Archivo de la categoría: 2013

Marcha de Hoyos de Iregua 2013 crónica de un travesía anunciada

Este domingo 6 de octubre tuvo lugar la La Marcha de Hoyos Iregua. Esta era la XIX edición. La salida tuvo lugar en Villoslada de Cameros, a las ocho de la mañana. A esa hora comenzaba a amanecer y nos fue complicado encontrar un lugar donde aparcar, para los que no veníamos en autobús desde Logroño.

Marcha de Hoyos de Iregua salida en Villoslada de Cameros
Salida desde Villoslada de Cameros.

Delante nuestro, por el puente, iba el Presidente de la Comunidad Autónoma de la Rioja, D. Pedro Sanz, acompañado del Presidente del Parlamento Riojano, D. José Ignacio Ceniceros. Vestían de sport, no con traje, e iban, como los otros 700 que estábamos allí presentes, a caminar, a disfrutar unas cuantas horas de travesía por La Sierra Cebollera.

Hasta las diez y pico el tiempo no nos acompañó, había niebla, sirimiri, una fina lluvia que iba calándonos poco a poco, máxime al no llevar chubasquero. Cuando paramos a repostar, chorreando, pudimos pertrecharnos de frutos secos, phoskitos, colacao, aquarius, agua y de bolsas de basura muy resistentes que nos hicieron las veces de chubasquero y la travesía menos dura.

Bruma, niebla y lluvia
Bruma, niebla y lluvia

Al haber menos gente que en la edición pasada y dejarnos caer hacia al final, durante buena parte del trayecto fuimos casi solos, sin toparnos con nadie o viendo como algunas jóvenes nos alcazaban, rebasaban y se alejaban, sin forzar, unas con las manos en los bolsillos, otras con los brazos cruzados: cosas de la edad.

Panorámica
Panorámica Siera de la Cebollera

A nuestro paso por Peñaloscintos descubrimos un lugar en el que de buena gana uno dejaría el cayado y se tumbaría a la bartola en un paraje muy hermoso. Nos confirmó un paisano, que no había allí ninguna casa rural a pesar de estar próximo a Ortigosa de Cameros.

Peñaloscintos

Caminando por las entrañas del bosque.
Bosques de hayas, robles

A lo largo del camino hubo ocasión de darnos reiterados homenajes haciendo acopio de unas moras extraordinarias
Moras en el camino

Muchas horas esperando ver aparecer Villoslada de nuevo.

Villoslada de Cameros

A las 16,32 h y después de casi 9 horas caminando, con paradas que no sumaron más de una hora, llegamos a Villoslada de Cameros, satisfechos por haber cumplido el objetivos, fatigados por tamaño esfuerzo y complacidos los sentidos por la belleza de lo visto o caminado.

Al fin llegamos: objetivo cumplido

Vale la pena hacer la Marcha. Este año fue más suave que el año pasado. El Cortafuegos pretérito fue muy salvaje. Este año el trazado fue menos duro y eso nos permitió disfrutar más de todo, ya que cuando te encuentras al límite de tus fuerzas a duras penas puedes levantar la mirada de las puntas de los pies. Me gustó mucho ver a gente superando sus límites. Una de las caminantes era una mujer invidente. La labor de todo el equipo de la organización fue irreprochable y nos hicieron el camino más llevadero.

El último lapón (Olivier Truc 2013)

El último lapón Olivier Truc
Olivier Truc
2012
Editorial Destino
505 páginas

De un libro ambientado en Laponia, en un territorio compartido por Suecos, Noruegos y Fineses, superado el círculo polar ártico, donde durante buena parte del año no hay apenas luz y donde hace un frío del carajo, donde la gente uno se imagina que tiene que ser dura de pelar, esperaba tener entre manos una historia consistente, dura, potente, salvaje, glacial y si me apuran, atípica, habida cuenta del marco en el que se desarrolla.

El periodista metido a escritor (una moda muy popular por estos lares: David Cantero, Baltasar Magro, Pilar Navarro, Teresa Viejo, Màxim Huerta, Isabel San Sebastián, Marta Robles, Arturo Pérez-Reverte…) , el frances Olivier Truc residente en Suecia, nos brinda un noir ártico, esto es, la típica novela negra (muy mediocre en este caso) donde hay algunos crímenes, amputaciones de orejas, un tambor sami desaparecido y unos mapas que pueden brindar la ocasión de descubrir una mina de oro o de uranio. Ahí es nada.

Como Truc parece ser que conoce bien el tema de las minorías, aprovecha sus conocimientos para meterlos de rondón en el libro, y ahí tenemos a los lapones, los samis, los noruegos corrientes, el Partido del Progreso, todo ello de manera testimonial, porque todo lo que se nos cuenta queda en la superficie y no puede resultar más ramplón y patatero. De ahí que algo tan jugoso como es la colonización o el desmantelamiento de razas autóctonas como eran los lapones en Escandinavia se reduzca a un mero titular, a un breve enunciado, ese barniz que a muchísimos libros les permite colgarse la etiqueta de novela histórica.

Truc escribe bastante mal, o quizá sea que la traducción tampoco brilla a gran nivel, y ciertas cosas las he tenido que releer para confirmar la pésima redacción de muchas partes del libro, con una sintaxis que centrífugaba mi ánimo lector hacia otras latitudes.

Aparecen por ahí cosas como «el culo altivo» (digo yo que mejor sería hablar de un culo en pompa o respingón que de un culo altivo o erguido), propio de los toreros españoles (o eso nos cuenta Truc), el inspector de policía que «picotea» una y otra vez (de hecho parece que no sabe hacer otra cosa) en su bol de regalices, frases hechas como: andaba como Pedro por su casa, a ojo de buen cubero, así a la buena de Dios o esas reiterativas miradas torvas (¿acaso no hay otra manera de mirar?) y demás elementos literarios que maneja con poco tino Truc que lejos de resultar atractivos desincentivan la lectura.

Esta manera de escribir plana, ramplona y funcional, a Truc le funciona, dado que muchos lectores entienden y alaban el libro de Truc como «un libro ameno y de fácil lectura«, amén de estar contentos y felices porque ahora saben muchas más cosas sobre los lapones y el desprecio de algunos nórdicos hacia ciertas minorias escandinavas.

El protagonista es Klemet, un policía de los renos próximo a la jubilación, que en sus años mozos no se comía en un colín, asentado en su rol de pagafantas, que maldice en el momento presente todos los polvos que no echó en su día, si bien eso le brindó el papel de chico bueno. Como estaba entrado en carnes, le decían Gordo y se fue de su pueblo, y volvió de la academia de policía un tiempo después todo cachitas, a pesar de lo cual sigue solito. A su lado -cosas de la paridad- le ponen a una compañera, Nina, la cual se nos describe como sensual con senos que se marcan groseramente debajo de sus jerseys…¿sigo?….

En escena aparece un geólogo francés, que quiere ir en contra de las convenciones, ¿cómo?. pues metiendo mano o violando niñas.
Los personajes de Truc son todos ellos caricaturas, y sus vidas, una suma de clichés, en un libro poblado de lugares comunes. ¿Se puede hablar del Congo y no citar el coltán?. Sí, se puede, pero Truc va a lo fácil y sus personajes tienen la misma entidad y calado psicológico que un lapicero.

De vez en cuando y para que los capítulos no mueran de inanición, Truc se centra en el paisaje, en la tundra, en la nieve en el alfeizar de las casas, en los lagos helados, en las auroras boreales, en las bajas temperaturas, en los copazos de nieve que caen, etc.

Y en la página 300, mi idea es devolver el libro, porque me parece una pérdida de tiempo su lectura, porque además de ser aburrido, no pasa nada (y lo poco que se narra es un despropósito), porque no hay humor, ningún fogonazo, nada inteligente que invite a seguir. Todo lo leído se me antoja tan simple como los personajes y sutuaciones que describe.
Pero yo sigo, no porque me interese lo más mínimo saber quién mató a Mattis, si aparecerá el tambor, si Klemet se acostará con Nina o si encontrarán la mina de oro, si no más que nada por saber si Aslak va a mandar al geólogo al otro barrio o no, si le arrancará el corazón con las manos y se lo dará luego a comer a su renos…

Los diálogos son tema aparte, para Truc su novela es algo parecido a un entretenimiento para adolescentes albardados, por lo cual, todo se debe dar bien mascadito y bien puesto en bandeja al lector, para que éste no se esfuerce lo más mínimo, y así Klemet y Nina se comunican como si fueran imbéciles, jugando, dándose codazos al constatar lo chuli y super divertido de la muerte, que es resolver un caso, flipando con lo bien que encajan todas las piezas (porque siempre aparecerá en escena alguien que les pondrá en la dirección correcta), mientras el lector (yo no) se verá complacido ante una novela que de tan ligera resulta inane, intrascendente e infumable.

Los ingenuos (Manuel Longares 2013)

Manuel Longares Los ingenuos
Manuel Longares
Galaxia Guntenberg
231 páginas
2013

No había leído hasta el momento nada del escritor madrileño Manuel Longares, y ahora tengo claro que anhelo leer su libro de relatos Las cuatro esquinas, editado también por Galaxia Gutenberg.

Y esto es así, porque cuando se disfruta leyendo a un escritor parece inevitable querer seguir recorriendo su obra. Los ingenuos, la novela de Manuel Longares transcurre en la ciudad de Madrid, en unas pocas calles que van desde La Puerta de Sol hasta la Gran Vía, por Montera. En una de esas calles próximas a la Gran Vía pero sin la exuberancia de esta, en la calle Infantas, es donde se asientan los personajes de esta obra. La historia se divide en tres actos: finales de los años cuarenta, mediados de los sesenta y los días previos a la muerte de Franco, allá por noviembre de 1975.

Tenemos a una familia normal y corriente formada por Gregorio, su mujer Modesta, y sus hijos Goyo y Modes, llevando todos ellos unas existencias vulgares y frugales, en un país que vive bajo el yugo de la dictadura, y que sufre los efectos de la posguerra, hasta que Gregorio cree que en el cine encontrará la alfombra roja con la que dejar su vida gris, hasta que constata que la magia del cine a veces se convierte en magia negra, capaz de desbaratar cualquier proyecto o ilusión.

Gregorio tras el varapalo sufrido como guionista, sin película, dejará su jornal invirtiendo en los lupanares del barrio, mientras su mujer se encargará de la portería, en la cual viven, al tiempo que su hija Modes se enamorará de Cárdenas, un galán parlanchín, que sembrará el infortunio, bajo la piel de un amor no correspondido en el vientre de la ingenua Modes. Goyo mientras tanto, buscará empleo en una papelería, mientras se deja seducir por una amiga de su hermana, toda vez, que ve que entiende que los amores internacionales no son lo suyo.

Longares, hace un ejercicio de concisión, para comprimir tres décadas de la historia reciente de España en apenas 231 páginas, y lo hace con una prosa elegante, un vocabulario rico y florido, unos párrafos que son cíclicos porque una vez leídos, apetece volver sobre ellos, seguir exprimiéndolos como ubres, y relamarse con lo leído, ante una forma de narrar, la de Longares, que a mí al menos me ha fascinado, donde tan atractivo resulta lo que se cuenta, como el cómo se cuenta, y si en un principio, ciertos subrayados, no me han gustado, dado que aquello parece un ejercicio de historia, donde el escritor, nos quiere contar como eran las cosas antes, luego, eso queda en un segundo plano, y a medida que el marco deja de ser importante, tanto que los años cuarenta, cincuenta y sesenta se confunden, como si el tiempo fuera entonces un todo indivisible, es cuando surge la víscera y la fibra de la historia, donde se nos muestra el arrumbamiento del fracaso, la constatación de un amor imposible, la desdicha conyugal, los efectos derivados de los posicionamientos políticos, un puñado de vidas monocromas que se nos cuentan con tal desparpajo y chispa, que Longares hace de lo anodino, con su manera de mirar, con su manera de escribir, una novela que vale, y mucho, la pena leer.

Caminando sobre las aguas (Ignacio del Valle 2013)

Caminando sobre las aguas portada del libro de Ignacio del Valle
Ignacio del Valle
152 páginas
Páginas de Espuma
2013

Gracias a libros como Caminando sobre las aguas, del asturiano Ignacio del Valle, uno mantiene y acrecienta su fe y adicción hacia la literatura.

El libro de Ignacio es un libro de relatos, bien compensado porque si unos relatos son buenos los otros me parecen mejores y el resultado o intensidad que desprenden no guarda relación con la extensión de los mismos, porque le valen un par de páginas a Ignacio para conseguir una auténtica proeza en su relato Corazón, por ejemplo.

El comienzo del libro con Círculos, es trepidante, con ese cuerpo a cuerpo entre un francotirador y un fotógrafo: una cámara, un arma, la búsqueda de la gloria, con traiciones corporativas de por medio. Un relato muy intrigante y angustiante.
Con Jaques, nos vamos a Argentina y allí tenemos a una mujer en el televisor hablando de las torturas de todo tipo que sufrió, mientras un hijo di(s)puta una partida de ajedrez con su padre y el relato de la mujer se convierte en una sombra que rondará el tablero a medida que el pasado se precipite sobre el presente para librar una nueva batalla contra la desmemoria.
En Drómeda una niña visualiza un accidente de tráfico, y lo visto y sufrido poblará las pesadillas de la niña sin que sus padres se percaten de lo que el grillo esconde.
En Recuerdos de ballenas, Madrid es un infierno para el protagonista, de noche, sin dinero, sin amigos, sin el amor de una mujer que lo ha desterrado hacia la nada. Relato vibrante que desnuda la naturaleza humana dejándola en su vis más patética.
Marco Antonio de día, Tarzán de día o la belleza de la mortalidad.
La Revancha, el relato que menos me ha emocionado por su convencionalidad.
En La Grieta nos vamos al cielo y allí está García, una vida en el más allá que nos incita a disfrutar aún más el más aquí.
Caminando sobre las aguas, relato histórico, ambientando en Florencia y allí están los Medici, y la tragedia de no ser más que un doble con dignidad.
El extravío, un homenaje a todos los caballeros históricos, con un Quijote extenuado que quiere descansar en paz, y no pérdido por Flandes.
Corazón: cariño, el cielo puede esperar.
Muertes legendarias: el día a día de un héroe.
En Gott Mit Uns, se juntan dos sobrevivientes de La División Azul, un héroe y un tullido. A menudo el héroe no lo es, y el tullido lo es como muestra de su valor. Un encuentro que permitirá al protagonista exorcizar su pasado.
En Relatividad, el relato se va acelarando hasta un final trepidante, porque todas las historias de amor se repiten, y sí, sería bonito y constructivo poder echar la vista atrás, cambiar el pasado, si bien, los errores se repiten y los amores, relativos, incluso superlativos, se disuelven también en el caldo espeso del orgullo.
En Eternidad nos vamos al espacio, un espacio no habitado por querubines, ni Dioses, sino por un astronauta que en su empeño por surcar los cielos acabará flotando a la deriva, rumbo hacia la extinción final.

Comentar por encima algo de los relatos leídos, es tanto como no decir nada, ya que el contenido de los mismos da tantas pistas sobre su valoración y resultado, como puede hacerlo una sinópsis.

Lo interesante de este libro de relatos es constatar como todos estos temas variados y a priori atractivos, en manos de Ignacio del Valle, van cobrando forma, para deparar su lectura unos momentos especialmente agradables, ya que la prosa de Ignacio engancha, sumerge, apasiona, dado que maneja las palabras con tal habilidad y maestría que logra crear atmósferas, situaciones, personajes, de lo más enjundioso, y todos los relatos están marcados por la intensidad, por la inteligencia, por esa mirada particular, por ese golpe de gracia que convierte el relato en algo especial, embalsando unas emociones que solo llevar a término la lectura supone su drenaje gota a gota