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Intento de escapada (Miguel Ángel Hernández 2013)

Miguel Ángel Hernández Intento de escapada portada libro Anagrama marzo 2013 Jacobo montes
Editorial: Anagrama
Año de publicación: marzo 2013
Autor: Miguel Ángel Hernandez (Murcia 1977)
Páginas: 237

Miguel Ángel Hernández (Murcia 1977) había publicado hasta la fecha libros de relatos, microrrelatos, ensayos y crítica de arte. Intento de escapada es su primera novela. Se la publica Anagrama. Acaba de salir al mercado el mes de marzo.

Al final del libro el autor nos explicará por qué en esta ocasión optó por escribir una novela en lugar de un ensayo. Por qué usar un personaje a quien, cual ventrilocuo, hacer hablar, poner en su boca, las ideas que uno tiene sobre el arte, tema que controla, dado que Miguel es profesor de Historia de Arte y ha reflexionado y escrito mucho sobre el tema en sus ensayos y artículos, a pesar de su edad.

El protagonista es Marcos un joven de 21 años que viste de negro, alto, fondón y prealopécico, de esos que leen las revistas con las dos manos sobre la mesa. Se entiende, porque en lugar de porno, Marcos consume revistas y libros de arte. Marcos que es un crack en lo suyo, en sus estudios de Bellas Artes, tiene la gran suerte, a través de una de sus profesoras, Helena, la típica profe que está buena (o que directamnte te pone) a más no poder y con la cual uno se dejaría los cuernos que no ha puesto, tan solo por oír de su boca (de ese pozo de miel) una palabra de reconocimiento, de ponerse en contacto con un artista total. Si bien lo que Marcos anhela, como el resto, más que reconocimiento será darle a su profesora un buen repaso, de la pe a la pa, un reconocimiento a fondo, exhaustivo. Esas ITVs que te dejan exhausto con la mirada perdida y la lengua colgando.

Helena le propone a Marcos trabajar junto a Jacobo Montes, un artista que tiene un peculiar visión del arte (transgresor, escatológico..), que no deja nunca indiferente con sus trabajos al límite, quien va a organizar una perfomance en la ciudad y que contará con Marcos para que éste le haga el trabajo de campo, la recogida de información: esa materia prima sobre la que luego Jacobo pergeñará su obra de arte.

Lo interesante del asunto, es que si las palabras que leemos fueran las del autor, a sus 35 años, brillaría quizá demasiado el desencanto, la pantomina que es el arte, pasto y forraje para el comadreo y el mamoneo, para la recomendación de artistas, que nada tienen de tales, allá donde el marketing es el brazo armado del arte como producto de consumo y donde las grandes firmas recurren a artistas globales para hacer aún más globales sus empresas.

Miguel y esto me parece el gran acierto de esta novela (junto a la sutil evolución que experimenta Marcos) recurre a Marcos, quien a sus 21 añitos todavía está tierno y es moldeable y virgen. Y así todas esas ideas abstractas que el joven estudiante tiene en la cabeza y sobre las que uno podría estar una vida y dos, dándole vueltas, al final deben tomar tierra, coger forma y volumen y hete ahí que las ideas, ya no sobre el papel, sino potencia convertida en acto, apestan, huelen, contaminan, hieren o reconfortan, como afecta y trasciende cualquier acción humana que se ejecuta, para bien o para mal.

Será entonces cuando Marcos advierta la sima bajo sus pies, porque debe entonces posicionarse, tomar decisiones, coger el toro por los cuernos o a Helena por los pelos, o mirar para otro lado, dejarse la voz gritando u optar por la callada, luchar por una idea o dejarse arrollar por ella. En definitiva, meterse en harina y llenarse de mierda: ser juez y parte de las acciones de Montes, quien siempre en el filo, se servirá de cualquier cosa que tenga a mano, inmigrantes sin papeles como Omar también, para llevar a cabo sus performances, su concepto del arte llevado al extremo, con el que remover cuerpos y mentes, en ese momento en el que lo estético deja de ser ético para devenir otra cosa.

El libro de Miguel me ha gustado por cuanto invita a la reflexión y uno se formula unas cuantas preguntas al leer su novela (el papel del arte, sí lo estético debe ser ético, si un artista puede ser un hijo de puta sin dejar de ser artista, si el arte debe siempre ser ético o incluso legal, cúal es el valor de una vida, si todo tiene un precio, si la dignidad humana es algo intrínseco o es un atributo más que viene conformado o impuesto desde fuera, etc).

Al final, a mí me sucede con el arte (moderno), lo mismo que con la religión, que me parece una broma mayúscula, donde alguien te puede escribir 1.300 páginas acerca de lo que representa un lienzo en blanco y habrá un coro de palmeros y otro de asentidores, alabando y defendiendo como suyas las palabras del Autor de la Obra.

Acantilados de Howth (David Pérez Vega 2010)

David Pérez Vega Acantilados de Howth Portada libro
Tapa blanda (reforzada): 188 páginas
Editor: Baile del Sol; Edición: 1 (1 de junio de 2010)

Acantilados de Howth es la primera novela de David Pérez Vega, a quien he conocido a través de su recomendable blog literaria, Desde la ciudad sin cines. Nada hay de especial en que los escritores tengan blogs: Trapiello, Enrique Vila-Matas, Alberto Olmos, Patricio Pron, Pablo Gutierrez, por citar algunos. Lo curioso es que si generalmente llego a estas blogs después de conocer al escritor, en el caso de David he seguido el camino contrario. Leo su libro porque me gusta cómo escribe en su blog.

El libro es un relato que parece autobiográfico, al menos en parte, si nos atenemos a los datos que tenemos disponibles del autor, que cuando escribió el libro tenía 33 años. El protagonista es Ricardo, quien hace una carrera, luego otra más (relacionadas ambas con el mundo de la empresa), escribe poesía, resultando premiado (si bien se cuida muy mucho de alardear de ello como si escribir poesía de un acto criminal se tratara), se va a Irlanda buscando algo, mientras sus amigos consiguen trabajo en Madrid, donde vive, se casan, se hipotecan a 40 años y son felices como pueden, vuelve de Irlanda y se acomoda en una empresa donde currará un montón de horas, al tiempo que su actual pareja le pedirá el suficiente espacio y tiempo para que la incomunicación tome cuerpo y forma de divorcio.

Las primeras 57 páginas son desalentadoras. Por momento pensé que estaba sufriendo un flash-back, no de setas alucinógenas holandesas, sino de una prosa que me recordaba mucho a un libro que leí hace meses y que todavía me produce poluciones nocturnas cuando escribo postales con un bolígrafo de gel verde.
Pocas cosas me aburren más que leer a un escritor describiendo cómo es la vida en una oficina (da igual que sea una multinacional, una empresa tecnológica, una administación pública), donde los roles de los que allí trabajan se reducen a clichés. Además ya voy servido de asuntos laborales después de haber leído La mano invisible.

Afortunadamente, para nosotros los lectores, Ricardo tiene la brillante idea de dejar Madrid e irse a Irlanda, a Dublín, a aprender inglés, derrochando su tiempo en trabajos precarios y mal pagados, y ahí el libro gana varios enteros, pues la prosa de David se vuelve menos adocenada, trabada y reiterativa, para azuzado por el interés que todos manifestamos hacia lo nuevo, contarnos unas historias algunas hilarantes (como la de las setas alucinógenas), otras más emotivas, como la relación que Ricardo mantiene con Ula, así como el relato de ese reguero de trabajos en los que ocupar el tiempo, las amistades que hará, tanto españolas como de otra nacionalidades, y ahí es fácil reconocerse. Todo aquel que ha salido al extranjero, bien a buscar lo que sea o incluso a buscarse a sí mismo, como Erasmus, o con un Interrail o de cualquier otra manera, sabrá apreciar lo que nos cuenta David, quien lúcidamente distingue entre los que van al extranjero buscando mejorar el conocimiento de una lengua extranjera, emociones y diversión (y lo hacen de forma temporal y a menudo con una fecha de regreso prefijada), a pesar de aceptar trabajos que no harían en sus lugares de origen, de aquellos que van allí a trabajar exclusivamente por dinero y su estancia es más una condena que una aventura.

A comienzos del siglo XXI no era complicado acabar una carrera y encontrar un curro. Leyendo ahora este libro uno toma conciencia de lo que ha cambiado todo (a peor) en apenas 10 años. Leer que a los treinta años los jóvenes ya estaban casados e hipotecados, currando desde al menos un lustro, es una situación que se ha desplazado en el tiempo casi una década, de tal manera que si David adaptara su relato al tiempo presente esos veinteañeros serían reemplazados por treintañeros que van camino de los cuarenta con un futuro tan incierto o más, que el vaporoso presente. Cosas del mundo líquido que nos diría Bauman.

Un libro engancha cuando su personaje protagonista engancha. A mí Ricardo me ha caído gordo, al principio sobre todo. Luego no es que te den ganas de abrazarlo pero se vuelve menos petardo y más humano. En nada me ha gustado ese afán que tiene el protagonistad de recordarnos una y otra vez que tiene dos carreras a falta de una, que habla inglés, que es un poeta que debe penar en soledad porque nadie es capaz de reconocer su talento, así como la manera que tiene de despachar a ciertos colectivos reduciéndolos a meras etiquetas, como el caso de los jevis.

Esto se entiende mejor leyendo algo de su libro:

Es un buen tipo, no fuma, no bebe, casi no sale, quiere a mi hermana y a su hija, le gusta su trabajo, está feliz con la vida que lleva. Siempre sonríe, siempre está alegre. Sé que hace feliz a mi hermana. Me gusta verlo juntos (página 176).

Unos comentarios así son más propios de un lector de La Gaceta, no de un joven, nuestro Ricardo, que entre otras cosas y según leemos en la novela se ha ido de putas, se ha metido drogas blandas y setas alucinógenas, ha sido un cabrón porque se acostaba con todas las tías que se lo permitían teniendo pareja o no y prefiere que le dejan a dejar, porque no tiene valor para marcharse.

A pesar de todo lo dicho el libro me lo he leído casi del tirón, porque quería saber si Ricardo en un momento de lucidez se despeñaba por El Acantilado de Howth o no, si le cogía la mano a Ula y le declaraba su amor eterno o si se volvía para los Madriles con el rabo entre las piernas y el corazón lo suficientemente endurecido como para ser capaz de medrar y pisar a quien fuera preciso para escalar lo más alto posible dentro del escalafón social y laboral.

A ver si David además de poemarios publica alguna otra novela en el futuro para comprobar su evolución ya que esta novela data del 2007 (aunque esta se la publicaron en 2010). Es un hecho que no todos los escritores se descubren con novelas primerizas tan notables como La escala de los mapas, A bordo del naufragio, Intemperie o Peaje.

Peaje (Julio de la Rosa)

Peaje (Julio de la Rosa 2013)

No sabía que detrás de las Bandas sonoras de películas como Primos, Grupo 7 o After, entre otras, estaba Julio de la Rosa (Jerez de la Frontera, 1972), quien además de hacer rock, también ha escrito poesía y ahora debuta con Peaje, su primera novela. A esto ahora le llaman ser un Hombre del Renacimiento. Gente como Leonardo Da Vinci se cuentan con los dedos de una mano a lo largo de la historia, pero como La Historia Moderna cotiza a la baja y tenemos partidos del Siglo cada semana, pues a un tío que haga varias cosas y las haga mínimamente bien, todas juntas y a la vez se le da esa denominación o etiqueta: cosas del marketing.

Hablemos de Peaje. En el prólogo, Joan S. Luna dice que la novela tiene ¿200 páginas?. En realidad son 140 páginas, descontadas el prólogo. 140 páginas que no se leen, se devoran, con el ansia de quien en la autopista hace kilómetros a lo loco, como si no hubiera peajes.

¿Qué tiene Peaje?. Un puñado de páginas en donde Julio de la Rosa sin querer pasar seguramente a la Historia de la Literatura Española con esta novelita, sí que le permite al lector pasar un buen rato, alcanzando éste altas cotas de ensimismamiento: la comencé ayer al filo de la media noche, leí otro tanto en el almuerzo, otro poco de vuelta a casa de nuevo en el autobús, caminé con el libro en la mano sorteando farolas y bolardos por la Gran Vía, esquivando las gotas de lluvia y las puntas de las varillas de los paraguas azuzando mis pupilas, libé otras páginas en el ascensor, y lo acabé hace nada y me he reído una jartá con las salidas, ocurrencias, reflexiones de Julio de La Rosa, a través de su personaje, José Tudela, quien encerrado en esa cabina de la autopista, donde los automovilistas deben abonar esos 6,40 euros, que dinamizan y mucho la novela, crea una historia para cada uno de ellos. Unas veces acierta, otras no.

El caso es ficcionar esas vidas ajenas, dinamitar el tedio, evitar que haga mella la soledad. Y José charlará consigo mismo, echará mano de los periódicos para ver quién deja el barco, rumbo ¿a la nada?. Obituarios que en manos de José darán mucho juego.
Y si no hay amor, pues una historia deviene en un monolito de papel. Y entre amores y desamores, devaneos, escarceos y pajas mentales, Julio nos lleva y nos trae por un sinfín de parajes y estados mentales, cosiendo microrrelatos a las costuras de esta novela, dándole continuidad, un acertado sentido del ritmo, logrando una novela redonda, que una vez eche a rodar, debería llegar muy lejos.

Nada peor que tomarse a sí mismo en serio, sea la profesión que sea. Julio de la Rosa hace de la despreocupación un arte, de lo cotidiano su cruzada, de la realidad su magma creativo

Además de una policía estética añadiría yo también una policía ética (etílica ya tenemos; bueno no, basta darse una vuelta por parques y plazas para ver las consecuencias del botellón en cualquier ciudad de España los fines de semana. Un paseo por ejemplo el domingo a las 8,3O por el Parque del Ebro Logroño), o bien unos corruptos que en un acto de lucidez se suicidaran todos juntos y a la vez. Una catarsis en condiciones. Por pedir…

Tropo Editores. 2013. Prólogo Joan S. Luna. 140:páginas

Próxima parada: Acantilados de Howth

El niño que robó el caballo de Atila (Iván Repila 2013)

El niño que robó el caballo de Atila Iván Repila Libros del Silencio

Iván Repila
Libros del Silencio
2013
136 páginas

La lectura de El niño que robó el caballo de Atila, de Iván Repila (Bilbao 1978) arrolla todo a su paso, como lo hace una tromba de agua al lamer un cauce seco: la piel curtida del lector. Y lo hace con una sencillez solo aparente, porque lo que comienza como un trasunto de Buried, con dos hermanos en lugar de un adulto, cautivos en un pozo de tierra en medio de un bosque, en lugar de un ataúd bajo tierra, va cogiendo consistencia, a medida que se van enhebrando las páginas, porque esos niños, El Grande y El Pequeño son la piel ajada del mundo, la apariencia infantil del universo, en continuo cambio interior, mudando la piel cada hora y a la velocidad de la luz, como si la soledad, el desamparo y la muerte que les ronda, acelerase la madurez, como si soñando la muerte, ésta atendiera a su reclamo.

Se suceden los días y llegan los delirios, el calor, el frío, la sequía, el hambre, la soledad dando bocados a la razón, pensamientos negros, como negra es la noche y el reverso de la esperanza. Y uno avanza en su lectura, reteniendo pero fluyendo, con un quiero y no puedo, porque la prosa de Iván indigesta el ánimo, vela las pupilas de humedad, añurga el espíritu ante esa humanidad descarnada o descuartizada, ensordece nuestros sentidos ante el chirrido de los goznes de esas jaulas que está por ver si se abrirán.
Un libro, el de Iván Repila capaz de destilar el alma humana gota a gota, para que nosotros, lectores ávidos de sensaciones persistentes, nos saciemos de esta literatura hecha fruto, jugosa y alimenticia.
No sé el vuelo que cogerá esta obra, pero los parabienes que obtenga, serán merecidos.