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Leonardo Sciascia

Una historia sencilla (Leonardo Sciascia)

Leonardo Sciascia
Editorial Tusquets
80 páginas
2002

Una novela breve. 69 páginas.

Un muerto, Giorgio Roccella, inopinadamente regresado a Sicilia. Al principio se cree que se ha suicidado, luego se confirma que se trata de una asesinato.
En escena un comisario, un inspector, un sargento, un coronel, un profesor, el hombre del Volvo, un cura, un juez, la mujer y el hijo del muerto.

Por medio, un cuadro sospechoso y unas cartas de Pirandello y Garibaldi. También asuntos de drogas.
Un duelo a muerte, no al sol sino en una oficina, que nos arrebatará la confesión del sospechoso.
El golpe de efecto final, consumado por las comunes ganas de un testigo de no buscarse más líos.

Leonardo Sciascia (1921-1989) condensa la trama, mantiene el suspense, reduce su prosa a la mínima expresión, marcada ésta por la precisión, creando personajes de cierta entidad con apenas dos pinceladas, como en el caso del hijo y la viuda del asesinado.

Respecto a si fue este el último libro de Sciascia, no parece, dado que tras su muerte se publicaría A futura memoria.

La maestra Annuzza

La maestra Annuzza (Elvira Mancuso 2014)

Elvira Mancuso
Periférica
2014
219 páginas

La editorial Periférica publica esta novela que la italiana Elvira Mancuso (Caltanissetta 1867-1958) escribió en 1906 y que fue rescatada del olvido gracias a Italo Calvino y Salvatore Silvano Nigro.
Esta historia hay que ubicarla a comienzos del siglo XX, en Sicilia, en un pueblo próximo a Caltanissetta, donde el papel de la mujer en la sociedad de esa época y en esas zonas rurales se reducía al de la reproducción y al ejercicio de tareas domésticas.

Es en este contexto la figura de Annuzza toma relieve como el de una mujer que navega contracorriente, que no quiere repetir los errores de su madre, que quiere prosperar y progresar y ve en el ejercicio de la profesión de maestra la posibilidad real y efectiva de cambiar su situación personal y familiar, ya que con el sueldo que percibiría como docente, no dependería más que de sí misma y podría así evitar que su madre perdiera su vida en tareas mal pagadas y sacrificadas.

El caso es que Annuzza no tiene padre, ni hermanos, y su situación económica es precaria y su madre gana solo lo suficiente para mal vivir, así que Annuzza se ve abocada contra su voluntad a dar el sí a un próximo enlace matrimonial con Pasquale un joven bonachón e ignorante, pretendido por todas las mozas del pueblo, a quien no le perdonarán que se decante por Annuzza, una don nadie, en lugar de por ellas, que la superan, o eso creen ellas, en todo.

Annuzza se imagina esposada y muerta en vida, sin poder cumplir su objetivo de ser maestra, así que fija las condiciones del enlace. De tal modo que se casarán cuando ella ya tenga su título de maestra. A Annuzza dejar su pueblo, mudarse a un internado a Caltanissetta y entrar en contacto con el mundo de la cultura, la transforma de abajo arriba. Se debate entonces la joven entre el cariño que siente por su anegada madre y su rechazo hacia ella por cuanto tiene ésta de ignorante y pueblerina, rehuyendo mirarse en ese espejo en el que puede acabar convirtiéndose si flaquea. Ese odio lo reparte también con su pretendiente Pasquale, a quien ningunea, pues tiene muy claro que no es el hombre de su vida, máxime cuando conoce a otros hombres, como el profesor Neretti por quien bebe los vientos, prendada de su porte aristocrático, sus finas maneras, su elegante vestir, su elegancia espontánea.

Como la vida va Annuzza la ha escrito un guionista que tiene muy mala uva, la pobre no ganará para disgustos, con varios frentes de batalla abiertos con todos los que la rodean: la directora del internado, sus profesores, sus compañeras, su madre, su amado, las voces del pueblo que la injurian en sordina, etcétera.

El final de la novela convertida en una ofrenda a la Diosa del desamor, no puede acabar de otra manera que como acaba: un final trágico, cortante, súbito.

La figura de Annuzza abrirá el camino a otras mujeres que decidirán situarse a sí mismas en el centro de sus existencias, sin atender a otro fin que buscar su felicidad y lugar en el mundo, sin tener que cumplir las expectativas que una sociedad rancia, misógina, y retrógrada tenía preparada para ellas desde su nacimiento, por razón de su sexo.

Un libro el de Elvira que analiza con precisión, dureza y detalle la complejidad del alma humana y sus contradicciones, anhelos y afanes, y el cual resulta muy necesario para comprender mejor los albores del siglo XX y el camino que afortunadamente hemos ido recorriendo en el viejo continente en pos de la pretendida igualdad (de derechos para ambos sexos) y donde todavía queda mucho camino por recorrer.

Dacia Maraini Bagheria

Bagheria (Dacia Maraini 2013)

Dacia Maraini
Editorial Minúscula
2013
169 páginas

Bagheria, ciudad siciliana próxima a Palermo da título a la novela autobiográfica de Dacia Maraini, quien en 1947 regresa a Sicilia, proveniente de Japón, donde pasaría junto a sus padres y sus dos hermanas, tres años recluida en un campo de concentración, al negarse sus progenitores a firmar su adhesión a la República de Saló de Mussolini.

Dacia busca en los repliegues del tiempo para arrostrar su pasado y evocar los recuerdos de su niñez, de su llegada a la isla con 9 años. Una isla, Sicilia, devastada tras la II Guerra Mundial, paupérrima, con carencias de todo tipo. Dacia no lo sufre en primera persona pues proviene de una familia aristocrática por la vía materna. A su regreso a Bagheria se alojan en unos establos de la familiar Villa Valguarnera y allí toma contacto con una tierra árida, seca, dura, machacada por el hambre y un sol de justicia.

De todos sus recuerdos que nutren esta breve autobiografía destacaría tres.

Uno es la acusada presencia del sexo en el ambiente, la consideración de la mujer como una propiedad del hombre, que puede disponer y abusar de ella como le venga en gana. Dacia cuenta la anécdota de un amigo mayor que ella, que era entonces una niña, que le puso su miembro en la mano, cual gusano de seda, que fue creciendo hasta dejarle la mano pringosa. Comenta también como la mujer debía simular ser algo parecido a una piedra, pues el menor arrobamiento, gesto, mirada, sonrisa por parte de una mujer debía ser interpretada por el varón como una luz verde para que este actuara e hiciera entonces cuanto le viniera en gana con ella, sin miramiento alguno. Dacia muestra también un amor incondicional hacia su padre, a quien amaba tanto como hija y como mujer, un padre inasible, ausente, un etnógrafo trotamundos, intermitente, con quien Dacia se trasladará a vivir, a sus 18 años, cuando sus padres finalmente acaben separándose.

Saber que no era una experiencia solitaria y aislada, que detrás había un método, unas técnicas en todos los casos semejantes para mantener en silencio a las niñas, encerradas dentro de sus secretos sucios, como si fueran las garantes de la tambalente felicidad familiar, ha sido un alivio y una fuente de conocimiento recícropo, el principio de un discurso común sobre la violencia antigua del mundo de los padres, que han considerado siempre un derecho propio, por destino familiar, la propiedad y la manipulación de las féminas de la casa. (página 51)

Otro asunto que a Dacia le desasosiega es comprobar cómo ese legado que se había mantenido durante dos milenios, un buen día desaparece (muchas páginas del libro de Dacia van en perfecta sintonía con el ensayo de Muñoz Molina Todo lo que era sólido), a medida que se edifica y desaparecen entonces los edificios clásicos, los jardines centenarios, cambiando la fisonomía de una ciudad que pierde así su belleza, su alma. Dacia trata de investigar cómo se perpetraron todas estas actividades constructivas ilícitas. Los que tomaron parte en el asunto, los alcaldes, concejales, secretarios, sufren todos una amnesia generalizada y los pocos que acabaron en la cárcel por haberse saltado a la torera cuantas leyes fueron necesarias para perpetrar esos desmanes urbanísticos, serían amnistiados por la justicia poco después.

Dacia Maraini
Dacia Maraini

Finalmente Dacia quiere atreverse a saber y quiere conocer quienes fueron sus antepasados. Dacia se reconoce burguesa pero dista mucho de ser una aristócrata. Si bien en su mocedad, se refina, devora cuantos libros caen en sus manos, se deja seducir por la música y el arte en general mientras sigue atenta las conversaciones cósmicas y terrenales de su progenitor con un amigo de quien está prendada.
Ya mayor y acompañada de su amiga Bice, Dacia regresará de nuevo a Bagheria para en compañía de su tía Saretta, visitar una vez más, la Villa Valguarnera, la casa de su niñez, una Villa ahora saqueada por los ladrones, con estatuas decapitadas, cuadros en las paredes con antepasados que le hacen a Dacia preguntarse a ésta por su lugar en el mundo, en su historia abierta al pasado como un abanico, mientras nos va aportando datos históricos como el paso de los Borbones por la Isla o anécdotas sobre la vida de su tía Felicita y su afición por la pintura o de su abuela Sonia, una chilena que fue a recalar en la isla, a la cual nunca se adaptó y para quien su vida siempre fue puro teatro.

Bagheria, una novela minúscula y bella que levanta acta de un mundo que ya no existe, que desapareció bajo el cemento y cuya evocación resulta menoscabada, velada, como la fragancia que despide un jazmín que no sea bagheriense.