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El cuerpo secreto (Mariana Torres)

Lo siniestro y lo macabro se hermanan -ya desde la portada, con una joven ahorcada- en estas piezas breves -algunas de apenas un párrafo- donde la sustancia narrativa brilla por su ausencia en la mayoría de las piezas, que son como imágenes que se nos presentan cual fotografías espeluznantes que en todo caso tendrían la capacidad de revolvernos y horripilarnos, pues la mayoría de los cuentos abundan en lo escabroso, en lo sórdido, en lo tenebroso. El efecto de los textos de Mariana Torres (Angra dos Reis, 1981) me resulta demasiado limitado, tanto como su alcance, que va poco más allá del de una declaración de intenciones, de los relatos que estén por venir, si fuera el caso.
Leyendo esto tengo la sensación de hallarme ante la presencia de unos textos que parecen elaborados en un laboratorio y madurados no al aire libre, sino en una cámara frigorífica, la de una sala de autopsias, por ejemplo.
Relatos que son como esa fruta que tiene muy buena presencia (aquí serían manzanas con gusano), pero que no (me) saben a nada.

Páginas de espuma. 2015. 136 páginas

El arte de amar

El arte de amar (Erich Fromm)

Erich Fromm
2004
160 páginas
Editorial Paidos

Como nos comenta Fromm esta clase de libros, el suyo también, están más enfocados a formular preguntas que a dar respuestas. Lógico. Cómo poner por escrito, en qué consiste amar o cómo tenemos que hacerlo.
Fromm amar lo asemeja a un arte más, que como tal precisa trabajo, esfuerzo, dedicación, poner todos los sentidos alerta, etcétera.

Un amar que adopta un papel activo, ya que a menudo somos nosotros quienes queremos ser amados, la mayoría de las veces, adoptando un papel pasivo, cuando esto de amar es cosa de dos y según Fromm al final el que ama, el que da, es quien realmente recibe.

Algunos pasajes del libro me parecen obvios, y hay también desvaríos como cuando Fromm habla de los homosexuales.

«la desviación homosexual es un fracaso en el logro de esa unión polarizada, y por eso el homosexual sufre el dolor de la separatidad nunca resuelta, fracaso que comparte, sin embargo, con el heterosexual que no puede amar».

Fromm da por hecho que nos colmamos cuando el hombre y la mujer se funden, según reza la biblia, y que todo lo que nos aleja de ello nos atormenta en pos de una separatidad que nos afanamos en combatir junto o dentro del cuerpo ajeno.

Las reflexiones que me han resultado más interesantes del libro son aquellas que tienen no tienen que ver con el arte de amar sino con la domesticidad de las emociones en un contexto capitalista y democrático.

«Aun los sentimientos están prescritos: alegría, tolerancia, responsabilidad, ambición y habilidad para llevarse bien con todo el mundo sin inconvenientes. Las diversiones están rutinizadas en forma similar, aunque no tan drástica. Los clubs de libro seleccionan el material de lectura, los dueños de cinematógrafos y salas de espectáculos, las películas, y pagan, además, la propaganda respectiva; el resto también es uniforme: el paseo en coche del domingo, la sesión de televisión, la partida de naipes, las reuniones sociales. Desde el nacimiento hasta la muerte de lunes a lunes, de la mañana a la noche: todas las actividades están rutinizadas y prefabricadas. ¿Cómo puede un hombre preso en esa red de actividades rutinarias recordar que es un hombre, un individuo único, al que sólo le ha sido otorgada una única oportunidad de vivir, con esperanzas y desilusiones, con dolor y temor, con el anhelo de amar y el miedo a la nada y a la separatidad.

Las dedicadas al capitalismo:

«El capital domina al trabajo; las cosas acumuladas, lo que está muerto, tiene más valor que el trabajo, los poderes humanos, lo que está vivo, […] Como resultado del desarrollo del capitalismo, presenciamos un proceso creciente de centralización y concentración del capital. Las grandes empresas se expanden continuamente…

Y las páginas dedicadas al consumismo:

«Somos consumidores con la boca siempre abierta, ansiosos y dispuestos a tragarlo todo: películas, bebidas, conocimiento. Esa falta de concentración se manifiesta claramente en nuestra dificultad para estar a solas con nosotros mismos. Quedarse sentado, sin hablar, fumar, leer o beber, es imposible para la mayoría de la gente. Se ponen nerviosos e inquietos y deben hacer algo con la boca o con las manos (fumar es uno de los síntomas de la falta de concentración: ocupa la mano, la boca, los ojos, la nariz…»

Todo esto lo escribió Fromm a mediados del siglo XX, en 1956. Lo podemos suscribir hoy, en 2015, a pies juntillas, pero agravado con el uso de las tecnologías, como Facebook, twitter, internet, móviles de última generación, etc, que no existían en los tiempos de Fromm y que, a mi entender, lejos de mejorar, han agravado estos males sobre los que reflexiona con agudeza el autor.

Feliz día, corazones.

Joseph Delteil

En el río del amor (Joseph Delteil)

Pienso en Joseph Delteil que deja su pueblo y se muda a París en 1922 y allá a sus 28 años se faja en la escritura de una novela (esta que nos ocupa con la que llamaría la atención de figuras surrealistas como Louis Aragon y André Breton) que le permitirá viajar mentalmente, a él y a nosotros lectores, hasta lugares recónditos -nada menos que hasta Sajalín, Pekín, Mukden, al río Amur…- fantasear y entregarse al aliento cálido de la voluptuosidad, entre guerras orgiásticas, con mujeres guerreras al frente de distintos ejércitos, y dos personajes, dos desertores bolcheviques como un falo de dos cabezas, la de Borís y la de Nikolái, que desean y aman a las mismas mujeres hasta que en su camino se cruza la correosa Ludmila que los seducirá a ambos, los trastornará, los separará y acabarán río abajo, como esas vidas que van a dar a la mar, todo ello para referir acontecimientos violentos, trágicos, amorosos, sensuales, con una prosa poética, fragante, descriptiva, toponímica, cuyo barroquismo y orientalismo o nos ensimisma y transporta a regiones superiores o alimenta nuestra indiferencia y pasotismo. Me he quedado a medio camino.
La portada del libro me recuerda al cartel de la película El desconocido del lago.

Editorial Periférica. 2017. 136 páginas. Traducción de Laura Salas Rodríguez.

www.devaneos.com

Resort (Juan Carlos Márquez)

Aquellos que alguna vez hayan ido con niños pequeños a un hotel sito en un lugar turístico playero reconocerán en esta novela de Juan Carlos Márquez (Bilbao, 1967) lo ajustado e in/verosímil de las anécdotas que alimentan la narración. Los que no hayan estado, además de unas cuantas risotadas, se harán una fidedigna composición de lugar de lo que deparan estos resort atiborrados de alemanes.

Márquez lo lleva todo al límite, parodiando situaciones cotidianas que su aguda mirada convierten en un auténtico disparate y esperpento, porque lo inteligente de la vitriólica narración es demostrar cómo la naturaleza humana a pesar de verse sofocada a diario por la educación, la cortesía y la diplomacia, a veces se desboca y lleva por ejemplo a un hombre a pelearse con otro sobre la orilla de la playa al ver a su hijo llorando, ofendido, desconsolado y quien sabe si agredido, o cómo la desorganización en un comedor lleva a este mismo hombre a perder los nervios con los camareros, u otro tanto le acontece en la piscina, donde le cantará las cuarenta al socorrista enchufado, ante una realidad burocratizada y mórbida, engordada a golpe de reclamaciones.

A las andanzas de la mujer, el hombre y el niño, se añade otro hilo narrativo de suspense que en parte aviva la narración, pues hay un niño alemán que ha desaparecido en el hotel, lo que le da alas al autor para tratar el asunto de las desapariciones y las consecuencias que esto pudiera acarrear al hotel, al sector turístico e incluso a las relaciones internacionales entre los países implicados, lo que llevará a unos cuantos agentes de policía a pernoctar en el hotel y de paso tener que lidiar estos con algo tan inflamable y capicúa como el deseo del cuerpo de la compañera o de la compañera del cuerpo, así como la fidelidad inhibidora, o la llegada de un bebé al hogar y el olor a ácido del vómito, la habitación como una prolongación del hospital…

No tiene mucho sentido entrar a mayores, porque esto supondría ya un destripamiento de la novela -y ya sabríais entonces quién es el asesino- que podéis leer en un periquete y en mi caso con sumo agrado, porque su falta de pretensiones y su humor (en ocasiones muy gamberro, como la de la voz omnisciente ante al granizado noticiero) me ha complacido tanto (aunque me haya resultado insuficiente su extensión) que éste es el primer libro que leo de Márquez pero no será de Los últimos.