Archivo del Autor: Francisco H. González

www.devaneos.com

El capote (Nikolái Gógol)

Sírvame este relato corto para darme a conocer a Nikolái Gógol (autor ruso que murió a los 43 años), cuyas Almas muertas siempre están ahí desde tiempo ha en mi porvenir lector.
Esta narración corta supone una crítica contra una sociedad burocrática y funcionaril donde algunos viven a cuerpo de Rey sin dar un palo al agua, mientras que otros, como el pendolista protagonista recibe muy magro reconocimiento para su excelsa labor como escribano. Oficinista gris que me recuerda en su oficio, estoicismo y renuncia a Bartleby.
La historia es tan sencilla de referir como explicitar de qué manera le cambia al protagonista la vida algo tan simple como una prenda de vestir. Aquí un capote. Parece algo trivial, pero no lo es, porque una prenda de abrigo en Rusia con sus rigores (mortis) climatológicos puede suponer, y de hecho supone, una frontera entre la salud y la enfermedad, o ya a mayores, entre la vida y la muerte, como se verá.
A la crítica social terrenal se añaden luego elementos fantásticos de ultratumba, cuando media el arrepentimiento, tarde ya.
Relato muy disfrutable que se lee en un pispás.

Nórdica Libros, 2012, 104 páginas, traducción de Víctor Gallego Ballestero, ilustrado por Noemí Villanueza

Literatura Rusa en Devaneos

La muerte de Iván Ilich

La muerte: un selfie con la nada

Me resulta imposible no tocar la muerte sin recurrir al ensayo Filosofar es aprender a morir (Libro I, Capítulo XX) de Montaigne, que acaba así: Dichosa muerte aquella que no deja tiempo para preparar semejante aparato. El aparato va referido a la cabecera de la cama asediada por médicos y predicadores.
Mucho de esto le sucede a Iván Ilich, protagonista de la novela de Lev Tolstói al que no le faltó una vida acomodada de esplendor y riquezas materiales, que sufrió los sinsabores del matrimonio y gozó de los claroscuros de su progenie. Somos testigos de su auge y de su caída, de cómo mediada la cuarentena la enfermedad lo merma, socava, aniquila y borra, mientras debe lidiar durante unos cuantos meses con un final inmutable que lo pondrá en contra del mundo, al tiempo que se siente tan deseoso como temeroso de quitarse del medio, en la creencia de que su existencia -enferma y doliente- es una carga para sus familiares.

Lo que Iván experimenta, su miedo a morir, en mayor o menor medida, antes o después, es un sentimiento que todos experimentamos con un nudo en la garganta y cierta angustia.
Antes de expirar Iván piensa que “la muerte ya no existe” y así es, porque la muerte no llegamos a experimentarla, a vivirla, llegamos hasta la meta sí, a veces en condiciones calamitosas que acrecientan nuestro miedo o las ganas de partir, pero la muerte la experimentaríamos si pudiéramos volver de ella, cruzar la meta, volver la vista atrás y vernos ir.

No es el caso.

Nórdica libros, 2013, 160 páginas, traducción de Víctor Gallego Ballestero

36427235

Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal (Nuccio Ordine)

Estos clásicos para la vida me servirán como un canon para futuras lecturas. Algunos los he leído como Cien años de soledad, Mendel el de los libros, El Principito, Banquete, El hacedor, Si esto es un hombre, Don Quijote de la Mancha, pero el resto no, así que ahí quedan para el futuro.

En la Introducción Nuccio Ordine vuelve a hablar de los temas que ya leí en La utilidad de lo inútil, a saber, su defensa de las Humanidades (conviene escuchar esta conferencia de Marina Garcés al respecto, la cual se aparta del trillado camino que Ordine recorre una y otra vez) que uno estudie una carrera no tanto buscando el acomodo laboral sino aquello que en verdad le apasione, sustraerse a un consumo desmedido, fomentar la capacidad crítica, etc. Algunas de las cosas que dice ya se las he leído a Umberto Eco cuando distingue entre información y conocimiento, donde en la red hay tantas cosas pululando que debemos saber que no toda la información es igual, y que hemos de ser capaces de discriminar la información valiosa de la morralla, ya que apenas hay filtros, ni jerarquías y en internet todo se nos presenta como un todo indiferenciado donde cuesta mucho separar el grano de la paja. Cuando Ordine se refiere a Nietzsche y habla de su Aurora y de los orfebres de la palabra (la filología es un arte venerable, que pide, ante todo, a sus adeptos que se mantengan retirados, que se tomen tiempo y se vuelvan silenciosos y pausados, un arte de orfebrería, un oficio de orífice de la palabra, un arte que requiere un trabajo sutil y delicado, y en que nada se consigue sin aplicarse con lentitud. Precisamente por ello es hoy más necesario que nunca; precisamente por eso nos seduce y encanta en medio de esta época de trabajos forzosos, es decir, de precipitación, que se empeña por consumir rápidamente todo. Ese arte no acierta a concluir fácilmente; enseña a leer bien, es decir a leer despacio, con profundidad, con intención penetrante, a puertas abiertas y con ojos y dedos delicados), es lo mismo que lo que Gual decía en su recientemente publicado La luz de los lejanos faros.

En la introducción leemos:

A partir de esta experiencia de campo surgió la idea de ofrecer en las páginas de uno de los semanarios más prestigiosos de Italia—«Sette», del Corriere della Sera—una selección de los fragmentos que había leído a mis estudiantes a lo largo de los años. Este volumen compila, en efecto, los textos que, entre septiembre de 2014 y agosto de 2015, seleccioné para los lectores de mi columna, titulada «ControVerso». Se trataba de presentar cada semana una breve cita de un clásico y de intentar evocar un tema relacionado con ella.

A medida que vaya leyendo los libros propuestos por Ordine que no he leído, podré enjuiciar, pues creo que solo ese es el momento adecuado, si la selección propuesta por Ordine es acertada o no. Lo que está claro, es que cada uno de los libros seleccionados, le permiten a Ordine reforzar sus tesis, todo aquello que expone en la introducción, sobre la deriva utilitarista, la importancia de la cultura en la formación humana de cara a lograr una sociedad mejor, más crítica y tolerante que valore más el fondo de las personas, su belleza interior (Cirano) que la superficie, etcétera.

A pesar de que leyendo a Ordine la cultura nos pueda parecer la panacea, vale la pena leer este estupendo artículo de Jaime Fernández.

De los 50 libros clásicos (una docena del siglo XX) propuestos por Ordine para formar su particular pequeña biblioteca ideal, solo uno es obra de una escritora: Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar. Lo cual me sorprende (veo/leo que sólo a mí) porque alardeando tanto de la cultura como hace Ordine éste se queda muy corto de miras a tenor de su análisis patriarcal de los clásicos.

Acantilado. 192 páginas. 2017. Traducción de Jordi Bayod Brau

www.devaneos.com

Lección de alemán (Siegfried Lenz)

Siggi, un joven internado en un reformatorio, el día que debe escribir una redacción con el jocoso título de «las alegrías del deber» se bloquea y entrega un ejercicio en blanco. A este acto de insumisión caligráfica, le sucederá un castigo con reclusión y aislamiento en su celda que supondrá que el joven logre extraer parte de su pasado vomitándolo sobre un buen número de cuadernos.

Siggi entonces se aplica, recorre su pasado e irá espigando los momentos que recuerda de su vida: El puesto de policía más al norte de alemania en el que trabaja su padre, Jepsen (donde el Mar del Norte, en un territorio fronterizo entre Alemania y Dinamarca se convierte en un personaje más), Max, el pintor al que se le prohíbe pintar (y al que se le confiscan sus últimos cuadros, impeliéndole a pintar cuadros imaginarios) porque los colores son subversivos, tanto como la claridad nocturna tal que si alguien olvidará sellar las ventanas, la infracción de la ordenanza de oscurecimiento de ventanas supondría un delito, su hermano Klaas el cual se automutila durante la guerra y es detenido, luego deviene fugitivo y más tarde hijo (no) pródigo y entregado a la justicia por su severo padre, más tarde liberado, luego actor, fotógrafo, Asmus Asmussen, Jutta, su hermana Hilke…

Todas las historias que sin proponérmelo, he retenido en mi memoria, empiezan y acaban mal. Todas, nos dice Siggi.

En la narración brilla la relación de Siggi con sus padres, que sin llegar a lo que enuncia Thomas Bernhard en su relato Reencuentro manifiesta una carencia de sentimientos y de sensibilidad brutal, una severidad implacable, un sentido del deber y de la rectitud demoledor y aniquilante, que conlleva para Siggi una obediencia temerosa hacia sus padres, donde siempre median los inevitables castigos corporales por parte de sus progenitores ante los que el joven siente tanta inquietud como miedo. Un sentimiento de odio similar al que experimenta Hilke a quien le cantan las cuarenta al posar de manera procaz y muy poco decorosa según sus padres, para el pintor Max.

La figura del pintor, su rebeldía ante el absurdo y la sinrazón reinante del gobierno nazi que los somete, me ha parecido lo más notable del relato, al tiempo que pone de evidencia el poder intempestivo del arte, en este caso de la pintura.

El pintor demostró de una vez por todas que el gran arte también contiene una venganza frente al mundo, pues condena a la inmortalidad aquello que esté quiere despreciar.

Otro de los puntos destacables de la novela es la manera en la que sociedad criminaliza la diferencia, algo que el régimen homogeneizador nazi llevó hasta sus últimas consecuencias eliminando no solo cualquier atisbo de disidencia hacia su poder (muy recomendable para entender mejor esto es la biografía que Peter Longerich escribió sobre Heinrich Himmler), sino a cualquiera que se apartara de su ideal de pureza racial.

La sociedad siempre se ha sentido desafiada, amenazada o subvertida por aquel que es diferente, y por ese motivo dedica a estos sujetos todo su interés y su desconfianza, y hasta los persigue con odio, dice Wolfgang Mackenroth, el psicólogo que analizará el caso de Siggi y con el que piensa elaborar una tesis.

A medida que Siggi va reconstruyendo su pasado como actor principal, Mackenroth, en su rol de psicólogo, irá sacando conclusiones sobre la conducta de ese joven inadaptado que parece ser Siggi, tratando de explicar la personalidad de éste, recurriendo para ello a hechos objetivos. Hay una frase que me parece clave entre la relación que se establece siempre entre lo objetivo y lo subjetivo.

Sucedió como lo cuentas, pero en realidad no fue así. Le dice Siggi a Mackenroth cuando Siggi lee lo que este último ha escrito en su informe tras leer Mackenroth los cuadernos de Siggi.

Frase que demuestra los límites y el alcance de la psicología, de la misma manera que toda literatura es metáfora de la pérdida o cambio de significado que hay entre lo que el escritor tiene en mente cuando escribe un libro y lo que el lector aprehende con la lectura del mismo.

Un libro basado en la memoria, en la reconstrucción de los hechos, es terreno fecundo para las elipsis, y sucede que esos momentos para mí más interesantes, como sería saber lo que le sucede tanto a Jepsen como a Max cuando son detenidos, cada uno por distintas causas, y luego devueltos a la vida normal, son momentos que Lenz nos sustrae, para contarnos otros momentos a ratos más tediosos, demorándose en cosas que hacen en mi opinión la novela, descompensada, vaya de más a menos, con personajes como Hilke o Klaas que deberían de tener más cuerpo, pues ese campo de fuerzas, esa polaridad entre el sentido del deber (meollo del libro) a ultranza de Jepsen (deber convertido en una adicción, que lejos de sumar, resta y merma todo lo que éste tiene a su alcance) y la mínima observancia del mismo por parte de Max, a veces pierde fuelle y se desaprovecha la oportunidad de apuntalar algunos aspectos que están presentes en la novela sin llegar a entrar a saco en ellos, lo que hubiera hecho de la narración algo todavía más notable.

Impedimenta. 2016. 496 páginas. Traducción de Ernesto Calabuig.