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W. G. Sebald en el corazón de Europa (Christian Crusat)

Cuando Vila-Matas piensa en Sebald habla de su prosa brumosa y compacta, donde el autor (prosiguiendo con Pitol) disuelve las fronteras entre los géneros, haciendo que desaparezcan los índices y los textos consisten en fragmentos unidos por una estructura de unidad perfecta; una prosa a cuerpo descubierto, la prosa del nuevo siglo.

En su última novela, Europa Automatiek, Crusat reflexionaba sobre Europa con un texto mixtura de novela y ensayo. Para seguir abundando en la idea de Europa en estos ensayos Crusat recurre ahora a la figura de Sebald, el escritor que camina, observa y escribe, cuya poética deambulatoria, según Crusat, fundó una ética de la miniatura, la pequeñez y lo inadvertido, que representa también una ética literaria: al contemplar una imagen durante un buen tiempo, ciertas cosas emergen.

No sabemos si el corazón de Europa es un mineral como el de la portada del libro; mineral suma de otros minerales. Algo complejo, proteico (o polifacético), una amalgama de múltiples nacionalidades, religiones, creencias, y si existe para todos los que pisamos el suelo europeo un sueño, o siendo más prácticos, un proyecto en común. Se habla de Bosnia, y vimos atónitos cómo una limpieza étnica fue posible en el corazón de Europa hace menos de tres décadas. Viendo el documental de Anna Armengol, This is Bosnia: L’altra cara d’Europa, es evidente que las heridas siguen abiertas en Bosnia 25 años después, el odio latente y pensando en la siguiente guerra, que se sucede inexorablemente cada 50 años. Si Bosnia, que arrastra las cicatrices de las divisiones religiosas, históricas y políticas europeas, y que le recuerda a Europa sus más profundas heridas, no se presenta a su cita con la historia, la próxima guerra le obligará a hacerlo. (Petar Ramadanović)

Al hilo de lo expuesto por Crusat cabe preguntarse cómo lidia Europa con el fantasma de los Balcanes. Si el sentimiento europeo no es acaso resentimiento inter-nos, cuando ante situaciones de crisis como los rescates europeos de hace diez años, o ahora ante una crisis sanitaria y económica las sensibilidades están a flor de piel y tardamos poco en ver volar los cuchillos, las invectivas, donde el Sur parece ser el patio de recreo de los países del Norte.

Crusat va provisto en su viaje de una abundante bibliografía: excelente materia prima, ahí Judt, Ferlosio, Kiš, Sloterdik, Innerarity, Chatwin, Améry, Auden, Citati, y un largo etcétera. Todo este compendio de citas ajenas son la columna vertebral de un texto poliédrico, fundamentalmente literario que con Sebald como estandarte trata de explicarse qué es Europa, qué surge de toda esa masa humana heterogénea, de ese sumatorio de nudos ferroviarios, de los frutos de una vida colectiva, sin dejar de lado aspectos como el predominio de la imagen y la desmemoria, tal que hoy a los jóvenes les encandila más el relato de un superviviente de un reality que el de un superviviente real de un campo de concentración nazi, quizás porque carecen de una viva vivida (y cada día menos vívida) como anunció Benjamin, a medida que las experiencias humanas son cada vez más pobres.

No hay aquí mirada panóptica sino mirada a ras de ojo, La Europa retratada por Sebald es una abigarrada e inconclusa (o tal vez inacabable) maqueta; mirada dirigida a las ruinas, toda vez que el siglo XX es el siglo de la destrucción y de la muerte a nivel industrial. Un siglo XX en el que se pasa de viajar en carro a volar al espacio, siglo plagado de inventos, que por la parte del atesoramiento y posterior coleccionismo se cifra en el nacimiento de los museos, las enciclopedias, los parques zoológicos, los Wunderkammern, una acumulación ingente, a veces interesada, que sirve así para clausurar el pasado.

Habla Crusat de Tabucchi y nos dice que éste confiesa sentirse más europeo que italiano. No sé si esto es extensible a la ciudadanía, ahora que las banderas nacionales ante la crisis surgen a borbotones, como los caracoles después de la lluvia, con la idea de que a más nación menos Europa. Si la CEE surgió a mediados del siglo XX como un dique para futuras guerras, avanzando luego en la unión económica y monetaria, no sé en qué punto se encuentra hoy la integración de los pueblos, o si esta es deseable, y hasta qué punto el sentimiento europeo no se ha desnaturalizado, a pesar de una mayor movilidad (mayoritariamente aérea) entre países, dejándolo todo en manos del mercado, el comercio y el turismo (un turismo sin viajeros).

Leer a Crusat es un viaje, un zigzagueo, una odisea bien iluminada, un relato deambulatorio vigoroso, sugestivo, emocionante, un transitar por los pliegues, un asombrarse ante el palimpsesto que nos presenta y las preguntas que nos invita a hacernos, y todo ello con una prosa porosa, sí, la del nuevo siglo.

WunderKummer. 2020. 144 páginas

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Godot entre rejas (Erika Tophoven)

La prestigiosa traductora alemana Erika Tophoven (Dessau, 1931) aborda en Godot entre rejas, con traducción de Juan de Sola y editado por Hurtado & Ortega, la correosa figura de Karl Franz Lembke, quien no se cansa de negarse a sí mismo su nombre tantas veces como sea necesario. Un Lembke, como veremos, sumamente proteico; el hombre de las mil caras, que desde que tiene uso de razón y al parecer después de ser repudiado por sus padres se ve capaz en cada momento de ser quien desea: médico, escritor, subrepresentante comercial, traductor, intérprete, paramilitar, preso en un campo de concentración alemán, reo de los rusos…

Lembke, nacido en Alemania en 1899 se moverá como pez en el agua por Alemania y Francia, manejando con soltura ambas lenguas y llamando la atención de Beckett, el escritor, cuando Lembke, una vez preso en Lüttrinhausen, haga una adaptación -tras traducirla al alemán- de la obra Esperando a Godot. Este es el hilo que suscitará el interés de Erika, que tratará de abundar más en la velada figura de Lembke, en los años previos a su detención, rebuscando en todos los archivos que tiene a su disposición. Encontrará Erika un sinfín de causas judiciales abiertas contra Lembke, muchas de las cuales acaban en agua de borrajas. Aquellos años -los previos a la Segunda Guerra Mundial y los sucesivos a la finalización de la misma, con Alemania, dividida y en manos de los aliados- la información no fluía entre Francia y Alemania, por lo tanto las causas pendientes en un país no llegaban a los oídos del otro, y Lembke sumamente inteligente contaba con ello para sus estafas, encadenando pequeños golpes, asestados a gente de buen corazón, honrada, a quienes lograba sustraer merced a sus buenas artes persuatorias pequeñas cantidades monetarias, o bien prendas de vestir, relojes, incluso corazones de enamoradas, sin que todo aquello le proporcionara a Lembke en ningún caso una situación desahogada, salvo cuando en su mocedad logró engatusar a Madame Dutrèb, quien le permitió incluso ejercer como escritor y ver publicado en un libro suyo –La-Bas dans le goules– su experiencia (inventada) en los campos de concentración alemanes, que me conduce irremediablemente a otra novela sobre un impostor, la de Cercas.

Son apenas 170 páginas muy cundidas, que cifran a la perfección el empeño de Erika por lograr un retrato de Lembke, cuyo resultado viene a ser una biografía administrativa: un compendio de fechas, autos judiciales, declaraciones, atestados, alguna fotografía, un periplo topográfico por Europa, en donde todo son hipótesis, preguntas sin respuesta, porque ¿en qué manera llegamos a conocer a Lembke tras leer el fascinante libro de Erika?. El golpe maestro aquí sería que Lembke realmente nunca hubiera existido y que todo fuera una industria de Erika, como sucedía en La literatura nazi en América.

Y mirando la portada del libro y su bella faja, obra de Sonia Cabré, pienso en la espera de Beckett, y también en Pessoa, contenedor de mil hombres, afectado como Lembke de la misma enfermedad. Lembke no es Lembke, es el otro. Yo soy el otro, siempre, nos diría… negándose

Al pasar de los años ~ Álvaro Cunqueiro

Artículos periodísticos (Álvaro Cunqueiro)

Los artículos de Álvaro Cunqueiro son un regalo para el lector. Este es uno de esos libros que cojo en la biblioteca y al finalizar su lectura no me privo de comprar para que vaya a engrosar (un libro el presente que, huelga decir, es pura proteína) mi librería. La edición de Miguel González Somovilla para la Fundación José Antonio de Castro es magnífica. El placer de la lectura pasa por Cunqueiro. En una de las entrevistas finales que cierran el libro, obra de Francisco Umbral, leo: la literatura lujosa de Álvaro Cunqueiro no es un pecado, sino un enriquecimiento del hombre que la lee. No puedo estar más de acuerdo. También dice Umbral que nunca aprenderemos a valorar a nuestros escritores con menos de un siglo de retraso. Acierta de nuevo mi tocayo. Y entre tanto ruido y tanta furia que nos circunda y asedia, entresaco este párrafo: Dicen que el fármaco Veronal se llama así porque el germánico que lo invento había conocido el dulce silencio de las tardes de Verona. Si yo inventase una fórmula de silencio para la educación sentimental y cultural del gallego, le pondría el nombre de mindoniedal, por las calladas horas de las finas tardes de mi ciudad.

Y ante tanta poesía pueril como se pública últimamente y que a veces leo, conviene recordar también estas palabras de Cunqueiro:

Lo importante del asunto Sylvia Plath es que ahora mismo la están leyendo muchos poetas jóvenes, en los que está influyendo considerablemente. Pero, al mismo tiempo, a Sylvia Plath la están leyendo jóvenes que escriben poemas a lo Sylvia plath, con lo cual se consideran poetas. Poemas mediocres de poetas mediocres, en los que se cumple aquello de «bienaventurados nuestros imitadores, porque de ellos serán nuestros defectos«.

El libro lleva por título, Al pasar de los años, un artículo que cifra muy bien el espíritu de Cunqueiro:

Unos novecientos enveses -permítaseme el plural este- en los cuales he contado los días del mundo y del trasmundo, mis aprendizajes y mis imaginaciones, mis melancolías y mis sueños, mis parvas erudiciones y mis sorpresas ante la variedad de los días, cada uno, para quien no quiere renunciar a la gran palanca del asombro, con un milagro o una sirena -igual da- dentro.

Yo digo mi canción aquel que conmigo va. A mis lectores cuento mi sorpresa o mi preocupación del día, el recuerdo del último viaje, la impresión de la más reciente lectura, y de todo ello quiero deducir y mostrar que la vida es inmensamente rica y que el aburrimiento es una tradición. Lo cual no quiere decir que yo practique una literatura de evasión o que me conforme con el mal y la injusticia, y que no ame la libertad y no busque que la miseria desaparezca. Sirvo en un determinado lugar del campo de batalla de la cultura y sería absurdo el pedirme que contribuyese al desarrollo de la repoblación forestal, de la que por otra parte tengo opiniones a favor de la carballeira y contra el pino, porque una de las cosas que enseña la cultura occidental es a no tener prisa y a operar a largos plazos.

Cunqueiro escribió 25000 artículos, otras fuentes dicen que fueron incluso muchos más, así que no es extraño encontrar otras publicaciones que recojan colecciones de artículos como los libros que se ven más abajo, uno publicado por La voz de Galicia, 100 artigos y otro libro titulado «Los días» en La noche que recoge todos los artículos de la serie «Los días» que Cunqueiro publicó en el diario vespertino La Noche entre 1946 y 1967, que compré en la librería Follas (aquí el móvil me acompañaba la F de cinco asteriscos) Novas de Santiago de Compostela.

Artículos periodísticos de Álvaro Cunqueiro

Cunqueiro en Devaneos

El año del cometa
Las crónicas del Sochantre
Resonancias cunquerianas: Nembrot

Autores gallegos en Devaneos

Cristina Andrade
Julio Camba
Celso Castro
Camilo José Cela
Ramón del Valle Inclán
Ramón Loureiro
Francisco Narla
Emilia Pardo Bazán
José María Pérez Álvarez
Luís Pousa
Manuel Rivas
Susana Sánchez Aríns
Domingo Villar
Roberto Vivero

Una vez más para Tucídides

Aurora (Friedrich Nietzsche)
168. Un modelo.- ¿Qué es lo que me gusta de Tucídides y hace que lo tenga en mayor estima que a Platón? Todo lo típico en el hombre y en los acontecimientos le inspira un placer grande y desinteresado; en cada tipo encuentra cierta cantidad de sentido común; lo que quiere descubrir es el buen sentido. Tiene más justicia práctica que Platón; no calumnia ni empequeñece a los hombres que no le agradan o que le han hecho daño en la vida. Por el contrario, agrega e introduce algo de grande en todas las cosas y en todas las personas, al no ver en ellas más que tipos. Lo mismo había de hacer la posteridad, a quien dedica su obra, con lo que no es típico. De este modo, la cultura del conocimiento desinteresado del mundo llega en él, en el pensador-hombre, a una eflorescencia maravillosa. Esa cultura tuvo su poeta en Sófocles, su hombre de Estado en Pericles, su médico en Hipócrates, su sabio naturalista en Demócrito; esa cultura merece ser bautizada con el nombre de sus maestros los sofistas; y desgraciadamente, desde el momento de su bautismo, empieza a volverse de repente pálida e incomprensible para nosotros, pues desde entonces sospechamos que esa cultura, combatida por Platón y por todas las escuelas socráticas, debía ser muy inmoral. La verdad es que en este caso, tan complicada y tan intrincada, que se nos resiste el desenredarla. ! Que el antiguo error entre (error veritate simplicior) siga su antiguo camino!

Aurora (Friedrich Nietzsche). José J. de Planeta, Editor. Traducción de Pedro González Blanco.