Archivo del Autor: Francisco H. González

El primer amor

En El asesino tímido, la última novela de Clara Usón, que llevo mediada, más que los devaneos regios patrios, me interesan mucho más pensamientos como el presente.

El primer amor es el ingenuo, pues el segundo ya nos coge en guardia, resabiados, sabemos que puede terminar, que lo más probable es que, antes o después, tenga fin, y nuestros actos -lo que decimos o lo que callamos, lo que permitimos, lo que no toleramos, lo que exigimos-, vienen dictados por la prevención o el cálculo, por el escarmiento, la humillación sufrida, no queremos que nos vuelvan a hacer daño o tal vez no queremos herir de nuevo, ya no somos capaces de una entrega sin reservas, hemos perdido la espontaneidad, la confianza ciega, ahora fingimos y maquinamos por apasionados que estemos, y quizá por eso el primer amor es el único que es para siempre, que se vive como eterno, aunque dure poco más de un mes como en mi caso.

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La penúltima bondad. Ensayo sobre la vida humana (Josep Maria Esquirol)

Ya fuera con El respirar de los días, posteriormente con La resistencia última, una filosofía de la proximidad y ahora con La penúltima bondad, Ensayo sobre la vida humana, Josep Maria Esquirol, va construyendo una obra muy significativa.

En su anterior ensayo, en aquella filosofía de la proximidad Esquirol mostraba muy claramente las acechanzas y amenazas a las que se ve expuesta la naturaleza humana; todas aquellas fuerzas centrífugas que operaban con la idea de desligarnos, de desnaturalizarnos, impidiéndonos vivir la experiencia de nuestro ser, un escenario nihilista ante una realidad que se mostraba homogénea, toda igual. En La penúltima bondad, Esquirol sigue un itinerario parecido, invitándonos a reflexionar sobre la vida y la muerte, acerca de aquello que hace nuestras vidas más intensas: pensar y amar, dos verbos que se conjugan juntos. Distingue conocimiento de pensamiento, bien de bondad y apela a esta última para hacer una vida mejor entre nosotros, porque vivir, es convivir (darse vida unos a otros), en una comunidad en la que toman todo su sentido conceptos como amparo, hospitalidad, donde la bondad (que lucha contra el mal y lo vence) se manifiesta de múltiples maneras, ya sea a través la escucha, del acogimiento, del amparo al otro, de no ceder a la insensibilidad a la indiferencia.

No hay aquí una felicidad como un artículo de consumo que pudiésemos conseguir en cualquier supermercado, no hay tampoco un paraíso alcanzable. Se advierte desde su comienzo. No hay paraíso en las afueras. La condición humana es la de las afueras del paraíso imposible. Aquí, en las afueras, no sólo vivimos, sino que somos capaces de vida, aquí en las afueras vivir es sentirse viviendo.
Recurre Esquirol en ocasiones a la etimología, a fin de esclarecer la definición exacta de las palabras que maneja, y que nosotros muchas veces también, sin ser conscientes de su sentido último. Así por ejemplo trabaja con términos como ingenuidad, considerar o desear. Ese afán por expoliar nuestra intimidad, por acabar con el misterio, convierte según Esquirol la «transparencia» en la enfermedad de nuestro tiempo.
Como en su ensayo anterior hay un ataque frontal contra el consumismo, que siempre degrada y degenera todo. Este ensayo apuesta por la regeneración en contra de la degeneración (por regenerar lo degenerado) por dar sentido a las cosas independientemente de que sean útiles o no, utilidad que siempre viene dada por el mercado. Ayudar al otro sin esperar nada a cambio, simplemente por el placer de hacerlo. Abundar en la generosidad, esa generosidad que parece renuncia y retirada y agradecer más, porque el desagradecido es egoísta por definición y en lugar de crear comunidad, la mina, porque la gratitud da sentido a la esperanza.

He echado en falta un par de cosas: un índice bibliográfico y un índice onomástico, por lo demás creo que Esquirol lleva hasta las últimas consecuencias la apuesta de su ensayo, la lucha contra la abstracción, tratando de concretar (es esta una filosofía, solo aparentemente, muy de andar por casa, que gana enteros y se encarece por su proximidad), de acercarnos sus ideas, reflexiones y recomendaciones en nosotros, sus lectores, en quienes avivar nuestro pensar y quizás también depositar la misión de desplazar medio palmo, como acción política.

Variaciones sobre el naufragio

Variaciones sobre el naufragio. Acerca de lo imposible de concluir (Miguel Ángel Ortiz Albero)

Cada día disfruto más con artefactos literarios como el pergeñado por Miguel Ángel Ortiz Albero (Zaragoza, 1968), escritor y artista plástico. Un libro que tiende al ensayo, que es una recopilación de microensayos en los que el autor selecciona las palabras, sentencias, aforismos, reflexiones, pensamientos extraídos de diarios de escritores, pintores o directores de cine para acercarse al Arte de otra manera, a lo Vila-Matas, para entendernos, así lo que aquí se refiere tiene que ver con los artistas sin obra, o con los artistas con obra pero que quieren acabar con ella, con el arte como proceso de creación y destrucción y artistas devenidos en Penélopes ensimismadas que tejen y destejen su obra una y otra vez pues no quieren acabarla, como si lo interesante fuese el proceso o incluso la idea primera, esa chispa que da lugar a todo lo demás.
Obras que si se publican se malogran, obras a los que los escritores quieren prender fuego, páginas en blanco ante las que el escritor se estrella, y se plantea abandonar. Escribir para descargarse de la obra, para volver a empezar de nuevo. El acto de demorarse, de no querer arrancar, de tomarse su tiempo el artista antes de pintar, de escribir. El arte como vanidad, el arte como relleno de la NADA. El arte como escondite, como repliegue, como renuncia, como un viaje vertical, como un fracaso continuo, como imposibilidad.

Un libro como éste me agota, porque cada línea es un pensamiento a analizar, pero cuando por ahí aparecen maestros como Quignard, Steiner, Canetti, Marguerite Duras, Kafka, Pessoa, Woolf, Vila-Matas, Chejfec, Argullol, Benjamin, Valéry, Baudelaire, Adorno, Broch y un largo etcétera, solo queda abandonarse y entregarse al naufragio y a la obliteración.

Infancia

Llevo leídas 123 paginas de las memorias de Anastasía Tsvetáieva, en las cuales, de momento, nos habla de su infancia. No puedo no pensar entonces en las palabras que decía Bolaño en una entrevista acerca del país de la infancia, de la infancia detenida: tal vez si uno permanece en el lugar de la infancia, las posibilidades de ver cómo se corrompe tu propia infancia son mayores. En el fondo siempre vamos a ver cómo se corrompe nuestra infancia.

Aquí, hasta el momento, lo que nos refiere Anastasía son momentos gozosos, felices, una memoria recuperada de fragancias, colores, juegos, aventuras, pasatiempos y afectos. Mi pregunta es ¿a partir de qué página, en que momento, esta infancia comenzará a corromperse?.