Archivo de la categoría: Literatura Portuguesa

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La hora del diablo (Fernando Pessoa)

Fernando Pessoa
Acantilado
Traducción de Roser Vilagrassa
2003
79 páginas

Desconocía esta vis cómica o humorística, de Fernando Pessoa (1888-1935) que no había encontrado ni en su poesía ni en su Libro del desasosiego.

Sea como fuere esta novela me ha encantado.

El título, La hora del diablo, editado por Acantilado con traducción de Roser Vilagrassa, ya da la pista. El protagonista es el diablo, no un diablo al uso, no un ente diabólico asociado a lo satánico, sino algo más terrenal, más humano valga la contradicción, dado que el diablo se nos presenta como la encarnación de la nada, un ente angelical, que está más asociado a aquello que le hace al humano fantasear, soñar. Ahí donde se sueña está el diablo, ahí donde surge la duda está el diablo, así se explicita la tentación diabólica. Un diablo que conoce a una mujer embarazada en una fiesta de disfraces, la cual quiere que sea la transmisora de su estirpe.

Este es el diablo de Pessoa, el cual se quejará de que los escritores, primero Milton y luego Goethe no le han hecho justicia en sus escritos. Un diablo que se ve a sí mismo como la otra cara de Dios; uno es el sol, el otro la luna, es más un complemento que un contrario. Un diablo que está cansado del rol que le han asignado y que envidia de los humanos su fugacidad, el calor humano al lar del hogar donde las familias rumian su presente, a su paso por la tierra. Todo lo cual vale más que la metafísica de los misterios a la que los dioses y los ángeles están condenados por esencia, se lamenta el diablo.

Felices los que duermen en su vida animal, que es un sistema peculiar de alma, velado con poesía e ilustrado con palabras.

La narración es poética y filosófica, y a pesar de su brevedad, apenas cuarenta páginas, es un texto jugoso, fértil (en todo lo tocante a lo que entendemos por religión y la idea que tenemos de Dios), abierto a muchas lecturas e interpretaciones, y un final, que se completa con otro posible final. Vale la pena leer también el apéndice Historia y alcance de «La hora del diablo» de Teresa Rita Lopes donde se abunda en la interpretación de la novela y la enriquece con otros textos de Pessoa en los que éste aborda temas parejos.

Cartas a Sandra

Cartas a Sandra (Vergílio Ferreira)

Vergílio Ferreira
Acantilado
101 páginas
2010
Traducción de Isabel Soler

En esta novela de Vergílio Ferreira publicada por Acantilado con traducción de Isabel Soler, el autor portugués acomete algo que concierne a cualquier lector, el duelo, pues tarde o temprano todos perdemos algún ser querido cuya ausencia nos sume en la soledad, en el dolor, que aliviamos a través del recuerdo de la persona ausente, luego a través del recuerdo del recuerdo, así Paulo, quien a través de diez cartas a su amada Sandra trata de conjurar su ausencia. Cartas que a Paulo le sirven para exteriorizar sus pensamientos y para ajustar cuentas, pues la figura de Sandra a pesar de que tenga los visos de una divinidad, a quien la muerte preservó de cualquier menoscabo, a Paulo le dolía, le dolía ella y su forma de ser con él, y es a través de las palabras como Paulo formula preguntas sin respuestas, a aquello que le hizo sufrir en más de una ocasión, como el rechazo de ella, en sus comienzos, de una foto suya que él le ofreció. El recuerdo de su amada es un recuerdo sensual, muy carnal y en casi todas las cartas está presente ese momento de comunión, de arribar a lo recóndito, lo insalvable, lo indesvelable de su amada, ese momento donde dos cuerpos son uno y el amor entra en el orden de las esferas, de las constelaciones, una comunión ya imposible donde las palabras, copulativas o no, se reemplazan por los puntos supresivos que escribe el día a día, cuando Paulo en su cama no siga ya ocupando su espacio, su margen en la cama, el mismo que cuando Sandra vivía, sino que ocupe el centro, momento en el quizás Sandra deje de ser una divinidad y devenga algo más real, un rostro que se desdibuja, un cuerpo desleído, que la memoria de Paulo ya no podrá volver a recomponer.

9788420414904

Jesucristo bebía cerveza (Afonso Cruz 2014)

Afonso Cruz
Alfaguara
2014
248 páginas

Cuando llevaba cien páginas leídas de esta novela del portugués Afonso Cruz pensaba hacerme Afonsino.
Luego, poco después, resultó ser un calentón, un espejismo, ante un libro que me prometía mucho y se me quedó en (casi) nada.

La contraportada nos habla de una nieta que viendo que su abuela la va a palmar decidirá cumplir su última voluntad, que consiste en que ésta pueda visitar Jerusalén antes de morir.
Leído así me vino en mente la película Good Bye Lenin, o aquella otra bufonada francesa, Bienvenido al Norte. Y esto es así porque como la abuela no vuela y está para calditos verdes y rebequita en las pantorrillas, la idea es que si la nonna no puede volar a Jerusalén, Jerusalén venga al Alentejo y se obre el milagro (o la performance) de convertir las tierras lusas en territorio Santo.

A medida que uno va leyendo comprueba que el tema de Jerusalén es un tema menor, casi anecdótico, el cual se resuelve de una manera muy torticera y con tan poca gracia que dan ganas de tirar la novela por la ventana para comprobar que no es un bumeran.

Afonso que es cantante, ilustrador, escritor, portugués y no sé cuantas cosas más, pergeña unos personajes adscritos a eso que llaman realismo mágico, un realismo muy sucio y descarnado, de olor a chatuno y sexos inflamados, de personajes desdichados que buscan su momento de gloria en un polvazo, en un tiro en la sien, un erial sentimental donde no faltan personajes construidos a vuela pluma, que como los cohetes cogen mucho vuelo, explotan, captan nuestra atención un segundo, y a otra cosa mariposa.

El mal fario está muy presente y nuestra protagonista la joven Rosa, es una desdichada que acabará como su madre, vendiendo su cuerpo por cuatro reales y muriendo pasados los cuarenta, no sin antes haber hecho justicia, (no sé si poética), ante un profesor que se dedica a emponzoñar los blancos muros de su patria con frases filosóficas y a comerle la cabeza y más cosas a la joven Rosa que se dejará seducir sin remisión por tanta cháchara -astronómica, filosófica, teológica- y por la figura de un profesor que bien podría ser su abuelo.

Del cura cuyas nalgas lacera la stripper alentejena y de la inglesa que duerme en en el esqueleto de un cachalote, no digo nada.

El libro se cierra en falso, o mejor, es tan falso como el resto de lo anterior, con un relato del oeste, donde el narrador es el desierto. Un relato que a su vez se menta varias veces durante la novela. Ya saben, virguerías metaliterarias de un escritor, nuestro Afonso, muy juguetón.

En fin, que hay muy buenas tradiciones que se mantienen 2000 años después de la muerte de Jesús, ya que a día de hoy, como Él, muchos seguimos bebiendo cerveza. Si es glacial, todavía mejore y si va acompañadas de unas olivas, entonces ya me resucito.

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Los caníbales (Álvaro do Carvalhal 2014)

Álvaro do Carvalhal
Ardicia Editorial
2014
91 páginas
Prólogo: Fernando Iwasaki
Traducción: Enrique Moya Carrión

La editorial Ardicia sigue deparándome alegrías. Que yo sepa, hasta la fecha todos los libros publicados por esta editorial madrileña son de escritores ya muertos y todos ellos extranjeros. Expectante estoy por saber qué autor vivo pasará a formar parte (si esto ocurre) de este camposanto literario. Si además resultara ser español, la intriga sería máxima.

En el prólogo, Iwasaki habla de las influencias de Álvaro do Carvalhal (Argariz 1844-1868): Edgar Allan Poe, E.T.A Hoffman, Byron, Dumas, Goethe, Balzac, Cervantes, Voltaire, entre otros. Los caníbales es uno de los relatos, el más extenso, que formó parte del volumen Contos.

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Álvaro do Carvalhal

Resulta divertido que el narrador dialogue con el espectador que dejando la pluma por unos instantes se dirija a nosotros y vaya entonces reflexionando sobre lo escrito/narrado/contado hasta la fecha o sobre aquello tan decisorio como rematar un relato:

Sin contar el odio a la monotonía clásica y la loable ambición de conquistar el derecho a la originalidad y no sé qué más cosas, me siento mediocre por cerrar un cuento en un lance calamitoso, asombroso, nunca visto, que por sí mismo puede quitar el sueño durante tres noches a las sensibles muchachitas y succionarles las excrecencias adiposas e, incluso, las abultadas grasas del peritoneo a los nobles padres interesados en la lectura . Pág 81

La historia va del idilio entre Henrique, un vizconde decrépito, trasunto estatuario del Don Juan, el cual siempre lleva guantes, y la joven Margarida, quien lleva por el camino de la amargura a Joao, joven afeminado, loco, voluble, de labios frescos y ojos bonitos, quien va por la vida dinamitando virginidades fememinas gracias al encanto de su dinero, el cual no está acostumbrado a recibir un no por respuesta. Que Margarida le de calabazas, lo perturbará y obsesionará a partes iguales.

La acción transcurre en un baile, que parece sacado de un novelón decimonónico francés, donde todo es lujo, oropel, maneras afectadas.

Los vinos que se extraen de las uvas sazonadas en los lujuriosos viñedos de Quíos y de las pintorescas márgenes del Rin, junto con los deliciosos vinos de Oporto, Jerez y Madeira, corriendo por los vasos; las pedrerías serpenteando entre los senos alabastrinos de las mujeres; las fragantes nubes desperdigadas hacia los techos; los anhelos de amor, inflamados por ojos humedecidos bajo el revoloteo de pecaminosos y turbios deseos[…] toda esa bien avenida variedad que podría cumplir las aspiraciones celestiales de un buen mahometano… Pág. 55

Allí se materializará el romance entre Margarida y el Vizconde. Ni el narrador, ni el lector, llegamos a entender que vio Margarida en ese hombre misterioso, viejuno y gris, que suscita más resquemor y miedo que pasión, pero bueno, el corazón elevado de las mujeres les lleva a tomar tales decisiones, a veces fatales.

Dar más datos sobre el argumento supondría dejar el baile y hablar entonces de alcobas, de noche de bodas, de chimeneas humeantes, de viandas carnales, de herencias, de…

El humor negro, el sarcasmo, el toque grotesco final de este disparatado, fantástico (por lo que tiene de sobrenatural) e inhumano relato gótico y otoñal, son ingredientes que convierten su lectura en algo divertido, donde las digresiones del narrador, alivian una tensión sostenida hasta su churruscado final.

Leer Los caníbales se me antoja una muy buena manera de pasar un par de horas la mar de entretenido.