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Gloria imperecedera

Esta Semana Santa caminaba por Santiago de Compostela y vi una estatua de Rosalía de Castro, un busto de Valle Inclán, otro de Cervantes. En Pontevedra vi una estatua, esta de cuerpo entero, de Valle Inclán, en Mondoñedo la de Cunqueiro frente a la catedral. No faltan las estatuas y las calles dedicadas a escritores por toda la geografía nacional, algo extensible también a otros países. Leyendo las memorias de Anastasía Tsvietáieva, hay un capítulo titulado Funerales de Lev Tolstói, muerto en 1910, cuando Anastasía tenía 14 años y no quería perderse por nada del mundo ese acontecimiento, para ella y para su hermana Marina, único.
Funeral Lev Tolstói
¿Qué escritor levantaría por estos dominios tantas pasiones?

Ausencias irreparables

Cuando leí este párrafo de Ordesa de Manuel Vilas me emocioné.

Cuántas veces llegaba yo a mi casa, cuando tenía diecisiete años, y no me fijaba en la presencia de mi padre, no sabía si mi padre estaba en casa o no. Tenía muchas cosas que hacer, eso pensaba, cosas que no incluían la contemplación silenciosa de mi padre. Y ahora me arrepiento de no haber contemplado más la vida de mi padre. Mirar su vida, eso, simplemente. Mirarle la vida a mi padre, eso debería haber hecho todos los días, mucho rato…

Leo ahora las memorias de Anastasía Tsvietáieva y me pasa otro tanto leyendo un párrafo similar. Hermanados ambos por esas ausencias que sabemos irreparables.

Ya hace tres años, en este mismo patio, no entendía que mamá estaba a punto de desaparecer, no apreciaba los días de su vida, !cuántas veces dejé de pasar por su cuarto mientras aún podía! Aunque fuese un minuto…como lo haría ahora: entraría y no volvería a salir, me quedaría con ella muchísimo tiempo para empaparme de su presencia, retenerla en la memoria. Porque ya no me acuerdo del todo del rostro de mamá, !no recuerdo todos sus rasgos!…Su voz sigue sonando…

(Traducción de Marta Sánchez-Nieves y Olga Korobenko)

Infancia

Llevo leídas 123 paginas de las memorias de Anastasía Tsvetáieva, en las cuales, de momento, nos habla de su infancia. No puedo no pensar entonces en las palabras que decía Bolaño en una entrevista acerca del país de la infancia, de la infancia detenida: tal vez si uno permanece en el lugar de la infancia, las posibilidades de ver cómo se corrompe tu propia infancia son mayores. En el fondo siempre vamos a ver cómo se corrompe nuestra infancia.

Aquí, hasta el momento, lo que nos refiere Anastasía son momentos gozosos, felices, una memoria recuperada de fragancias, colores, juegos, aventuras, pasatiempos y afectos. Mi pregunta es ¿a partir de qué página, en que momento, esta infancia comenzará a corromperse?.