Mate jaque

Mate jaque (Javier Pastor 2009)

Javier Pastor
Mate Jaque
2009
Mondadori
99 páginas

Hace tres días Javier Pastor publicó su última novela, Fosa común (leer reseña). Dos escritores que leo, sigo y admiro me advirtieron de que tenía que leer esa novela. De momento y antes de ir a parar a esa Fosa común, he ido atrás en el tiempo, y no he leído ni Fragmenta, ni Esa ciudad, sino Mate Jaque, la tercera novela que Javier publicó en 2009.

Si gozaste leyendo a Luis Rodríguez o a José María Pérez Alvárez, entonces Javier Pastor te gustará. Si no has leído a los anteriores, debería gustarte igualmente. Pero ojo, no hablamos de un texto al uso. Al igual que los escritores antes citados, la narración de Pastor, es una aventura tan singular y excitante como sorprendente.

El protagonista (en un alarde de nula originalidad por parte del autor) es un escritor asqueado de su vida y de escribir. Ha tenido tres mujeres y aquí parte de la narración me trae ecos de esa obra maestra reciente que es Divorcio en el aire, pues ahí también había varias esposas y las relaciones de pareja, ni eran relaciones y dejaban en entredicho lo que entendemos comúnmente por pareja.

En la narración de Pastor, el relato se principia cuando el protagonista se plantea dejar a su tercera esposa e irse a un balneario a no hacer nada, quien una vez allí, decide no escribir, pero sí recordar, y sus recuerdos versan sobre la paternidad que nunca deseó, sobre el férreo empeño de su mujer de tener descendencia a toda costa, sobre eso de ser artista y escribir libros, y en resumen sobre todo aquello que le ha hecho ser lo que es y hacer lo que hace y decir lo que dice. O no, porque a menudo nada explica nada. Creo. Y Pastor despacha su narración de una manera tan lúcida, con un humor tan negro, en las antípodas de cualquier (biso/ño-/ñez), con esa forma suya de ir metiendo paréntesis, dando capas y texturas al texto, jugando con las palabras, haciendo del lenguaje en manos de una mente fértil, una lectura gozosa. No digo más.

El caso es que a mitad del libro, echando el protagonista una partidita de ajedrez, la voz cambia, y ya no es esta una voz varonil, no, sino la de una mujer, su tercera mujer (la cual lo hubiera dado todo por declararse en estado, como en la canción de Sabina), la que nos habla, y nos cuenta la otra parte de la historia, aderezando lo que ya sabemos, o hemos oído, o leído antes, con otra perspectiva, y la narración es entonces un espejo, roto, hecho añicos, pues nada hay ya que salvar.
Un espejo que puede ser real, o que bien puede ser fruto de una mente perturbada, alucinada, bipolar, que se desdobla, que fantasea con ser padre y madre, un raciocinio a la deriva que confunda la Residencia Argos Mente con el Balneario Monegásgter. Aliteraciones. Ya saben.

Sé que no importa, pero Javier Pastor ha ganado un lector más.

¿Qué es la ilustración?

Contestación a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? de Immanuel Kant

A pesar del título, ¿Qué es la Ilustración? y tras dar respuesta a la misma, el meollo de este libro versa sobre la Paz Perpetua, a la que aspira no solo Kant (Königsberg, 1724-1804), dado que muchos antes que él habían ya escrito sobre este tema, sobre las vías para conseguir tal noble propósito.

Si el hombre es un lobo para el hombre y existe cierta tendencia a resolver los problemas con el uso de la violencia, pues siempre anida en nuestro interior el conflicto y la guerra, Kant antepone la razón, la cual, impondría lo racional a lo visceral. De este modo se buscaría una confederación de Repúblicas, donde los ciudadanos fueran libres (siendo la libertad del individuo un fin en sí mismo), bajo el paraguas de una Constitución que defendiese su libertad y garantice su igualdad frente a los demás, dando publicidad de sus acciones «Todas las máximas que necesitan la publicidad (para no fracasar en sus propósitos) concuerdan con el derecho y la política a la vez”, es decir que únicamente mediante la publicidad pueden lograr su fin y lo son porque se adecuan al fin general de lo público que elimina la desconfianza en las máximas»

Vemos que la humanidad al tiempo que se destroza y aniquila con las guerras durante siglos, crea a su vez herramientas para combatirlas como la ONU, el Tribunal Penal Internacional, y organismos similares.

Hoy en día, cualquier telediario nos demuestra que el ideal Kantiano de la paz perpetua es un ideal por el que vale la pena luchar, e incluso veremos si matar (como acto defensivo), cruel paradoja, dado que para muchos hoy la razón se orilla cada vez más, mientras la sinrazón, la industria armamentística, los intereses económicos y la religión entendida como una arma de destrucción masiva, nos aleja cada vez más del ideal de esta Paz Perpetua, al tiempo que dinamita la felicidad humana y el progreso en el que se cifra la misma.

Sirva la lectura de esta breve pieza como un buen comienzo para adentrarme en el pensamiento de un filósofo clave.

Sobre la brevedad de la vida

Sobre la brevedad de la vida (Séneca)

Este es uno de esos libros que tenía pendiente de leer desde hace muchísimos años.

El presente año lo pienso dedicar a leer esos libros que siempre tenemos en mente y que por distintos motivos a menudo nunca pasan de ser lecturas potenciales.

El libro del filósofo cordobés Séneca (4 a.C a 65 d. C), es una carta dirigida a Paulino, el padre o hermano de su mujer, Paulina Pompeya, que finaliza recomendando a éste que se aparte de la vida pública.

Séneca siempre estuvo luchando con dos fuerzas, la estoica y la epicúrea. La primera llamaba a implicarse en la vida pública y la segunda todo lo contrario. Séneca de naturaleza estoica, desencantado al final de sus días con su vida en la arena pública, en este sentido se decanta, al menos de forma circunstancial, por lo segundo, por lo privado y doméstico.

La carta desde el exordio pone ya las cartas sobre la mesa:

«No tenemos un tiempo escaso, sino que perdemos mucho. La vida es lo bastante larga y para realizar las cosas más importantes se nos ha otorgado con generosidad, si se emplea bien toda ella. Pero si se desparrama en la ostentación y la dejadez, donde no se gasta en nada bueno, cuando al fin nos acosa el inevitable trance final, nos damos cuenta de que ha pasado una vida que no supimos que estaba pasando».

Ese el meollo. La idea sobre la que se expande toda la obra. Séneca nos habla una y otra vez, a menudo con ejemplos, de como de mil maneras diferentes dilapidamos nuestro tiempo, o bien en tareas sin sentido, en pos de la ambición, de ciertas metas que en última instancia solo logran separarnos de nuestra razón de ser, de nosotros mismos. No se trata de llevar una vida contemplativa, rendida al ocio, a holgar sin mesura, sino a dedicar el tiempo a nosotros, a nuestra persona, a nuestros intereses, de tal modo que cuando la parca ronde cerca, no miremos para atrás y veamos que el cómputo de los años realmente vividos son muy pocos, o bien que cuando la enfermedad nos asole, gritemos a los cuatro vientos que las cosas van a cambiar, que a partir de ahora haremos las cosas de otro modo, que nuestra vida será otra.

Esa vida plena, centrada en nosotros, Séneca la lleva al terreno de la sabiduría, como no podía ser de otro modo, así, en el acto de leer, de reflexionar sobre lo leído, de enriquecernos con el saber, al recurrir por ejemplo a los filósofos clásicos, encontramos el alimento que hará de nuestros días algo provechoso.

«Es posible discutir con Sócrates, dudar con Carnéades, serenarnos con Epicuro, superar la naturaleza humana con los estoicos, salir fuera de ella con los cínicos. Puesto que la naturaleza admite que lleguemos a ser copropietarios de todas las épocas, ¿por qué desde este tramo escaso y perecedero de tiempo no nos entregamos de todo corazón a esas realidades que son inmensas, que son eternas,que compartimos con los mejores?»

«¿Pensamos que éstos se entretienen en obligaciones auténticas? Podemos decir eso de aquellos que diariamente quieren tener como sus más allegados a Zenón, a Pitágoras y Demócrito, y a todos los demás sacerdotes de las buenas artes, a Aristóteles y Teofrasto. Ninguno de estos dejará de tener tiempo libre, ninguno despachará a quien a él acuda sin hacerlo más dichoso, más conforme consigo mismo; ninguno consentirá que nadie se vaya de su lado con las manos vacías; reunirse con ellos de noche, reunirse de día pueden hacerlo todos los mortales».

La sabiduría en definitiva es el camino hacia el yo, el camino del éxito, la luz que alumbra una existencia que se trunca si no huera, vacía, cercenada por el ruido, por el tráfago diario, por mil máscaras y distracciones que nos impiden bucear hacia nuestro ser. Y todo esto cuando en los hogares no existía ni la televisión, ni los videjuegos, ni internet, ni las redes sociales…

«De manera que la vida del sabio se extiende mucho; a él no lo encierran los mismos limites que a los otros; es el único que se ve libre de las leyes del género humano; todas las épocas como a un dios le prestan servicio. Que algún momento ya pasó: lo posee mediante el recuerdo. Que es inminente: lo aprovecha. Que habrá de llegar: lo toma de antemano. Larga vida le otorga la reunión de todos
los momentos en uno solo».

Antes de Bucay, Coelho y demás autores autoayudistas, dos milenios atrás, existieron pensadores como Séneca. Escritores que al leerlos nos enriquecen.

Sobre la brevedad de la vida. Un libro imprescindible.

La traducción, las notas y el posfacio son obra de Francisco Socas Gavilán. El libro está disponible en pdf la web de la Junta de Andalucía.

Theodor W. Adorno

Mínima moralia (Theodor W. Adorno)

Theodor W. Adorno
256 páginas
Taurus

Mi primera aproximación a Theodor W. Adorno ha sido con Mínima moralia y tendrá continuidad.

153 entradas donde Adorno trata un alud de temas, algunos de más fácil comprensión que otros, todos marcados por su prosa ágil y certera de tal manera que sin retórica ni farragosidad transmite bien su pensamiento.

Unos textos siempre interesantes que invitan a la reflexión, ya sea por ejemplo sobre la conciencia crítica del pasado y lo necesario que es la memoria, el consumismo desaforado, la industria cultural, el ansia de novedades y de estar siempre a la última, el tráfago en el que nos movemos cada día y que nos devora, desperdiciando nuestro tiempo cada día, sin aprovechamiento personal (cómo no pensar leyendo estas lúcidas palabras en Sobre la brevedad de la vida de Séneca), enzarzados en tareas, actividades, distracciones, etc, que logran apartarnos de nosotros mismos, o sobre como la sociedad alemana estaba perfectamente preparada para llevar a cabo las atrocidades cometidas durante la II Guerra Mundial.

Textos donde la guerra y lo que esta supone, como el holocausto judío, está muy presente al ser escritas las tres partes que conforman este ensayo entre 1944 y 1947 en el exilio al que se vio abocado Adorno cuando los nazis llegaron al poder.