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Al pasar de los años ~ Álvaro Cunqueiro

Artículos periodísticos (Álvaro Cunqueiro)

Los artículos de Álvaro Cunqueiro son un regalo para el lector. Este es uno de esos libros que cojo en la biblioteca y al finalizar su lectura no me privo de comprar para que vaya a engrosar (un libro el presente que, huelga decir, es pura proteína) mi librería. La edición de Miguel González Somovilla para la Fundación José Antonio de Castro es magnífica. El placer de la lectura pasa por Cunqueiro. En una de las entrevistas finales que cierran el libro, obra de Francisco Umbral, leo: la literatura lujosa de Álvaro Cunqueiro no es un pecado, sino un enriquecimiento del hombre que la lee. No puedo estar más de acuerdo. También dice Umbral que nunca aprenderemos a valorar a nuestros escritores con menos de un siglo de retraso. Acierta de nuevo mi tocayo. Y entre tanto ruido y tanta furia que nos circunda y asedia, entresaco este párrafo: Dicen que el fármaco Veronal se llama así porque el germánico que lo invento había conocido el dulce silencio de las tardes de Verona. Si yo inventase una fórmula de silencio para la educación sentimental y cultural del gallego, le pondría el nombre de mindoniedal, por las calladas horas de las finas tardes de mi ciudad.

Y ante tanta poesía pueril como se pública últimamente y que a veces leo, conviene recordar también estas palabras de Cunqueiro:

Lo importante del asunto Sylvia Plath es que ahora mismo la están leyendo muchos poetas jóvenes, en los que está influyendo considerablemente. Pero, al mismo tiempo, a Sylvia Plath la están leyendo jóvenes que escriben poemas a lo Sylvia plath, con lo cual se consideran poetas. Poemas mediocres de poetas mediocres, en los que se cumple aquello de «bienaventurados nuestros imitadores, porque de ellos serán nuestros defectos«.

El libro lleva por título, Al pasar de los años, un artículo que cifra muy bien el espíritu de Cunqueiro:

Unos novecientos enveses -permítaseme el plural este- en los cuales he contado los días del mundo y del trasmundo, mis aprendizajes y mis imaginaciones, mis melancolías y mis sueños, mis parvas erudiciones y mis sorpresas ante la variedad de los días, cada uno, para quien no quiere renunciar a la gran palanca del asombro, con un milagro o una sirena -igual da- dentro.

Yo digo mi canción aquel que conmigo va. A mis lectores cuento mi sorpresa o mi preocupación del día, el recuerdo del último viaje, la impresión de la más reciente lectura, y de todo ello quiero deducir y mostrar que la vida es inmensamente rica y que el aburrimiento es una tradición. Lo cual no quiere decir que yo practique una literatura de evasión o que me conforme con el mal y la injusticia, y que no ame la libertad y no busque que la miseria desaparezca. Sirvo en un determinado lugar del campo de batalla de la cultura y sería absurdo el pedirme que contribuyese al desarrollo de la repoblación forestal, de la que por otra parte tengo opiniones a favor de la carballeira y contra el pino, porque una de las cosas que enseña la cultura occidental es a no tener prisa y a operar a largos plazos.

Cunqueiro escribió 25000 artículos, otras fuentes dicen que fueron incluso muchos más, así que no es extraño encontrar otras publicaciones que recojan colecciones de artículos como los libros que se ven más abajo, uno publicado por La voz de Galicia, 100 artigos y otro libro titulado «Los días» en La noche que recoge todos los artículos de la serie «Los días» que Cunqueiro publicó en el diario vespertino La Noche entre 1946 y 1967, que compré en la librería Follas (aquí el móvil me acompañaba la F de cinco asteriscos) Novas de Santiago de Compostela.

Artículos periodísticos de Álvaro Cunqueiro

Cunqueiro en Devaneos

El año del cometa
Las crónicas del Sochantre
Resonancias cunquerianas: Nembrot

Autores gallegos en Devaneos

Cristina Andrade
Julio Camba
Celso Castro
Camilo José Cela
Ramón del Valle Inclán
Ramón Loureiro
Francisco Narla
Emilia Pardo Bazán
José María Pérez Álvarez
Luís Pousa
Manuel Rivas
Susana Sánchez Aríns
Domingo Villar
Roberto Vivero

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El año del cometa (Álvaro Cunqueiro)

non la sopporto la gente che non sogna

Francesco Guccini (Cyrano)

Será que tengo frescas dos lecturas recientes de Gonzalo Torrente Ballester, su última novela, Doménica, y otra anterior, La saga/fuga de J. B.,que esta novela de Álvaro Cunqueiro me ha recordado mucho a ambas y la he leído, quién sabe, bajo su influjo.

Los dos autores gallegos compartieron una imaginación fértil y desbordante y curiosamente tanto La saga/fuga de J. B. como El año del cometa, se escribieron una en 1972 y la otra en 1974, dejando de lado la realidad del momento, para sustraerse y ensimismarse en novelas mágicas, que cifran muy bien su imaginación y capacidad para ir trenzando con distintos hilos temporales, mitos, fábulas, leyendas, personajes históricos, fino humor (también grueso, como los episodios almorránicos) y una destilada sabiduría, artefactos narrativos que primero epatan al lector, para luego sumirlos sin remisión en una lectura tan alucinada como alucinante, de la mano de su protagonista, el astrólogo Paulos Expectante, que irá recopilando las señales de los cambios que se irán sucediendo ante la llegada de un cometa a la ciudad.

Si en La Saga/fuga de J. B. la ciudad, a veces, por momentos flotaba, aquí la ciudad (Lucerna) y toda la novela también despliegan un aura mágica; curiosamente está también muy presente el universo artúrico. Creo que Cunqueiro lo que quiere decirnos es que la realidad no es sólo lo que vemos, también lo que no vemos y lo que imaginamos y que lo que sustancia y edifica nuestra realidad son, en gran medida, nuestros sueños (no soñar es vegetar. Y ya puestos soñemos en tecnicolor), lo cual explicaría que caminando este fin de semana por Bilbao deambulando por el barrio de Olabeaga me topara con esta invitación a:
Soñar
Si hay libros que no exigen nada del lector, esos libros que pasan por nosotros sin pena ni gloria y que leemos tan pronto como olvidamos, otros, nos exigen (o les debemos) transitarlos a paso de costalero, yendo y viniendo por los párrafos sin prisas, así lo he leído y disfrutado, obteniendo a modo de recompensa algo así como un placer mortificante, que de mortificante tiene poco y sería más bien licuante. Un refrigerio literario como pocos.

Álvaro Cunqueiro en Devaneos | Las crónicas del sochantre

Las crónicas del sochantre

Las crónicas del sochantre (Álvaro Cunqueiro)

Álvaro Cunqueiro
Destino
1999
192 páginas

El epílogo para Bretones que cierra la novela creo que cifra muy bien la capacidad creadora de Álvaro Cunqueiro. Ahí dice el de Mondoñedo que no conoce la Bretaña, y que toda la novela es fruto de la consulta de mapas, libros de viajes y lecturas de los libros de Chateaubriand y de otras muchas cartas.

En un documental sobre Baroja, Savater decía que la realidad imitaba las novelas de Baroja. En De vuelta de Italia, Benito Pérez Galdós hablaba del poder de la idealización poética, y es este poder tal que sus creaciones tienen tan fuerza como los seres efectivos; su memoria iguala si no supera a la de los individuos históricos de indudable existencia, tal que son más conocidos Romeo y Julieta que César y Alejandro o Don Quijote, que vive espiritualmente más que El Cid. Cunqueiro dice a su vez que no sería la primera vez que el sueño del poeta hace la isla. En resumen, que la realidad y la ficción, se funden, se confunden, se solapan, y a menudo intercambian sus roles, y no sabemos quién va a la zaga de quién, ni quien será bendecido con los dones de la inmortalidad.

Esta novela es la primera que leo de Álvaro Cunqueiro y no he podido menos que dejarme seducir por su prosa torrencial, a ratos densa, donde prima el humor, y una inventiva que asoma en cada página. En este sentido me recuerda a lo que experimenté cuando leí La tourneé de Dios de Enrique Jardiel Poncela, otro autor, de talento desbordante, que hacía con el humor lo que Cunqueiro con lo fantástico, a saber, llevarlo a simas inalcanzables para la mayoría de escritores.

La novela, a través de unas crónicas, nos permite seguir las andanzas de un sochantre quien durante la revolución francesa se verá arrastrado en la brumosa Bretaña en compañía de unos difuntos muy parlanchines, una santa compaña a la francesa, que al tiempo que le irán refiriendo sus existencias materiales, le permitirán al sochantre, -amenizando éste el deambular de todos con su bombardino- pasar unos momentos inolvidables, parejos a los que experimentará el lector que sepa disfrutar con la imaginación fértil, la de Cunqueiro, realmente fantástica y subyugante.