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Los fantasmas (César Aira)

César Aira Los fantasmas portada libro Editorial Mondadori

El lector omnívoro no entiende de géneros literarios y no literarios, razas, volúmenes, distancias, países, soportes, ni fronteras. Lee de todo y lo hace con ávidez porque una vida es muy poco tiempo para todo.
Así, al tun tun, he llegado hasta César Aira (Argentina, 1949), que el año pasado publicó en España con El Grupo Random House Mondadori El congreso de la literatura y en el presente año, de momento, Los fantasmas y Relatos reunidos.

Los fantasmas es un libro breve de 146 páginas, donde no hay capítulos, ni secciones, ni hojas en blanco. Ni un sólo párrafo en blanco desde la página 7 hasta la 146. Eso no impide que esta lectura sin tregua enganche, lo cual no me deja de sorprender, porque el autor empieza hablando de una cosa y se va varias veces por los Cerros de Úbeda, para luego retomar de nuevo el rumbo de la historia, minimamente, para ensoñarse de nuevo con devaneos tales como los pelajes de los adolescentes, la conformación de las estrellas en el firmamento, los Chilenos vs los argentinos, los fantasmas maricas, las telenovelas, la arquitectura tribal africana, los elementos de la geometría australiana.

¿Una tomadura de pelo o un desmelenamiento donde tiene cabida y lugar?. Eso queda a criterio del lector. A mí, después de esto, me quedan ganas de leer sus Relatos unidos, donde César, al parecer se mueve con soltura y mucho arte. Lo veremos/leeremos.

Diario de una caída (Michel Laub 2013)

Diario de una caída Michel LaubSi Francisco Umbral hubiera estado en un campo de concentración y hubiera sido escritor es seguro que al visitar cualquier plató nos hubiera dicho «Yo he venido aquí a hablar de Auschwitz«. A sus 40 años el brasileño Michel Laub escribe Diario de una caída para saldar deudas con su pasado, con su herencia y para reconciliarse con su padre, a quien va dedicada la novela. No quiere hablar Laub de Auschwitz, pero al final como judío que es, lo lleva en la sangre.
Nos dijo Gasset «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo». Laub parte de la base de que él existe porque antes vino a este mundo su padre y antes su abuelo. Un abuelo que sobrevivió a Auschwitz, pero que como tantos otros supervivientes, Primo Levi, (cuya obra magna Si esto es un hombre, está muy presente) por ejemplo, quizá atormentado sine die, por el hecho de haber sobrevivido él y no otros, trataron de conjurar esta condena a través de la única liberación posible: el suicidio.

Laub nos presenta a su abuelo dejando el campo de concentración y poniendo rumbo hacia Brasil, donde se afincará, donde se casará y tendrá un hijo, al padre de Laub.
Ser judío se convierte para Laub en una maldición. Acude a colegios judíos donde sus profesores le recuerdan cada día las perrerías que les han hecho pasar a los judíos a lo largo de la historia, sin la menor intención de querer olvidar el asunto y teniendo siempre muy presentes quienes han sido los verdugos.
Laub acaba la niñez y la preadolescencia, a sus 13 años, hasta el copete de los nazis, de los judíos, de su padre y de sus compañeros de su colegio hasta el momento clave en el que en el, bar mitzvan, un rito judío por el que se accede a la edad adulta, los amigos del homenajeado, João, lo lanzan al aire y lo recogen tantas veces como años cumple (13), pero en el la decimotercera vez que lo lanzan, lo dejan caer y estrellarse con el firme. Ese hecho atormentará aLaub durante un buen periodo de su vida y encontrará a esa pronta edad un refugio en el alcohol, al que se aferrará luego durante décadas.

El objeto del libro es que el hijo de Laub, recién nacido, sepa algo más de su padre, de su abuelo y bisabuelo y hacia él dirige Laub sus palabras, reconociendo sus errores, tratando de desprenderse a toda costa de la herencia recibida.

El punto de inflexión en la vida de Laub tendrá lugar cuando la tercera mujer de Laub le obligue a dejar el alcohol, al tiempo que a su padre le diagnostican Alzheimer, esa muerte a cámara lenta, que no deja escapatoria, porque tanto el que se irá como los que se quedan tendrán tiempo, si quieren, de arreglar las cosas, si creen que vale la pena.

Laub toca todo estos temas familiares, exponiéndose, sin guardarse nada en la manga, convirtiendo su escritura en una expiación, abierto al optimismo, a la posibilidad de cambio y de mejora, en pos de ese borrón y cuenta nueva, ilusionado con un horizonte luminoso y brillante, donde el amor hacia su esposa, hacia su hijo recién nacido lo inunda todo.

Un libro, el de Laub, que es muy difícil no leerlo del tirón, porque su prosa transparente y vibrante engancha y emociona.

Buda en el ático (Julie Otsuka 2011)

Buda en el ático portada libro

Buda en el ático es el libro que está en boca de todos, del que casi todos se deshacen en halagos, multipremiado (Premio PEN/Faulkner), pero que a mí me ha resultado insufrible.
Lo bueno es que son sólo 150 páginas.
Lo escribe Julie Otsuka, de padres japoneses, nacida en Estados Unidos. Su libro relata las aventuras sufridas por un puñado de mujeres que dejaron Japón a comienzos del Siglo XX, para ir a los Estados Unidos a casarse con los hombres de las fotografías que tenían en sus manos y que al tiempo que bajaban del barco descubrieron que todo había sido un engaño (ni tan ricos, ni tan apuestos, ni tan buenos, ni tan solícitos…). En suelo americano les tocó pasar las de Caín, currar a destajo en el campo, soportar a maridos de todo tipo y vivir situaciones la mayoría dramáticas.
La forma que tiene de narrar Otsuka consiste en no centrar esta aventura en un puñado de personajes sino que todo se confunde en un nosotros.

Un, nosotros, que en mi opinión es lo peor de libro, porque su lectura resulta plomiza y aburrida, ya que Otsuka tras haber recopilado un puñado de historias como las que se cuentan el libro, hace una criba, las filtra y luego las pone todas juntas, basándose sólo en unos cuantos aspectos: la primera noche, los hijos, los bebés, la primera noche, el último día, etc.

Uno quería una batería como la del Rey del Swing con sus platillos incorporados. Uno quería un poni moteado. Uno quería disponer de su propia ruta para repartir periódicos. Una quería una habitación propia con cerrojo en la puerta. Uno quería convertirse en artista y vivir una buhardilla de París. Uno quería estudiar climatización. Uno quería tocar el piano….(página 92)

El libro podía haber dado muchísimo más de sí de lo que depara la lectura de este batiburrillo de retazos de historias sin entidad, y sin alma, que a mí lejos de conmeverme me ha aburrido por lo simplón de la escritura y su muy escaso recorrido en todas sus páginas. El reflejo de la realidad (la muy triste realidad de esas mujeres japonesas) a secas, sin un ejercicio de estilo por parte de la autora, que lo ponga en valor y por escrito, se reduce a eso, a un reflejo, un espejismo, una literatura que se autodestruye al tiempo que se lee y se olvida. Una pena.

La mujer de Strasser (Héctor Tizón 2012)

La mujer de Strasser Héctor TizónIba buscando un libro de relatos de Eloy Tizón y acabé yéndome para casa con La mujer de Strasser del argentino Héctor Tizón. Se ha tratado de una inconveniencia conveniente, pues su lectura me ha satisfecho y de paso he descubierto a un autor, el cual falleció a finales de julio de 2012, al que vale la pena leer.

La novela son 103 páginas que dan mucho de sí. Sigue leyendo