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El-balcon-en-invierno

El balcón en invierno (Luis Landero 2014)

Luis Landero
Tusquets
245 páginas
2014

En El balcón de invierno, la última novela publicada por Luis Landero (la anterior fue la estupenda Absolución) el autor extremeño bucea en sus recuerdos para alumbrar una novela autobiográfica, dado que todo lo que se cuenta en ella es verdad, o eso nos dice el autor.

Comienza la novela en septiembre de 2013 y el autor no ve la manera de sacar adelante ninguna novela de ficción, porque nada de cuanto escribe le gusta. Ante esa tesitura y ante la necesidad imperiosa de escribir, nada mejor entonces que echar mano de los recuerdos. Dicho y hecho. Landero divide su libro, su existencia pretérita en 18 apartados. No van más allá en el tiempo sus recuerdos del año 1969, cuando el autor contaba con 21 años.

Dice en un momento determinado Landero que a veces sucede que “el pasado no acaba nunca de pasar” y yo añadiría que a veces “el futuro no acaba nunca de llegar”, esto es, siempre es futuro. Digo esto porque el libro de Landero me ha resultado una novela muy triste que destila una melancolía desesperanzada, sin ilusión, sin proyecto ni futuro, donde a estas alturas de su vida el autor echase la vista atrás con la mirada pérdida para levantar acta de todo lo que se ha perdido por el camino, todo aquello que el tiempo ha malogrado y enterrado y Landero en un acto de resistencia contra el paso del tiempo, en un empeño inútil de aportar un grano de alegría en un mar de tristeza, quisiera poner en valor las vidas de tanta gente anónima como la de su madre, una más de todas esas vidas domésticas, simples, sin apenas brillo, nada aparatosas, un vivir convertido en algo amorfo y sin relieve, sin más objeto que superar cada día sacando a los suyos adelante, y también de las vidas que se truncaron, como la de su padre, muerto cuando Landero contaba con 16 años, a quien trata de entender, disculpar y admirar, a través de la literatura, porque una muerte prematura como esa, crea pienso yo, una deuda pendiente con el difunto que nunca acaba de saldarse.

Luis Landero
Luis Landero

Cuando Landero quiere volver a sus años de alegría, regresa entonces a la arcadia de la niñez, a sus años mozos en el campo y en el pueblo, esos años dichosos, de no hacer nada, de despreocupación absoluta, sin más afán que el de sorprenderse y disfrutar de todo lo misterioso, bello y natural que le rodeaba (a él y a sus hermanas), acompañado por todos sus porfiadores y parlanchines familiares, reunidos todos ellos al calor de la lumbre hasta que el sol declinaba y ellos seguían todavía allí a oscuras, dándole a la sinhueso.

Razón lleva Landero cuando comenta que de toda nuestra existencia al echar la vista atrás apenas recordamos unas pocas fechas señaladas, y que otros muchos años, la inmensa mayoría, se escapan sin dejar huella alguna. Por eso Landero establece algunas marcas en el tiempo, que son las que aparecen en el libro. Una es ya la referida muerte de su padre cuando él cuenta 16 años, lo cual ya le marcará para siempre, dejándole todo un futuro abierto y expédito y que bien pudiera ser a su vez un precipicio.
Otro hecho clave en la vida del autor es sentir y obedecer a la llamada de la literatura, primero como lector compulsivo y más tarde como escritor, comenzando como poeta con los versos de Becquer para devenir como novelista, a lo que contribuye de forma crucial la presencia de Gregorio Manuel Guerrero, un profesor de literatura que lo pondrá en el camino correcto, siendo ese año, en palabras de Landero, el año de su canonización.

Otro momento decisivo es cuando Landero y su familia dejan el pueblo y el campo, venden unas piezas y se trasladan a Madrid, al barrio de la Prosperidad. Es en Madrid donde Landero conocerá al anteriormente referido Gregorio, en las clases nocturnas a las que acudirá Landero, después de acabar de trabajar en una oficina y donde se apasionará más si cabe por la literatura.

Quien haya leído otras novelas de Landero ya sabe que prosa se gasta el del Alburquerque. Pues eso, que no falla, que siempre es un gusto leerlo, gracias a su prosa potente. Dicho esto, apuntar que esta novela me ha resultado emocionante y divertida cuando relata por ejemplo la anécdota relativa al primer libro que compró: “Las mil mejores poesías de la lengua castellana” en un irrefrenable estado de excitación,” o lo fundamental que le resultaría la compra del libro titulado El criterio de Jaime Balmes, que le abriría su futuro hacia una nueva edad, o el breve viaje sentimental en el que acompañamos al autor por su biblioteca, compuesta por 4.000/5.000 libros, con esos libros cuyo olor le resulta balsámico, y sus personajes tan reales como si fueran de carne y hueso.

Me he reído con las andanzas de Landero junto a su primo Paco, yendo por ahí los dos actuando como guitarristas, hasta comprobar que no tienen duende y la fiebre artística da paso entonces a actividades menos faranduleras. También he disfrutado con las historias de su tío, pergeñador de inventos rurales útiles pero escasamente eficientes.

Pero por encima de todo, El balcón en invierno me ha parecido un libro triste, porque al arrostrarnos el pasado comprobaremos que lo bueno ya ha pasado, que ahora nos toca vivir otra comodidad, otros placeres, pero que la inocencia y el ardor juvenil despreocupado, están sepultados junto con el acné y los primeros escarceos amorosos y esa como la literatura de verdad, es una verdad que duele, y es triste también ver como su madre no quiere formar parte de esta fiesta del recuerdo, de esa exaltación de la memoria, porque a menudo los mejores recuerdos los grabamos en el corazón y no se comparten y me resulta desoladora y acongojante la historia de su padre, su temprana muerte, su tristeza al comprobar que al volver de la guerra, ese otro que vino del frente, iba a convertir a su otro yo en alguien insatisfecho y amargado hasta el final de sus días.

Finalmente acabo diciendo que en algunos momentos, muy puntuales, la novela me ha resultado cansina, cuando Landero por ejemplo trata de ejercitar su memoria al máximo, sin tener en cuenta al lector, y desbocado del todo nos brinda momentos como estos.

Entre nosotros decimos por ejemplo farraguas, triunfear, gasparullo, peruétano, arrepío, farrajar, fechadura, arrancharse, jilgueras, mérula, poipa, brutarate, perrengue, morgañera, safar, empicarse, panfarta, freguesía, morrocate, falagar, y muchísimas más. (pág. 229)

Si ahora está de moda hablar y publicar post y artículos acerca de las novelas actuales que transcurren en el ámbito rural, esta novela de Landero la pueden incluir sin lugar a dudas en esos listados, porque está claro que para Landero como en el pueblo, -mejor, como en el campo- no se está en ninguna parte (o al menos cuando uno es un moete y es todo él presente y futuro).

Fin de fiestas

Fin de fiestas (J. S. De Montfort 2014)

J. S. De Montfort
2014
Suburbano

Andaba enfrascado en la lectura de Romanticismo de Manuel Longares, cuando por azares de la vida, me veo leyendo un libro vanguardista de J.S. De Montfort (Castellón 1977), titulado Fin de fiestas, libro ¿editado? virtual, publicado por ¿ediciones? Suburbano, que opera desde Miami.

Odio los libros digitales. Me pregunto. ¿Si quisiera regalar este libro a un amigo/novia/conocido/enemigo, cómo se lo dedicaría, lo tendría que hacer a través de una dedicatoria digital?.

El término descargar, me resulta escatológico, ya ven. Paso de tener que irme huyendo del mundanal ruido donde Cristo dio las tres voces y tener que estar luego pendiente de si hay un enchufe para cargar el ebook. Lo bueno de un libro en papel es que si se moja se seca, si se mancha se limpia, si te gusta un párrafo lo subyrayas, si una página te encandila la arrancas o te la comes, que no se queda fuera de cobertura (el libro), y que tampoco hay que recargarlo cada pocos días, además, al lector onanista contemplar una librería bien abastecida, con los lomos a la vista, lo lleva al paroxismo, al orgasmo visual. Y no hablo de oídas.

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J.S. De Montfort
.

En fin, que a riesgo de haber sufrido un desprendimiento de retina, me la he jugado y a falta de un Kindle bueno o similares, he leído este libro de Montfort en mi portátil, y he sobrevivido, a la lectura digital, y al libro. Eso ya es algo.

Montfort tiene 37 años, llevá tupé y bigote, tiene aspecto rocker, y su libro es una suma de doce relatos interconectados (divididos en tres partes: Otoño/invierno, Primavera/verano, El largo otoño), en los que va dando cuenta de la existencia (narrado desde el año 2012) de los miembros que en su día formaron parte de La Tremenda Crew United, a comienzos de los 90.

Lo bueno del pasado es que siempre está ahí (y si no se reinventa), que siempre es un pozo del que sacar petróleo, y Montfort en estos relatos que parecen biográficos, y en su debut como novelista, echa mano de sus recuerdos como era adolescente, yéndose a los últimos años del bachillerato, de la Selectividad, a los veranos en la playa, la musica de los chiringuitos en sordina, el bienestar del dolce far niente, las noches de farra, de música, de alcohol y todo eso se pone en contraste con la vida que los antes jóvenes llevan ahora convertidos en adultos.

La actualidad está muy presente, ya sea bajo la ocupación estos treintañeros en trabajos precarios y mal pagados, en parking subterráneos o en fábricas de azulejos (un relato el que protagoniza Asier que es de traca), supeditados a jefes desalmados. Se habla de la crisis, de jóvenes que están en paro, de empleados de cajas de ahorro prejubilados a los 52 años, de estructuras de hormigón sin revestir, como fantasmas asomados al mar, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, de treintañeros que ahora rejuvenecen la sociedad siendo padres de familia, quienes disfrutaron primero la miel de la convivencia anhelada y luego sufrieron el gusto amargo de la hiel de la separación y el tráfago de las custodias compartidas, con niños casi recién nacidos danto tumbos de hogar en hogar. Hay también una vecina desaparecida y nunca encontrada y la prensa hocicando buscando o creando la noticia, también infidelidades conyugales, parejas camino de su extinción, Asier haciendo el gamberro, etcétera.

La mirada hacia el pasado no está atiborrada de nostalgia, ni de complacencia, y eso salva los relatos, porque me gusta el espíritu del libro, que no busca la épica de las noches de farra, ni el elogio de la estupidez adolescente, porque vivir es ir quemando etapas, sacando provecho (ahí reside la magia de vivir) de cada una de ellas, y al contrario de lo que leo en otras novelas donde también hay jóvenes, estos ya tienen claro que superados los treinta y cinco, ya han dejado de serlo, porque uno al contrario de lo que nos quieren/queramos creer, no es joven indefinidamente, porque el gobierno acabará dando ayudas a los jóvenes de hasta 50 años, pero esos no serán jóvenes, sino gente que estará experimentado en todo caso, su tercera/cuarta/quinta juventud, lo que antes era conocido como la tercera edad.

Estos relatos polifónicos que suenan como una voz compleja, rica en matices y nada estridente y cuyo lenguaje conozco y donde me reconozco, me resultan por tanto veraces, frescos, creíbles, pegados a la realidad y auténticos.

Se deben corregir algunas erratas que he detectado en las páginas 97 y 99 y una mayor concreción en algunos relatos, donde el uso de las palabras justas es fundamental, evitando por ejemplo párrafos como este:

Lo cierto es que a sus sesenta y tres años, podría pasar perfectamente por alguien de cincuenta y seis o cincuenta y siete, incluso, de cincuenta y cinco, por qué no. (página 103)

Que las jóvenas hablen al dejar su relación de que el amor fenece, demuestra el éxito de la LOMCE.

Si Montfort saca adelante la trilogía que he leído por ahí que está en marcha, habrá que echarle un ojo y si es en papel mejor.

Examen final

Comentaba ayer mi predilección por la prosa de Bayal, Landero y Longares. Me dejé en el tintero a José María Pérez Alvárez, Chesi, el cual publica novela, Examen Final, que presenta el 7 de noviembre en Orense, publicado en la editorial Trifolium, donde también publicó Tela de araña, un libro estupendo, al igual que otros de Chesi como La soledad de las vocales, Un montón de años tristes, Cabo de Hornos o Nembrot.

Hay libros que tienen toda la publicidad del mundo y otros que pasan sin pena ni gloria, incluso en la página web de la editorial Trifolium, que dicho sea de paso es horripilante (una de las peores que he visto hechas con Blogger), es complicado encontrar la portada del libro, o algún dato sobre el mismo, como el número de páginas. La fecha del lanzamiento, según pone en algún post del blog de Chesi, parece que es es el 25 del presente mes.

Dicho queda. A ver si en breve puedo dar cuenta de la lectura de este Examen Final.

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Marcha Hoyos de Iregua 2014

Crónica de la 20ª Marcha de Hoyos de Iregua 5/10/2014

Somos reincidentes. Ayer, 5 de octubre, volvimos al monte. Tuvo lugar la XX Marcha de hoyos de Iregua. Madrugamos para estar en Villoslada de cameros, a las 8 de la mañana, hora de la salida. A esa hora ya estaba amaneciendo. Cogimos una senda frente al Frontón.

Nos dijeron que había unas 600 personas. Mil he leído en el periódico. Desconozco por tanto la cifra exacta. Más allá del número, había muy buen ambiente, con varios cientos de personas dispuestos a pasarlo bien caminando por la montaña, en un escenario espectacular. Una marcha que concentra a gente muy joven, pues había desde niños de corta edad, hasta personas que superaban los 70, había quien iba con su perro y otros que hicieron toda la Marcha corriendo, unos para los que el día fue un paseo y otros para los que fue un martirio (y no hablo de oídas).

Tras atravesar el puente de las Rameras, después de casi una hora de caminata, a un ritmo poco fluido pues íbamos todos en fila india, al principio, llegamos hasta el achichuelo, superados los cinco kilómetros, para después llegar a la Blanca. El avituallamiento nos sentó de maravilla. Dimos cuenta de los phoskitos, colacao, frutos secos, agua, aquarius, que nos ofrecieron y entonces el terreno se encrespó.

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Después de unos años haciendo esta marcha, oigo la palabra cortafuegos y siento un cosquilleo en la espalda. Desde el kilómetro 8 hasta el 14, toca sufrir y mucho con desniveles de un 30 % que me obligaron a usar los bastones, y andar casi a cuatro patas, cual cabra montesa. Aunque hay quien asciende más tieso que una vela, cada cual se lo monta como puede. Son 800 metros de ascensión en 6 kilómetros.

Cortafuegos

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Exhaustos pero contentos después de coronar nos echamos una foto en el alto, con el peñasco a la vista, para luego quedar oculto de nuevo entre brumas. El tiempo fue perfecto. No llovió en ningún momento y el suelo estaba seco. Sí hubo mucha niebla y, brumas que nos privaron de disfrutar unas vistas que intuíamos maravillosas.

Santosonario

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Al subir se sufre y al descender, según como tengas las rodillas, también. Tras cuatro kilómetros de descenso, hicimos la parada para comer. Nos dieron una bolsa con un bocata de filetes con pimientos, un emparedado, caldo muy rico, un vasito de vino, agua peñaclara, aquarius y una pieza de fruta (plátano o manzana). Repusimos fuerzas y tras comer y beber y nos pusimos en marcha otra vez, disfrutamos mucho viendo las cascadas de Puente Ra, espectaculares y llegamos a la ermita de Lomos de Orio, donde nos encomendamos a las autoridades celestiales y salimos de allí cuesta arriba, sufriendo, para acometer los últimos 8 kilómetros de marcha.

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Cascadas de Puente Ra

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Si cuando haces la Valvanerada la cuesta de Baños es criminal, aquí, al ver el pueblo de Villoslada ofreciendo su semblante de casas y tejados, desde que te faltan algo más de 7 kilómetros, te mina la moral, porque ya con las fuerzas justas parece que aun estando a la vista, está demasiado lejos.

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El terreno es entonces un sube y baja, con la carretera y el río a la izquierda, siguiendo el mismo camino que al inicio de la marcha, para llegar al final de casi nueve horas al mismo punto del que partimos, en el frontón, contentos de haber llegado sanos y salvos y con ganas de repetir.

La organización como siempre fue perfecta. Al llegar nos recogieron la acreditación que vas presentando en cada puesto de control, nos la pegaron en una cartulina, donde pusieron la fecha de llegada y nos la dieron, para el recuerdo, así como una camiseta azul de la marcha, igual que la del año pasado (ya no quedaban XL. Por lo que es muy posible, que no seguro, que el año próximo, si los Reyes me traen unas piernas nuevas, la hagamos corriendo).

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Lo dicho, el año que viene más.

Recorrido

Km.0 Villoslada de Cameros (1.050 m.). Desde Villoslada salimos en dirección Sur por el sendero de la Virgen, vía que ha servido desde antiguo para acudir en romería a la ermita de Lomos de Orio. El camino remonta el curso del río Iregua entre vegetación de ribera, huertas y prados.

Km.3.7 Puente de la Rameras (1.150 m.).
El sendero balizado se bifurca aquí. La Marcha opta por seguir a la vera del Iregua, elevándose un tanto sobre el cauce para evitar zonas que suelen inundarse con frecuencia.

Km.5.2 Achichuelo (1.180 m.). Cruzamos, junto al puente, la carretera que sube a la ermita de Lomos de Orio. La Marcha sigue por la misma margen y avanza ahora muy cerca del río, cortando algunas zonas encharcadas. Al rato, alcanzamos un puente de madera, por el cual salvamos el Iregua y cambiamos de orilla para llegar a la Blanca.

Km.6.4 La Blanca (1.220 m.) AV1 – CP1. Punto de confluencia de los ríos Iregua y Ra. Entre ambos barrancos, arranca poderoso el cortafuego de la Sartén. Desde aquí, la Marcha toma el curso del río Ra y asciende por una pista bajo hayas y pinos, hasta presentarnos en el arranque del cortafuegos de Calahornos.

Km.8 Cortafuegos de Calahornos (1.260 m.) De la mano de este cortafuego, ascendemos hacia la cumbre del Santosonario. En esta dura subida de casi 800 metros de desnivel, el primer tramo es sin duda el más bravo, hasta llegar a un rellano desde el que podemos contemplar, al otro lado del valle y a la misma altura, la ermita de Lomos de Orio, además de un buen elenco de las cumbres de Cebollera. Desde este punto, el cortafuego se suaviza de forma apreciable y llega a una pista.

Km.9.3 Pista de Hoyos de Iregua (1.575 m.)
Una vez superada la pista, el pino silvestre se hace dueño absoluto del territorio. Más arriba (en la cota 1.800), muere el cortafuegos y el camino busca paso entre pinos más chaparros y retorcidos. Poco después, salimos a terreno abierto para coronar el cerro de Calahornos.

Km.13 Cerro de Calahornos (1.980 m.) Desde aquí, el panorama que se ofrece es inmenso, con buena parte de los “dosmiles” que conforman la Sierra Cebollera y las Sierras de Urbión y la Demanda, los infinitos pinares de las tierras sorianas, los Cameros y las Viniegras… Un trecho, sin apenas desnivel, nos conduce a la base de Santosonario.

Km.13.9 Santosonario (2.058 m.) / CP2
. El Control de Paso nº 2, al abrigo de un roquedo, se halla a 2.000 metros de altitud. La Marcha evita el peñasco (quebrado y complejo) que conforma la cumbre, rodeando el pico por su lado Sur, siguiendo una senda que avanza junto al límite provincial, y después de trazar un giro a la izquierda toma dirección Sureste, pierde altura y se va acercando a la misma cornisa, en la divisoria de aguas.

Km.16 Entrada Hoyo Mayor (1.965 m.). Una senda abierta en los cortados que se precipitan hacia el Hoyo Mayor, desciende por un suelo descompuesto hasta alcanzar el fondo de la cubeta glaciar. Estos Hoyos fueron labrados por la presión de los hielos a lo largo de un proceso largo de la historia. Siguiendo el descenso, llegamos a la pista de Hoyos.

Km.17,9 Pista de Hoyos de Iregua (1.665 m.)AV2
Cortamos la pista y continuamos ladera abajo por una senda que discurre elevada sobre el cauce del arroyo Ra. A medida que bajamos, el bosque ralo de pinos y acebos se va tornando más prieto y la presencia de las hayas apoderándose del espacio. La senda se acerca al agua hasta llegar a un vado.

Km.19.5 Vado arroyo Ra (1.440 m.).
El otro lado, tomamos una trocha que desciende junto al río Ra. Al llegar poco después al hermoso rincón que conforman las cascadas del río Ra, la trocha toma porte de pista y así continúa en descenso por el barranco hasta llegar a Puente Ra.

Km.21,5 Puente Ra (1.280 m.).
Sin pasar el puente, hacia la derecha sale un sendero balizado que nos remite a la ermita de Lomos de Orio. El camino remonta junto a un barranquillo secundario, bajo pinos y hayas, para alcanzar la ermita.

Km.22.5 Ermita de Lomos de Orio (1.430 m.) Desde la fuente chilena, un camino sale bordeando la ermita y acomete un repecho fuerte para luego atenuarse y avanzar suavemente por el pinar. Así llegamos a una baliza de senderos.

Km.24.2 Baliza sendero de Pajares (1.556 m.) La Marcha inicia un descenso prolongado, pasa poco después junto a la fuente de la Romanizosa y llega a la pista del Sillar.

Km. 25,3 Pista del Sillar (1.460 m.)AV3 – CP3
. Continuamos monte abajo por este contrafuerte, a caballo entre el barranco de las Rameras y el del Iregua. El pinar va dejando paso a un bosque mixto y más adelante termina aclarándose entre viejos pastizales inundados de matorral. Llegamos a la pista de las Rameras y de inmediato al puente de las Rameras.

Km.27.3 Puente de las Rameras (1.150 m.). Desde este lugar, no queda sino desandar el camino recorrido por la mañana. Ahora, siguiendo en descenso el curso del río Iregua para llegar a Villoslada y dar por terminada esta edición 2014 de la Marcha Hoyos de Iregua.

Km.31 Villoslada de Cameros (1.050 m.).

La Marcha Hoyos de Iregua es una prueba organizada por Fundación Caja Rioja y cuenta con el apoyo técnico de la Sociedad de Montaña Sherpa, la colaboración del Ayuntamiento Villoslada de Cameros y el Parque Natural Sierra de Cebollera, además de las empresas Radio Rioja Cadena SER, Reprocentro, Cafés Greiba, Peñaclara, Dulces El Avión, Coca-Cola, Mudanzas y Transportes Mayoral, Grupo Deca y Suzuki.