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Sinopse de amor e guerra (Afonso Cruz)

Resulta curioso que la palabra sinopsis figure en el título de un libro y no en la contraportada. Va acompañada de “amor e guerra”. La guerra es la tragedia, el amor es la felicidad. El título sirve para situarnos. Estamos en Berlín, cuando se erige el muro, dejando a cada uno de sus lados a los dos amantes: Theobald y Bluma. Él en la parte occidental y ella en la oriental. La historia se origina mucho tiempo atrás. Ambos se conocen desde niños. De hecho, como una invocación al destino en común, la primera palabra que pronuncie Theobald será Bluma. Luego, según vaya pasando la infancia y la adolescencia, Theobald se irá acercando y distanciando como la órbita de un planeta alrededor del sol (Bluma). Ella es dos años mayor y madura antes, inicia otras relaciones.

Podemos decir que lo que han unido los libros no lo separará la Historia. Porque Theobald, en su mocedad, lee los libros que le gustan a Bluma. Memoriza los poemas que ella lee. Recorrer las lecturas de la mujer amada es para Theobald la manera que tiene de estar lo más cerca posible de ella.

En 1961 la erección del muro los separará. Pero será solo un paréntesis. Theobald iniciará otra relación con Johanna, aunque será solo la sombra desvaída, el tibio reflejo de su verdadero e inaplazable amor.
El contexto histórico determina la historia, pero sin sustanciarse en la narración o romance. Aunque sí se filtra de una manera que parece consustancial a la escritura de Afonso y su amor por los libros (evidente al leer O vício dos livros o Los libros que devoraron a mi padre). A través de la bella historia que nos ofrece, en la que dos combatientes, uno del SPD y otro del KPD: Schneider y Weber, quedan atrapados en un edificio, separados por un muro de libros. Comienzan a hablar, a leer, a intercambiar lecturas y a comentarlas. Se hacen amigos y acaban abriendo tiempo después una librería que llevará el nombre de ambos. La librería pasará más tarde a manos de Walden Thomas, el padre de Theobald, que para el hijo es la figura noble y sabia, pródiga en frases quintaesenciadas que cifran la experiencia acumulada sobre la vida, el amor, la guerra y la enfermedad.

La novela creo que evidencia la buena mano de Afonso para tejer historias vibrantes y bien hiladas, en donde los libros y la literatura tienen una notoria relevancia.

No desvelo el postrero golpe de efecto final, que parece, no obstante, consecuente con todo lo anterior.

OVICIO

O vício dos livros (Afonso Cruz)

O vício dos livros sigue la senda iniciada con Los libros que devoraron a mi padre. Lo he leído en portugués, ya que no lo he encontrado traducido al castellano, y en formato digital, que es algo que aborrezco. Si esto no es vicio, díganme lo que es.

El ensayo se presenta dividido en 31 capítulos cortos, en los que Afonso va dándonos cuenta de lo que él entiende por el vicio de la lectura. El punto de partida es que no podemos pasar sin los libros, al menos los letraheridos, y como los caracoles siempre tenemos que llevar los libros a cuestas. Lo paradójico es que este es un peso que nos resulta liberador.

Ante esas pilas de libros casi infinitas que se acumulan en nuestras mesillas, Afonso, lejos de ver esto como un problema, lo asume como una manifestación de la libertad de la que disponemos para leer aquello que nos guste, e ir alternando entre distintas lecturas. Y leyendo esto me quedo mucho más tranquilo porque las pilas de libros en mi mesilla siempre adopta, cual sombra chinesca, el diabólico aspecto de una espada de Damocles.

Escribe Afonso Cruz que todo buen lector, cuanto más grande es su biblioteca, más siente el peso aplastante de lo que ha leído y, sobre todo, de lo que no ha leído. Ahora entiendo por qué camino cargado de hombros. Y como Afonso no le hace ascos al humor, incluso al humor negro, pues en un capítulo nos cuenta cómo ha habido quien ha fenecido dilapidado bajo una pila de libros.

Escribe Afonso Cruz que coincide con Jules Renard cuando escribe en Notas sobre el oficio de escribir: «Cuando pienso en todos los libros que me quedan por leer, estoy seguro de que seguiré siendo feliz». Esa creo que es la actitud correcta.

Los textos de Afonso recogen episodios históricos, como lo que cuenta Plutarco, que cuando los atenienses fracasaron en la toma de Sicilia, muchos de los prisioneros atenienses fueron liberados al recitar en su cautiverio versos de Eurípides, pues era un autor muy estimado por los sicilianos; o la biblioteca del faraón Ramsés II, cuyo lema era Casa para la terapia del alma.

Hay anécdotas: como un lector que le pide que le dedique su libro El pintor debajo del lavaplatos, porque a la que ahora es su novia la conoció gracias a ese libro.

Curiosidades: como la dos amigos que en 2014 llegaron a las manos, y se les fue de las manos, y uno de ellos murió cuando discutían acerca de qué genero era más significativo; si la prosa o la poesía. O un estudio de Yale que afirma que leer media hora todos los días, alarga la vida un par de años (sé que otros muchos piensan que no hay mayor pérdida de tiempo que pasarla leyendo).

No faltan los recuerdos del autor en sus viajes por distintos países, como la famosa calle Al-Mutanabbi de Bagdad, convertida en su tercer pulmón.

O el papel de la literatura como crítica de la sociedad (o como la herramienta que nos ayuda a pensar por nosotros mismos) y así es siempre tan temida por los dictadores, y por el poder, en general.

O la función del poeta hoy. La poesía es el medio para llegar al otro. Es el poeta el que es capaz de mantener las vías de acceso entre los hombres.

En uno de los mejores capítulos, el que cierra el libro, evoca a su abuelo, el cual fue detenido y torturado varias veces por la policía política. Nunca le contó nada de aquello. Un día, veinte años después de la muerte del abuelo, Afonso cogió de la librería el libro Eles Vieram de Madrugada, de la autora Manuela Cancio Reis. Leyó la dedicatoria: Para mi nieto, para que sepa un poco de lo que yo pasé. Cuando Afonso lea el libro de Manuela, leerá el libro de su abuelo, porque la voz era la suya.

Lo que aquí Afonso encarece no es la literatura de consumo rápido, aquella que tiene el entretenimiento como su razón de ser, si no esa literatura entendida como algo indispensable, como el aire del que no podemos prescindir, como un fruto del espíritu humano. La literatura que va forjando nuestra personalidad, de tal manera que nuestra biografía va indisolublemente unida a los libros que vamos leyendo y con los puentes que van entrelazando unas lecturas con otras; también con el grado de complicidad que podemos alcanzar con alguien por el hecho de que esa otra persona ha leído los mismos libros que nosotros y los tiene en igual estima.

Hoy que existen tantas distracciones, creo que leer se convierte en un acto de resistencia. Porque un libro es algo pesado, material, cuya lectura supone lentitud (una lentitud que Afonso se impone, si desea (ya siendo niño) el camino más lento entre dos puntos), requiere silencio, exige indisponibilidad, precisa desconexión y demanda un esfuerzo. Y todo esto es adición de elementos a los que cada vez menos gente está hoy dispuesta a renunciar.

Para acabar, reproduzco las palabras de Edith Wharton.

El vicio de los libros, en verdad es una virtud. Pues tener libros es como tener amigos.

Y yo quiero… tener un millón de amigos y así mas fuerte poder leer.

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Los libros que devoraron a mi padre (Alfonso Cruz)

Este libro de Afonso Cruz es un homenaje a la lectura. El título ya dice bastante. Al leer, sentimos encontrarnos delante de flores carnívoras que nos devoran para desaparecer durante unas horas en el interior de los libros, que pasan a formar parte de nosotros para siempre.

El protagonista es Elías, un niño que con doce años pierde a su padre. En ese momento le es permitido acceder al ático, en donde se encuentra la biblioteca paterna. Inicia entonces un camino sin retorno, porque los lectores sabemos que una lectura siempre nos conducirá a otra, un autor al siguiente.
Y todo se inicia con La isla del doctor Moreau. Luego vendrá La isla del tesoro, El extraño caso del doctor Jekyll y mister hyde, Crimen y castigo, El barón rampante, Cuento de Navidad, Rebelión en la granja, Fahrenheit 451, Planilandia, la Divina Comedia

Un recorrido lector que he seguido en su mayoría, de ahí que entienda el gozo del joven Elías, el cual quiere leer lo mismo que leyó su padre, para así seguir sus pisadas y poder encontrarlo.
Afonso dedica el libro a sus hijos, y creo que es un libro muy disfrutable tanto para los adultos como para los más jóvenes.

Leo: Porque un hombre está hecho de esas historias, no de ADN ni de músculos ni de huesos. Sino de historias.

Y yo creo en ello.

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Jesucristo bebía cerveza (Afonso Cruz 2014)

Afonso Cruz
Alfaguara
2014
248 páginas

Cuando llevaba cien páginas leídas de esta novela del portugués Afonso Cruz pensaba hacerme Afonsino.
Luego, poco después, resultó ser un calentón, un espejismo, ante un libro que me prometía mucho y se me quedó en (casi) nada.

La contraportada nos habla de una nieta que viendo que su abuela la va a palmar decidirá cumplir su última voluntad, que consiste en que ésta pueda visitar Jerusalén antes de morir.
Leído así me vino en mente la película Good Bye Lenin, o aquella otra bufonada francesa, Bienvenido al Norte. Y esto es así porque como la abuela no vuela y está para calditos verdes y rebequita en las pantorrillas, la idea es que si la nonna no puede volar a Jerusalén, Jerusalén venga al Alentejo y se obre el milagro (o la performance) de convertir las tierras lusas en territorio Santo.

A medida que uno va leyendo comprueba que el tema de Jerusalén es un tema menor, casi anecdótico, el cual se resuelve de una manera muy torticera y con tan poca gracia que dan ganas de tirar la novela por la ventana para comprobar que no es un bumeran.

Afonso que es cantante, ilustrador, escritor, portugués y no sé cuantas cosas más, pergeña unos personajes adscritos a eso que llaman realismo mágico, un realismo muy sucio y descarnado, de olor a chatuno y sexos inflamados, de personajes desdichados que buscan su momento de gloria en un polvazo, en un tiro en la sien, un erial sentimental donde no faltan personajes construidos a vuela pluma, que como los cohetes cogen mucho vuelo, explotan, captan nuestra atención un segundo, y a otra cosa mariposa.

El mal fario está muy presente y nuestra protagonista la joven Rosa, es una desdichada que acabará como su madre, vendiendo su cuerpo por cuatro reales y muriendo pasados los cuarenta, no sin antes haber hecho justicia, (no sé si poética), ante un profesor que se dedica a emponzoñar los blancos muros de su patria con frases filosóficas y a comerle la cabeza y más cosas a la joven Rosa que se dejará seducir sin remisión por tanta cháchara -astronómica, filosófica, teológica- y por la figura de un profesor que bien podría ser su abuelo.

Del cura cuyas nalgas lacera la stripper alentejena y de la inglesa que duerme en en el esqueleto de un cachalote, no digo nada.

El libro se cierra en falso, o mejor, es tan falso como el resto de lo anterior, con un relato del oeste, donde el narrador es el desierto. Un relato que a su vez se menta varias veces durante la novela. Ya saben, virguerías metaliterarias de un escritor, nuestro Afonso, muy juguetón.

En fin, que hay muy buenas tradiciones que se mantienen 2000 años después de la muerte de Jesús, ya que a día de hoy, como Él, muchos seguimos bebiendo cerveza. Si es glacial, todavía mejore y si va acompañadas de unas olivas, entonces ya me resucito.