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Muro (de papel) de las lamentaciones

El escritor sabe que a la página en blanco se viene llorado de casa. Pero a Vergílio hay ciertas cosas, se lee, que lo traen por el camino de la amargura.

106 Trabajar un libro hasta la minucia de una palabra. Y después el lector lo engulle todo deprisa para saber “de qué trata”. ¿Vale la pena mimar un vino para que se beba como un tintorro?

Pensar. Acantilado. 2006. Traducción de Isabel Soler

pensar

¿Por qué escribo?

Escribir. ¿Por qué escribo? Escribo para crearle un espacio habitable a mi necesidad, a lo que me oprime, a lo que es difícil y excesivo. Escribo porque el hechizo y la maravilla son verdad y su seducción es más fuerte que yo. Escribo porque el error, la degradación y la injusticia no han de tener razón. Escribo para hacer posible la realidad, los lugares, los tiempos, a los que esperan que mi escritura los despierte de su manera confusa de ser. Y para evocar y marcar el camino que he realizado, las tierras, las gentes y todo lo que he vivido y que solo en la escritura puedo reconocer porque en ella recuperan su esencialidad, su verdad emotiva, que es la primera y la última que nos une al mundo. Escribo para hacer visible el misterio de las cosas. Escribo para ser. Escribo sin motivo.
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Qué experiencia extraña y perturbadora cuando encontramos un libro nuestro en manos de otra persona. Hay un malestar indefinible en el hecho de vernos espiados por quien nos lee. Por eso nos exigimos a nosotros mismos que lo haga lejos y no asista a nuestro acto de amor. Porque ahí se pierde el derecho a ser quienes somos en nuestra propia intimidad, defraudados o invadidos por un intruso.

Pensar. Acantilado. Vergílio Ferreira. Traducción de Isabel Soler.

Cartas a Sandra

Cartas a Sandra (Vergílio Ferreira)

Vergílio Ferreira
Acantilado
101 páginas
2010
Traducción de Isabel Soler

En esta novela de Vergílio Ferreira publicada por Acantilado con traducción de Isabel Soler, el autor portugués acomete algo que concierne a cualquier lector, el duelo, pues tarde o temprano todos perdemos algún ser querido cuya ausencia nos sume en la soledad, en el dolor, que aliviamos a través del recuerdo de la persona ausente, luego a través del recuerdo del recuerdo, así Paulo, quien a través de diez cartas a su amada Sandra trata de conjurar su ausencia. Cartas que a Paulo le sirven para exteriorizar sus pensamientos y para ajustar cuentas, pues la figura de Sandra a pesar de que tenga los visos de una divinidad, a quien la muerte preservó de cualquier menoscabo, a Paulo le dolía, le dolía ella y su forma de ser con él, y es a través de las palabras como Paulo formula preguntas sin respuestas, a aquello que le hizo sufrir en más de una ocasión, como el rechazo de ella, en sus comienzos, de una foto suya que él le ofreció. El recuerdo de su amada es un recuerdo sensual, muy carnal y en casi todas las cartas está presente ese momento de comunión, de arribar a lo recóndito, lo insalvable, lo indesvelable de su amada, ese momento donde dos cuerpos son uno y el amor entra en el orden de las esferas, de las constelaciones, una comunión ya imposible donde las palabras, copulativas o no, se reemplazan por los puntos supresivos que escribe el día a día, cuando Paulo en su cama no siga ya ocupando su espacio, su margen en la cama, el mismo que cuando Sandra vivía, sino que ocupe el centro, momento en el quizás Sandra deje de ser una divinidad y devenga algo más real, un rostro que se desdibuja, un cuerpo desleído, que la memoria de Paulo ya no podrá volver a recomponer.