a las del Mesías, se lamenta de no haber sido también él crucificado. Hay lugar para lo trágico, como el relato del poeta que se queda sin palabras; para la maldad como ese Diablo tentador que vence las resistencias de un ermitaño duro de pelar, refiriéndole la buena suerte de su hermano; para lo poético como en El espejo de Narciso. Me gusta encontrar en los relatos – la mayoría breves- el golpe de efecto final, la capacidad de sorprender de Wilde, de plantarte una sonrisa en el rostro por menos de nada.

En cuanto a los aforismos, estos están agrupados por distintas materias, a saber: Hombres, Mujeres, Gente, Familia, Matrimonio, Religión, Estados Unidos , Conversación, Egoismo, Relaciones, Pobreza, Amistad, Emociones, Pensamiento, Simpatía, Pecado, Comer y beber, etc…
Así agrupados, leyéndolos, uno tiene la sensación de que su lectura es algo parecido a sacarle la pulpa a un ensayo -que a menudo se sirve de mucha palabrería, y mucho ejemplo redundante para transmitir una idea, un concepto, una reflexión, que bien pudiera concretarse en un aforismo-.Leyendo lo que Wilde escribe sobre las mujeres y los hombres, sobre el matrimonio, sobre las emociones -algo que parece primordial en su obra, y que por otra parte parece lógico, siendo él un artista, cuya materia prima son las palabras y cuyo resultado es la emoción sobre el lector- sobre el pecado, la religión, la literatura o el arte, atisbamos un carácter que va contracorriente, que lucha por afirmar su sexualidad-mantiene una relación con Robert Ross y más tarde con Bosie, que sería su perdición-, por evitar cualquier atisbo de restricción, que detesta la moralidad hipócrita, un Wilde que vive y deja vivir, que no se mete en camisas de once varas, a pesar de que no esté libre de soltar unos cuantos puyazos -algo lógico en un espíritu libre, crítico, hastiado de las convenciones sociales, de los matrimonios aburridos, de la gente buena y tediosa- un Wilde que parece ser amigo íntimo del Argumento injusto de Las nubes de Aristófanes, y que apuesta por la vida licenciosa, por darse al vicio, a la voluptuosidad, por amorrarse a los placeres mundanos, a todo aquello que la vida nos ofrece, a toda esa belleza, que se manifiesta en el placer y que sería un crimen orillar, un error desoír esos cantos de sirena. Nos dice «La única diferencia entre el santo y el pecador es que el santo tiene un pasado y el pecador un futuro».

Hilarantes son sus comentarios sobre el pueblo americano, sobre sus compatriotas británicos a los que pone a caldo. No muy bien paradas salen las mujeres, a quienes tengo la sensación que trata como seres inferiores, objeto de burla, y menosprecio, y no como iguales a él. Pasa mucho Wilde de la religión, entiende la Democracia como la opresión de la gente por la gente y para la gente. Respecto a la educación dice que nada que valga la pena saberse puede ser enseñado, que los matrimonios después de treinta años se convierten edificios públicos y en temas literarios apunta que entre Hugo y Shakespeare agotaron todos los temas, tal que la originalidad es imposible, incluso al pecar, que ya no quedan verdaderas emociones, sólo adjetivos extraordinarios

Es el libro un texto fértil, cuyos aforismos, estemos de acuerdo con ellos o no, sí que creo que nos iluminan, que nos hacen pensar o nos animan a ver las cosas de otra manera, pues como dice Wilde «Una idea que no es peligrosa no es digna de ser llamada idea» y Wilde quiere provocarnos, y nos ofrece un goce intelectual, que solo puedo alabar.

José Bianco

Sombras suele vestir, La pérdida del reino, Las ratas (José Bianco)

José Bianco
Editorial Atalanta
382 páginas
2013

La editorial Atalanta ha decidido, para bien del lector, reunir tres novelas de José Bianco: Sombras suele vestir (1941), La pérdida del reino (1972) y Las ratas (1943), a lo que hay que sumar un relato, El límite, y unos ensayos artículos y entrevistas que van de 1929 a 1986.

A modo de introducción Jorge Luis Borges habla de la figura de Bianco, de quien dice ser uno de los primeros escritores argentinos y uno de los menos famosos. Su producción literaria es escasa, pero al igual que Rulfo creo que atesora la suficiente calidad como para pasar a la posteridad.

A Bianco se le conoce más por su labor de traducción. En uno de los ensayos más interesantes, en el que nos habla de su labor traductora, nos cuenta que fue él, quien al traducir la novela de Henry James, The turn of screw, optó por volcarlo al castellano bajo el título de Otra vuelta de tuerca, en lugar de la forma literal que hubiera sido La vuelta de tuerca.

En cuanto a las novelas, las tres muy notables, en lugar de entrar a desentrañar su argumento prefiero poner un párrafo de la última de ellas, que define muy bien el espíritu de las novelas.

En cambio, si dejaba que sus fantasmas empezaran a rondarme y a gravitar sobre mi conciencia, acaso lograra identificarme poco a poco con él. Cuando ya nada se interpusiera entre nosotros, cuando su voz fuera mi voz y yo no distinguiera entre lo cierto y lo incierto, lo ficticio y lo real, tal vez alcanzara esa realidad literaria que, más que ver, nos permite entrever como un relámpago la verdad de un ser humano sin disipar por completo su misterio. Entonces, aunque avanzara en el conocimiento dramático y aventurado de su alma, no ahuyentaría esas sombras bienhechoras gracias a las cuales el héroe de una novela es, simultáneamente, comprensible e impenetrable.

Las novelas de José se mueven en esa tierra de nadie entre realidad y ficción, entre lo que vemos y lo que intuimos, entre certezas que no lo son, y misterios inextricables que nos parecen palpables, entre lo que que conocemos y la opinión que nos formamos sobre ello y para ello José emplea una prosa limpia, sin artificios ni barroquismos, una prosa que envuelve, que anida en el lector, para una vez dentro desplegar sus alas y enriquecernos, pues leyendo, no somos otra cosa que el agua que al recibir el impacto de una piedra, se expande, en ondas concéntricas, como si no hubiera orillas que frenaran nuestro crecimiento.

La sabiduría de José se plasma en los fecundos ensayos como los que dedica a Casanova, Proust y su madre, a Ortega y Gasset, Borges, u otros impagables como Parafernaria (Pensemos en las imágenes de Santiago el Mayor, patrono de España, que se lo representa a caballo, blandiendo una espada; a los pies del caballo, para edificación de los creyentes, yacen cortadas las cabezas de los moros. En el ámbito literario se hace sentir esa característica de la cultura. El escritor menosprecia necesariamente un aspecto de sí mismo que la tradición no valora...) y en las entrevistas que cierran el libro y que nos permiten entender mejor su manera de escribir, su labor en la revista Sur, los fines que persigue, las reflexiones sobre su obra, etc.